Carolina Brandariz dice que sí, que está bien la presentación que de ella se hace para esta nota. Militante del Movimiento Evita, docente y funcionaria del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, incluso -subraya- prefiere ese orden. Aclara que además es maestra de grado, en la escuela primaria, y que circunstancialmente ocupa el cargo de Directora de Cuidados Integrales de la Secretaría de Economía Social, en la que distintas organizaciones del movimiento popular están participando.
Para comenzar quiero preguntarte por la tarea de los cuidados y el modo en que se concibe, en función de lograr una perspectiva que quiebre la invisibilización de esas tareas, que de algún modo las economías feministas insisten en subrayar, introduciendo la dimensión de la reproducción social en la lógica más general de la producción.
En primer lugar, decir que tanto las organizaciones feministas como los movimientos populares nucleados en la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular, son emergentes sociales, y grandes protagonistas en las calles de los últimos años, sobre todo del período 2015-2019. Con grandes movilizaciones plantearon la discusión sobre un país distinto y reivindicaciones específicas, como la legalización del aborto o la Ley de Emergencia Social. Creo que ambos emergentes coinciden en plantear una reflexión profunda en torno a cómo entender hoy el trabajo, realizando críticas incluso a las teorías críticas clásicas -como el marxismo- que se centraron en el análisis de la relación asalariada, en general a partir de la figura hegemónica del varón en la fábrica, invisibilizando el trabajo de la reproducción llevado adelante por millones de mujeres en todo el mundo. En ese sentido creo que tanto la economía feminista como la economía popular coinciden en visibilizar todos esos trabajos que en general no son tenidos en cuenta. Me parece, respecto de los debates sobre la Renta Universal, que resulta importante poder contemplar los trabajos realizados desde los movimientos populares, que hacen un esfuerzo enorme para que sus propuestas no sean entendidas sólo en términos de transferencias monetarias sino como esquemas de trabajo, con planificación estatal. En el caso de cuidados, se suma por ejemplo la garantía de derechos tanto para quienes necesitan ser cuidados como para quienes cuidan. Porque aquí se nos presentan las dos caras de una misma moneda: por un lado, el trabajo, en general realizado por las mujeres, que es invisibilizado; por otro lado, el debate internacional en torno al cuidado como un derecho que cualquier Estado que se considere de bienestar debe garantizar, junto con la educación, la salud, la vivienda y la seguridad social. Es decir, los cuidados comprendidos como un nuevo derecho, incorporado ya a varios tratados regionales e internacionales. Me parece entonces que el hecho de pensar una Renta Universal, o un Salario Universal que permita vertebrar distintos esquemas de trabajo que puedan solventar el derecho a ser cuidados, es un gran paso.
Te pregunto entonces por este dilema que aparentemente se presenta. Por un lado, con todo esto que comentabas, esa visibilización del trabajo de cuidados -sobre todo de las mujeres- para que accedan a determinados derechos; por otro, me pregunto si el planteo no contiene en sí un problema, que es el de los mandatos sociales, resumido quizás en el slogan “Cuidados= mujeres”. ¿Está este problema? ¿Qué reflexión podrías compartir al respecto?
Creo que si se tiende a construir una política pública capaz de vertebrar esquemas de trabajo en torno al cuidado, y financiarlos a través de un salario universal, tiene que hacerse con una mirada transversal: mirar la situación con esos anteojos violetas que propuso el feminismo, para poder pensar que lo que se hace en el día a día contribuya a una transformación social que implique asumir los cuidados como una tarea no necesariamente atada a la mujer. Por eso nos parece tan importante la valorización económica, porque en tanto y en cuanto eso suceda, también será el varón quien quiera desempeñarla.
Pero hoy estamos ante una situación que es necesario atender de manera urgente, que hace recaer el trabajo de los cuidados en las mujeres, sobre todo de los sectores más humildes. Esta situación se encuentra actualmente agravada por la pandemia, porque no se encuentran abiertas las escuelas, instituciones que históricamente han realizado a la vez la tarea de educación y cuidados. Esas mujeres humildes son el rostro de las cifras de mayor pobreza en nuestro país, y son las que quedan imposibilitadas de incorporarse a otros trabajos. Quedan atrapadas en el mapa de las desigualdades, donde tienen que asumir sí o sí las tareas de los cuidados, pero sin recibir a cambio ninguna remuneración.
Respecto del área específica en la que estás trabajando, ¿qué desafíos se han planteado? ¿Qué trabajos han podido desarrollar, teniendo en cuenta que asumieron sus funciones y prácticamente en simultáneo se produjo la situación de pandemia?
Inicialmente, en el contexto de cuarentena impulsamos “El barrio cuida al barrio”, un programa que de alguna manera puso en valor todo ese cuidado comunitario que desarrollan las organizaciones populares en los barrios, con el intento de promover el autocuidado a través de postas sanitarias, promotoras y promotores comunitarios que, en medio de esta pandemia del COVID 19, puedan transmitir el mensaje de la necesidad de cuidarnos, atendiendo a que no es lo mismo llevar adelante las medidas del Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio en los barrios populares que en los de otros sectores. Muchas veces, en estos territorios se producen situaciones de hacinamiento y no se accede -como se debería- al derecho a la vivienda, a los servicios esenciales. Por eso es importante que el Estado esté allí, que permanezca mucho más cerca.
Pensando a mediano plazo, me parece importante subrayar que el trabajo que vinimos a realizar está vinculado con la valorización, tanto social como económica, de las tareas de cuidados, ya sea de las infancias, de personas mayores o que padecen alguna enfermedad o discapacidad. Y cuando nos referimos a valorización social, ponemos de relieve todo el proceso de certificación que permite formalizar saberes presentes en las tareas territoriales de la vida cotidiana, y otorgar mayor capital cultural a las compañeras que los llevan adelante a través de las universidades públicas. En adhesión está la valorización económica. En ese sentido, el programa “Potenciar trabajo” es otro eje vertebrador: un complemento a ese salario social que nuestras compañeras perciben por el trabajo realizado vinculado a las prácticas del cuidado, en la búsqueda por alcanzar al menos un ingreso igual al Salario Mínimo Vital y Móvil.
Al principio te preguntaba en torno al modo de ser presentada: militante, docente, ahora funcionaria del ministerio de Desarrollo Social de la Nación. Hoy se presenta esta situación de que, quizás como nunca en las últimas décadas, son muy numerosas las militancias del movimiento popular que integran alguna función en el Estado. Algo de esto también conversamos en una entrevista anterior con Alexandre Roig, por lo que quería solicitarte alguna reflexión en torno a estas intervenciones de las militancias populares en el Estado.
En primer, esta experiencia de la Secretaría de Economía Social me parece inédita, en el sentido de que la integramos compañeros y compañeras de distintas organizaciones que formamos parte de la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (UTEP). Buscamos una experiencia de unidad en la gestión, para avanzar en políticas que nos permitan en el corto plazo mejorar las condiciones de vida de las trabajadoras y trabajadores de la economía popular, avanzando en un proceso de formalización que permita dar pasos en escalones de dignidad. En ese sentido también es que se ha lanzado el RENATEP, cuyo propósito es tener ingresada a las personas en un sistema que nos permita saber a qué se dedican, qué hacen en sus tareas los miles de compañeros y compañeras a lo largo y ancho del país, sea en el ámbito del reciclado, los procesos socio-comunitarios, los cuidados, la infraestructura social o la producción textil y alimentaria. Si hay algo que demostró el IFE (Ingreso Familiar de Emergencia) es que el Estado no tenía un diagnóstico certero de la situación: se anotaron 12 millones de personas cuando se estipulaba que iba a ser 4 millones. Por eso estoy muy orgullosa de ser parte de este proceso de la Secretaría dentro del Ministerio de Desarrollo Social.
Pensando más allá, en el mediano plazo, creo importante sostener la unidad dentro del gobierno, porque si tuvimos macrismo es entre otras cuestiones porque se quebró el movimiento nacional. Hay todo un intento de situarnos de un lado de la grieta cuando en realidad el destino popular está mucho más allá. Tenemos que poder hablarle a las mayorías populares. Sin esa comprensión va a resultar difícil entender la importancia de la unidad no sólo de las organizaciones populares, sino de todos los actores que hacen al movimiento nacional para poder construir un destino distinto, un destino feliz para nuestro pueblo.