«El Nunca Más es una obra colectiva»

Entrevista al investigador Emilio Crenzel, tras la nueva edición del libro y las lecturas del pasado
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En la última Feria del Libro de Buenos Aires, el secretario de Derechos Humanos de la Nación, Claudio Avruj, presentó una nueva edición del Nunca Más, conmemorativa del 40 aniversario del golpe de Estado de 1976. La novedad era la eliminación de aquel segundo prólogo añadido en 2006 y que discutía la concepción sobre la violencia estatal y guerrillera que proponía el prefacio original. En la presentación de la versión 2016, Avruj justificó la sustracción de ese texto explicando que se trataba de un regreso a la “edición original” y que ofrecía el Informe “tal cual fue”, “sin aditamento ideológico”. La reacción no se hizo esperar y distintos organismos de derechos humanos denunciaron el gesto como un retorno a la teoría de los dos demonios. Emilio Crenzel, investigador del CONICET, con sede en el Instituto de Investigaciones Gino Germani de la Universidad de Buenos Aires, es autor de La historia política del Nunca Más. La memoria de las desapariciones en la Argentina (Siglo XXI, 2008 y 2014), libro que reconstruye la importancia y los debates políticos suscitados por esta obra emblema de la Argentina democrática. Con él hablamos de las lecturas de los años setenta incluidas en el prólogo de 1984, las discusiones detrás del texto de 2006 y las implicancias de esta nueva ilusión restauradora.

 

[edgtf_custom_font content_custom_font=»¿Qué lecturas sobre la violencia política, las desapariciones y la dictadura propuso el prólogo del Nunca Más?» custom_font_tag=»h5″ font_family=»» font_size=»» line_height=»» font_style=»normal» text_align=»left» font_weight=»» color=»» text_decoration=»none» letter_spacing=»»]

El prólogo del Nunca Más reprodujo la perspectiva de la violencia política de los decretos de juzgamiento de las cúpulas guerrilleras y las Juntas militares dispuestos por el presidente Alfonsín. Específicamente, que la acción del “terrorismo” tuvo como respuesta “un terrorismo infinitamente peor que el combatido” por ser ejercido desde el Estado desde el 24 de marzo de 1976. Esta mirada fue denominada la “teoría de los dos demonios” al limitar a estos dos actores la responsabilidad por la violencia. Si bien validaba la interpretación dictatorial que proponía que la violencia estatal buscó enfrentar al “terrorismo”, por otro lado confrontó con ella al establecer una diferencia cualitativa entre la violencia insurgente y el “terrorismo de Estado” y precisó la responsabilidad de la dictadura en este crimen. Así, propuso una periodización institucional de la violencia que silenció las responsabilidades políticas y morales del gobierno peronista, las Fuerzas Armadas, y la sociedad política y civil en las desapariciones previas al golpe y, salvo en el caso de los uniformados, en las posteriores al golpe. En función de esta lectura, retrató a «la sociedad” como conjunto en una posición siempre inocente: es la víctima posible del Estado terrorista o una observadora ajena que, si justifica el horror es debido al carácter indiscriminado de la represión. Así ocluyó tanto los apoyos a la “guerra antisubversiva” como los compromisos más limitados con los perseguidos. Desde esa premisa, propuso que los desaparecidos fueron un conjunto vasto pero ajeno a la militancia política, especialmente la armada. Con ello, retomó el retrato dominante sobre ellos entre los organismos de derechos humanos. Inicialmente, excepto las Madres de Plaza de Mayo y sectores afines, la interpretación de su prólogo quedó en segundo plano y el informe fue muy aceptado por la inculpación que, en su corpus, propuso de las Fuerzas Armadas.

Los aniversarios redondos del golpe de Estado han sido momentos calientes en los usos y resignificaciones del Nunca Más.

[edgtf_custom_font content_custom_font=»La CONADEP congregó a personalidades de distintos sectores políticos y sociales. Si bien su cabeza era Sábato, había también nombres como el de Gerardo Taratuto, que había militado en el Partido Comunista Revolucionario, una fuerza que, a partir de la lectura de los “dos imperialismos”, había criticado ya en los setenta a “ambos terrorismos”. ¿Qué discusiones y consensos políticos confluían en el prólogo y en su elaboración de la teoría de los dos demonios?» custom_font_tag=»h5″ font_family=»» font_size=»» line_height=»» font_style=»normal» text_align=»left» font_weight=»» color=»» text_decoration=»none» letter_spacing=»»]

Como expliqué en mi libro, Nunca Más es una obra colectiva. Todos los comisionados de la CONADEP escribieron diversas partes del informe el cual, además, recibió aportes de varias organizaciones de derechos humanos. No es sencillo responder cómo funcionó la escritura del prólogo el cual nunca llevó firma y fue, así, asumido colectivamente por la CONADEP. Según los registros de la Comisión, en agosto de 1984, Sábato presentó un proyecto y ese mismo mes le encargó a Gerardo Taratuto -abogado, miembro de la secretaría de asuntos legales de la CONADEP y dramaturgo- que unificara la redacción final del informe. Taratuto fue una figura clave en la redacción del Nunca Más. Organizó su secuencia expositiva y, según directivas de Sábato, colocó a los testimonios de los familiares de desaparecidos y de los sobrevivientes de los centros clandestinos como fuentes centrales del relato. Sábato pensó que así el informe adquiriría potencia narrativa, que en ello fundaría su verosimilitud y su posibilidad de alcanzar una lectura de masas. Varios miembros de la CONADEP me afirmaron que Taratuto escribió la versión original del prólogo. Sin embargo, él lo negó en una entrevista personal que me concedió semanas antes de morir. “El prólogo es Sábato puro”, afirmó. Efectivamente, Taratuto provenía de esa vertiente de la izquierda que rechazaba la guerrilla y la represión como expresión de los “dos imperialismos”. Fue defensor de presos políticos y sindicales y presentó hábeas corpus por desaparecidos hasta que debió insiliarse en una localidad de la provincia de Buenos Aires. En 1983, adhería a la propuesta política de Alfonsín. Es decir, fue una figura crítica de la guerrilla pero que enfrentó a la represión estatal antes y durante la dictadura. La mirada que expresa el prólogo no mereció, aparentemente, discusiones dentro de la CONADEP. Si las hubo, probablemente se manifestaron verbalmente, pero se zanjaron al punto de que nadie pretendió sentarlas por escrito. Entonces, puede afirmarse que, más allá de la autoría del prólogo, los miembros de la CONADEP coincidieron en su contenido. Y en la comisión convergían representantes del gobierno de Alfonsín, de fracciones del movimiento de derechos humanos, personalidades con reconocimiento público y personas con trayectorias de izquierda.

 

[edgtf_custom_font content_custom_font=»¿Por qué habla de un proceso de “emblematización” del Nunca Más?» custom_font_tag=»h5″ font_family=»» font_size=»» line_height=»» font_style=»normal» text_align=»left» font_weight=»» color=»» text_decoration=»none» letter_spacing=»»]

Hay determinadas representaciones que, por su capacidad de interpelar las emociones y las ideas de vastas porciones de la sociedad, adquieren primacía sobre otras. Nunca Más, el libro y la frase, cumplen con esos atributos. No hay libro, en la vasta producción sobre el pasado de violencia en la Argentina, ni frase más aceptada como sentido compartido, que lo iguale por la importancia de su impacto y sus usos públicos. Intervinieron para ello procesos políticos y culturales complejos de los cuales participaron diversos actores nacionales, extranjeros y trasnacionales. El libro se convirtió rápidamente en un best seller. A ello contribuyó el prestigio de los integrantes de la CONADEP, su calidad de comisión oficial y la legitimidad que gozaba la democracia en 1984. Estos atributos lo convirtieron en una nueva verdad pública que desmoronó la negación, justificación o relativización militar sobre la existencia de desaparecidos y estableció, simultáneamente, la responsabilidad castrense en el crimen. El uso del informe y del corpus probatorio reunido por la CONADEP en el juicio a las Juntas por parte del fiscal Strassera, consagraron al informe como verdad jurídica. La singularidad del proceso argentino de tramitación del pasado de violencia hizo que Nunca Más fuese traducido a varios idiomas y estudiado por las “Comisiones de la Verdad” que, tras la CONADEP, se constituyeron en América Latina para dar cuenta de las violaciones a los derechos humanos producidas por dictaduras militares, autocracias y guerras civiles. En el país, dada su vasta aceptación, diversos grupos lo utilizaron para exponer sus propias ideas y representaciones sobre las violaciones a los derechos humanos. Más allá que en ciertos casos fueran opuestas o diferentes a las que postuló la CONADEP y resignificaran el sentido de Nunca Más, lo cierto es que esos usos contribuyeron a expandir el carácter emblemático del informe y de la frase. De hecho, Nunca Más sintetiza, aún hoy, el único lema en la Argentina que, con dos palabras, resume un sentido sobre su pasado de violencia y su futuro.

Tanto la lectura original de Nunca Más como las rupturistas que se apoyaron en él no lograron superar ciertos umbrales -ideológicos y políticos- fijados en 1984

[edgtf_custom_font content_custom_font=»¿Qué implicancia tuvo, en su opinión, la inclusión de un segundo prólogo en 2006?» custom_font_tag=»h5″ font_family=»» font_size=»» line_height=»» font_style=»normal» text_align=»left» font_weight=»» color=»» text_decoration=»none» letter_spacing=»»]

Los aniversarios redondos del golpe de Estado han sido momentos calientes en los usos y resignificaciones del Nunca Más. En el décimo, los organismos de derechos humanos y el gobierno de Alfonsín disputaron la legitimidad de enarbolarlo. Mientras para Alfonsín se había asegurado con el juicio a las Juntas y la investigación de la CONADEP, los organismos afirmaban que estaba amenazado por las sublevaciones militares pero, también, por el intento oficial de limitar los juicios. En el vigésimo aniversario, León Ferrari expuso con sus collages, añadidos al texto original en una edición en fascículos publicada por Página/12, una interpretación de las desapariciones opuesta a la de Nunca Más. Éstas eran, ahora, expresión de la civilización “Occidental y Cristiana” y no la negación de sus principios. La democracia no era, entonces, la garantía de que el horror no se repitiera. En el trigésimo aniversario, bajo el gobierno de Néstor Kirchner, la Secretaría de Derechos Humanos adicionó un nuevo prólogo. Con una impronta fundacional, discutió la “simetría” que, entendía, estableció la CONADEP entre la violencia guerrillera y la estatal. Y propuso que el prólogo original justificaba el terrorismo de Estado. A mi juicio, el prólogo de 2006 equivocó la crítica. El prólogo de la CONADEP expresa una lectura simplificada y equivocada del proceso de violencia política pero no justifica en absoluto las violaciones a los derechos humanos.

 

Paralelamente, y de manera llamativa, a pesar de que asoció los crímenes con la imposición de un modelo económico excluyente, el prólogo de 2006 prolongó ciertas claves de lectura substantivas del prólogo original: no presentó una historia del proceso de violencia, omitió las militancias políticas de los desaparecidos, la comisión de desapariciones entre 1973 y 1976 y las responsabilidades sociales y de la dirigencia política en ese proceso.

 

Diversos actores criticaron la adición del prólogo de 2006 e, incluso, la supuesta sustracción de la firma de Ernesto Sábato del prólogo original, el cual nunca llevó firma. Efectivamente, visualizaron al nuevo prólogo como un acto de profanación de un objeto sagrado. Era la primera vez que el Estado intervenía sobre el texto original del informe, aunque el gobierno de Menem había utilizado, en una presentación en Casa Rosada, al Nunca Más para justificar su política de impunidad y, como señalé, diversos grupos sociales habían usado al Nunca Más para exponer sus propias interpretaciones. Estos procesos, hay que destacarlo, son propios de la historia de todos los textos canónicos desde la Biblia hasta el Manifiesto Comunista, y el Nunca Más no ha sido la excepción.

La última edición no escapa a esta historia de intervenciones políticas e ideológicas. Por el contrario, pone en evidencia que la historia de las luchas políticas en torno al Nunca Más continúa

[edgtf_custom_font content_custom_font=»El actual Secretario de Derechos Humanos, Claudio Avruj, explicó la eliminación de ese prólogo en la reciente edición por el 40 aniversario del golpe diciendo que esta versión presenta el informe “tal cual fue”. ¿Es posible volver a ese texto “original” o en esta supresión existe también una lectura de los 70 y de los debates que se sucedieron en democracia?» custom_font_tag=»h5″ font_family=»» font_size=»» line_height=»» font_style=»normal» text_align=»left» font_weight=»» color=»» text_decoration=»none» letter_spacing=»»]

La última edición del Nunca Más, conmemorativa de los 40 años del golpe, que vuelve a publicar la versión original, no escapa a esta historia de intervenciones políticas e ideológicas. Por el contrario, pone en evidencia que la historia de las luchas políticas en torno al Nunca Más continúa. La nueva edición busca legitimarse en una voluntad de “desideologizar” el informe eliminando, para ello, el prólogo añadido en 2006. Es parte de una iniciativa más amplia, que se expresa en el retiro de los cuadros del salón de “Próceres latinoamericanos” de la casa de gobierno o en la intención de suplantar, en el papel moneda, la habitual inclusión de retratos de próceres o figuras políticas por imágenes de animales. La “restauración”, más allá de las ilusiones, es una intervención política y está teñida de ideología. Es preciso destacar que los derechos humanos son una idea profundamente ideológica. Como muestra Lynn Hunt en su libro La invención de los derechos humanos, han sido fruto y se han expandido a escala global al calor de los grandes procesos revolucionarios que, desde el siglo XVIII con la Revolución Francesa y la independencia de los Estados Unidos, atravesó la humanidad y de las respuestas que elaboró frente a las experiencias límite, de violencia extrema, del siglo XX. No es posible pensar a los derechos humanos al margen de la ideología, de la política y de la revolución.

 

Volviendo al Nunca Más, este informe fue un hito de una experiencia singular que, fruto de la lucha del movimiento de derechos humanos, recorre la Argentina y que hizo de la verdad, la justicia y la memoria sus pilares para enfrentar la impunidad. Quienes pretendan imprimirle un rumbo regresivo a ese camino, se estarán enfrentando con el legado de este informe emblemático por más que, para ello, pretendan utilizarlo. Sin embargo, cabe destacar que tanto la lectura original de Nunca Más como las rupturistas que se apoyaron en él no lograron superar ciertos umbrales –ideológicos y políticos- fijados en 1984, cuando la democracia daba sus primeros pasos. Estos límites son desafiados por la producción de nuevo conocimiento académico sobre este pasado y por nuevos debates públicos. Pero es un proceso incipiente. Podría afirmarse, entonces, que la reconstrucción compleja histórico-política del proceso de violencia, esto es el prólogo del relato que presenta Nunca Más, está aún por escribirse.

 

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