“Aranguren fue un buen comerciante pero un mal petrolero”

Entrevista al consultor en energía y ex vicepresidente de Enargas, Andrés Repar: tarifazos, el futuro de Vaca Muerta y la falta de planificación durante el kirchnerismo.
Foto: Georgina García | Zoom
Foto: Georgina García | Zoom

En materia energética, el primer año del gobierno de Cambiemos se vio atravesado principalmente por la cuestión del tarifazo, que supuso aumentos de hasta el 2000% en las tarifas de servicios públicos. La medida, impulsada por el ministro de Energía y ex CEO de Shell, Juan José Aranguren, tuvo como respuesta una serie de masivas movilizaciones que lograron frenar los incrementos y obligar al gobierno a convocar a una serie de audiencias públicas para debatir la iniciativa. En las últimas semanas de 2016, la administración de Mauricio Macri volvió a celebrar audiencias en distintos puntos del país, pero esta vez para tratar el aumento que las empresas distribuidoras y transportistas de gas solicitan para 2017 y que, en última instancia, deberá convalidar el Ente Nacional Regulador del Gas (Enargas). Andrés Repar fue el vicepresidente del Ente entre 1997 y 2002. Consultor e integrante del Instituto de Energía Scalabrini Ortíz (IESO), habla en esta entrevista con Revista Zoom del impacto de las movilizaciones por el tarifazo, revisa la gestión de Aranguren y las contradicciones en materia de diseño tarifario y alerta sobre los planes de Shell para Vaca Muerta. Además afirma que, aunque no cree que haya habido crisis energética durante el kirchnerismo, sí hubo falta de planificación y apunta contra las gestiones de Julio De Vido y Miguel Galuccio.

 

¿Qué análisis hace de las protestas contra el tarifazo y su impacto, ya algunos meses después de los acontecimientos?

Efectivamente la protesta contra el tarifazo fue una manifestación popular muy importante, dado el nivel del aumento propuesto, que iba más allá de toda lógica. Gracias a las protestas se logró una disminución importante de los valores. Pero la cuestión no termina ahí porque se sigue planteando un sendero de precios en dólares hasta el 2019, que es un contrasentido, porque [Juan José] Aranguren dice que es el mercado el que va a trazar ese sendero, como si tuviera la bola de cristal. El mercado, si es que actúa, lo hace de otra manera, no con previsibilidad. Es simplemente una postura de una posición dominante. Lo cual también se expresó en las audiencias públicas de septiembre. Hay muchos abogados de las organizaciones de defensa al consumidor que las cuestionan y dicen que no fueron audiencias acordes a lo que planteó el fallo de la Corte Suprema, que pidió transparencia, justificación, debate. Nada de eso ha ocurrido. Ha sido solamente una especie de escucha de alguien que no escucha.

 

Foto: Georgina García | Zoom
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Uno de los ejes centrales de la discusión detrás del aumento fue el precio del gas en boca de pozo.

Es lo que se llama la madre del borrego. Porque el 60, 70% del aumento pasaba por un incremento de boca de pozo totalmente insólito dado que, aun con este valor, la Argentina tiene el precio más alto dentro de los países productores de América. Y es una situación muy sensible porque este tema afecta absolutamente a la productividad de Argentina. No sé si la industria va a poder exportar o si van a venir nuevas inversiones con esos valores de la energía. Empresas que requieren energías intensivas, seguramente que no. Por ahí otras que tengan otro tipo de situación, sí. Pero la situación es complicada. Nosotros, a los efectos de dar mayor transparencia, presentamos un proyecto de ley para que el precio de boca de pozo se subdivida por lo menos en dos. Por un lado, el precio de boca de pozo de producción nacional y, por el otro, el valor que se incorpora por la importación. Acá está todo mezclado y vos no sabés qué es lo que terminás pagando. Entonces ya ahí tenés un problema de transparencia. Hay un montón de elementos para cuestionar. Aranguren tomó como referencia para definir los aumentos lo que pasó en 2015, que es un año cerrado, es cosa juzgada. Ahí el Estado, acertado o no, definió estímulos para las empresas y los pagó. Y ahora resulta que este año da marcha atrás y dice, “no, lo que se pagó es una exageración, los usuarios deberían hacerse cargo de esto”. Hay toda una cuestión legal ahí. A mí me parece bien una actualización semestral en el caso de una estructura con mucha inflación y en el caso de importaciones. Las importaciones no se pueden prever, tienen fluctuaciones muy importantes. Pero lo que también me parece es que hay que pagar lo justo, lo que corresponde, lo real. No una suposición del 2015 y ahí proyectarla como que el precio va a seguir subiendo o ese es el escenario del mercado. Es una suposición absolutamente arbitraria.

 

¿Esa suposición, que derivó luego en el llamado “tarifazo”, fue producto de un error técnico por parte del ministro de Energía o hubo otros intereses detrás?

Hay una especie de inercia. Se plantea que durante los años del kirchnerismo el valor del gas era muy bajo, entonces había que recuperar esa situación. No está considerado como un error. Está planteado como una forma de recuperar lo que no se ganó. Pero, la verdad, no corresponde. Cuando se pone una tarifa, el precio va de la audiencia pública en adelante y son valores que son permanentes. El estímulo que se había definido estaba orientado a empresas para que desarrollen tecnología. En 2013 el ministro [Axel] Kicillof insistió con premiar a las empresas que incrementaran la producción, porque veníamos en declinación. Y eso pasó con YPF. YPF recuperó parte de la producción con ese estímulo. Ahora, se extiende a todo el resto. El precio base es para todos por igual. Antes por lo menos había una contraprestación. Hoy no hay nada.

«No sé si la industria va a poder exportar o si van a venir nuevas inversiones con estos valores de la energía»

¿Qué peso tiene la trayectoria de Aranguren en Shell en la actual política energética?

Aranguren es parte de ese poder económico prepotente que señala Francisco. Su pensamiento, su forma de actuar está en las antípodas de lo que es la Laudato Sí, para dar un ejemplo. Por otro lado, él es parte de una corporación mundial, la Royal Shell, que es una empresa que está en estos momentos actuando de una manera muy direccionada hacia América del Sur. La revista Forbes habló del planteo estratégico detrás de esta alianza entre British Gas y la Shell. British Gas tiene importantes inversiones hechas en Brasil y la Shell tiene una especie de puntita acá en la Argentina que la quiere desarrollar. A ellos no les interesan más las estaciones de servicio, un área que, justamente, manejaba Aranguren. Aranguren fue quizás un buen estacionero pero era un mal petrolero. Era una buen comerciante pero no un buen empresario petrolero. Ahora Shell dejó de interesarse por las estaciones de servicio y quieren ver qué pasa en Vaca Muerta.

 

¿En qué consiste ese interés de Shell por Vaca Muerta?

Shell está perforando pero no como una cuestión de producción sino de sondeo. El presidente dijo: “vamos a vender las estaciones de servicio y vamos a dedicarnos a Vaca Muerta”. Entonces, eso encaja con esta alianza con British Gas y con una apuesta, además, a ser los controladores de la explotación de petróleo en América del Sur. Eso incluye Argentina, Bolivia, Brasil, e incluye por supuesto las Islas Malvinas. Parte de un esquema que queda bajo el control de los barcos que tiene la Shell, que son hegemónicos y que son los que pueden llegar a llevar gas a distintos mercados, entre ellos al de China. China tiene problemas de acá a mediano plazo. Su consumo crece y su producción no crece, no han tenido suerte. Y esta situación de Vaca Muerta pareciera que apunta a ser una reserva estratégica para cuando esto se desate o haya algún esquema de mayor necesidad y mayor negocio. La reserva de Vaca Muerta es la segunda reserva del mundo. La Shell y British Gas plantean una especie de control, así como lo plantea Estados Unidos para Venezuela.

 

Foto: Georgina García | Zoom
Foto: Georgina García | Zoom
¿Qué peligros o amenazas tendría en el corto plazo esta alianza?

Es un poder enorme. Peligro, no sé. El tema es que regulen la actividad a su necesidad. Que digan, “bueno, esta reserva la vamos a usar nosotros en algún momento para nuestro transporte, pero por ahora no sigan desarrollándola”. De hecho, a YPF le han sacado equipos de perforación. A YPF y a Petrobras las están boicoteando, diciendo, “bueno, frenen un poco estas opciones”. Eso es un peligro, porque lo van a disponer a su manera. La Argentina pierde soberanía energética. La cuestión es que debería haberse redoblado o debe redoblarse la acción de YPF, o de empresas de capital nacional, que se jueguen por Vaca Muerta en serio.

 

¿Qué opinión le merece la gestión de Miguel Galuccio en YPF?

No nos ha ido bien con Galuccio. Hubo todo un tema interno de intereses. Fueron a desarrollar con Chevron pozos verticales en lugar de hacer los pozos horizontales, algo que después lo cambiaron. La estructura física de producción y servicios que trajo era la de Schlumberger, la empresa en la que él estaba antes. La idea de apostar por YPF estaba bien, lo de Galuccio estaba bien, pero me parece que las que más dinero se llevaron fueron las empresas de servicio. Y tampoco terminaron haciéndose bien las cosas. Por eso hay que redoblar en desarrollo tecnológico, en apuntar a más participaciones de más empresas. O sea, en Estados Unidos el shale se desarrolló por una acción de distintas empresas medianas, como una especie de panal de abejas trabajando una detrás de otra. Y lograron en cinco años que 40% de toda la producción de Estados Unidos salga de ahí. Han hecho novedades extraordinarias, hubo todo un intercambio de información que acá fue muy difícil. Estaba YPF sola y encima con el resto de las empresas privadas mirando a ver cómo le va. YPF tampoco quería difundir sus propios hallazgos. Con lo cual hay un problema de divulgación tecnológica. Chevron tampoco aportó grandes cosas. No participó, vino a aprender. Hemos perdido un par de años con Galuccio. Pero también, la verdad, es que no vino ningún otro. Vino Chevron solo. La idea era interesante pero después cayó el precio del petróleo, con lo cual también Chevron empezó a mirar, y decir, “bueno. qué hago”. Algo se logró pero ahora estamos en un escenario de Vaca Muerta donde la Shell tiene otros planes.

«Aranguren es parte de una corporación mundial, la Royal Shell, que es una empresa que está en estos momentos actuando de una manera muy direccionada hacia América del Sur»

¿Qué balance hace de la política energética del kirchnerismo?

El kirchnerismo, al final de cuentas, ha resuelto temas enormes. El tema de la red de transporte de alta tensión, las plantas generadoras nuevas, Yacyretá, Atucha II, han sido logros que parecían imposibles. Pero no hubo planificación. [Julio] De Vido era responsable de planificación y nunca se planteó un esquema sino que lo que se hacía era tapar agujeros y resolver las cosas. Es cierto que [Néstor] Kirchner entendía que era más eficiente apuntar a eso y después ver cómo se desarrollaba. Pero una planificación hubiera determinado que empiecen a hacerse más centrales hidroeléctricas, más eólicas, algo que no se hizo. Se llegó más o menos a buen término porque no hubo emergencia energética. La emergencia energética es un invento de Aranguren. Hubo retrasos tarifarios pero tampoco era el eje de la situación. La Argentina tenía energía suficiente. Después está el verano, que es una cosa puntual, que no hace a una emergencia. Nosotros tenemos tres mil, cuatro mil, hasta cinco mil megavatios en el verano de aire acondicionado. Si vos tenés mucho calor durante tres, cuatro días, la situación se vuelve complicada. No sólo en generación sino básicamente en los cables, en las cámaras que no estaban diseñadas. Pero no ha habido emergencia energética. Eso es un invento que se han armado para tener un manejo más libre de los costos y de los precios,

 

¿Cuál era y cuál es el rol de Enargas?

En el esquema de los 90, que se trató de modificar pero no se puso, tenía un rol básicamente de regulador. ¿Qué quiere decir? El transporte y la distribución son desarrollados por empresas monopólicas. Como no hay posibilidad de elegir un proveedor u otro, el que plantea determinadas situaciones de beneficio normal es el Enargas. Después tenía otras funciones también, como atención a usuarios, expansión de redes, pero básicamente el eje era la autoridad regulatoria. Eso en los 90 se cumplió pero después se cortó. Las leyes con las que fue creado nunca terminaron de adaptarse a las nuevas circunstancias y el sistema de regulación quedó congelado. El caso más claro es el boca de pozo. Si no está el mercado, el precio lo define el Estado. Y si lo define el Estado lo está regulando. Entonces Enargas tendría que tener una participación de evaluación de los costos y de la actividad petrolera. Pero no lo tiene. El poder ejecutivo estipula que es parte de una política de precios y define un precio. Creo que hubiese estado bueno que se modificasen algunas leyes que determinaron este modelo para Argentina. En los Estados Unidos la producción de gas está en manos de dos mil productores y realmente hay un precio de competencia. Acá no. Acá hay diez o quince y nada se sale fuera de un consenso de mesa chica. Esta cartelizado. Es una situación que tendría que haberse modificado en su oportunidad y no se hizo. En términos de regulación sigue siendo válido pero hay cosas que ajustar.

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