Si quisiéramos repasar la historia de estos 25 años de democracia como una historia de claudicaciones, seguramente Raúl Alfonsín zafe del descenso directo pero termine inevitablemente peleando la Promoción.
En estos días de profusión alfonsinista, y dejando de lado la utilización de la muerte del ex presidente como parte de la operación opositora político-mediática (para meterse en este tema recomendamos leer a José Natanson acá), hay que decir que la figura de Alfonsín está (y estará) tan genuinamente ligada a la esperanza de la recuperación democrática como al desencanto de sus fracasos más estrepitosos.
En el péndulo de estas dos dimensiones, aparecen nítidamente su modelo de socialdemocracia para un país normal, normalizado, posible. Como afirmaba a fines de octubre el Escriba en ZOOM, una concepción en la que «los políticos profesionales se ocupan de negociar con cualquier actor de presión no-democrático (sean los carapintadas, los Capitanes de la Industria o el FMI). Se negocia. Se negocia todo. Se negocia a cualquier precio”. Relean esa nota, vale la pena.
Por el otro, su pasión política y militante, su liderazgo, la bisagra gigantesca del Juicio a las Juntas, la ley de divorcio que le torció el brazo a la Iglesia y su apuesta por un Estado en el centro de la escena, lo instalan en el lugar de la lucha por causas perdidas que los gobiernos K retomaron a partir de 2003. En ambos casos, con victorias, derrotas y agachadas.
Profundizar sobre estas dos esferas del Alfonsín histórico nos queda grande. Apenas podemos señalar que lo escrito por Eduardo Blaustein en Crítica y por Artemio López en su blog son los dos análisis más lúcidos de esta semana alfonsa. Sin dudas, aquel discurso bajo una lluvia de silbidos en la Rural, se vuelve notablemente actual. “No se producen en tiempos de dictadura” los reta un Alfonsín recontracaliente. “No creo realmente que sean productores agropecuarios los que tienen este comportamiento. Son los que muertos de miedo se han quedado en silencio cuando han venido acá en representación de la dictadura. Y han aplaudido a los que han venido a destruir la producción agropecuaria argentina”. ¿Les suena?
Sin embargo, si este video nos pone los pelitos de punta, hay otro que concluye una historia que se entrecruza de manera fantástica en el tiempo.
Exactamente 22 años antes de su entierro, el 2 de abril de 1987, a 96 horas del arribo del Papa Juan Pablo II a la Argentina, el presidente Alfonsín no se bancó, durante una misa, un sermón del Ordinario Castrense con ataques al gobierno radical, y replicó al sacerdote desde el mismísimo púlpito de la iglesia. Esa compadrada, antecedente superador de lo que ocurriría al año siguiente en la Rural, tendría lugar a días del alzamiento carapintada de Semana Santa, sucedido el 15 de abril de 1987. El resto es conocido. Campo de Mayo. Aldo Rico. Convocatoria a la Plaza. El General Alais. Y este momento, una instancia crucial no solo para la posteridad de Alfonsín sino para la participación política en la Argentina. Tómense un ratito, háganme caso.
Lo que ocurrió después y esta piel de gallina me hacen pensar seriamente qué tipo de democracia anhelan las aves de rapiña que hoy, trepadas al cajón, dan clases de diálogo y consenso.