La Petrodiplomacia Bolivariana

Por Pascale Bonnefoy La Nación – Chile

El arma de Chávez para contrarrestar el peso de Estados Unidos en la región: ¨Se acabaron las pretensiones hegemónicas de una potencia o superpotencia que pretende ser la dueña del mundo y dictarle al mundo los códigos de conducta y los modelos políticos y económicos¨.

Hugo Chávez

El Presidente de Venezuela estaba en su salsa en Brasilia durante la Primera Cumbre de la Liga Árabe y la Comunidad Sudamericana de Naciones, sirviendo de bisagra entre dos mundos que rara vez se topan, y sobre los cuales él ha basado su política exterior: el de la integración latinoamericana, su sueño bolivariano, y el del petróleo, sustento de la economía venezolana y de su propia diplomacia.

En vísperas de la reunión, que congregó a líderes de 11 países latinoamericanos y 22 naciones árabes, siete de ellos miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), los jefes de Estado de Venezuela, Brasil y Argentina acordaron -una mayor integración política, energética y cultural sudamericana, anunciando la creación de una empresa petrolera común, Petrosur.

La transnacional sudamericana partiría con inversiones conjuntas en tres proyectos: la exploración gasífera y petrolera en Argentina, la construcción de una refinería en el norte de Brasil para procesar petróleo venezolano, y la exploración petrolera en la cuenca del Orinoco en Venezuela.

Se acabaron las pretensiones hegemónicas de una potencia o superpotencia que pretende ser la dueña del mundo y dictarle al mundo los códigos de conducta y los modelos políticos y económicos. dijo Chávez, en clara alusión a Estados Unidos.

El Presidente venezolano pretende convertir a Petrosur en el motor de desarrollo de la Comunidad Sudamericana de Naciones, creada en diciembre pasado durante la III Cumbre Sudamericana, en Cusco, un ambicioso proyecto de integración política y económica que busca la convergencia -física, energética y de comunicaciones entre los países miembros de Mercosur y la Comunidad Andina, y al que se sumarán Guyana y Surinam.

Chávez está navegando en la cresta de una ola tanto política como económica, favorecido con el alto precio del petróleo en el mercado mundial, US$ 17 por encima de lo previsto en su presupuesto fiscal para este año.

Esto le ha permitido no sólo sostener una expansiva política de gasto para financiar programas sociales en su país -lo cual le ha ganado un firme apoyo popular, según las encuestas-, sino también lograr acuerdos económicos y de cooperación, e incluso trueques y donaciones, con gran parte de la región, y más allá.

– El uso del petróleo como arma diplomática no es nuevo en la política venezolana, pero el gobierno de Chávez ha extremado esa estrategia, ofreciendo oportunidades de negocios en varias áreas energéticas, firmando acuerdos de petróleo y gas, así como aportando ayuda, donaciones y facilidades petroleras a una gran cantidad de países, en especial del Tercer Mundo.

La diplomacia petrolera de Chávez busca tomar distancia de Estados Unidos, mientras estrecha lazos petroleros con China y América Latina. La idea es sumar a las naciones de la región, especialmente a las sudamericanas, a un plan geopolítico, explicó a LND María Teresa Romero, cientista político de Visión Venezolana.

Pero para ello, Chávez debe asegurar ingresos petroleros sostenidos, y este año se puso en campaña para lograrlo a más largo plazo. En abril, el ministro de Energía y Petróleo y presidente del holding estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA), Rafael Ramírez, anunció que dentro de seis meses, toda empresa extranjera operando en su país deberá conformar una empresa mixta con el gobierno, que pasaría a controlar el 51 por ciento.

Actualmente, las empresas extranjeras producen un total de 1,1 millón de barriles diarios de crudo, cerca de un tercio de la producción total del país, quinto exportador mundial de esta materia prima y único miembro latinoamericano de la OPEP.

Impuestos retroactivos

El anuncio cayó como balde de agua fría en las petroleras extranjeras, muchas de ellas pesos pesados en el mercado mundial, como Chevron Texaco (EE.UU.), Exxon Mobil (EE.UU.), Conoco Phillip (EE.UU.), British Petroleum (Gran Bretaña), Petrobras (Brasil), Repsol YPF (España-Argentina), Royal Dutch/Shell (Gran Bretaña-Holanda), Total (Francia) y China National Petroleum Corporation (China).

Entre 1992 y 1997, a fin de aumentar el nivel de extracción del crudo, PDVSA firmó 32 convenios operativos y cuatro asociaciones estratégicas con 22 empresas multinacionales para que operaran en campos marginales. Éstas deben pagar un royalty de 30 por ciento sobre su producción, y un impuesto sobre la renta del 34 por ciento.

En abril, el gobierno de Chávez decidió elevar el impuesto a las petroleras extranjeras a un 50 por ciento, y más recientemente anunció que el cobro impositivo debía pagarse retroactivamente, desde la aprobación de la nueva Ley de Renta en 2001, a 2004. Sólo en lo que va de este año, según las autoridades, las multinacionales del crudo adeudan US$ 300 millones en impuestos al fisco.

Bush, fuera de juego

Antes de viajar a Brasil esta semana, Chávez les dio un sencillo ultimátum: alegando que muchas de ellas han evadido impuestos por años al declarar pérdidas artificialmente, las conminó a pagar los impuestos adeudados, con intereses, o abandonar el país. Con ello, el gobierno pretende engrosar las arcas fiscales con US$ 18,6 mil millones. Y todo esto a un año de las elecciones presidenciales, en las que Chávez está bien posicionado para ganarse otros seis años en el poder.

Desde que asumió el gobierno en febrero de 1999, y especialmente desde que fracasara el intento de golpe en su contra en 2002, apoyado por Estados Unidos, y fuera ratificado en su cargo en agosto de 2004 por referéndum popular, Chávez no ha hecho más que irritar a Estados Unidos con sus medidas domésticas socializantes, su beligerante discurso antiestadounidense y su creciente liderazgo en la región, pretendiendo robustecer un polo centroizquierdista que sirva de bloque y alternativa a los planes de la Casa Blanca para con América Latina.

A fines de abril, Chávez decidió cancelar un programa de operaciones e intercambio militar con Estados Unidos, alegando que los instructores estadounidenses intentaban fomentar descontento entre los soldados venezolanos, y ordenó la expulsión de cinco oficiales estadounidenses a cargo del programa. Recientemente, Chávez activó el Comando General de la Reserva Militar en la capital, incorporando a un millón de reservistas en su primera fase para anticiparse a un hipotético ataque norteamericano.

La subida de tono viene tras la venta de armas por parte de Rusia de 100 mil fusiles AK-47 a Venezuela, que, advirtió la Casa Blanca, podrían ser destinados a los insurgentes de las FARC en Colombia. Poco después, España anunció que venderá diez aviones militares y ocho lanchas patrulleras a Venezuela.

Sumando esto a la estrecha relación política y económica de Chávez con el Presidente cubano Fidel Castro, el gobernante venezolano está colmando la paciencia del Presidente George W. Bush. En alianza estratégica con Castro, Chávez pretende establecer la punta de lanza para su proyecto de una Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), para contrarrestar la estancada propuesta estadounidense de una Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA).

No obstante, el 11 de mayo, Castro y Chávez anunciaron que, dentro de los acuerdos para avanzar el ALBA, ambos países crearían una empresa de construcción transnacional orientada a reducir el déficit de viviendas en la región; Cuba aportará las maquinarias y equipos, y Venezuela el capital, gracias nuevamente al petróleo.

Estados Unidos ha venido perdiendo sostenidamente su hegemonía e influencia en la región en los últimos años, en parte debido a que el foco de su política exterior, de sus servicios de inteligencia y su poderío militar se han concentrado en el Medio Oriente.

El grandioso plan para una Área de Libre Comercio de las Américas está estancado desde hace años, mientras han surgido iniciativas de integración entre los líderes de la región que, aunque algunas tal vez sean más simbólicas que efectivas, demuestran una intencionalidad de independencia política de Estados Unidos.

Por primera vez en su historia, Estados Unidos ni siquiera fue capaz de imponer a ninguno de sus dos candidatos a la OEA, y debió aceptar el triunfo del chileno José Miguel Insulza, a quien miraba con desconfianza justamente por el apoyo de Chávez a su candidatura y la posible posición que tomara el chileno, una vez a la cabeza de la OEA, respecto de Venezuela.

Washington está preocupado porque las relaciones militares con Cuba son estrechas, y Chávez ha hablado de armar milicias para defender al país contra una invasión norteamericana. Es claro, visto desde aquí, que Chávez sí tiene pretensiones de liderar un bloque de países no para equilibrar el balance de poder con Estados Unidos, sino que abiertamente para oponerse a las iniciativas e intereses norteamericanos, dijo a LND Vinay Jawahar, analista político del Inter-American Dialogue, en Washington DC.

Presiones e inestabilidad

Sin embargo, Bush no baraja muchas alternativas para hacer frente a Venezuela, mientras ese país siga proveyendo el 15 por ciento de sus requerimientos de crudo, y no necesite préstamos o asistencia estadounidense que Bush pudiera retener como herramienta de presión; más aún, cuando Estados Unidos continúa dependiendo de países inestables para sus importaciones de petróleo -a pesar del gran negocio que hizo con la ocupación de Irak- y no tenga aseguradas nuevas fuentes.

Por ahora, presiona al principal productor de crudo del mundo, Arabia Saudita, para que aumente su producción y así baje el precio internacional, mientras que en el frente interno, Bush intenta apurar la aprobación de la Ley de Energía, que debe debatirse este mes en el Senado, y que permitiría la extracción de crudo en Alaska y en las costas de California, donde ha sido prohibido en las últimas dos décadas debido al fuerte impacto ambiental que tendría en los ecosistemas de esas zonas.

No obstante, según The New York Times, citando fuentes gubernamentales, la Casa Blanca ha creado un grupo de trabajo para diseñar un plan más confrontacional respecto de Chávez, y evitar su reelección en 2006, probablemente aumentando el financiamiento a grupos empresariales y de oposición, mientras intenta persuadir a otros países en la región a que aíslen a Chávez, una estrategia que, hasta ahora, ha caído sobre oídos sordos.

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