Acerca de la última dictadura militar aún flota en el aire un interrogante: ¿Quiénes son los genocidas? Porque más que sus nombres, los sitios donde prestaron servicio y una pequeña partes de sus crímenes, nada se sabe de sus existencias. Como si el pacto de silencio que los une también abarcara tal aspecto. Y eso lleva a una segunda pregunta: ¿Acaso son seres monstruosos o apenas «gente común» con cargos gerenciales en sistemas de exterminio? En otras palabras, sujetos que luego de cometer los actos más abyectos sobre víctimas indefensas regresaban a sus hogares como de cualquier trabajo para saludar con un beso a sus mujeres, acariciar a los hijos, cenar, aparearse y dormir antes de retomar la día siguiente su sombría tarea. Es justamente en esa apacible rutina donde estaba depositada la extraordinaria monstruosidad de sus vidas. Ricardo Ragendorfer exploró semejante dimensión del horror a través de una serie de crónicas publicadas entre 2008 y 2017 en diversos diarios y revistas. He aquí una antología de este viaje hacia la «banalidad del mal».