Tras una semana de balance a cielo abierto sobre los resultados de las PASO, el gobierno anunció el viernes 17 de septiembre una serie de cambios en el gabinete nacional, acusando el mal trago que dejaron los resultados. La salida de Santiago Cafiero era un hecho consumado, lo que nadie esperaba era su enroque al Ministerio de Relaciones Exteriores, en reemplazo de Felipe Solá. Fue el propio Cafiero quien se encargó de hacer llegar la noticia al ahora ex canciller, que se encontraba en una escala de su viaje a la cumbre de la CELAC, una cita que Alberto Fernández postergó en vista de la crisis interna.
Con el desembarco de Cafiero en Cancillería aparecen cambios en la cúpula, no así en la agenda de trabajo. Pablo Tettamanti fue nombrado vicecanciller, mientras que Cecilia Todesca, economista que integra el Grupo Callao, pasó a ocupar el lugar de Jorge Neme en la Secretaría de Relaciones Económicas Internacionales, un espacio de vital importancia para la estrategia económica y comercial del gobierno. En el medio, se confirmó la permanencia de embajadores claves, como Daniel Scioli en Brasil y Sabino Vaca Narvaja en China. Sin novedades en ese frente.
Como contábamos en esta nota previa a la cumbre de la CELAC, uno de los ejes de trabajo de la Cancillería viene siendo la promoción de las exportaciones argentinas en nuevos mercados. En la última gira realizada por Jorge Neme desde Cancillería, el funcionario viajó por distintos países de Centroamérica con el objetivo concreto de posicionar la industria automotriz y la tecnología para el agro en países con una alta producción en el ámbito rural.
Cafiero llega con la tarea de continuar las líneas de acción ya planteadas, como el abordaje multilateral para enfrentar la pandemia y la reafirmación de la soberanía sobre las Islas Malvinas, ahora con Guillermo Carmona al frente de la Secretaría de Malvinas, Antártida y Atlántico Sur. De hecho, el año que viene se conmemora el 40° aniversario de la Guerra de Malvinas. Los desafíos inmediatos también son claros: construir un liderazgo diplomático desde la CELAC y avanzar en el entramado de tensiones dentro del Mercosur.
La CELAC como apuesta de integración
En medio del sismo político que dejaron las primarias, el 18 de septiembre se realizó la VI Cumbre de jefes de gobierno de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), cuatro años después del último encuentro, realizado en República Dominicana. El organismo, nacido hace más de una década, cobró nuevos aires por iniciativa de México, que asumió la presidencia pro tempore en 2020 y ha trabajado de cerca con el gobierno argentino para ponderar la CELAC como nuevo espacio de articulación. Este esfuerzo se contrapone con una OEA en franco declive, que históricamente ha funcionado como garante de los intereses de Estados Unidos en América Latina. El desempeño de su Secretario General, Luis Almagro, en términos de injerencia y ofensiva sobre los países no alineados, es un exponente claro de la orientación del espacio.
Días antes de la cumbre de la CELAC, Argentina llegaba con la intención declarada de suceder a México en la presidencia y aseguraba que contaba con numerosos apoyos. Nada de esto se verificó durante el encuentro. A la crisis interna del gobierno tras las PASO, se sumaron las críticas de Nicaragua, que reclamó la injerencia argentina en los asuntos internos del país y confirmó que no estaba dispuesta a acompañar la postulación. La falta de acuerdo, en un organismo que funciona por consenso, postergó la votación a enero de 2022.
Conseguir que el presidente Alberto Fernández presida el organismo y se consolide como líder regional es una de las nuevas tareas de Santiago Cafiero, que está obligado a reconstruir vínculos para que esto suceda. Argentina busca un triunfo diplomático luego de los reveses sufridos al intentar frenar al candidato de Donald Trump, Mauricio Claver-Carone, al frente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), y en el intento frustrado por acceder a la presidencia del Banco de Desarrollo de América Latina (CAF).
Más allá de las aspiraciones argentinas, la CELAC representa una apuesta estratégica de largo alcance para toda la región. Es, en principio, una oportunidad concreta de articular entre vecinos en una clave más soberana, desde el perfil progresista que proponen México y Argentina, parándose en acciones concretas de cooperación y en un intento por contener parte de la heterogeneidad de los gobiernos.
Y mientras tanto, el Mercosur
Las tensiones en el Mercosur no son nuevas. Los tironeos respecto a las reglas del espacio se hicieron evidentes más temprano, este mismo año, cuando el presidente uruguayo, Luis Lacalle Pou, sostuvo que el bloque “no puede ser un lastre”, en reclamo de mayores flexibilidades para las negociaciones comerciales.
Al tiempo que Uruguay avanza en un Tratado de Libre Comercio con China, Brasil —que ostenta la presidencia del Mercosur— también presiona para reducir los aranceles externos comunes y habilitar acuerdos aislados. Hace apenas dos días, en un evento organizado por la Cámara de Comercio Internacional, el ministro de Economía brasileño, Paulo Guedes, afirmó: “Un día Argentina nos dijo eso: el Mercosur es como es, el que quiera que se retire. Nosotros devolveremos eso a Argentina: el Mercosur se va a modernizar y quien esté incómodo, que se retire”.
Lejos de la escalada discursiva, la posición argentina se mantiene en un mismo lugar: preservar la unidad del Mercosur y reafirmar su posición histórica. “Para Argentina, preservar la unidad regional es una política de Estado”, declaró desde su nuevo cargo Santiago Cafiero, y la misma línea sostiene el embajador argentino en Brasil, Daniel Scioli, en sus reuniones con funcionarios cercanos a Jair Bolsonaro.
De hecho, este martes Cafiero mantuvo su primera conversación telefónica con su par de Brasil, Carlos França. Tras el llamado, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil publicó un mensaje protocolar y sin mayores precisiones: “El ministro França trató la modernización de Mercosur y el ministro Santiago Cafiero expresó la voluntad del gobierno argentino de avanzar en la agenda de integración de la infraestructura física y energética entre los dos países”.
La agenda internacional de Sergio Massa
Mucho se discute acerca del peso específico que el cono sur tiene en la agenda norteamericana, en vista de la nueva administración demócrata y sus prioridades geopolíticas. En las últimas semanas, por caso, Estados Unidos anunció la confirmación de una nueva alianza de seguridad llamada AUKUS, junto a Australia y Gran Bretaña, que volvió las miradas al indo-pacífico y a la creciente tensión en el Mar de China Meridional. En tiempos de disputa por la hegemonía, resulta difícil pensar que Estados Unidos descuidará su presencia en América Latina, aunque no se trate de una de sus prioridades.
En Argentina, Washington tiene un aliado en la figura de Sergio Massa, una de las patas en las que se sostiene la coalición de gobierno. Massa tiene una agenda internacional con vuelo propio: en junio realizó una gira de cinco días por Estados Unidos con funcionarios de Joe Biden, analistas de Wall Street y representantes de fondos de inversión. Y el próximo fin de semana participará de la séptima Cumbre de Presidentes de Parlamentos del G20, donde será el único latinoamericano que se presentará en uno de los paneles del encuentro.
Massa también ha oficiado de anfitrión cuando se sucedieron visitas desde Estados Unidos. En abril, recibió al asesor especial para América Latina, Juan Gonzalez, y en agosto mantuvo un encuentro con Joe Sullivan, asesor de Seguridad Nacional del presidente Joe Biden, cuando este visitaba el país en su gira por Brasil y Argentina. El presidente de la Cámara Baja se ha posicionado como interlocutor en la búsqueda de apoyos para renegociar la deuda con FMI, al tiempo que presta oídos a dos de las preocupaciones norteamericanas: el ascenso de la empresa tecnológica Huawei y la construcción de una cuarta central nuclear que Argentina negocia con China.
Muy atrás quedaron los tiempos en que Estados Unidos se proponía ambiciosos proyectos en la región, como la Alianza para el Libre Comercio en América (ALCA), enterrada en Mar del Plata en 2005 por acción de los líderes del ciclo progresista. De lo que se trata ahora, en el extremo más austral de Latinoamérica, es de garantizar sus intereses concretos e inmediatos, contener el avance de su principal rival geopolítico y, como siempre, hacer valer una asimetría que juega a su favor. Y en Argentina, nunca faltan socios para viabilizar estas tareas.