De otarios y balurdos

A partir de los dichos de la precandidata a diputada nacional por la provincia de Buenos Aires, Victoria Tolosa Paz, repensamos ciertas ideas sobre el lenguaje, el lunfardo y las mujeres en la política.
tolosa paz sonriendo

El 6 de julio de 1878, el diario La prensa publicó un artículo titulado “El dialecto de los ladrones”, donde un comisario afirmaba que los delincuentes de la ciudad de Buenos Aires contaban con un dialecto propio. Se los escuchaba hablar dentro de las celdas, en voz baja, con palabras “extrañas” y “desconocidas”, con el fin de comunicarse entre ellos y no ser entendidos por las autoridades. De hecho, la palabra lunfardo deriva del romanesco lombardo (origen italiano): significa, lisa y llanamente, ladrón.

El autor del artículo explicaba que, para confirmar la teoría de los policías, interrogaron a un detenido, quien contestó perfectamente a lo que se le preguntaba, pero todas sus respuestas fueron formuladas en ese extraño dialecto.

No pasó mucho tiempo hasta que estas palabras y códigos comenzaron a escucharse por fuera de las cárceles y comisarías: salieron a la superficie en numerosas zonas portuarias del Río de la Plata y alrededores. Su circulación también se vio incrementada por el uso del mismo dialecto en las expresiones artísticas populares, tales como el tango. Y así fue que, como sucede con la lengua en general, el lunfardo se fue colando en otras esferas de la sociedad, tanto en Argentina como en Uruguay.

Mina, buchón, pintusa. Chamuyo, laburo, berretín. Sacar la ficha al toque, estar frita, patear la yeca, jugársela. Irse picando, tomar un feca. Son miles y hermosas las expresiones que usamos del lunfardo en nuestra cotidianidad, sin pensar siquiera en sus orígenes “malandros”. Son parte de nosotrxs, de nuestra lengua y de nuestra historia.

A partir de los dichos de la precandidata a diputada Nacional por la Provincia de Buenos Aires, Victoria Tolosa Paz, en mi cabeza quedaron repicando ciertas ideas sobre el lenguaje, el lunfardo, las mujeres en la política, lo moralmente correcto y la careteada constante por parte de ciertos sectores de nuestro país.

Para lxs que no se enteraron (que, supongo, a esta altura ya deben ser la minoría), Victoria Tolosa Paz fue invitada el domingo pasado al streaming Saliendo que es eléctrica, un programa en vivo transmitido desde la plataforma YouTube todos los domingos, conducido por Pedro Rosemblat y Martin Rechimuzzi.

En la transmisión del 29 de agosto, la precandidata por el Frente de Todos aseguró que, como consecuencia de la pandemia, la gente joven está harta de los aforos: lxs jóvenes tienen muchas ganas de salir, de bailar, de garchar, y que «en el peronismo siempre se garchó, es así. Nosotros vinimos para hacer posible la felicidad de un pueblo y la grandeza de una patria, y no hay felicidad de un pueblo sin garchar. Perdón, nosotros somos así. Lo que digo, es parte importante de la vida, el baile, el disfrute, el goce, no lo vamos a ocultar. Somos seres humanos, nos gusta gozar, nos gusta divertirnos«.

A los segundos de estos dichos, y luego de gritar “la gente quiere coger, Victoria”, los conductores vaticinaron lo que, finalmente, sucedió: “esta frase va a ser tapa del diario Clarín”. Y, no sé si fue tapa, pero sus frases se repitieron y reprodujeron en cada diario y portal del país.

Se generó un revuelo enorme, con aires de medioevo, a las pocas horas del programa. Títulos como “La insólita frase sexual de Victoria Tolosa Paz”, “Polémica declaraciones de la precandidata de Frente de Todos”, “La palabra Gar… no figura en la RAE” estallaron en diarios, redes sociales, memes, notas de opinión, programas radiales y televisivos.

Parece existir una eterna insistencia con las formas, con la supuesta diplomacia y con el acto de sacralizar los espacios políticos y a la figura de la mujer política constantemente, como si una mujer no fuera también una humana.

Ahora bien, ¿hubiese tenido la misma repercusión si la precandidata a diputada nacional, en vez de “garchar”, hubiese utilizado la expresión “hacer el amor”? O yendo un poco más allá… ¿se hubiesen escuchado tales bombos y platillos, tantas voces indignadas, si el autor de la frase hubiese sido un precandidato hombre? Y, por último, si no son las palabras, ¿son los modos? Cristina Fernández de Kirchner, la mujer con mejor oratoria de nuestro país, no es criticada por sus palabras, sino por “las formas”.

Ayer mismo, en el supermercado, me crucé con una compañera de militancia de hace muchos años; me dijo que bancaba a la precandidata, que le parecía un gran cuadro político, pero que no hacía falta que se expresara así.  Y yo pensé, ¿por qué hace falta que no lo diga? (¿No eras vos, compañera, la misma que me contaba sobre sus aventuras amorosas en la juventud, allá por los años 60, en los claustros de la facultad o en las unidades básicas, con compañerxs llenos de hormonas y ganas de cambiar el mundo?) Porque, quienes militamos o somos cercanxs al partido, no podemos negarlo: en el peronismo siempre se garchó.

La respuesta por parte de la oposición vuelve a ser una contradicción per sé, como la mayoría de sus reacciones. Se espantan por escuchar a una mujer hablar de sexualidad y de goce (encima ubica al placer dentro del movimiento peronista, ¡ups!) pero ellxs son los primerxs, por ejemplo, en viralizar por redes sociales el hashtag #laPeteraDelPresidente. ¿O ya se olvidaron?

La imagen de la mujer política, para ellos, debe ser puritana, virgen: la mujer política no garcha, es heterosexual, no aborta, y menos que menos, habla sobre su intimidad.

La figura de “virgen niña” que constituye Maria Eugenia Vidal es un claro ejemplo. Con ojos de buena y sonrisa inocente, así como se muestra, endeudó a la Provincia como nunca antes hizo otra gestión, desfinanció la salud pública, se enfrentó a lxs docentes, casi no realizó obra pública. Hasta cortó la entrega de alimentos al único albergue para víctimas de violencia de género que tenía la provincia.

Además que la frase de Tolosa Paz fue dicha en un contexto relajado, en un streamming que suele ver gente joven, con conductores que no se caracterizan por sacralizar la política y tener modismos solemnes, sino más bien lo contrario, se la recortó como si lo único que hubiese dicho en la entrevista fuese la palabra garchar.

La precandidata hizo un repaso sobre su carrera profesional y política, y contó cómo se adentró en el peronismo, siendo joven y proveniente de una familia radical. También, explicó la manera en la cual funciona la maquinaria del endeudamiento de manera muy clara, habló de astrología, de la importancia de la producción nacional, de otrxs candidatxs, de los objetivos de campaña, entre otras cosas. Recomiendo verla completa, acá dejo el link de la entrevista: https://www.youtube.com/watch?v=H-Ny9EIBqgQ (minuto 43:56).

Volviendo un poco a la lengua y específicamente al lunfardo, busqué los orígenes etimológicos de la palabra tan rechazada por estos días.

El verbo “garchar” proviene del sustantivo “garcha”, que tiene varias acepciones:

1 Órgano externo del macho entre los vertebrados, en el cual acaban los conductos del sistema urinario y el genital.

  • Ámbito: Río de la Plata.
  • Uso: malsonante.
  • Sinónimos: pene

Cosa de muy mala calidad.

  • Ámbito: Río de la Plata.
  • Uso: malsonante
  • Sinónimos: trucho

Persona despreciable.

  • Ámbito: Río de la Plata
  • Uso: malsonante.
  • Sinónimos: basura

En varios diccionarios de lunfardo, la acepción que aparece para esta palabra es sólo una: copular. Y, seamos sincerxs, copular suena horrible.

Victoria Tolosa Paz es mujer, es precandidata a Diputada Nacional en la provincia por el Frente de Todos, es rubia, peronista y kirchnerista. Habla sin tapujos y no se le caen los anillos cuando utiliza expresiones en lunfardo. Algo así como una bomba molotov para los gorilas, para los otarios, para los cobanis.

La noche en que se legalizó el aborto, una chica llena de glitter y flores verdes sostenía un cartel con la siguiente frase: “Este lado de la plaza es el que está bien”. Ella lo mostraba para el otro lado de la plaza, para el lado celeste y silencioso. Y ese cartel siempre aparece cuando escucho afirmaciones que me interpelan. No hay dudas que en el peronismo siempre se garchó, no hay dudas de que este lado de la plaza es el que está bien.

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