Ana Castellani: «No hay manera de que los empresarios finjan demencia»

La socióloga, experta en el comportamiento de las élites e integrante del Grupo Fragata desmenuza la gestión Cambiemos y el rol de los empresarios en el #GloriaGate. "No sé cómo se puede sostener hasta fin de año", advierte sobre el gobierno de Macri.

A fines de 2015, Ana Castellani –doctora en sociología, investigadora del Conicet y docente– fue una de las intelectuales que adelantó con mayor detalle las consecuencias económicas que tendría la llegada de Mauricio Macri y su proyecto a la Casa Rosada. El 29 de octubre de aquel año, antes del balotaje, publicó un tuit que, visto desde el ahora, sorprende por su exactitud predictiva: presagiaba la devaluación del peso y la suba del dólar, el aumento de precios y tarifas; las caídas del salario, el consumo y el mercado interno, la apertura importadora y el cierre de pymes, la fuga de divisas, el ajuste del Estado, la toma de deuda y el rumbo económico dictado desde el exterior, así como el retroceso en jubilaciones y en políticas culturales, científicas y sociales. De todos modos, Cambiemos logró sorprender a Castellani. “Jamás me hubiera imaginado que, tan rápidamente, iban a llegar a este nivel de inconsistencia macroeconómica, que no sé cómo se puede sostener, no hasta las elecciones del año que viene, no sé cómo se puede sostener hasta fin de año”, advirtió.

 

Coordinadora del Observatorio de las Elites Argentinas y directora de la Maestría en Sociología Económica de la Universidad Nacional de San Martín, Castellani integra el Grupo Fragata, donde diversos intelectuales y académicos críticos del oficialismo, analizan la situación del país y buscan aportar a una propuesta opositora. En una escena política, judicial y mediática copada por los cuadernos de Centeno, la investigadora consideró que, en esta oportunidad y a pesar de la estrategia de los arrepentidos, “no hay manera que los empresarios finjan demencia”. Sostuvo que “la colusión público-privada en torno a la obra pública existe desde los 60, no desde ahora”, con “jugadores muy pesados” que no pueden decir que fueron “pobrecitos extorsionados”.

 

– ¿Cuál considera la clave para evaluar a la gestión Cambiemos?

– Siempre, para evaluar a un gobierno, miro la orientación de sus políticas públicas, y estas no las comparto para nada, porque veo que benefician exclusivamente a unas pocas fracciones, incluso del capital, y perjudican a otras y a la gran mayoría de los argentinos, que somos los que vivimos de nuestros trabajos, en su múltiples formas y relaciones laborales. Esta orientación de las políticas públicas es el principal problema, porque apuntan a una distribución regresiva del ingreso, hacia un shock de precios relativos que benefician a tres sectores: bancos/finanzas, agroindustria, y energéticas y mineras. Es lo más grave del gobierno de Macri y sus efectos son clarísimos: los grandes perjudicados en estos tres años hemos sido los trabajadores.

 

– ¿Esto tiene que ver con que el deterioro del salario es una condición que le conviene a los sectores favorecidos por la política del oficialismo?

– A todos, a la larga, no, porque una parte importantísima de la producción local está volcada al mercado interno. Si estás acogotando la demanda interna, ¿con qué traccionás? En la demanda tenés tres componentes claves para que traccionen: el consumo; la inversión, pública o privada, o las exportaciones. El poder adquisitivo de los salarios en el año uno tuvieron un sablazo; en 2017, más o menos, empardaron a la inflación, pero la mayoría de los trabajadores no recuperó lo perdido en 2016, y en 2018 vamos derecho a una pérdida clarísima, a lo que se suma la destrucción de puestos de trabajo y el reemplazo en el sector privado formal con monotributo social, una instancia mucho más precaria. Si en 2018 ya tenemos esta situación, el consumo interno no va a ser el motor. La gran apuesta era la inversión y tampoco se da, porque el sector público la traccionó en 2017 pero ahora ya no puede hacerlo por el ajuste fiscal que se le impone. ¿Y por qué? Porque la medida número uno, que para mí es el error más grave y además totalmente buscado, es la salida del cepo.

Fotos | Georgina García

 

– ¿Qué efectos desencadenó esa política?

– Significó desregular la Cuenta Capital y todo lo que tenga que ver con tasas de interés, comisiones y más en el sistema bancario y financiero, encareciendo mucho ese costo, asfixiando a las productoras locales. Se le suma la apertura de importaciones, el deterioro del salario real y una política monetaria del Banco Central en 2016 y 2017 de esterilizar la deuda que se toma, emitiendo deuda en pesos a tasas altísimas de corto plazo. Es la bomba de Lebacs que están tratando de desarmar, cambiándola por Letras del Tesoro en dólares, y ni siquiera lo logran por completo y eso presiona sobre el tipo de cambio…

 

– La descripción suena a una tormenta perfecta.

– Hoy estamos en el peor de los mundos. Jamás me hubiera imaginado que, tan rápidamente, iban a llegar a este nivel de inconsistencia macroeconómica, que no sé cómo se puede sostener, no hasta las elecciones del año que viene, no sé cómo se puede sostener hasta fin de año. Realmente es muy preocupante.

 

– Sin embargo, el reflejo político y social no es aún un escenario tipo 2001.

– Que la estás pasando mal y que esto va mal, no te lo tiene que venir a explicar nadie, porque lo vivís todos los meses. Cómo se traduce ese malestar en términos de interpretación y acción política, eso es otra historia y es donde aparecen los intelectuales, los políticos o los comunicadores sociales tratando de ponerle sentido, brindando alternativas. Porque la persona que va al trabajo todos los días o está angustiada porque lo perdió, ve cuál es la situación, pero no necesariamente tiene por qué saber las causas macro que generaron eso.

 

– ¿Ahí es donde se introducen discursos como el “se robaron todo”?

– Habrá algunos que crean que todo es porque se robaron un PBI, cosas insólitas, que ya de por sí son falacias en sí mismas. Nadie se puede robar un PBI, nadie tiene idea de lo que es un PBI. O lo de 60 millones de dólares en bolsos. Tengo ganas de preguntarles, ¿saben cuánto pesan 60 millones de dólares? Pero tampoco la ingenuidad, porque hay una cuestión vinculada al cártel de la obra pública que lleva décadas, en donde hay sistema de retorno financiado en el sobreprecio y eso es una situación gravísima para cualquier Estado, y sobre todo para uno que esté a cargo de un gobierno que quiere implementar un modelo de desarrollo que beneficie a las mayorías. Para mí es un problema que no podemos eludir ya más, porque esa persona común que se siente totalmente agredida por estas políticas, por otro lado, está bombardeada intencionalmente por un conjunto de información que le orienta la interpretación de ese malestar o se lo corre para mostrarle todo el sistema de colusión público-privada y de sobreprecios y retornos de la obra pública del pasado. Por supuesto, eso incide y muchos terminan en “son todos iguales, los de antes eran chorros, lo de ahora no me dejan llegar a fin de mes, todos los políticos son una mierda”. Y la solución, sobre todo para los sectores populares, siempre es política, en el sentido más amplio. No hay otra forma.

 

– Ante este escenario, ¿hay una oposición que elabora propuestas?

– Hay mucha convergencia de propuestas, potencialmente, en la oposición. En los grupos con los que voy entablando diálogo veo voluntad de articulación entre sectores políticos y académicos. Hay un conjunto de programática que se podría consensuar, el tema es que después viene la dinámica propia de la construcción de las candidaturas, que debería ser secundaria pero termina siempre colocándose por delante. Podés lograr acuerdos programáticos con cinco o seis cuestiones, sobre todo en la oposición peronista, pero después vienen las cuestiones de la estrategia y las personas. Si alguna fracción de la oposición excluye a la otra porque no quiere, porque son “traidores” o porque son “chorros”, es muy difícil el otro armado, que es el que se necesita. Podés tener la mejor programática del planeta pero después hay que ir a competir electoralmente y para eso hay que inscribir una fórmula en junio del año que viene, porque en agosto vas a tener que estar disputando las primarias.

 

– ¿Serán las Paso, finalmente, la herramienta que defina esas diferencias?

– Me parecería lo más razonable en un sistema de partidos, porque se habilitó este esquema para que puedas dirimir las candidaturas, pero sabemos que eso no termina funcionando, porque se arman luchas tan fratricidas en esas internas que después no se encuadran. Si no hay un código donde aquellos que vayan a primarias y pierden igual van a ser incluidos dentro del armado principal, entonces no hay ningún incentivo, armo mi propio espacio, y en esa fragmentación de la oposición es donde ganan siempre los oficialismos. Ahora bien, como el gobierno la está pifiando tanto en materia económica, y queda claro que ya no se lo puede seguir achacando a la pesada herencia, sino que son todos errores propios, está perdiendo electorado independiente. Las minorías intensas de cada lado las tenés, pero no alcanzan, y ante eso la estrategia del gobierno es mantener bien dividida a la oposición, articular con algún sector y apostar a ganar una fracción del electorado independiente.

Fotos | Georgina García

 

– ¿Y en el caso de la estrategia opositora?

– La apuesta de la oposición no es una sola. Por lo menos, tenés tres. Una es la kirchnerista más pura y dura, que te dice “dejalos que van al iceberg y en la medida en que choquen, la única que emerge como candidata indiscutible es Cristina”. El discurso es que todo lo que se hace es para tapar los desastres y todo lo que se acusa es persecución. Efectivamente, hay una persecución en muchas cosas, sabemos que Bonadio no es imparcial, pero se niega cualquier cuestionamiento a lo vinculado al esquema de financiamiento de la política del periodo previo. La apuesta es “dejen que empeore que emergerá Cristina”.

 

– Es, en alguna medida, una apuesta histórica.

– Sí, para mí es la del día uno. Después tenés el otro extremo, Urtubey y el peronismo “blanco”. Eso no tiene que incluir a Cristina, está claro que hay que despegarse del kirchnerismo y apostar a una cuestión de asociatividad con el gobierno, porque, de hecho, hasta en las ideas en muchos casos coinciden. Es un estrecho desfiladero para no quedar tampoco tan mimetizado con el gobierno, sino no sos oposición y no vas a conseguir ningún voto, porque para eso eligen al original. Ahí la apuesta es que Cristina caiga y que la interna sea entre otros candidato de ese peronismo “blanco”. Y me parece que hay una tercera posición dentro del peronismo que es buscar algún dirigente que no quede ni tan identificado con el gobierno ni tan pegado al kirchnerismo; que pueda surfear al electorado independiente y agarrar algo de ahí, en términos de ser competitivos electoralmente, pero que no puede excluir a las fracciones del peronismo. No se puede excluir al kirchnerismo de una estrategia opositora.

 

– Volviendo al tema de la obra pública y la estrategia de los empresarios arrepentidos, que se presentan como víctimas de políticos inescrupulosos, ¿puede que, a pesar del escándalo, queden blanqueados ante la sociedad?

– Lo primero: objetivamente, no es así. No hay manera de que los empresarios finjan demencia, porque esto es colusión y, por definición, es un acuerdo entre dos partes. La estrategia judicial de los primeros arrepentidos, que fue decir que fueron extorsionados para seguir funcionando, que los obligaron y que lo hicieron para defender los puestos de trabajo, todo ese discurso imposible de creer, inverosímil, igual se desmantela con la declaración de Carlos Wagner –NdR: expresidente de la Cámara de la Construcción– que, con datos muy precisos, habló de la cartelización de la obra, de dónde se reunían, cómo se dividían, cómo era el mecanismo, cómo estaba eso armado y sistematizado; y después con Luis Betnaza –NdR: alto directivo de Techint–, que cuando fue a declarar como testigo dijo que había pagado no para la campaña sino para conseguir que se destrabara en Venezuela el conflicto por Sidor. Ahí se está reconociendo tráfico de influencias. La colusión público-privada en torno a la obra pública existe desde los 60, no desde ahora, y de las empresas que entonces estaban involucradas, tres siguen existiendo: Grupo Macri, Techint y Aldo Roggio. O sea, hablamos de jugadores muy pesados de los 60, 70, 80, 90, 2000, 2010. No pueden decir “fuimos pobrecitos extorsionados”.

 

– De todos modos, hay un esfuerzo por sostener esa versión exculpatoria.

– Van a tratar de zafar todos, por eso se van acogiendo a esta figura del arrepentimiento, y ahí esto adquiere una dimensión un poco imprevista incluso para el propio gobierno, porque salpica demasiado a todos los contratistas. Las responsabilidades de los desastres de este país recaen siempre sobre la clase política, los sindicatos, pero nunca sobre los empresarios. Yo creo que esta vez no va a ser tan fácil despegarse, más allá de cómo se dirima lo judicial. Obviamente, los medios protegen, pero quedaron bastante en evidencia. Techint es una empresa muy grande, que cotiza en bolsa en Estados Unidos, esto no es un chiste. Se reconoció el pago de sobornos, un delito, y los que lo reconocieron son altísimos funcionarios de esas empresas. No hay forma de pensar que Betnaza haya hecho nada en Techint sin anuencia de Paolo Rocca.

 

– ¿Es un riesgo para el propio oficialismo?

– En el afán de ir por los exfuncionarios del kirchnerismo y por Cristina, destaparon algo que no estaba articulado y cohesionado, que es el frente empresario, y que se les dispara por todos los costados, en un sálvese quien pueda. El propio Macri trató de lavarles la cara a los empresarios, diciéndoles que si cualquiera de su gobierno les pide algo, se lo digan. ¡El presidente, que forma parte históricamente del club de la obra pública! La empresa de su primo, que se la “compró” a Macri en 2007, es de las principales constructoras del período. Por eso creo que con Bonadio no se va a ir a fondo en la causa.

 

 

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