Cuando pase el dolor

Los nombres de algunas personas, circunstancias y lugares, han sido cambiados adrede para impedir la identificación de estos protagonistas.

Guillermo Molina es Intendente del Partido de Funes, un Municipio ubicado en la zona sur del Gran Buenos Aires. Nos recibe en su despacho, por cortesía de Hernán, su jefe de prensa.

Funes es uno de los Partidos más “atrasados” del Gran Buenos Aires. Decir “atrasado”, claro está, es un eufemismo, pero no se me ocurrió un calificativo mejor para clasificar económica y socialmente a Funes. Decir “pobre” es poco, pero decir “inviable” es demasiado, así que hasta encontrar un término más adecuado, digamos “atrasado”.

Antes de ingresar a la oficina del Intendente, atravesamos todo el hall del edificio Municipal y pasamos por los costados de varias de las oficinas en cuyas salas de espera, mucha gente espera soluciones individuales a los problemas colectivos. El Estado debería funcionar al revés (soluciones colectivas para los problemas individuales), pero después de veinticinco años de neoliberalismo, los pobres no están como para que les andemos explicando lo que tienen que hacer. Van y hacen ellos.

Los funcionarios atienen a la gente. Los casos más urgentes llegan a Molina, para que resuelva de manera expeditiva. Pero todos los demás, resuelven también.

Son las once de la mañana, y alguien me aclara que la gente empieza a llegar a partir de las siete, que es cuando la Municipalidad abre sus puertas. Y todos los días es igual. No hay respiro.

Molina es Intendente de Funes desde hace más de una década. Ha sido elegido por los vecinos en tres oportunidades, ganando los comicios por márgenes cada vez más importantes. En las elecciones de 2007, última vez que Molina renovó su mandato, obtuvo el 60 por ciento de los votos.

El año pasado, en las elecciones legislativas, Molina fue uno de los tantos candidatos que la prensa de Buenos Aires (siempre tan ingeniosa) llamó “testimoniales”.

No le fue mal encabezando la lista de Concejales: sacó el 55 por ciento de los votos y ganó cómodo en su distrito. Pero la lista que llevaba como candidatos a diputados nacionales a Néstor Kirchner y Daniel Scioli, sufrió un marcado rechazo por parte de los habitantes de Funes, que decidieron cortan boleta en un 10 por ciento aproximadamente.

De todas maneras, Kirchner y Scioli también ganaron en Funes. Por menos de lo que se esperaba, pero ganaron.

Debido a su extensa experiencia como Intendente, y a su larga trayectoria como dirigente político del peronismo bonaerense, no nos equivocamos si decimos que es un referente, tanto para sus pares como para el resto de los justicialistas de la región. Molina es, en definitiva, un Barón del Conurbano: categoría periodística que se suele utilizar para hablar despectivamente de los Intendentes del Gran Buenos Aires, y así, de paso, descalificar a los votantes.

Aunque no lo reconozcan, a los periodistas de la Ciudad de Buenos Aires les fascina el tema de “los barones”. Por supuesto que no entienden nada, porque para eso son periodistas. Ya que estamos, nosotros, digamos: el periodismo (al menos el “periodismo político”) no es una ciencia. No tiene ni las herramientas ni el método que tienen las Ciencias Sociales.

Los periodistas políticos sueles ser excelentes escribientes, pero al mismo tiempo, suelen hacer lo que coloquialmente se denomina como “mandar fruta”. Trabajan de llenar páginas de editoriales que la mayoría de las veces son un concierto de lugares comunes y frases vacías. OK, algo tienen que decir.

Lo cierto es que ya bastante pifian las Ciencias Sociales, cuando tienen que abordar temáticas como los modos en los que se hace política en el Gran Buenos Aires, así que imagínense como yerran los periodistas. Por lo general, dan vergüenza ajena, pero bueno, sus jefes no lo saben, y entonces la rueda sigue girando.

Volviendo a Molina, hay que contar que este hombre heredó varias cosas de su padre, pero ninguna de ellas materiales: el peronismo, su vocación por la política, su nombre de pila, y el apodo: Wily.

Para todos los habitantes de Funes, el Intendente se llama “Wily” Molina, o simplemente “Wily”.

Una vez que comienza la charla y vamos entrando en confianza, el hombre nos confiesa que va a extrañar a Néstor Kirchner. Mucho.

No es que la conversación se vaya adentrando por caminos demasiado sentimentales, pero la figura de Kirchner nos sobrevuela todo el tiempo. Desde uno de los cuadros que el Intendente tiene colgados en su despacho, Kirchner tiene la mirada de un niño, y así nos mira mientras nosotros hablamos de él. No importa de qué cosa empecemos a hablar. Siempre vamos a terminar hablando de Néstor Kirchner.

Guillermo Molina fue uno de los primeros Intendentes del Conurbano en ver, a principios de 2003, que ese gobernador todavía ignoto para la mayoría de los bonaerenses, podía llegar a traerles muchas satisfacciones a los habitantes de su Municipio, y a los de la provincia en general.

Después, con el devenir del kirchnerismo y la pelea del entonces presidente con Eduardo Duhalde, Molina no dudó en posicionarse del lado del santacruceño.

Aquel episodio, que a la distancia puede parecer como traumático, es recordado por Molina como casi un trámite: “Lo llamé al cabezón y le dije: ‘Hermano, yo te acompaño hasta la puerta del cementerio, pero no entro con vos’”. (Casi un clásico de la liturgia peronista).

Para Néstor Kirchner, Molina siempre fue un hombre visto con buenos ojos. Sabía el ex presidente que se trataba de un dirigente que podía convertirse en una pieza clave del armado político propio.

Cuando empezaron a hacerse frecuentes las visitas a Olivos, Molina terminó de comprender que, al menos para él, la relación que lo unía a Néstor Kirchner iba un poco más allá de la que había entablado con todos sus jefes políticos anteriores.

“Nunca hablé con la Presidenta, no porque no me llevara bien, al contrario, sino que la persona con la que yo tenía encargado hablar era Néstor Kirchner. A veces con Julio De Vido también, pero siempre con Néstor. ¿Cómo no iba a hacer eso si era una orden que me había dado él mismo? -se pregunta Molina, e imposta un poco la voz para ser más preciso- ‘Vosh no le des bola a nadie. Vosh hablá conmigo y punto ¿Estamos?´”

Obviamente, no hace falta andar aclarando que ni a Molina ni a ningún otro Intendente se le hubiese ocurrido desobedecer esa clase de órdenes.

En el trato cotidiano, Molina asegura que Néstor Kirchner era un tipo amable, por lo general divertido, y que siempre estaba al tanto de las cuestiones de las que ellos (por los Intendentes) le iban a hablar.

Quienes lo conocieron más de cerca, sostienen que el ex Presidente tenía una obsesión por el Gran Buenos Aires, y que sin dudas debe haber sido la persona no nacida ni criada en el Conurbano, que mejor lo conoció.

Kirchner sabía dónde se había hecho cada obra, cuáles se estabas realizando, y cuáles eran las que faltaban hacer.

Molina no puede confirmar si esto era realmente así, porque nunca habló demasiado con Kirchner sobre otros distritos, más allá de las cuestiones electorales. Pero de conversaciones con otros Intendentes, el Jefe Comunal de Funes nos dice que puede ser que fuese así, y que el ex mandatario conociera como muy pocos, la geografía política del Conurbano y sus necesidades de infraestructura. (A cada hora que pasa, el mito se agiganta).

“Así que con Cristina no me debo haber cruzado más de diez veces en toda mi vida. Las seis veces que vino acá, y otras tres o cuatro que yo estuve en Olivos. Pero hablar, lo que se dice hablar, nunca.”

Le creemos a Molina. No es de los que cassettean. No tiene por qué, además. Pero entonces, la pregunta se cae de maduro: ¿Y ahora?

“Mirá, no te voy a decir que no hay un poco de desconcierto, pero la verdad es que yo la veo muy fuerte a la Presidenta ¿Qué querés que te diga?”

Y bueno, ya que Molina pregunta, queremos que nos diga qué va a pasar con las obras.

“De Vido está perfectamente al tanto de las obras en todos los distritos, y tiene una relación pre-existente con todos nosotros. No hay que tenerle miedo a nada, porque no va a pasar nada. Si alguien tenía dudas de cuál podía ser el rumbo a seguir, Daniel Scioli se encargó de disiparlas enseguida con la reunión del otro día (N. del Autor: se refiere a la reunión que mantuvo el lunes pasado el Gobernador, junto a 92 Intendentes de la Provincia).

Molina, no es de esos Intendentes que salen a hablar bien de Scioli así porque sí: es más, no suele hablar bien de Scioli nunca.

Para finalizar, Molina elige darnos una clase magistral de peronismo, y con el seño fruncido y el índice apuntándonos nos dice:

“Muchachos, el peronismo se encolumna detrás de aquel dirigente que tiene los votos. Hoy, por distintas circunstancias, ese dirigente es una mujer y se llama Cristina Fernández de Kirchner ¿A alguien se le puede ocurrir que hagamos otra cosa que no sea impulsar la reelección de nuestra Presidenta? Por favor, no lean tanto (sic) que les hace mal.

La conversación se termina y Hernán nos acompaña hasta una puerta en donde una señorita nos recibe y a su vez hace como especie de posta: ahora nos acompaña ella, hasta nuestra salida al hall del Palacio Municipal.

Nos cruzamos con las mismas caras que al entrar: gente humilde que espera ser atendida por la primera línea de funcionarios Municipales, que deberán resolver los problemas (muchas veces urgentes) con los que van estas personas.

Esas colas no son en vano, porque casi siempre los problemas se solucionan, y porque además, la gratitud nunca del pueblo es infinita.

También para dar las gracias, el pueblo hace colas. Y sino, pregúntenle a Néstor Kirchner.

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