Las mujeres del Barrio Mugica, el feminismo blanco y otras reflexiones

A partir del violento desalojo a 80 mujeres y sus familias en el Barrio Mugica por parte del gobierno de Horacio Larreta, pensamos sobre el feminismo y cómo este se ve atravesado por otros aspectos además del género.
la fuerza de la mujer

La noche del 30 de junio del 2021 en la ciudad de Buenos Aires, un grupo de mujeres tomó un terreno abandonado en el Barrio Mugica. Limpiaron los escombros, tiraron la basura, construyeron sus casillas con lo que tenían y, con el correr de los días, pusieron en marcha una olla popular, un ropero comunitario y un espacio de apoyo escolar. Llamaron a la toma “La fuerza de las mujeres”.

La mayoría de ellas son víctimas de violencia de género por parte de sus ex parejas. Sin refugio y sin recibir ninguna respuesta del Gobierno de la Ciudad durante meses, decidieron entrar a las tierras de La Containera, un basural abandonado hace más de seis años, e instalarse junto a sus hijxs. Son aproximadamente 80 mujeres y 175 niñxs. 

La toma duró exactamente 3 meses. Hasta que el 30 de septiembre, alrededor de las 7 de la mañana, la policía de la Ciudad prendió fuego un árbol y una casilla de la toma, mientras que comenzó a gritar que las familias debían desalojar el lugar en diez minutos, que pensaran “en los niños” y “en el peligro del fuego”. 

Chalecos celestes en medio de los escombros. Manos que rompen maderas, que rajan lonas, botas que pisan juguetes. Humo gris. Un peluche boca abajo. Colchones quemados. Topadoras que amenazan. 

Leonela Alemán fue la última en abandonar su casilla. Cuenta que la policía rompió una de sus paredes de cartón y que, por ese agujero, sacaron a cuatro de sus seis hijxs menores, agarrándolos de las remeras, de las espaldas, rodeándolos luego entre más de cincuenta efectivos. En el terreno dejaron todas las pertenencias de las familias deshechas y lo cercaron con alambre para que nadie pueda ingresar. Repito, un basural abandonado hace 6 años. El gobierno de Larreta viene prometiendo una escuela primaria en el terreno. Pasan los meses, nada sucede.

El Barrio Mugica se originó en la década de 1930, es decir, hace aproximadamente 90 años. En el contexto de la Gran Depresión, en 1929, muchos inmigrantes europeos que trabajaban en la zona portuaria se quedaron sin trabajo. El Estado decidió otorgar unos galpones vacíos, cercanos al puerto, a un grupo de inmigrantes polacos. Desde ese momento, se generó en la zona un asentamiento popular que, hasta el día de hoy, sigue vigente. Tuvo diferentes nombres: Villa Desocupación, Villa Esperanza, Kilómetro tres, Villa 31, Barrio Mugica. También pasó por numerosos intentos de erradicación, urbanización, expulsión, reincorporación, etc, etc, etc. Con más de 13 años gobernando en la ciudad, el macrismo sigue sin generar políticas públicas que resuelvan numerosas situaciones habitacionales de lxs vecinxs. 

El alquiler en el barrio, cuentan Andrea y Lucía, cada vez es más difícil de concretar: los precios son muy elevados (por una sola habitación, piden desde diez mil pesos), la mayoría no les alquilan porque no quieren inquilinxs con menores, y afuera del barrio ni lo intentan, ya que no tienen toda la documentación que se requiere para alquilar en un hotel, pensión o departamento. En la pandemia la situación habitacional se agravó, no sólo por la situación económica de las familias, sino también por la violencia dentro de las casas. 

La violencia de género empeoró durante la pandemia, sobre todo en los primeros meses del 2020, cuando las víctimas se encontraron encerradas bajo el mismo techo con los agresores. Esta situación se incrementó alrededor de todo el mundo. En Europa, por ejemplo, las llamadas a los servicios de atención y contención a la mujer aumentaron un 60%. En Latinoamérica, los asesinatos se multiplicaron, millones de mujeres se quedaron sin métodos anticonceptivos y sin acceso a la salud para chequeos médicos. En Argentina, las denuncias por violencia de género aumentaron un 40%. Hasta agosto de este año, en nuestro país se registraron ciento noventa y cuatro femicidios, travesticidios y transfemicidios (aproximadamente veinticuatro por mes). 

Otra vez, no importa cuál sea la crisis, los sectores más afectados son constituidos siempre por mujeres. Otra vez, no importa cuál sea la problemática, los barrios populares son los primeros en evidenciar las problemáticas socioeconómicas. 

Hasta hace unos días pensaba escribir sobre las diferencias entre el feminismo porteño y el feminismo provincial de ciertas localidades, aquellas que se encuentran cruzando los límites de la General Paz. Como si esa famosa autopista fuera una línea divisoria entre nosotras y ellas. Otra vez ese distanciamiento inconsciente, las pobres y las burguesas. El feminismo blanco, el feminismo popular, el feminismo negro, el feminismo marrón, el feminismo burgués. Al instante me di cuenta que muchas veces es contraproducente utilizar métodos topográficos para trazar un esquema, para marcar diferencias, para analizar cuáles son las necesidades de ciertas mujeres y cuáles de otras. 

La toma “Fuerza de las mujeres” me trajo a la mesa, otra vez, el hecho de que las necesidades más básicas no se cumplen aún siquiera en la ciudad más rica del país: el Barrio Mugica está a metros de Puerto Madero, la zona más exclusiva y millonaria de Buenos Aires. El Barrio Mugica se impone alrededor de las vías de Retiro, se puede ver cada vez que tomamos un tren. El Barrio Mugica se despliega ante las torres más altas de la Ciudad. El Barrio Mugica está a tan solo 30 cuadras de mi casa. Y en el Barrio Mugica, mientras las mujeres están luchando por derechos básicos tales como lo es el acceso a la vivienda, yo estoy en mi casa leyendo un libro que habla sobre la revolución feminista localizada en el Norte global.

Últimamente, debo reconocer, me encuentro reflexionando sobre el futuro del feminismo. Veo ciertas prácticas que tanto hemos criticado, que tanto hemos querido erradicar, siendo reproducidas entre nosotras mismas. Tales como la hipocresía de decirnos feministas y no considerar el hecho de registrar a la empleada doméstica. Tales como pensarnos a nosotras, las blancas y burguesas, dueñas de la revolución. Y, yendo un poco más allá, escucho frases tales como “soy feminista y me puedo depilar igual”, “soy feminista y por eso también puedo mostrar mi culo”, “soy feminista y puedo seguir haciendo tal y tal cosa”… que, al escucharlas tan repetidamente, en todos lados, en todas las redes, me pregunto ¿no habremos vuelto, con ciertas temáticas, al mismo punto de partida? ¿No las estaremos vaciando de contenido?

Sueli Carniero, activista brasilera del Movimiento negro, explica: 

Somos parte de un contingente de mujeres que trabajaron durante siglos como esclavas labrando la tierra o en las calles como vendedoras o prostitutas. Mujeres que no entendían nada cuando las feministas decían que las mujeres debían ganar las calles y trabajar. Somos parte de un contingente de mujeres con identidad de objeto. Ayer, al servicio de frágiles señoritas y de nobles señores tarados. Hoy, empleadas domésticas de las mujeres liberadas. Por lo tanto, para nosotras se impone una perspectiva feminista donde el género sea una variable teórica más que ‘no puede ser separada de otros ejes de opresión’ y que no ‘es posible de único análisis. Si el feminismo debe liberar a las mujeres, debe enfrentar virtualmente todas las formas de opresión’. Desde este punto de vista se podría decir que un feminismo negro, construido en el contexto de sociedades multirraciales, pluriculturales y racistas- como son las sociedades latinoamericanas- tiene como principal eje articulador al racismo y su impacto sobre las relaciones de género dado que él determina la propia jerarquía de género de nuestras sociedades.

Si bien Carniero habla sobre el movimiento y la historia de las mujeres afrodescendientes, este texto me interpeló profundamente. ¿Por qué pensamos nosotras, las feministas argentinas de un sector determinado de la clase media, con estudios completos, carreras universitarias, con padres que nos pagan departamentos, que las necesidades de las compañeras de los barrios tales como el Mugica van a ser las mismas que las nuestras? ¿Por qué pretendemos que estamos siempre luchando por las mismas causas, tengamos los mismos discursos, o que utilicemos herramientas tales como la cantidad de abortos clandestinos en los barrios populares para justificar nuestros propios abortos? 

Es cierto que el feminismo es diverso, por eso podemos hablar de diferentes “feminismos”. Pretender homogeneizar un movimiento tan extenso es un pretender utópico. Pero creo pertinente poner el ojo en estos temas y debatirlos entre nosotras. Porque nada está saldado. Porque el racismo y las diferencias económicas también atraviesan las cuestiones del género. Porque el feminismo siempre está empezando.

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