La OEA no va más

A poco de la próxima Cumbre de la CELAC, avanza la propuesta para relevar la OEA en su rol regional y asumir una perspectiva en clave soberana.
cumbre

El próximo 18 de septiembre se llevará adelante en México la VI Cumbre de jefes de gobierno de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), cuatro años después del último encuentro, realizado en República Dominicana. En aquel momento —año 2017—, nacía también el Grupo de Lima, una propuesta impulsada por el gobierno peruano, con el claro objetivo de enfrentar al gobierno de Venezuela y consolidar una ofensiva neoliberal en la región. Mucha agua corrió bajo el puente desde entonces…

“La propuesta es ni más ni menos que construir algo semejante a la Unión Europea, pero apegado a nuestra historia, a nuestra realidad y a nuestras identidades”, declaró en julio Manuel Lopez Obrador, presidente de México. La próxima cumbre es parte de una iniciativa que busca revitalizar la CELAC como espacio de articulación regional. Además, se decidirá el traspaso de la Presidencia Pro Témpore, donde Argentina se perfila como la opción más firme para encabezar el organismo. El gobierno argentino ya cosechó veintidós apoyos a su propuesta.


Una agenda propia

De cara a la cumbre del sábado, el subsecretario mexicano para América Latina y el Caribe, Maximiliano Reyes Zúñiga, confirmó la presencia de 17 mandatarios, 2 vicepresidentes, 9 cancilleres y otras autoridades de primera línea. Algunos de los nombres confirmados son los de Alberto Fernández, Luis Lacalle Pou (Uruguay), Guillermo Lasso (Ecuador) y Miguel Diaz Canel (Cuba).

El tema central ya está sobre la mesa: el reemplazo de la OEA “por un organismo que no sea lacayo de nadie”, en palabras del propio López Obrador. El canciller mexicano, Marcelo Ebrard, adelantó en más de una oportunidad que están preparando una propuesta para Estados Unidos y Canadá, —los países excluidos de la CELAC—a fin de reemplazar a la OEA injerencista por un organismo soberano.

La sociedad entre Argentina y México (en este, y otros asuntos estratégicos) ha sido clave para dotar de nuevos aires a la CELAC, desde un perfil progresista, anclada en acciones concretas de cooperación y en un intento por contener parte de la heterogeneidad de los gobiernos regionales. En lo inmediato, el espacio puede resultar productivo para unir esfuerzos contra la pandemia del Covid-19, considerando que ya se posicionó en favor de una distribución más equitativa de las vacunas, y la democratización de su producción, en medio del debate por la liberación de patentes. 

De concretarse este avance, el eje México-Argentina lograría una primera victoria luego de los reveses sufridos al intentar frenar al candidato de Donald Trump, Mauricio Claver-Carone, al frente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), y en la presidencia de la Confederación Andina de Fomento (CAF).

A todo esto, las cosas en el MERCOSUR no andan bien. Las tensiones respecto a las reglas del bloque se hicieron evidentes cuando el presidente uruguayo, Luis Lacalle Pou, sostuvo en marzo que el espacio “no puede ser un lastre”, en reclamo de mayores flexibilidades para las negociaciones comerciales por fuera del bloque. El presidente argentino, Alberto Fernández, le respondió: “Si es un lastre, lo más fácil es abandonar el barco”. En la última semana, el gobierno uruguayo confirmó la iniciativa de avanzar en un tratado bilateral de libre comercio con China.

Con respecto a Brasil, los cruces entre el canciller Felipe Solá y el ministro de Economía brasilero, Paulo Guedes, ya son bien conocidos. Solá reclama una posición agresiva e inflexible por parte de Guedes. En entrevista con el diario O Globo, el canciller argentino aseguró que “si políticamente no existe afecto por el Mercosur y solo se trata de mantener las formas, un avance espectacular en la integración como fue la ABACC [en referencia a la Agencia Brasileño-Argentina de Contabilidad y Control de Materiales Nucleares] sería imposible. Toda idea conjunta sobre el futuro del Mercosur está en duda, básicamente por Brasil y, en menor medida, por Uruguay”.

El aspecto comercial es parte de la agenda argentina, que ve la oportunidad de tejer puentes con nuevos socios de la región. El país se ha propuesto mejorar sus exportaciones en Centroamérica, particularmente a través del sector automotor y tecnología para el agro. “La especialización de nuestra industria automotriz tiene mucho que decir en países con una alta producción en el ámbito rural”, afirmó Jorge Neme, Secretario de Relaciones Económicas Internacionales. Tras la última reunión de Cancilleres de la CELAC, Neme desarrolló una gira intensiva en Guatemala, El Salvador, Honduras y Panamá bajo esta premisa. 

En esta búsqueda de nuevas formas de integración, con cambios en las orientaciones de los gobiernos y una OEA en franco declive, el factor Almagro también ha resultado decisivo. Uno de los puntos abordados en la última cumbre de Cancilleres fue justamente la crítica al accionar del Secretario General de la OEA, sentando las bases para desplazar al organismo.

Si bien durante los primeros años del siglo XXI, la OEA perdió la referencia que ostentaba en el siglo anterior, supo recuperar terreno tras la clausura del “ciclo progresista” y el avance de gobiernos neoliberales, particularmente en el último lustro. Desde entonces, el desempeño de Almagro en términos de injerencia y seguimiento de la agenda norteamericana resulta más bien evidente.

Quizás el caso más paradigmático sea el de Bolivia. En noviembre de 2019, tras denunciar “manipulación dolosa” en las elecciones presidenciales, su intervención facilitó el camino para un golpe de Estado, y tras concretarse, Almagro se abstuvo de condenar la violencia impulsada por sectores de la oposición y el Ejército. A esto se suma la activa intervención en las crisis políticas de Nicaragua y Cuba, y el elocuente silencio ante la represión en Chile y en Colombia durante el ciclo de movilizaciones populares. Brasil tampoco mereció la atención de Almagro en todo lo que va de la pandemia, haciendo del mutismo selectivo su sello.

Los orígenes de la CELAC

La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños nació oficialmente en Playa del Carmen, México, el 23 de febrero de 2010, durante la Cumbre de la Unidad de América Latina y el Caribe, aunque tuvo su primer cónclave con todos los Estados participantes en enero de 2013, en Santiago de Chile. El gran mérito de los fundadores de la CELAC fue plantear un diseño estratégico regional con una impronta soberana, aceptada incluso por gobiernos que podían tener profundas diferencias políticas con sus fundadores.

A nadie se le escapa que la CELAC fue montada para excluir a los Estados Unidos de un organismo continental, que alberga 32 de los 35 países del continente —el Brasil de Bolsonaro suspendió su participación en 2020—, y para incluir a Cuba, marginada de la Organización de Estados Americanos (OEA) en la década del 60. De hecho, la OEA fue impulsada por los Estados Unidos en 1948 para brindar legitimidad a sus políticas, mucho antes de la revolución cubana. Fidel Castro la supo definir como “el ministerio de colonias”.

En el último intento por conducir el proceso de paz en Colombia, la CELAC jugó un rol central dejando fuera a la OEA, lo que hubiera sido impensable diez o veinte años atrás. Más aún: es innegable que la incorporación de Cuba a la CELAC fue fundamental para que las negociaciones entre el gobierno de Colombia y las FARC se concretarán y tuvieran a la isla como sede de los encuentros, con Raúl Castro en un rol destacado.

El entonces presidente Rafael Correa, en su carácter de anfitrión de la cumbre de 2013, marcó los lineamientos estratégicos, en la misma línea que hoy escuchamos de boca de los líderes regionales contemporáneos. Dijo Correa: “Creemos que CELAC debe reemplazar a la Organización de Estados Americanos, que jamás funcionó adecuadamente pero que hoy es más anacrónica que nunca. (…) Necesitamos un organismo latinoamericano y caribeño capaz de defender los intereses soberanos de sus miembros. La OEA nos alejó de ese propósito reiteradamente”.

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