La revolución de los mansos

Tras un mes de revueltas, Chile avanza hacia una reforma constitucional que puede poner fin al experimento que inició Pinochet: el Neoliberalismo Institucional. Desigualdad, impunidad e inclusión social, en el centro del debate.

La convocatoria a una Asamblea Constituyente está en el centro del debate político chileno en estos días. No es para menos, si se tiene en cuenta la “constitución pinochetista” que rige los destinos el país, por un lado, y por otro, que los países que en los últimos años han logrado niveles de profundización de los procesos de cambio (Bolivia, Venezuela, más allá de las actuales dificultades que atraviesan) han realizado reformas políticas y constitucionales.

La rebelión más grande y pujante de la historia de Chile ya lleva más de un mes. Y nada indica que las aguas vayan a aquietarse a la brevedad.

Hay algo del orden de la comprensión de las temporalidades, y su trastocamiento, que se torna fundamental a la hora de hacer un análisis crítico del estado actual de la situación Chile. Es obvio que hay una agenda popular que puja por cuestiones que parecen difíciles de concretarse, así como también es importe subrayar que es la revuelta, la rebelión que se sostiene desde hace más de un mes, la que posibilita que, aquello silenciado durante décadas, hoy pueda circular a gritos en un contexto en donde la excepción puja por sostenerse en pos de que el retorno a la “normalidad” se desarrolle por los carriles menos normales. Chile está en deliberación, y ahora se escucha con atención lo que en circunstancias “normales” se rechaza de antemano, sostuvo el historiador argentino Ariel Petruccelli hace unos días, en una nota en la que destacó que, si bien puede decirse que la rebelión carece de conducción y de estrategia, tiene sin embargo algo muy parecido a lo que en un lenguaje político más clásico suele llamarse “un programa”. Y enumera cinco puntos. A saber: 1) Renuncia del presidente Piñera; 2) Convocatoria a una Asamblea Constituyente; 3) Rechazo a las jubilaciones privatizadas; 4) Rechazo a la educación privada; 5) Exigencia de una educación pública gratuita y de calidad. Hay otros puntos, por supuesto, pero estos serían los centrales.

La cuestión de la impunidad es uno de ellos, en un país donde ésta ha reinado por décadas: no se trata de avanzar en los acuerdos si, uno de sus precios, es dejar a un lado el juzgamiento de las responsabilidades del accionar represivo durante el último mes, en el que al menos veinte personas han sido asesinadas (o murieron por falta de asistencia, que nunca llegó por el bloqueo represivo), decenas han perdido parte de su visión producto del daño provocado por el impacto de balas de goma en alguno de sus ojos y, entre las y los numerosos detenidos, muchas mujeres han denunciado abusos sexuales por parte de los efectivos de las fuerzas de represión estatal.

Desacuerdos con el Acuerdo

Caren Tepp es concejala en la ciudad de Rosario por Ciudad futura, una fuerza de izquierda local que irrumpió en 2015 como “partido de movimientos” (sociales) que hoy cuenta con 5 concejales y, en alianza con el Frente Social y Popular, tres bancas provinciales de diputados. Mas allá de su pronunciamiento por la fórmula Férnández/ Fernández en Argentina, dicha fuerza política ha buscado establecer en los últimos años relaciones con expresiones municipalistas de distintos lugares, entre los que se encuentra Valpaíso. A partir del actual contexto y su reciente estadía tras la cordillera, Tepp destaca la participación activa y sostenida de la ciudadanía chilena en esta “puesta en cuestión del modo de vida neoliberal”, pero también, en la exigencia de reforma constitucional vía una Asamblea Constituyente en la que pueda expresarse la “gente común” y no sólo la “clase política”. De allí que el recientemente “Acuerdo por la Paz y una Nueva Constitución”, firmado tanto por sectores del oficialismo como de la oposición parlamentaria, haya sido cuestionado por amplias franjas de la ciudadanía movilizada, al punto de que haya llevado a una profunda discusión al interior de espacios políticos como el Frente Amplio, incluso con pronunciamientos como los de Jorge Sharp (Alcalde de Valparíso), quien presentó su renuncia al partido Convergencia social, junto a un grupo de militantes, por considerar erróneo que los integrantes del Frente amplio con representación parlamentaria firmaran el acuerdo.

En diálogo con este cronista, Tepp repasa los tres puntos claves de dicho acuerdo. En primer lugar, el mecanismo plesbiscitario, es decir, por quienes estará integrado el colectivo encargado de llevar adelante la reforma constitucional (lo que está en juego es si va a ser un 50% de políticos profesionales y un 50% de la gente común o si se abrirá un proceso más asambleario, con representaciones sociales amplias). En segundo lugar, la posibilidad de avanzar con el denominado proceso de “hoja en blanco”, a partir del cual no se reformen artículos determinados de la Constitución vigente (pinochetista) sino que se efectúe su derogación y se redacte una nueva carta magna. Y en tercer lugar, la cuestión del quorum, es decir, con qué cantidad de votos se deberá contar para aprobar los puntos debatidos.

Lo que está en juego, obviamente, es cuánto poder social se expresará en el proceso como para avanzar en una reforma constitucional en abierta confrontación con el neoliberalismo, donde los pueblos originarios, las mujeres, las juventudes y clases trabajadoras puedan tener peso frente a las corporaciones políticas de la derecha, que cuenta con los medios económicos y los medios hegemónicos de comunicación para instalar sus propuestas (o bloqueos a propuestas más radicales).

Mapuches en un Chile convulsionado

“Los mapuches nos asumimos como una nación que es preexistente a los Estados. Y a pesar de haber transcurrido poco más de un siglo, es un hecho todavía muy reciente, y está presente en la memoria mapuche y es un valor que hace a la identidad política de nuestro pueblo saber que estamos en un territorio propio (que va desde el norte de la provincia de Buenos Aires hasta el otro lado del pacífico), que ese es nuestro país, con un nombre (Wall mapu), y un idioma propio”, comenta Pedro Carimán, activista del movimiento político-social mapuche, integrante de Kizu Iñciñ (Organización Mapuche en la Universidad Nacional del Comahue), quien coordinado cursos de Historia, Lengua y Cultura Mapuche y se desempeña como docente de Historia en el nivel medio.

En diálogo con este cronista, Cariman denuncia un “colonialismo intensivo interno” presente en ambos lados de la cordillera desde finales del siglo XIX, situación –dice– que no ha variado con los distintos gobiernos, más allá de que admita que, en sus discusiones, suele estar presente la diferenciación del tipo de corriente política que asume la gestión estatal, ya que no les parece lo mismo que gobierne una u otra. Pero advierte: “no vemos reflexiones serias, profundas, respecto de qué implica vivir en Estados que se han construido como monoculturales, cuando en la realidad socio-política son Estados plurinacionales”. Cariman argumenta que si bien hoy en día, en Chile, se dice “no son 30 pesos, son 30 años”, desde el Wall mapu se sostiene que son muchos más los años de padecimientos. “La represión que ahora se ve en Chile los mapuches la padecemos desde hace más de cien años. Y si bien en la época de la Unidad Popular de Salvador Allende se abrió una perspectiva muy interesante, no se concibió la cuestión mapuche como una entidad nacional específica, sino como indígenas-campesinos, en el mejor de los casos”.

Consultado acerca de las posibilidades que abre la situación de crisis actual por la que atraviesa Chile, el militante mapuche argumenta que, desde un punto de vista social, entre trabajadores que enfrentan políticas neoliberales y mapuches se pueden encontrar varios puntos de contacto, en post de enfrentar de conjunto políticas que los afectan de conjunto. Pero insiste en que es necesario, asimismo, construir una nueva relación entre naciones. “Es muy interesante lo que está pasando dentro del Estado de Chile, pero también dentro del Wall mapu, donde se discute la perspectiva de los acuerdos que se están gestando –por muy progresistas que puedan aparecer desde determinados puntos de vista– en la medida en que no contemplen nuestros derechos como nación”, argumenta, para luego rematar: “necesitamos respuestas de fondo y hoy se abre una perspectiva muy desafiante e interesante. Es una buena oportunidad para avanzar en un pacto entre naciones”.

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