“Ningún oficialismo puede sostener una mayoría electoral con una economía deteriorada durante mucho tiempo”

El último presidente del Banco Central de CFK hace un balance de los años finales de la economía kirchnerista y analiza el presente de Cambiemos entre los votos y el endeudamiento.
Foto: Georgina García | Zoom

¿Qué se puede decir de los años finales de la economía kirchnerista? ¿Se puede leer ese fin de ciclo no solo como un origen sino también como una advertencia política para el presente? Alejandro Vanoli, último presidente del Banco Central del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, decidió realizar en Patria o dólar, libro de reciente edición, una suerte de Confesiones, un testimonio de su paso por esa gestión que terminó cruzada por los desequilibrios macroeconómicos, el viejo fantasma de la restricción externa, la amenaza de los fondos buitre y la expectativa por la sucesión presidencial, al tiempo que, a partir del recuerdo de reuniones y propuestas, postular una receta espejada del presente, a partir del repaso ucrónico de aquello-que-podría-haber-sido un hipotético programa económico sciolista. Más allá de los límites de la primera persona política, la novedad es excusa para conversar sobre aquellos años y sobre el presente, tras unas PASO donde la recesión y sus efectos no alcanzaron para horadar la base electoral del macrismo, y sí para traer tranquilidad provisoria a “los mercados”, nerviosos por la suerte de las Lebacs y el pedaleo financiero de la gestión cambiemita. En esta entrevista con Zoom, Vanoli habla de los últimos años kirchneristas, la política económica actual, la posibilidad de que el endeudamiento y la división del peronismo sean ventajas competitivas para Cambiemos, los riesgos de no administrar el tipo de cambio y la experiencia de haber gestionado la política monetaria teniendo enfrente a un “superministro” como Axel Kicillof.

 

Usted fue presidente del Banco Central en un momento complejo, con un país cruzado por fuertes desequilibrios macroeconómicos: inflación alta, cepo, default. ¿Qué balance hace de esos años?

En términos generales creo que fue un período donde los aciertos fueron más que los errores. Seguro que hubo errores y hubo distintas etapas. La última, como vos mencionás, fue una etapa más compleja porque, por una parte, ya había una división política en el oficialismo, y por otro lado, la situación económica era menos halagüeña, en particular porque la situación internacional era más compleja que en los primeros años y eso motivó a que la Argentina vuelva a caer, como ocurrió muchas veces en la historia, en la restricción externa. Particularmente los últimos meses fueron muy complejos porque los ataques destituyentes se sumaron a los problemas propios de un período electoral y a esa situación internacional que referíamos, y esto condicionó mucho. Y cuando digo el impacto del período electoral creo que también se ve ahora, ¿no? O sea, cómo era importante tratar de preservar la estabilidad financiera y cambiaria por el impacto que tenía en nuestro país. Creo que lo que pasó en este año y medio de alguna manera resalta lo importante que era mantener una política de flotación administrada y algunos controles. Por supuesto que había que corregir cosas y por supuesto que en un eventual gobierno de Scioli se hubiera administrado la cuestión externa de otra forma muy distinta, lo que hubiera evitado la gran inflación que se produjo y la recesión, a contramano de las promesas de Macri que había dicho que sacar todos los controles de golpe no iba a tener ningún impacto en los precios. Eso fue una clara mentira, y los resultados de 2016 y de parte de 2017 reflejan que han empeorado, tanto la inflación que se duplicó, como el crecimiento de la economía y los indicadores sociales.

 

Mencionó que en el último año del kirchnerismo hubo una división política en el oficialismo. ¿A qué se refiere?
Foto: Georgina García | Zoom

No, me refiero a que la economía está muy ligada a los ciclos políticos, es uno de los factores que incide, sobre todo por las expectativas. Y lo que quiero decir es que luego del triunfo de 2011 se produjo la división en 2013, el gobierno perdió las elecciones de ese año, y eso fue un factor político adicional, más allá de las circunstancias propias de las elecciones de 2015 que desembocaron en la derrota.

 

Dijo que un eventual gobierno de Scioli se hubiese manejado la cuestión externa de otra manera. ¿Qué medidas se hubieran tomado para corregir los errores que detalló recién?

Cuando asumí en el Banco Central en octubre de 2014 había una brecha cambiaria muy alta, casi el 90%, y las expectativas de devaluación eran muy grandes. Pero entendimos que la devaluación, como había ocurrido en enero de 2014, que se fue a precios en la primera parte de ese año, no era el camino para mejorar la competitividad de la economía, porque en la Argentina hay una muy estrecha relación entre los precios internos y el tipo de cambio que, a diferencia de otros países, limita el uso de la política cambiaria como un mecanismo de mejora en la competitividad. En un eventual gobierno de Scioli el diagnóstico que teníamos era que era necesario fortalecer las reservas, que luego del pago del BODEN 2015 habían caído seis mil millones de dólares, tanto por este pago como por las expectativas. Los exportadores estaban prácticamente no liquidando sus exportaciones porque había incertidumbre electoral. Si hubiera ganado Scioli la estrategia concretamente era tratar de bajar la brecha cambiaria, pero no de la manera que lo hizo Macri, es decir, de un día para el otro, porque eso lo único que provocó fue una devaluación y un aumento significativo de la tasa de inflación. La estrategia que teníamos era, primero, fortalecer las reservas internacionales a partir de desembolsos de organismos internacionales, la liquidación de exportaciones que estaban retenidas, y el blanqueo, pero a diferencia del blanqueo macrista, un ingreso de capitales al país. Y luego ir administrando en forma gradual, sacando algunas restricciones, con el objetivo de que la brecha cambiaria, que ya desde mi gestión había caído del 100% al 40%, siguiera cayendo gradualmente. El objetivo era lograr confianza, más reservas, que los tipos de cambios implícitos y el paralelo bajaran y que esa unificación se diera de una manera mucho más gradual. Y sobre todo manteniendo una política que era importante y que era que el Banco Central administre el tipo de cambio.

 

Esa parece una de las mayores diferencias con lo que postula la administración actual.

Sturzenegger y el macrismo decían que hay que ir a una flotación libre del peso, que esta es una política que se aplica en muchos países, y que no importaba el dólar sino la inflación. Pero lo cierto es que la experiencia histórica, del Rodrigazo para acá, muestra que variaciones en el dólar generan variaciones en los precios, entonces lo que había que hacer era mantener esa administración del tipo de cambio. El actual gobierno fue pasivo ante la devaluación o la estimuló y recién ahora en estos últimos días, antes de las PASO, como hubo una dinámica muy fuerte, salió a hacer una política de intervención. Pero lo hicieron tarde, sin convicción y sin dar señales contundentes porque realmente no creen en las políticas públicas, no creen que es el Estado, el Banco Central el que deba fijar el tipo de cambio. Y ahí se ven los resultados, porque la inflación no solo no baja, sino que ha subido en el mes de julio. Es necesario que el Banco Central tenga un comando pleno de la política cambiaria para evitar estos cimbronazos.

“En general en las últimas décadas hay una correlación bastante fuerte entre la situación económica y el resultado político, es decir a Alfonsín y a Menem les empezó a ir mal y también al kirchnerismo cuando la situación económica empezó a ir peor”

En su repaso de lo que hubiese realizado en materia económica un eventual gobierno de Scioli se observa la famosa cuestión del “gradualismo”. ¿Cuán “graduales” podrían haber sido esos cambios y ajustes? Porque siempre existen factores externos, presiones, un gobierno de Scioli hubiera tenido presiones por tratarse de una continuidad del gobierno anterior. ¿Cómo se posicionaban frente a ese escenario, frente a esas limitaciones?

Las presiones siempre están en todos los gobiernos, el tema es cómo se las administra. Creo que en un contexto muy adverso durante mi gestión en el año 2015 fue posible resistir a las presiones y administrar el tipo de cambio. Creo que hubiera sido mucho más sencillo en un nuevo gobierno que hubiera tenido la legitimidad del triunfo electoral. Vos fijate que hubo que administrar 2015 prácticamente sin ingreso de capital porque los buitres habían bloqueado el financiamiento y estaba esta retracción de los exportadores. Si hubiera ganado Scioli los fondos buitre se hubieran sentado a negociar y esta discusión hubiera llevado algunos meses porque ¿qué es lo que pasó?  Macri, en campaña, había dicho que iba a pagar, entonces los buitres endurecieron su posición y esperaron que Macri les pagara el ciento por ciento de la deuda y de los intereses al contado. En un gobierno de Scioli esto no hubiera pasado. Entonces cuando se hubiera resuelto esta cuestión, que había que resolverla, y el momento de resolverla era en un nuevo gobierno, esa presión cambiaria que hubo en el final del gobierno de Cristina Kirchner hubiera cedido y hubiera sido posible aumentar las reservas.

 

Si bien la inflación sigue muy alta, los indicadores señalan que la de este año probablemente sea más baja que en 2016, y algunos de esos desequilibrios macroeconómicos que mencionamos al comienzo, cepo, default, hoy ya no están en el escenario. ¿Qué balance hace de la gestión económica del macrismo hasta el momento?
Foto: Georgina García | Zoom

Yo separaría lo que son algunas variables de la macroeconomía con la economía que, digamos, incide en la vida cotidiana de cada uno de nosotros. Si uno mira las fotos de estos últimos 18 meses uno ve una inflación que se duplicó y que ahora empieza a bajar, relativamente porque en julio aumentó, y si bajó lo hizo por la recesión y la caída del salario real. Si el gobierno puede mantener durante un tiempo un nivel de ingreso de capitales por endeudamiento, es posible que logre una cierta recuperación, comparado con el 2016, que fue un año bastante malo. Cuando uno mira algunas cifras de 2017 con relación a 2016 uno puede ver un ligero aumento del crecimiento, muy ligero, focalizado en pocos sectores, particularmente el sector agropecuario, el sector financiero, la construcción, porque la obra pública aumentó de ritmo en estos meses ligado al ciclo electoral. Pero el conjunto de las actividades industriales tiene una caída permanente en los últimos 17 meses, como consumo o la producción en algunos sectores como textiles, calzado, juguetes y en determinados sectores industriales. Entonces, a partir de ese ingreso de capitales y endeudamiento y a partir del efecto que han tenido algunas medidas de Macri en los sectores primarios, es posible que la Argentina crezca un poco. Pero este crecimiento no llega al conjunto de los sectores, porque el aparato productivo está sufriendo esta amenaza de aumento de costos y apertura importadora. Puede haber, como ocurrió en los años 90, en el principio de la convertibilidad, un cierto crecimiento con un aumento de la exclusión. Es decir, en el corto plazo, si hay endeudamiento, el gobierno puede sostenerse y mostrar algunas mejorías de las cifras de la macroeconomía, pero lo que es preocupante es la tendencia a mediano plazo. Porque estas políticas que dañan el aparato productivo y que dañan la equidad social generan desequilibrios económicos. Hoy la Argentina tiene el déficit comercial más grande desde 1994, el déficit fiscal también es creciente y mucho mayor que en 2015. Esta combinación de déficit externo y déficit fiscal que se cubre con endeudamiento es la misma política de Martínez de Hoz y de los 90, y siempre ese modelo terminó mal, no solo en Argentina.

 

Estando ese impacto negativo en la economía doméstica, ¿cómo explica, como economista, que Cambiemos no haya perdido su base electoral, de acuerdo a los resultados de las últimas PASO?

Creo que hay muchos factores y habría que analizar bien las cifras. En principio podría decir que sí, que el gobierno ha mantenido el caudal que tenía en 2015, y por ahí lo ha incrementado en algunas áreas. Hay un muy buen desempeño en las áreas rurales, es decir el interior de la provincia de Buenos Aires y en el resto de La Pampa húmeda particularmente, y por ahí también en algunos lugares donde hubo problemas de gestión, por ejemplo en Mendoza, y en algunos lugares donde se profundizó la división de lo que es ahora la oposición. Creo que esa diferencia de cómo impacta la economía en los sectores rurales respecto al conurbano y algunos sectores industriales, por ejemplo el caso de Rosario, donde en principio el Partido Justicialista y [Agustín] Rossi están triunfando, marcan un comportamiento desigual donde la economía incide. Creo que también hay factores políticos, es decir una parte de la sociedad cree que gran parte de los problemas existentes y de los problemas que, a mi juicio, agravó el macrismo en realidad es responsabilidad del gobierno anterior.

“Si la división [en el peronismo] persiste, en tanto no emerja un liderazgo claro cualquiera sea, el gobierno tiene ventaja y particularmente la va a tener hasta el momento en que las condiciones internacionales y del propio modelo económico generen un gran deterioro de la economía”

¿Problemas económicos o problemas políticos?

Me refiero a un problema político que deriva de un problema económico. Hay una parte de la sociedad que no le imputa los tarifazos o la inflación al gobierno de Macri, creo que por una muy buena política comunicacional y por la sistemática campaña de demonización del gobierno anterior. Le atribuye los problemas económicos al gobierno anterior en gran parte y entonces está decidido a darle una nueva oportunidad y un crédito al gobierno actual. Esto de alguna manera explica que con una situación económica que ha empeorado al oficialismo no le haya ido tan mal. En general en las últimas décadas hay una correlación bastante fuerte entre la situación económica y el resultado político, es decir a Alfonsín y a Menem les empezó a ir mal y también al kirchnerismo cuando la situación económica empezó a ir peor. O sea tuvieron años en que se revalidó la gestión y años posteriores donde el desgaste y una situación menos halagüeña generaron una necesidad de cambio. Lo que pasó en este caso, es que es la primera elección legislativa. Recodemos que Alfonsín ganó la primera elección en el 85, Menem también ganó la primera elección en el 91, el kirchnerismo también ganó las elecciones de 2005 y de 2007, es decir, en general la sociedad les da un crédito. Pero por otro lado, y más allá de lo económico, creo que en la oposición hay una gran división. Creo que la división del Partido Justicialista y el kirchnerismo ayudó a este triunfo del oficialismo porque si el anterior oficialismo no se hubiera dividido, la suma de votos del kirchnerismo y el Partido Justicialista es más que Cambiemos. Pero esta división existe y, bueno, habrá que ver. Creo que esta coyuntura refleja algo importante de lo político, es decir el kirchnerismo requiere de sectores del peronismo para poder hacer una mayoría, pero por otro lado el peronismo también requiere del kirchnerismo para poder ser una alternativa ganadora. Entonces habrá que ver hasta dónde estas profundas diferencias de la dirigencia que vienen desde hace varios años puedan salvarse en alguna especie de propuesta superadora de cara a 2019. En el ínterin el gobierno está unificado, tiene una conducción y todavía tiene el crédito de parte de la población, a pesar de los problemas.

 

¿Esa propuesta superadora es verosímil en este momento del peronismo?

Creo que la necesidad política de todos los sectores va a obligar a que ocurra lo que hasta ahora no ha ocurrido. Ha habido una profunda división en la oposición y creo que la solución a eso es política y esa solución depende de Cristina y del peronismo. Hasta ahora parecen mundos imposibles de amalgamar pero en el mundo político, y particularmente en la Argentina, hemos visto muchas veces que actores que parecían tener diferencias irreconciliables pudieron sentarse a una mesa. La única manera de salir de esa trampa tiene que ver con una discusión política. Hoy por hoy no hay una hegemonía clara porque Cristina tiene el liderazgo en varias provincias y ha ganado la provincia de Buenos Aires, no con una mayoría muy amplia, pero la ha ganado, y por otro lado en el Partido Justicialista existe un sector no kirchnerista al que tampoco le ha ido muy bien en las elecciones porque lo cierto es que no hay ningún dirigente del peronismo por sí solo que pueda reclamar una victoria en algún distrito de peso y que pueda de alguna manera erigirse como un líder natural del peronismo. Va a ser un período donde seguramente va a haber que negociar y donde el poder estará repartido y habrá que ver si de estos dos sectores puede surgir alguna alternativa al gobierno.

 

No parece haber en el corto plazo un escenario desfavorable para el gobierno.
Foto: Georgina García | Zoom

Si la división persiste, en tanto no emerja un liderazgo claro cualquiera sea, el gobierno tiene ventaja y particularmente la va a tener hasta el momento en que las condiciones internacionales y del propio modelo económico generen un gran deterioro de la economía. Es decir, la convertibilidad duró diez años y los problemas de la convertibilidad se empezaron a ver a los cuatro o cinco años. Lo mismo pasó con la política de Martínez de Hoz que empezó a dar señales de gran agotamiento al tercer año. O sea, el gobierno todavía tiene un año y medio y hay elecciones en dos años, habrá que ver cómo llega la economía a 2019 y cómo está todo el mapa político para poder ver cuáles son las conclusiones. Lo que sí me parece, más allá o más acá en el tiempo, es que es difícil precisarlo porque depende de varios factores, por ejemplo cuál es el ciclo económico internacional, qué va a pasar con la tasa de interés en los Estados Unidos que está empezando a subir y eso determina el movimiento de los capitales especulativos, qué va a pasar con el precio de los productos que exportamos, qué va a pasar en Brasil, o sea son variables que inciden en la economía. No hay ningún oficialismo que pueda sostener una mayoría electoral con una economía deteriorada durante mucho tiempo. Incluso Menem, por ejemplo, en el 95 ganó en pleno Efecto Tequila, pero después perdió las elecciones en el 97.

 

¿El resultado de las PASO postergó el miedo a una corrida hacia el dólar?

Bueno, el día después de las elecciones hubo una caída importante del dólar porque el mercado esperaba un triunfo mayor del kirchnerismo, particularmente en la provincia de Buenos Aires. Si bien hay que ver el escrutinio definitivo para ver cuánto es la diferencia, no era el escenario en principio que esperaban los mercados. Sin embargo, creo que en el corto plazo va a haber volatilidad. Los problemas económicos, más allá de las elecciones, están y existen. Esta especulación financiera con las Lebacs y con la deuda argentina en general es una apuesta que dio muchas ganancias. Pensemos que de mayo de 2016 a mayo de 2017 la tasa de Lebacs promedio estuvo en torno al 29% y el tipo de cambio estuvo fijo. Una ganancia de casi el 30% en dólares es una ganancia inédita en el mundo, que impide cualquier retorno a las actividades productivas. Pero esto no es sostenible, por eso lo que se estaba viendo es una gradual dolarización de los actores. Creo que este escenario de demanda de dólares y dolarización va a ser más gradual porque el resultado no fue tan malo para el gobierno, pero no creo que cambie. Es decir si hubiera ganado Cristina hubiera habido una mayor tensión en los mercados financieros, pero con este resultado probablemente esta dinámica de mayor volatilidad financiera será más atenuada. Habrá que ver cómo se mueve el ritmo de las encuestas y lo que pase en octubre, pero creo que lo importante es el diagnóstico de fondo. El gobierno tiene margen para administrar vía endeudamiento una cierta tranquilidad financiera, pero los problemas económicos subsisten y si el gobierno no revierte una apertura importadora, una apertura financiera y unas tarifas que son insostenibles tanto para los ciudadanos como para las actividades productivas va a ser muy difícil un despegue económico que sea sustentable. Además de que la situación social se va a agravar profundamente en los próximos meses, como está ocurriendo. En el mediano plazo esta calma financiera no es sustentable.

“Esta combinación de déficit externo y déficit fiscal que se cubre con endeudamiento es la misma política de Martínez de Hoz y de los 90, y siempre ese modelo terminó mal, no solo en Argentina”

¿En qué situación se encuentra la causa dólar futuro?

La causa fue elevada a juicio oral. Nosotros hemos apelado y estamos haciendo una serie de planteos porque es una causa totalmente política. No se aceptaron ninguna de las pruebas ni los testigos que impusimos ni hay tampoco ninguna prueba de que hubiera algún hecho de corrupción de algún funcionario del gobierno anterior, sino solamente decisiones políticas y económicas del Banco Central. Hay una doctrina en la Corte Suprema que dice que las decisiones económicas en tanto no impliquen corrupción no son judiciables. Es decir, uno puede creer que hay que devaluar un 20% o un 0% o que la tasa de interés a futuro tiene que ser un 20% o un 30% y puede haber errores y aciertos y distintas opiniones, pero no son delitos. De hecho, personas insospechables de kirchnerismo como Elisa Carrió o Carlos Pagni han dicho que es una causa arbitraria y persecutoria. Sí creo que se tiene que investigar si hay delito por parte de funcionarios actuales que habiendo tenido posiciones en futuro tomaron la decisión de devaluar, de fijar un precio de los contratos.

 

Volviendo al balance de sus años en la gestión kirchnerista, ¿cómo fue trabajar, desde el Banco Central, cuestiones de política monetaria con un “superministro” como fue Axel Kicillof?

A mí me facilitó la interlocución. Las decisiones de políticas monetaria y cambiaria eran de exclusiva responsabilidad mía y del directorio del Banco Central, y nosotros tratábamos de compatibilizar. Como el Banco Central tiene objetivos como el crecimiento, la equidad, la inclusión social, sus políticas tienen que ser coordinadas con el resto del gobierno, más allá de la autonomía. En el Banco estuvimos filosóficamente de acuerdo con esa coordinación, obviamente en la discusión y en el manejo diario había matices y había opiniones, pero fue una relación con grandes acuerdos y con algunas disidencias propias de nuestros roles. Fue una relación respetuosa. Y a mí me facilitaba la interlocución porque había un ministro de Economía que coordinaba la política económica y creo que esto fue superador respecto a lo existente antes del 2013, donde había varias cabezas económicas y había algunos problemas de coordinación, más allá de que la Presidenta tenía el comando de la economía. Y es importante este debate respecto de lo que pasa ahora, porque hoy no hay un ministro de Economía. Hay un ministro de Hacienda, un ministro de Finanzas que hace las cuentas y no tiene injerencia en muchas de las decisiones económicas, y esto genera problemas de coordinación. Por ejemplo, Sturzenegger tiene que bajar la inflación o Prat Gay en su momento o Dujovne ahora y van y se enteran de que las tarifas suben por los diarios. Entonces es muy difícil coordinar objetivos porque en función de la llegada que tienen algunos funcionarios con el Presidente se toman decisiones que a veces son contradictorias con los objetivos. Por eso creo que, sin ir a casos extremos donde los ministros de Economía tenían más peso que los presidentes, sí me parece importante que haya coordinación, porque uno ve en el actual gobierno que hay muchos problemas de inconsistencia en las políticas y eso incide en los resultados.

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