Diversa evolución económica de Brasil y Argentina

La ausencia muchas veces de un proyecto nacional con un Estado fuerte y una burguesía industrial con una visión nacional es una de las principales diferencias con el país brasileño.

En la actualidad Brasil ha logrado ubicarse como la décima potencia en el concierto universal, mientras Argentina, según los datos aportados por el Banco Mundial, figura en el 47º lugar de ese ranking. Si bien el ingreso argentino por habitante es bastante más elevado -especialmente medido bajo la metodología comparativa del poder adquisitivo (PPA)- el Producto Bruto Interno brasileño triplica el nuestro, por la gravitación de su población, 4,75 veces mayor que la argentina.

Esto no siempre fue así. Hasta fines de 1929 cumplíamos el rol de “importante socio menor” cuando la quiebra de la Bolsa de Wall Street marcó no sólo el inicio de la llamada Gran Crisis de los Años Treinta, sino el abrupto fin del esquema de libre cambio que había impuesto el Reino Unido al mundo teniendo al área de la “libra esterlina” como palanca maestra de su hegemonía a nivel multinacional. Al licuarse ese liderazgo, en el transcurso de los veinte años siguientes, en esta parte del planeta el orden de importancia se había invertido en beneficio de Brasil con ritmo sostenido.

El Anuario Estadístico de las Naciones Unidas 1961 nos adjudicaba entonces una superficie de 2.776 millones de Km2 y al país vecino 8.513 millones; es decir, tres veces más. En consecuencia, era quinto entre los de máxima extensión detrás de Rusia, Canadá, China y Estados Unidos. En el presente le corresponde la misma posición en cuanto al número de habitantes luego de China, India, Estados Unidos e Indonesia; superando al de 50 años atrás en que, además, lo rebasaban Japón y Pakistán. Según la referida fuente, en1953 la población Argentina ascendía a 18,4 millones y la de Brasil a 55,8 millones, o sea también nos triplicaban; aunque la densidad por Km2 era semejante (6,63 y 6,52). Pero esto fue circunstancial pues Brasil siempre tuvo tasas anuales de crecimientos muy diferentes; a punto tal que han pasado a ser, en el mismo orden, de 14,6 y 22,7 habitantes por Km2. En aquel momento los índices llegaban a 1,2 y 2,4 por ciento; relación que se ha mantenido pues ahora se ubican en 1,1 y 1,7 por ciento.

Bajo tales condiciones, el total de habitantes a fines de 2009, respectivamente, eran 40,6 y 193 millones; es decir, 4,75 veces a favor de Brasil, aunque en 1955 llegaba sólo a tres. Muy consciente de lo que ello podía significar, el general Castelo Branco (1964-67) -que a la sazón ejercía la presidencia de un gobierno militar de facto- confesó que su máxima preocupación era que Brasil creciera siempre por encima de tres por ciento.

De no ser así, tenía la certidumbre de que la situación social se tornaría explosiva, lo que podía no sólo generar una eclosión sino expeler a los militares violentamente del poder.

Un cuarto de siglo crucial.

La mencionada ruptura del sistema mundial del libre cambio trajo consigo una “ola” proteccionista generalizada y el irremisible ocaso del Reino Unido. Durante el período 1880-1930 Argentina había alcanzado, inserto en esa órbita, una rápida pero muy condicionada prosperidad. Ello llevó a diseñar su infraestructura económica -especialmente en materia de transportes y comunicaciones- de acuerdo con los requerimientos de dicho esquema; atando su destino al del “área de la libra esterlina”. El impacto de la Gran Crisis fue inmediato, quitándole viabilidad y convirtiendo en obsoleta la infraestructura existente, con el negativo agregado de ser extremadamente rígida al cambio, sólo reversible en el mediano y largo plazo mediando fuertes inversiones para lograrlo. A ello se sumó una seguidilla de “calamidades” como fueron el efecto inducido por la decretada inconvertibilidad de la libra, las duras secuelas de los Pactos de Ottawa y Roca-Runciman e, incluso, una vez estallada la Segunda Guerra Mundial, por la vertical caída en la cotización de los principales productos de exportación que se siguieron proveyendo a los compradores tradicionales, aunque suspendiendo sus pagos hasta la finalización del conflicto.

La adopción del carácter de país “neutral”, sin disimular demasiado la ostensible simpatía del gobierno hacia los países del denominado Eje (Alemania e Italia), agregó un elemento conflictivo a la situación, la cual se extendió hasta bastante después de terminada la guerra. Cabe recordar que por tales antecedentes recibió de Estados Unidos el calificativo y tratamiento de “país enemigo”. Obligados por las circunstancias, impusieron una línea de política económica destinada a lograr una sustitución limitada de importaciones para atenuar el desabastecimiento interno. Se otorgó así preferencia a las principales ramas de la denominada industria “liviana”, también identificada como “vegetativas”, sin poder evitar la dependencia de los mismos críticos de origen externo. Como consecuencia de lo referido, los rubros de bienes de consumo, que en 1929 representaban 37 por ciento de las compras al exterior, en 1955 se habían reducido a sólo 9,7 por ciento; configurando un esquema de “integración horizontal” que, en contrapartida, generó un nuevo fuerte vínculo derivado del requerimiento de insumos esenciales no disponibles dentro del país. Esto hizo que impactara mucho más la suba operada en los precios internacionales de algunas materias primas -v. gr. acero- y de los combustibles tradicionales (carbón y petróleo) provenientes del exterior. Los informes de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), que pertenece a la Organización de las Naciones Unidad (ONU), evaluaron ese escenario y determinaron que, debido a la desfavorable relación en los términos de intercambio, en forma muy notoria durante el período 1949/55 la pérdida con respecto a las paridades vigentes en 1925 causaron un quebranto de 1.724,9 millones -expresados en dólares de 1950- cifra equivalente a más de dos años de exportaciones.

Brasil optó por enfrentar la emergencia bajo un enfoque muy distinto. Si bien la crisis mundial le causó graves problemas y debió absorber la fuerte caída en la cotización del café -su principal producto de exportación- el gobierno liderado por Getúlio Vargas (1930-45) proclamó su voluntad de un radical cambio que simbolizó bajo el lema emblemático del “Estado Novo”. En búsqueda de apoyo financiero, gestionó un acercamiento con Estados Unidos, el cual logró a través de los acuerdos suscriptos en 1940 que permitieron diseñar un activo y diversificado proceso de industrialización.

Ese trascendental replanteo tuvo como objetivo central la “integración vertical” de algunas ramas estratégicas seleccionadas, dirigidas por una burguesía industrial que estuvo a la altura de las circunstancias e hizo de la ciudad de San Pablo su más vital centro operativo. No menos decisivo en ese contexto fue su apoyo incondicional a “los aliados”; al principio como estratégico productor de caucho natural -Alemania en pleno conflicto inventó el sintético- a la vez de activo “socio” de Estados Unidos y luego con el envío de una Fuerza Expedicionaria al frente de batalla europeo, jugando un rol importante en la invasión y liberación de Italia. Esta postura le permitió recibir de la flamante nueva primera potencia mundial un trato preferencial en cuanto a inversiones directas, créditos y transferencia de tecnología que dieron trato prioritario a las llamadas ramas “dinámicas” del sector manufacturero.

Un claro ejemplo de ese proceso fue el desarrollo de la siderurgia. La planta de Volta Redonda se comenzó en 1942 y en 1948 ya colocaba en el mercado 483 mil toneladas de acero crudo; cifra ésta que para 1956 casi se triplicó, pues llegó a 1.375 miles de toneladas. Mientras tanto, en Argentina, salvo la pequeña planta de Altos Hornos Zapla, que sólo proveía necesidades militares, recién se empezó a encarar con vistas al mercado en 1947 a partir del dictado de la ley N° 12.987, la cual concretaba las ingentes gestiones que desde 1943 venia liderando el general Enrique Mosconi en procura de promover la siderurgia nacional. La primera colada en la planta de Somisa, localizada en San Nicolás, con vistas a proveerse en el yacimiento a cielo abierto de Mutum (Bolivia) -que nunca se concretó- siendo una muy retrasada realidad en 1960, aportó en ese año muy modestas 180 mil toneladas. Este aletargado proceso enfrentó además la total carencia de hierro y carbón de origen nacional; insumos imprescindibles que debieron adquirirse en el exterior.

La producción de cemento, elemento básico para encarar obras de infraestructura vial y la construcción en general, constituye otro ejemplo del muy distinto ritmo impreso en cada país. En 1948 eran muy semejantes ya que en ambos ascendían a 1.265 de toneladas. Desde entonces y hasta 1960, en nuestro país se llegaba a 2.641 y Brasil dio un verdadero “salto” escalando a 4.447 de toneladas; con lo que queda patentizado sus distantes capacidades de expansión.

Los efectos de dos diversas estrategias de crecimiento.

De lo expuesto surgen políticas que por distintas vías tratan de consolidar el crecimiento. Quizás el testimonio más rotundo sea el referido a la provisión de un elemento clave y condicionante: la energía eléctrica. En 1948 generaban, respectivamente, 4.034 y 6.797 millones de Kwh. que, en sólo siete años, es decir, en 1955, marcó un ensanchamiento muy grande de la brecha preexistente. Mientras nosotros llegábamos a generar 5.902 millones de kw/h (+ 46,3 por ciento), con apenas 316 mil de fuente hídrica; ellos ascendieron a nada menos que 13.655 millones de Kw/h (+100,1%) de los cuales 10.605 millones correspondían a hidroelectricidad. La estrategia diferencial se exterioriza con nitidez a través de la realidad de Itaipú frente a la “interminable” construcción de Yaciretá y el correlativo archivo del proyecto del Paraná Medio. Incluso ahora encara Monte Belo de similar potencia. Es que aquéllos asumieron -sin arredrarse- la carencia de petróleo dentro de su territorio, situación que mucho después se habría de revertir. En la actualidad sus reservas se han cuadruplicado sumando los yacimientos localizados en la cuenca de Santos -Atlántico Medio-, con cuyo concurso podrá convertirse en el décimo productor mundial. Argentina, que hasta 1958 sólo extraía lo suficiente para cubrir la mitad de su demanda, nunca trató de diversificar el uso de las fuentes ni pensó siquiera en aprovechar en todas sus posibilidades la fuerza hidráulica.

El éxito logrado mediante la integración vertical y la denodada búsqueda para proveerse en el mercado interno de los esenciales insumos estratégicos ha plasmado en Brasil una potencia en permanente expansión, la consolidación de una poderosa burguesía industrial con sentido nacional que no vacila en competir con el capital extranjero y con firmes aspiraciones de continuar escalando en el ranking mundial. Nuestro país, en cambio, ha sido sistemáticamente frenado por su propia clase dirigente. Testimonio de ello fue la confesa convicción retardataria del ex ministro de la dictadura, y conspicuo integrante de la Sociedad Rural, Alfredo Martínez de Hoz, quien sostenía con énfasis que “nunca debimos acometer la aventura de la industrialización”.

*Profesor de la Universidad Nacional de Córdoba y miembro del Grupo Fénix. Ex asesor de la Presidencia y ex Director del Banco Central de la República Argentina (1983-1986). Sitio Web: http://www.estudiotreber.com.ar/

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