¡No disparen contra el guaraní!

Vivimos un momento crítico para su supervivencia. Hasta 1992 se desarrollaba históricamente de manera natural, como sucede con todas las lenguas. El pueblo lo enriquecía sin problemas. Pero desde entonces los «ñe’e ñembojára» (los impostores de la palabra) se han impuesto sobre los «ñe’e jará» (dueños de la palabra). Y la oficialización de la lengua no ha servido para su desarrollo sino para la aparición de profetas.

¿Qué enseñan los «enseñadores»? Es imposible tener una idea clara. Cada «enseñador» utiliza su propio guaraní, su propio vocabulario y su propia gramática. Y lo están desgarrando.

Me he enterado de que algunas personas habrían comentado en rueda de amigos acerca de mis reiteradas «declaraciones» sobre los problemas del guaraní, la implementación de la enseñanza bilingüe, etcétera.

Y que yo «ndaje» (supuestamente) no debería meterme en eso, qué autoridad tengo, que dónde están mis títulos, y todo eso que se dice habitualmente por quien quiera se mete en algo que «no es de su competencia».

Es cierto que no tengo títulos, ni he cursado estudios superiores de ninguna clase, porque las dictaduras que han asolado nuestro país me han hecho víctima de persecuciones por mi actividad cultural -que, entre paréntesis, es ejercida por mí desde hace más de cincuenta años, como es de todo el mundo conocida-.

Pero, señores, el guaraní es mi idioma, lo vengo hablando desde hace más de siete décadas y lo escribo, hago literatura, desde hace más de cinco, como también es de muchos conocido. Corre por mis venas sangre mbyá-guaraní y las primeras impresiones de mi mente y mi corazón fueron las tradiciones culturales de este gran pueblo, a través de los cuentos y relatos de mis tías abuelas -de 80, 90 y más años-, que ni sabían que existiese otro mundo de habla distinta a la suya.

¿Cómo no voy a «meterme» en algo que me concierne tan íntimamente como legado de mis antepasados y como habitante de este tiempo atentatorio de mi, de nuestra identidad?
No ahora, sino desde hace muchísimo tiempo estoy metido en el guaraní y participo en lo que llaman «rencillas». Lo hago con la mayor voluntad y fuerza posible.

Mis opiniones, «mi verdad», las he tenido y las tengo a flor de piel. siempre fue así, y ahora más cuando, a mi juicio, vivimos un momento crítico para la supervivencia y el desarrollo de nuestra lengua aborigen y se necesita, más que en ningún otro momento, dar la cara por el guaraní.

Antes de 1992 el idioma guaraní se desarrollaba pujante pero pacíficamente, mejor dicho, naturalmente, como sucede con las lenguas, con todas las lenguas del mundo. El pueblo, la masa parlante, desarrollaba y enriquecía su idioma al par del desarrollo histórico, sin problemas, sin siquiera darse cuenta.

El guaraní se actualizaba y se modernizaba sin pausa. Su riqueza léxica se ampliaba continuamente, sin violencias ni tonterías de sabios ridículos y prepotentes. Al mismo tiempo, los poetas, principalmente los poetas, incorporaban cada vez más a sus obras, y por medio de ellas al lenguaje popular, esa enorme y asombrosa riqueza de voces olvidadas y que estaban ahí como una mina de oro a cielo abierto.

De tal manera que el proceso de recuperación vocabular y el de incorporación de nuevas voces se realizaban dentro de la lógica de los fenómenos que resultan del ejercicio de leyes inalterables, fuera de nuestro dominio, siendo nosotros sólo vehículos -seres- en los que se manifiesta el cumplimiento de esas leyes.

Pasaron tiempos memorables, por memorables los sucesos que empujaban vigorosamente la reivindicación de uno de los más caros patrimonios culturales y espirituales de nuestro pueblo. Se levantaron hitos como Kavichu’i, Cacique Lambaré y otras valiosas obras de nuestro pueblo combatiente.

Se encendieron las luminarias del enano Acosta, del gigante Marcelino Machuca Martínez del ñande ru ( Nuestro Padre) Narciso R. Colmán y se abrieron las trincheras de Darío, de Manú, de Emiliano y de tantos otros aedos-etyguáras del renacimiento guaraní.

Pero he aquí que también en que a los ñe’e jára (dueños de la palabra) se impusieron a la fuerza los ñe’e ñembojára (impostores de la palabra). La oficialización del guaraní, en vez de abrir las puertas para un desarrollo aún más pujante de nuestro idioma, permitió la aparición de grandes profetas que, al mismo tiempo de augurar al guaraní «un futuro luminoso», entráronle a saco y machete.

La implementación de la enseñanza del guaraní trajo consigo el nacimiento de una nueva y lucrativa profesión: la de enseñadores del idioma guaraní, que cobro rápido impulso en todo el país. (Aclaro y reconozco que existen personas e instituciones que han hecho y están haciendo mucho por el guaraní, aunque al no hacer posible el debate, el intercambio, al cerrar los oídos a lo que otros dicen, los ojos a lo que otros hacen fuera de sus círculos, al imponer normas y conclusiones desde posiciones de privilegio, logradas coyunturalmente o casualmente, impiden que se llegue a resultados conforme a la verdadera naturaleza del idioma y a las verdaderas necesidades de la enseñanza).

La enseñanza de la escuela

¿Qué enseñanza los «enseñadores»? Es imposible tener una idea clara acerca de eso. Por lo que hemos visto y oído, cada «enseñador» enseña su propio guaraní, utilizando su propio vocabulario (que en su mayor parte él mismo lo «creó»; digo su propia gramática, con sus propios métodos, etcétera, etcétera).

Cada semana aparece un texto nuevo, una nueva manera de enfocar la enseñanza del guaraní, una nueva explicación científica de la estructura del idioma y, sobre todo, nuevos aportes a la modernización de la «dulce y pobre lengua de la raza ausente», a fin de «poner al en condiciones» de servir eficientemente ahora a las necesidades de la modernidad.

Es verdaderamente increíble, y preocupante, la manera en que la «peste creativa» invadió el guaraní y lo está desgarrando. Los textos que se usan en la enseñanza están llenos de vocablos extraños, insólitos, exóticos, de tal modo que a los niños y jóvenes se les obliga a aprender un dialecto espurio, bastardo, que nada tiene que ver con el guaraní, que denigra al guaraní. Palabra como «aporekorape», «apu’apu’, «tete’ y » (véase libro para el 4º grado impreso por el Ministerio de Educación); «moanduhe», «atambypy» «akarokai», «mba’e’aindyi», «jerekoiri», «haipe», «gasutimbo», «kumyipu» «kary», «puvore papy», «ta’anga’ichaukaja», «tendypuru’oga», «yvyguasy», «yvyjipepy», «tatarapo», «mba’eky’ase», etcétera, etcétera.

¿Usted sabe lo que significa?
En una entrevista casual con el entonces ministro de Educación, Dr. Sarubbi, le manifesté que ese libro, Mbo’apora -4º Grado-, los que saben hablar guaraní no lo van a entender y los que se ponen a aprender con él, aprenderán un idioma que ni siquiera es el dialecto que se habla en Asunción.

Y libros como éste, creo, hay para todos los grados. No es una casualidad que la asignatura Guaraní se haya convertido en el terror de los niños. Además, no se enseña a hablar el guaraní, los alumnos sólo aprenden lo que los maestros consideran es la «gramática» guaraní; le atiborran con «verbos», «substantivos» «adjetivos», «adverbios», y una nomenclatura sin sentido. ¿Qué es eso de «moanduhe» para decir acento? ¿O eso de «tero» para decir substantivo? ¿Qué es un substantivo? El diccionario dice: «Dícese del nombre con que se designan las personas o cosas por su esencia y no por sus atributos».

En lo más simple, sustantivo es nombre, y muchos autores lo llaman simplemente así. Y díganme: ¿Tero es nombre? ¿Sabe usted, señor profesor de Guaraní, lo que significa tero en guaraní? Por favor, el libro aludido, ojavyro desde el título. Veamos: Mba’aporã. Mba’apo significa trabajar, es un verbo activo. rã es un componente que indica tiempo de uso de los substantivos. ¿Acaso se puede indicar el tiempo de uso de un verbo?

Bueno, ipukúma hína he’i ndaje riel oheréi vaekue-. (Bueno, se esta haciendo largo dijo quien estaba lamiendo riel) Quiero decirles a los amigos que no se preocupen por meterme en lo que no me importa. Hay mucha tela que cortar, mucho que hablar sobre este asunto. Creo que debemos tomar más en serio este trabajo, no sea que defraudemos a nuestro pueblo, que espera, tal vez, de nosotros, contribuir a la consolidación de lo mucho que se ha logrado ya (no se puede negar).

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Nota al pie:
(*) FÉLIX DE GUARANIA (Paraguarí, Paraguay, 20 XI 1924). Seudónimo literario de Félix Giménez Gómez. Sus padres eran campesinos pobres que migraron a la ciudad con el objeto de procurar la educación de sus hijos. Hizo sus estudios primarios y secundarios en su ciudad natal.

En 1944 ingresó a la Facultad de Medicina, la que abandonó a causa de su apresamiento y posterior reclusión en el campo de concentración de prisioneros políticos de «Puesto Muñeca», Mariscal Estigarribia, Chaco paraguayo. Expulsado del país, tuvo que soportar un exilio de 26 años, en la Argentina primero, luego en algunos países de América Latina y finalmente en Europa.

Al margen de su labor investigativa ha publicado en los últimos diez años, desde que regresó al país, unos treinta libros de los más variados temas, conforme a las múltiples facetas de su condición intelectual.

Ver “Utilidad de la virtud

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