El teorema de Solanas

El reportaje a Solanas y la nota de Boot publicados en nuestra edición anterior generaron un pico de visitas al sitio, muchas repercusiones en el correo de lectores y, en especial, un sabroso ida y vuelta de correos electrónicos y charlas de café.

A los kirchneristas les saltó la térmica con la pila de caca que Pino repartió y sigue repartiendo. Lo acusan de ser funcional a la derecha y de captar gran parte del voto peronista porteño, que debería responder al compañero Heller. Es probable, aunque también es cierto que la fortaleza electoral del cineasta radica en que puede robarle a todos: se chupó gran parte de los votos de Ibarra; está captando macristas modelo 2007 que, despistados, votaron al empresario para oponerse a los K; y también puede esmerilar al candidato de Carrió, restándole electores honestistas y bienpensantes que encuentren en Proyecto Sur un dique de contención al PRO más confiable que la bolsa de gatos supuestamente republicana del Acuerdo Cívico.

Es que, en estos comicios, Solanas resulta un candidato ideal para el votante medio de esta ciudad. Opositor (furibundo) a los Kirchner, opositor (menos enjundioso) de Macri, cineasta y cultural, encendido pero inofensivo, encarna un buen prospecto para el vecino quejoso que reniega de todo y, enterado de que elegimos legisladores, sabe que Solanas no tiene chances de gobernar.

La encuesta de Equis que publicamos en nuestro Home muestra inclusive la posibilidad de que el referente de Proyecto Sur pelee el segundo puesto. Se verá. La pregunta que nos asalta es: perdidos por perdidos, en la hipótesis de un kirchnerismo en el cuarto lugar, quienes votaremos a Heller, ¿preferimos que el segundo sea Solanas o Prat Gay? Antes de intentar descular esta incógnita, una mirada en perspectiva sobre los números de Artemio López nos revela que las opciones sumadas de Pino, Heller, Ibarra y Polino alcanzan un 39,8%, cifra casi calcada con el 39,06% obtenido por la fórmula Filmus-Heller derrotada por Macri-Michetti en el ballotage 07.

Un paréntesis: la derecha

Si como declaró Néstor Kirchner, el PJ que hoy sustenta su propuesta fue el puente para la instalación del neoliberalismo en los ’90, la clase media porteña bien puede remedar el derrotero pejotista en los 2000, aunque en dirección opuesta. En los últimos años del menemismo y con el nacimiento de la Alianza, el porteño medio se vanagloriaba de su esencia progresista, y la corroboraba a diario en los análisis sesudos de los matutinos.

Tras el estallido de 2001, sensibilizada por el corralito que la tenía atribulada yendo de los cajeros automáticos secos al club del trueque, la clase media clamaba aquello de “piquete y cacerola, la lucha es una sola”. Sin embargo, ni bien comenzó la recuperación económica, aquel efímero romance con los desarrapados juntadores de cartón se esfumó, y la encontró corriendo detrás de su viejo y gran amor, el plástico de las tarjetas de crédito.

En el reflujo de aquellos trágicos vaivenes, quedó un país con millones de pobres y excluídos. Esa realidad no encaja con las ambiciones clasemedieras. Por ende, paulatinamente, ese vecino que gusta de escupir para arriba y privilegia el tránsito fluido antes que la solidaridad, fue virando hacia posiciones cada vez más conservadoras y reaccionarias. Poco tiempo después, encontró en el macrismo una nueva manera de seguir siendo políticamente correcto, postura que en porteño básico se resume en la frase “esos son negros, pero negros de la cabeza, ¿eh?”.

Protagonistas de una parábola de terror y sustento de la primera experiencia de gobierno de derecha ungida por el voto, los sectores de clase media hoy asisten y alimentan embelesados a un gobierno sociedad anónima que los trata como clientes y que se deshace de quienes no cumplen con ese target. Un gobierno que no vacila en afichar la ciudad jactándose de la instalación de cientos de cámaras espías, mientras once mil personas duermen en la calle a la vista de todos.

Volviendo a Solanas

Me cuentan que hace unos días Marcelo Zlotogwiazda presentó en TV a Martín Sabbatella como “el hombre que puede lograr que triunfe De Narváez”, en alusión a los votos que su propuesta puede restarle en la provincia a Kirchner. Como se puede comprobar en la entrevista que publicamos en esta edición, la postura del ex intendente de Morón difiere mucho de la de Solanas. No obstante, es seguro que ambos candidatos capturarán votantes que antes fueron del oficialismo, responsable por acción u omisión del surgimiento de estas opciones que hoy lo corren por izquierda.

En un intercambio de mails compartido por nuestro amigo y colaborador Juan Salinas, otro gomía de la casa, Daniel Freidemberg, cita a un orador boliviano que participó del encuentro organizado por Carta Abierta en Filosofía y Letras el viernes pasado, quien afirmó: «en estos grandes encuentros uno siempre se pregunta quién es el que va a terminar traicionando. Y la respuesta es siempre la misma: el que traiciona es el que no lucha por la unidad».

¿Le cabe esta sentencia a Pino? ¿Y a Sabbatella? Para quien escribe estas líneas, no hay dudas de que la glándula del rencor de los peronistas crucificará a Solanas por un tiempo largo. Con el joven moronense no se percibe tal condena. Quizá, porque jamás se lo computó como propio.

De todos modos, ante la amenaza de una restauración conservadora que ostenta su vívida cabecera de playa en la ciudad de Buenos Aires, detenerse en las herejías de Solanas no resiste el menor análisis. Primero, porque a muchas de sus afirmaciones puede criticárseles la oportunidad y el ámbito de su enunciación, pero no su contenido. Segundo, porque lo que le viene marcando el pulso a la brancaleonesca movida kirchnerista iniciada en 2003 es básicamente su vocación de mayorías. Por lo tanto, en la Capital debería expresarse tratando de desbancar al macrismo. Como me señalara Boot, “si el propósito de la campaña de Heller es pelearle votos a Pino, mejor me voy al PST y me dedico a pelearme con el PO”.

Militarse encima

Tan desafortunado como equivocar el enemigo principal puede resultar la tendencia de agitar sin descanso para convencer a los convencidos. Algo de eso percibo en las numerosas cadenas de correos electrónicos que listan como una letanía los 50, 100, mil logros de las gestiones K, así como en algunos de los actos políticos que componen la campaña. Nada de esto parece conmover a nuestro vecino modelo.

Encontrar la manera de volver a interpelar a ese 40% que votó a Filmus en 2007 y hoy se desgrana en cuatro opciones, para animarse también a encontrar las vías de comunicación con el otro 60%, no se logrará discurriendo sobre si el 28 de junio hay que votar a Heller con la lista del FpV o con la del EpV, alianzas distintas que llevan idénticos candidatos.

Y si a alguno le interesa la respuesta, a pesar de haberlo escuchado hace minutos escupir sapos y culebras debatiendo en TN, si con nuestro humilde voto solo logramos que Heller entre cuarto, prefiero que en Capital salga segundo Solanas y no Prat Gay. Porque entonces ese desarticulado 40% crecerá un poco más, porque la posibilidad de crear un interbloque realmente antimacrista en la Legislatura a partir del 10 de diciembre tendría más integrantes, y porque allí tal vez anide el gérmen de un potencial frente electoral con chances de cara al 2011.

No imagino con ánimo de furgón de cola a los amigos kirchneristas, presos hoy de un genuino disgusto con Pino. Habrá que refrescar entonces aquella máxima que reza que quien conduce o pretende conducir no tiene derecho a enojarse. Tiene que comprender las taras propias y ajenas y tratar de procesarlas para avanzar en conjunto. No hay otra. En honor a sus décadas de militante de la causa nacional y de los tiros en las patas que se comió en los ’90 por sostenerla, el teorema de Solanas se resuelve respirando hondo y mirando para adelante. ¿Hipotecar esa historia y una posible confluencia electoral y política futura para ver quién mete un legislador más o menos???? Un pecado.

No jodamos. A ver si nos volvemos troscos de grandes y nos tenemos que suicidar en dulce montón.

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