“Día tras día se niega a los niños el derecho de ser niños. El mundo trata a los niños pobres como si fueran basura, el mundo trata a los niños ricos como si fueran dinero, y a los del medio, a los que no son ni pobres ni ricos, el mundo los tiene bien atados a la pata del televisor para que desde muy temprano acepten como destino la vida prisionera. Mucha magia y mucha suerte tienen los niños que consiguen ser niños”.
Eduardo Galeano
En un mundo convulsionado, los niños se asimilaron a números, estadísticas, cifras. Según datos obtenidos por Unicef hasta el 31 de marzo de 2025 en la Franja de Gaza “al menos 322 niños y niñas han muerto y 609 resultaron heridos”.[1] Vemos con horror, a través de medios de comunicación, cómo bombardean centros de refugiados, hospitales y escuelas, observamos perplejos a familias diezmadas por el dolor ante la pérdida de sus seres queridos. Recientemente una joven activista de 22 años, Greta Thunberg, junto con un grupo de hombres y mujeres emprendió un viaje de ayuda humanitaria en el barco The Madleen en solidaridad con un pueblo reducido a escombros y hambruna. Sin embargo, el bloqueo genocida de las fuerzas de Israel evitó el ingreso de alimentos y medicamentos que trasladaba el navío, dejando a los niños, niñas y adolescentes junto a la población de esta nación sumidos en el abandono, y a merced del exterminio.
Del otro lado del mundo, en el sueño americano de Donald Trump, los niños inmigrantes no tienen derecho a una vida digna, las “estrategias” de represión realizadas por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por su sigla en inglés) incluyen redadas y actos de violencia extrema contra el pueblo latinoamericano que reside en los Estados Unidos. A través de las redes sociales circularon imágenes de una madre implorando por sus niños antes de ser arrestada; un niño fue arrancado de los brazos de su madre durante las masivas manifestaciones por la fuerza policial y, como consecuencia, el mismo gobernador de California, Gavin Newsom, férreo opositor a la política migratoria de Donald Trump, reclamó a las fuerzas policiales por el ensañamiento con una niña de 4 años a la que esposaron.
En este lado del mundo, uno de los hospitales con mayor trayectoria en Latinoamérica y del mundo, el Garrahan, se encuentra agonizando debido a las políticas de desfinanciamiento libertarias de un sistema que solo es fuerte con los débiles, arrojando niños, niñas y adolescentes —y a sus familias— a un estado de alerta y angustia sin precedentes en la historia de nuestro país. Frente a estas embestidas es necesario volver a las raíces. Lo que afirmaba René Favaloro en la Conferencia Internacional sobre la Salud del Corazón en los Países en Desarrollo, en Nueva Delhi, India (1999) se convierte en un clamor a la humanidad: “es imprescindible organizar la cooperación internacional entre los países desarrollados y en desarrollo y luchar todos juntos por una sociedad mejor, con mayor equidad y justicia social, que haga posible respetar y defender —junto con las demás conquistas sociales— el derecho inalienable del hombre a gozar de buena salud”.
Ante este contexto cabe la pregunta: ¿somos una sociedad solidaria y empática con nuestras infancias?
Un artículo del sitio web Infobae destaca que “las inscripciones para adoptar cayeron un 62% en cinco años”.[2]En 2018 había 4580 solicitantes para adoptar en nuestro país inscriptos en el Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos de la República Argentina (DNRUA) mientras que, para fines de 2023, esas solicitudes habían caído a menos de la mitad. Según este organismo, al mes de junio de 2025 el total de inscriptos en la base de datos es de 2261.[3] Respecto de cuál es la disponibilidad adoptiva según la edad, para niños de hasta un año, corresponde el 81,33%; para niños de hasta 2 años, el 83,96%; niños de hasta 3 años, el 84,35%; hasta los 4 años el porcentaje se ubica en el orden del 73,79%, y a partir de allí, los porcentuales comienzan a decaer hasta llegar a los 17 años con uno del 0,08%. Por otra parte, quienes se postulan para adoptar a un niño alcanzan un porcentaje del 70,69% en tanto que para dos o más desciende hasta el 29,31%. Sobre el perfil adoptivo de los postulantes para niños sin enfermedades o discapacidades es del 87,21% mientras que, los postulantes para adoptar a niños con alguna discapacidad caen hasta el 12,79%.
En ese sentido, la realidad de la provincia de Tucumán no es diferente. María Silvina Miguel, secretaria del Registro Único de Postulantes a la Adopción de la Provincia de Tucumán (RUPAT), en conversaciones con ZOOM destaca que, en 2015 se reformó el Código Civil de la nación, que considera a la figura del niño, niña y adolescente como sujeto de derecho Esto alcanza a quienes que se encuentran en estado de adoptabilidad, por lo que no pueden ser entendidos como mero objeto de los deseos de los adultos que no pueden tener hijos.
Ahora bien, cada provincia tiene su registro de adopción. Se denomina “cerrado”, a aquel en el que solo pueden inscribirse las personas que habitan en dicho territorio. En Tucumán, son 59 los postulantes inscriptos en este registro. Silvina Miguel expresa que “la adopción es un proceso complejo; los padres adoptivos deben ser personas ajenas a ellos, y ponerlos en el lugar de hijo. No todas las personas pueden hacerlo, deben duelar el ser padres biológicos e integrarse como padres adoptivos, lo que, sin dudas, requiere contar con ciertas capacidades para lograrlo”.
El equipo técnico que conforma el registro está compuesto por cuatro trabajadoras sociales, especialistas en la materia. Una de ellas es la licenciada en Trabajo Social Lucía Yafar junto a tres psicólogas. Es decir que los trabajos se conforman de manera interdisciplinaria (el trabajo social, la psicología y el derecho). El registro de adopción tiene dos funciones fundamentales. Por una parte, la inscripción de las personas interesadas en adoptar que forman la nómina de postulantes del registro, mientras que, además, se busca que los postulantes satisfagan las necesidades de las infancias que se encuentran en estado de adoptabilidad. “Integrar el registro no significa que se van a convertir en padres adoptivos, ya que es un proyecto en el que se inscriben y puede ser que sean padres adoptivos o no, incluso cuando vienen a inscribirse pueden ser que queden inscriptos o no, porque tal vez no reúnen las condiciones y no pasan el periodo de diagnóstico evaluado por esta comisión” resalta la funcionaria.
Además, Lucia Yafar explica que “cuando la personas se quieren inscribir en el registro deben pasar por un proceso denominado diagnóstico de capacidades parentales adoptivas, en el cual evaluamos si están en condiciones de adoptar y lo hacemos de forma integral, es decir, si existen las condiciones internas y subjetivas, además de las condiciones sociales y las externas”. Existe un mito acerca de que la persona que se postula debe tener un sueldo muy elevado o ser propietario de una casa. En ese sentido, las personas solo deben reunir las condiciones para satisfacer las necesidades básicas. Conviene destacar que no es lo mismo la persona que se postula para un niño que para tres, porque las exigencias son distintas.
Con las personas que desean inscribirse, se genera un proceso destinado a la adopción desde el primer día que se acercan, porque se abordan las cuestiones básicas del proceso, conceptos clave y, cuando se presenta la documentación, realizan un taller virtual con las nociones que deben tener los interesados. A lo largo de la inscripción se realizan talleres para trabajar en subgrupos, ya que no es lo mismo adoptar niños pequeños o chicos de la segunda infancia o adolescentes, porque las características de los chicos son distintas. En esos talleres, se abordan situaciones o herramientas para que los postulantes que culminan el proceso conformen un vínculo saludable y sostenible en el tiempo.
En muchos casos, los inscriptos en el registro son parejas o personas solteras. Hay parejas igualitarias, otras con unión convivencial y, en la mayoría de los casos, se genera un proceso sostenible en el tiempo, pero en otros se producen los procesos denominados “excluyentes” que no prosperan y, en consecuencia, los niños, niñas o adolescentes deben regresar a la institución. En este caso, se trata de chicos más grandes o varios hermanos, por lo que el desafío es mayor. En esta instancia es importante evaluar las características de los adultos quienes, en muchos casos, no cuentan con las herramientas adecuadas. Esto suele suceder en el período de guarda con fines de adopción, un proceso que no debe superar los seis meses (de convivencia de los postulantes con el niño) en los que se realizan controles bimestrales, se observa cómo se desenvuelve la articulación en el hogar, con acompañamiento permanente de dos profesionales (trabajadora social y psicóloga). En Tucumán, al igual que en el resto del país, la mayoría quiere adoptar bebés y niños pequeños, aunque existe una apertura hacia la segunda infancia. Sin embargo, entre las muchas convocatorias que existen, hoy se buscan postulantes para dos niñas de 15 y 18 años y, en caso de no encontrar una familia que pueda adoptarlas, se solicitan referentes afectivos. Esta figura permite que una persona se vincule con las chicas, el referente puede asistir al hogar de tránsito para visitarlas, realizar paseos, con el fin de que las chicas cuenten con alguien fuera de la institución. Es una alternativa a la adopción en un caso puntual.[4]

El derecho inherente a los niños, niñas y adolescentes es permanecer en su familia. Sin embargo, frente a la vulneración de sus derechos, el Estado tiene la obligación de resguardarlos. En consecuencia, se activa un dispositivo de cuidados transitorios, mientras se arbitran los medios para resolver estas circunstancias. El Estado tiene un plazo máximo de 180 días para resolver la situación que atraviesa esa familia y, en caso que no se supere el conflicto, a través de una sentencia se establece la declaración del estado de adoptabilidad. En esta instancia existe el derecho de los chicos y chicas a ser escuchados por la justicia si tienen la madurez suficiente o generalmente a partir de los 10 años.
Si bien la justicia prevé medios para rescatar a los niños, niñas y adolescentes de entornos hostiles o violentos, es ingenuo pensar que el mecanismo que establece que deben asistir a un hogar o dispositivo de cuidado en el que velen por la promoción, protección y prevención en materia de sus derechos, siempre funciona. A veces, todas estas guardas se ven diezmadas por acontecimientos que lastiman nuestra dolorida humanidad, como lo ocurrido en el Instituto Goretti. Allí una adolescente de 17 años tomó la trágica decisión de suicidarse, situación que está siendo investigada por la justicia. Existen leyes, protocolos, equipos interdisciplinarios, dispositivos de cuidado, jueces, especialistas en diversas materias, para atender cada uno de estos casos. ¿Es suficiente?
Lo cierto, es que la vida de nuestros chicos y chicas continúa siendo una estadística, un número en un sistema que el actual gobierno nacional considera innecesario y al que asfixia permanentemente, generando la estigmatización y el maltrato hacia los sectores más vulnerables. Mientras el topo del Estado nos desgarra desde adentro, cada uno de estos mecanismos será insuficiente, porque la ideología libertaria viene a destruir nuestros derechos, corroe los principios y los valores de nuestra sociedad, construye indiferencia, insensibilidad ante el dolor o sufrimiento de los más frágiles, provocando en nuestras infancias un proceso de exclusión permanente, hasta que una vida que apenas si está comenzando, dice basta.
Y nos señala con el dedo.
[1] https://www.unicef.org/es/comunicados-prensa/segun-consta-322-ninos-han-muerto-gaza-desde-ruptura-alto-fuego
[2] https://www.infobae.com/sociedad/2024/07/27/las-inscripciones-para-adoptar-cayeron-un-62-en-cinco-anos-unos-2200-chicos-esperan-para-crecer-en-familia/
[4] El contacto para comunicarse con la institución: celular (sólo mensajes de WhatsApp): 381-3463577, mail: adopcion@justucuman.gov.ar o de forma presencial en sus oficinas de Crisóstomo Álvarez 535, Planta Baja