En su excelente prólogo, Ana Jaramillo nos recuerda la paciente impaciencia que sugería Tomás Borge para afrontar la inmensa tarea de la integración de Nuestra América.
Unas veces más cerca, otras veces más lejos, ese propósito ha estado desde siempre en el corazón mismo del proyecto nacional y popular que el autor de este libro prefiguraba para establecer las exigencias a partir de las cuales hacer posible una nación económicamente libre, socialmente justa y políticamente soberana.
Paciente impaciencia que no puede, ni debe entenderse sino como sugiere la misma Jaramillo: «El hombre —nos diría Ernst Bloch— es un animal utópico, pero la utopía debe transformarse en utopía concreta si no quiere transformarse en legitimadora de lo existente al ser, simplemente, escapismo intelectual. Por eso nos habla de lo no todavía. No será ahora o nunca, porque las utopías cuestan y tardan un poco más. La urgencia de la consigna política no significa que la historia no tenga avances y retrocesos».