España: el sinuoso camino hacia la investidura

El gobierno español está en el aire junto con la posibilidad de repetir las elecciones a fin de año. Los aciertos y traspiés que tuvieron consecuencias en las urnas y, posiblemente, en las negociaciones parlamentarias de los próximos meses.

El pasado domingo 23 de julio se desarrollaron finalmente las anticipadas elecciones generales en España. Con más de 37 millones de ciudadanos habilitados a votar, la participación fue del 70,4%. Más alta que la registrada en las elecciones autonómicas y municipales del mes de mayo –que había sido del 63%— e incluso mayor a la esperada en estas elecciones realizadas durante la temporada estival.

La derecha representada por el Partido Popular y conducida por Feijoó ganó, pero el Partido Socialista liderado por Sánchez junto con la izquierda, resiste y puede volver a gobernar. Así se pueden resumir los resultados de esa jornada, aunque aún varios días después sea difícil saber quién va gobernar. Vale recordar que el sistema político español es una monarquía parlamentaria en la cual los ciudadanos eligen a sus representantes para el parlamento, quienes luego votarán en el recinto al candidato que se presente en la investidura, propuesto por el Rey. Todo esto es un largo proceso que comenzará en esta oportunidad el 17 de agosto con la Constitución de las Cortes cuando los diputados y senadores tomen su cargo, luego continuará con la ronda de consultas del Rey con los dirigentes de los partidos que tienen posibilidad de gobernar. A los quince días, se dará inicio a la legislatura y a partir de ese momento, el candidato que es propuesto por el Rey se presentará a la investidura. No están estipuladas las fechas ni los plazos que determinan cuándo debe desarrollarse el debate de investidura, sin embargo se calcula que sería en la primera semana de septiembre. En esa oportunidad quien se presente a ser investido presidente deberá sumar la mayoría absoluta en la primera votación (176 escaños) y si esa mayoría no es alcanzada, se realizará una segunda votación que requiere de mayoría simple (más síes que noes) 48 horas después. En el caso de que en ninguna de las dos oportunidades se logre un acuerdo, se dará lo que se conoce como situación de bloqueo. En ese caso comienza la cuenta regresiva de dos meses hasta la disolución de las cortes y la repetición de las elecciones, 47 días después, en el caso de que tampoco exista consenso para realizar otra investidura en el periodo de esos dos meses. 

Debido a esta dinámica parlamentaria es que la suma de escaños y las alianzas entre partidos son fundamentales en un escenario donde ninguno de los dos partidos mayoritarios consiguió llegar a la mayoría absoluta necesaria en la primera votación de investidura. Si bien distintas encuestas publicadas previamente pronosticaban la victoria del líder del PP con dicha mayoría absoluta, o en todo caso que podría conseguirla en coalición con la ultraderecha Vox, estos últimos consiguieron 33 bancas (19 menos que en las elecciones de 2019) dejando a la hipotética coalición a siete escaños de la mayoría absoluta ya que el PP consiguió 136 bancas que, contando los diputados de Unión del Pueblo Navarro y Coalición Canaria, sumarían en total 171 escaños. El PSOE por su parte, consiguió dos escaños más que en 2019 (122) pero tampoco llegaría a la mayoría absoluta, aún en coalición con la izquierda representada por Sumar, quienes obtuvieron 31 escaños. Tampoco le alcanza con los diputados de los partidos regionales: 7 de Esquerra Republicana de Cataluña, 6 de Bildu, 5 del Partido Nacionalista Vasco y uno del Bloque Nacionalista Gallego. Sumarían de esta forma, 172 diputados. Con estos resultados, ante una improbable investidura por mayoría absoluta, los socialistas veían como posibilidad la formación de un gobierno en la segunda votación ya que podría alcanzar la mayoría simple (172 -171) con la abstención de Junts, el partido independentista catalán que obtuvo 7 escaños.

Una semana después del escrutinio del 23J, comenzó el recuento de los votos por correo de los ciudadanos españoles residentes en el extranjero, el conocido como voto CERA (Censo de Extranjeros Residentes Ausentes). Argentina es el segundo país en número de ciudadanos españoles habilitados a votar y en esta oportunidad fue la primera vez desde 2011 que no era necesario rogar el voto para participar, los sobres y papeletas llegaron a los domicilios días antes de los comicios. Con números tan ajustados en algunas provincias y en el mismo parlamento respecto a los escaños, el voto extranjero podía modificar el equilibrio entre los bloques y complicar la investidura de Sánchez. Y así fue, una banca por Madrid ha pasado de pertenecer al PSOE a sumar para el PP, de esta manera los socialistas quedaron con 121 escaños y los populares con 137. Esto modifica el escenario para la segunda investidura, en la que el PSOE ahora requiere que Junts vote a favor mientras que en la situación anterior era suficiente con su abstención. Con este escenario aún más condicionado por las negociaciones entre los distintos líderes para lograr un consenso, el débil equilibrio se complicó y el gobierno español está en el aire junto con la posibilidad de repetir las elecciones a fin de año.

A pesar de este escenario complejo que se formó luego del 23J, el PSOE junto con la izquierda de Sumar lograron obstaculizar el avance de la extrema derecha. Esta amenaza parecía real luego de los resultados obtenidos en las comunidades autónomas y municipios: el Partido Popular (PP) había conseguido arrebatarle al PSOE al menos seis de los diez gobiernos autonómicos y ganaba las elecciones municipales con 31.5 puntos frente a los 28.1 que habían logrado los socialistas, mientras que VOX se posicionaba como tercera fuerza con 7 puntos, 4 más que los obtenidos en 2019. Pero evidentemente, la derecha y particularmente el PP liderado por Núñez Feijóo debió ser cauto al momento de pretender trasladar resultados regionales a elecciones nacionales y mostrarse como virtual ganador, ya que en este escenario nacional, el Partido Popular finalmente fue ganador pero no suma y Vox retrocedió, mientras la izquierda en unidad dentro de Sumar pudo avanzar.

¿Cómo se llegó a este escenario? Durante la campaña y las semanas previas, cada uno de los líderes tuvo aciertos y traspiés que, con los resultados sobre la mesa, se puede decir que tuvieron consecuencias directas en las urnas y posiblemente en las negociaciones parlamentarias de los próximos meses. Los populares transcurrieron la campaña a la par que formaban los gobiernos autonómicos y municipales en cada uno de los distritos que habían ganado, en varios de ellos fue necesario pactar con Vox. Esto dejó en evidencia que el PP está dispuesto a dejar entrar a la extrema derecha al ejecutivo y esta situación a nivel nacional genera tensiones: el Partido Popular requiere del apoyo de partidos regionales como Coalición Canaria, Unión del Pueblo Navarro (UPN) y el Partido Nacionalista Vasco (PNV), este último con cinco escaños puede ser clave en apoyo de una investidura para Feijoó, pero su líder declaró que no apoyaría un gobierno en coalición con Vox ya que una de las principales características de la extrema derecha es su voluntad recentralizadora, es decir, suprimir el ordenamiento de Comunidades Autónomas, idea incompatible con estos partidos que, por el contrario, buscan mayor autonomía para sus territorios. Así, mientras a nivel regional la extrema derecha fue clave para que el PP gobierne, en el congreso nacional repele a los posibles socios de los populares y debilita la posibilidad de un gobierno de Feijóo.

Los socialistas liderados por Sánchez por su parte, exponían en cada oportunidad, y en cada espacio mediático que conseguían acudir, las medidas, posturas y declaraciones que sostenían los líderes y representantes de Vox en los gobiernos de los territorios donde se aliaron con el PP. Estas cuestiones se vinculaban principalmente con declaraciones y posturas homófobas, medidas de censura a espectáculos artísticos o manifestaciones, y medidas políticas como la eliminación de consejerías de igualdad. La intención era disputar sentido a la vez que defendían los logros de su gobierno, y se podría decir que fue efectivo para el PSOE, parece que logró movilizar el voto de izquierda e incluso el más moderado de la derecha.También sucedieron los debates, uno cara a cara entre los dos líderes mayoritarios del que, según los medios españoles, salió ganador Feijóo. Otro debate fue entre los líderes de PSOE, Vox, Sumar y PP al que Feijóo decidió no asistir y donde Abascal, el líder de vox quedó acorralado por Yolanda Díaz (Sumar) y Sánchez, quienes se aliaron estratégicamente para mostrar a los populares más cerca aún de la extrema derecha.

La estrategia de Sánchez parece haber sido efectiva, mientras que Feijóo se mostró como presidente virtualmente electo antes de tiempo y con las encuestas a su favor, erraba en frentes de campaña que hoy vemos, parecieron ser claves para el resultado final: los populares ganaron pero con un resultado frustrante y dependientes de un partido (Vox) que a su vez les limita el margen de negociación con los partidos regionalistas y nacionalistas. El PSOE ve la posibilidad de gobernar gracias a la mayoría simple.

Así, en España los perdedores celebraron y los ganadores debieron asumir una derrota.

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