Las otras invasiones

A propósito de las conmemoraciones de la guerra de la independencia en Jujuy.

Por Diego Citterio  

Cada 23 de agosto la provincia de Jujuy conmemora el acontecimiento histórico conocido como “Éxodo Jujeño” ocurrido en el año 1812. Pero poco se conoce que existieron otros acontecimientos similares al Éxodo. ¿Por qué será? 

La literatura jujeña de la mano de Horacio Carrillo ha establecido al éxodo como el símbolo de la identidad jujeña en su Romance del éxodo, el aporte de Ricardo Rojas ha ido en el mismo sentido dotar de un “lugar” en la historia nacional a la provincia de Jujuy a través de este hecho histórico.

La guerra de independencia en Jujuy transcurrió en dos etapas. La primera entre 1810- 1815 estuvo marcada por las expediciones del Ejército del Norte, que tenían el objetivo de ocupar el Alto Perú y detener las ofensivas del ejército virreinal. Durante este primer período se produce el “Éxodo” de 1812 y abandono de la ciudad de Jujuy en 1814. En ese año, Belgrano es reemplazado por San Martín en el mando del ejército del Norte.

El nuevo jefe, en Tucumán, organizó la vanguardia y concentró las fuerzas principales del ejército en esa ciudad, dejando la defensa de Salta y Jujuy en manos de Martín Miguel de Güemes, a quién había designado como comandante general de la avanzada del Ejército del Norte. Las órdenes del Directorio en Buenos Aires hacia San Martín fueron las mismas que recibió Belgrano en 1812: “Si Pezuela avanzaba hacia Tucumán, no presentar combate y retirarse con todos los pertrechos hasta la Capital”.

En este nuevo contexto, los inicios del año 1814, fue un momento verdaderamente crítico para la población jujeña. La llegada a la ciudad del ejército contrarrevolucionario produjo la segunda migración de sus habitantes, y nuevamente la ocupación realista en Jujuy.

Al igual que la ocupación anterior de 1812, las autoridades invasoras ordenaron a la población realizar una contribución “voluntaria” para dotar de recursos y dinero a su ejército.

La ocupación realista duró varios meses y no fue tranquila, estuvo llena de inconvenientes. Rápidamente, las autoridades descubrieron que algunos los vecinos enviaban noticias de lo sucedía en la ciudad a los emigrados revolucionarios que se habían dispersado en la campaña o a otras ciudades.

A partir de 1815, con la derrota de Napoleón y la vuelta al trono de España de Fernando VII, este comenzó una etapa de “recuperación” de los dominios perdidos en América, empresa para la cual se enviaron batallones de soldados españoles veteranos de las guerras napoleónicas, que reconquistaron gran parte del territorio hispanoamericano revolucionario. Contemporáneamente el panorama de la guerra en Jujuy había cambiado, si hasta ahora su territorio había sido cuartel y frente de guerra para los dos ejércitos regulares, ahora se iniciaba una etapa caracterizada por las milicias gauchas y la movilización popular.

Durante finales de 1816 e inicios 1817, comenzó una nueva invasión al territorio Salto-Jujeño (las jurisdicciones tal como las conocemos ahora surgirán años después). Al mando del General de La Serna, en enero de 1817 la ciudad de San Salvador fue nuevamente sitiada por la vanguardia conducida por el General Olañeta.

Todos los hombres capaces de llevar armas habían acudido á la campaña, y así se hallaron sólo en Jujuy los muy ancianos, uno de los párrocos, un ciego, un lego de San Francisco, á quien fué preciso prohibir que tocase las campanas, porque se descubrió que servían de aviso á los enemigos, y las mujeres, que, como era natural, servían también algunas á los suyos, y con harta ventaja por cierto” esas son las palabras de García Camba en sus memorias, así estaba Jujuy en enero 1817.

Los ataques sobre los puestos avanzados de la ciudad eran frecuentes; la pérdida de toda mula o caballo que se separaba sin escolta de la población era segura; no se descansaba, pues, ni de día ni de noche, y hasta algunas de las mujeres residentes en Jujuy, acusadas de tener el encargo de servir de espías a los enemigos, extendían su comisión hasta el extremo de seducir los soldados peninsulares.

La entrada a la ciudad en 1817, provocó nuevamente la migración de los habitantes. La ciudad fue saqueada y muchos de sus edificios destruidos. El panorama que quedó tras la ocupación fue desolador. Una parte de sus habitantes habían muerto o huido, a lo que se sumaba el hambre, la miseria y la pérdida de recursos.

Más allá de las tres invasiones que sufrió la ciudad, otros pueblos en la campaña, especialmente en la Quebrada y la Puna, sufrieron repetidamente ocupaciones y avanzadas del ejército realista. Muchos de sus habitantes murieron, perdieron sus recursos, casas y hacienda o tuvieron que esconderse entre los cerros o migrar.

En la década del 30′ del siglo XX se instituyó al 23 de agosto como feriado provincial y recién en los años 50’ comenzó de la mano de algunas asociaciones gauchas a realizarse la “Marcha Evocativa del Éxodo Jujeño” que congrega a miles de personas, entre quienes participan ataviados con trajes y vestidos de época, como aquellos que solamente cumplen el rol de espectadores en las márgenes del río Xibi-Xibi.

¿Por qué en Jujuy solo conmemoramos el 23 de agosto, que es si se quiere una retirada y no también la resistencia a las invasiones de 1814 y 1817? ¿Por qué solamente se habla de las batallas ganadas, de los hombres que conducen armas y nada más? ¿Por qué no hablar de las mujeres, de aquellos que se quedaron; de aquellos gauchos que no tienen nombre en ninguna calle de la provincia, ni se reconoce la migración y las pérdidas que sufrieron otros espacios más allá de la ciudad?

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