Las guerras por venir III

La invasión, conquista y masacre de Libia muestra a las grandes agencias internacionales de noticias como simples gacetilleras de las fuerzas de ocupación. Estados Unidos continúa rediseñando África para cortarle camino a los chinos, que en silencio van copando el continente negro.

Como pocas veces en la historia, periodistas y analistas internacionales recordaron la frase atribuida al senador norteamericano Hiram Johnson, quien en 1918 dijo: “En una guerra la primera víctima es la verdad”.

De eso se trata esta invasión, conquista y masacre a Libia. No hay información. Las grandes agencias internacionales de noticias (excepto Telesur y alguna otra) se han convertido en simples gacetilleras de las fuerzas de ocupación. Han dado una y otra vez por muertos o prisioneros a los hijos de Gaddafi, y al mismo coronel lo reasignan en diferentes lugares al mismo tiempo. Para sacar ventajas estratégicas, han anunciado la toma de la Plaza Verde de Trípoli mostrando filmaciones realizadas semanas antes en un set de Qatar. El fiscal universal Moreno Ocampo salió a repetir de memoria el guión que pareciera escrito en el simpático pueblito de Langley, sobre las atrocidades cometidas y por cometer por Gaddafi.

Es curioso. En esta guerra no hay imágenes de muertos ni de heridos, por lo menos del bando invasor. A los combatientes libios del Consejo Nacional de Transición, (CNT) se los muestra siempre muy dispuestos a plantarse frente a las cámaras y a disparar sus fusiles al cielo. Nunca cansados, nunca transpirados, ni siquiera mal afeitados, como se estima debe estar cualquier combatiente de cualquier guerra. Siempre muy acicalados, como si no combatieran con nadie o fueran otros los que en realidad combaten. No hay cifras de muertos, desaparecidos y torturados. Todo pareciera un gran montaje cinematográfico.

En los momentos en que se escriben están líneas, algunas fuentes hablan de que Muamar Gaddafi se ha echado a recorrer los más de tres mil kilómetros que separan Sirte, última guarida conocida del “tirano ubicuo”con Ouagadougou, capital de Burkina-Faso, en una columna de doscientos cincuenta vehículos, todos ellos rebosantes de oro y divisas extranjeras, que se acaban de robar de los bancos de Sirte. No mencionan que para llegar de Libia a Burkina-Faso deben cruzar un tercer país que es Níger. De ser cierta esta homérica travesía, sin duda quedará en la historia como la más grande fuga jamás realizada. El martes lo habían visto llegar con otra caravana, o la misma quién sabe, a Nigeria.

Desde hace ya casi diez días se ha anunciado el sitio a Sirte, ciudad natal del líder de la Revolución Verde, donde resistirían las últimas fuerzas gaddafistas. Aviones de la OTAN bombardean esta ciudad de ochenta mil habitantes ya sin muchas posibilidades de resistencia.

Junto a Sirte, Bani Salid, el oasis de Al Jufrah y la región de Sebha son los últimos cuatro enclaves de la resistencia gaddafismo. Así y todo, las fuerzas occidentales se niegan a abrir la información y todo queda en suposiciones. O no tanto: se ha confirmado que son centenares los muertos a manos de las células islamistas del antiguo Grupo Salafista de Predicación y Combate argelino (GSPC), ahora reconvertidos como Al Qaeda del Magreb Islámico (AQMI), que se enmascaran como fuerzas del CNT (Consejo Nacional de Transición) y que se están moviendo con toda libertad por Trípoli y todo el territorio “liberado”. En Libia vivían más de un millón de trabajadores de países subsaharianos, obviamente negros. Acusándolos de mercenarios contratados por Gaddafi, los están aniquilando. Cientos de cuerpos de estos trabajadores, maniatados, han sido encontrados en barracones cercanos al antiguo cuartel general de Gaddafi. Una ola de racimo filo nazi se ha liberado con la llegada de los libertadores.

Los rebeldes de Al-Qaeda que están dirigiendo las acciones en Libia dan lugar al odio milenario por los africanos negros de parte de los árabes musulmanes. En árabe, se usa la misma palabra para designar un negro y un esclavo.

Hablando en plata

Ya poco importa la suerte de Gaddafi. Si huyó, robó y lo pescaron o no. Los vencedores de este gran atraco a escala planetaria se deben sentar a hablar de plata y merecimientos.
Sin dudas, Nicolás Sarkozy ha conseguido lo que más le importaba: oxígeno. O mejor dicho, petróleo.

Gaddafi confió demasiado en los consejos de sus hijos acerca de liquidar su programa armamentístico y ponerse en sintonía con la OTAN. Quizás cuando se inició la primavera árabe Gaddafi pensó que correría la misma suerte que el rey Hamad de Bahréin, un ladronzuelo muy bien visto por occidente; o la de los tiranos de la casa de Saud que siguen apoltronados en Riad, Dubai o Doha; e incluso la suerte de Bashar El-Assad en Siria, al que todavía occidente no decide cuándo lo derribará.

Quizás Gaddafi no supo que la guerra contra él había empezado en octubre de 2010 cuando su jefe de protocolo, Nuri Mesmari, alentado por la inteligencia francesa, desertó a París. Junto con el ministro de Relaciones Exteriores, Mussa Kussa, eran los más próximos a Gaddafi de todos sus colaboradores. Mesmari fue comprado por la inteligencia francesa y a partir de su información se planeó el golpe. No es casualidad que el CNT haya sido un invento francés y que la petrolera francesa Total haya sido hasta ahora la primera y más beneficiada de las empresas occidentales con el cambio de gobierno en Trípoli.

Los servicios franceses supieron que Gaddafi estaba a punto de transferir a bancos chinos sus cuentas depositadas en Francia. Más allá del golpe al sistema financiero galo, este cambio podría haberse convertido en un efecto dominó con otras naciones árabes y africanas. Supieron que Gaddafi tampoco iba a seguir comprando aviones de caza Rafale y que iba a prescindir de los franceses para construir una planta nuclear; desviando esos fondos para mejorar los servicios sociales libios.

La resolución de las Naciones Unidos 1973, que le dio el marco legal a occidente para hacer lo que hace en Libia, fue pensada por Francia e Inglaterra, sin duda obviamente con la anuencia de los Estados Unidos, que hasta aquí parece un socio menor. Pero como es obvio, el rol de la Casa Blanca ha sido decisorio y son quienes se van a llevar la mayor tajada de todo esto. Francia, Inglaterra y, más atrás, Italia están compitiendo por un poco más de petróleo libio. Los Estados Unidos, por África entera, a la que han comenzado a rediseñar desde los hechos de Sudán y Costa de Marfil el año pasado.

Estados Unidos ha allanado todos los posibles “pero” de la Liga Árabe, negociando con Arabia Saudita a cambio de permitirles a estas tiranías reprimir cualquier intento de sublevación en el Golfo Pérsico, como pasó en Yemen y Bahréin.

Gaddafi y su intento por retornar a sus fuentes ya ha quedado atrás. Los Estados Unidos mandaron a ensuciarse al arenal libio a sus socios menores. Mientras, continúan rediseñando África para cortarle el camino a los chinos, que en silencio van copando el continente negro. Con Gaddafi, los chinos han perdido un socio y su juego ha quedado desequilibrado. Ahora les toca mover a ellos.

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