Universalismo, globalización y el Estado nación

"Estamos ante la encrucijada que Perón previó: cómo insertarnos en esa lógica global, universalista, sin ser devorados por los intereses imperiales de los países centrales".

¿Qué fue lo que pasó para que lo aceptáramos mansamente esta calamidad? ¿Porque nos adaptamos a la paz de los cementerios, abandonamos toda esperanza y toda posibilidad de transformar la sociedad?

 

“La evolución histórica marcha con la velocidad de los medios que la impulsan” JDP

 

Según Juan Domingo Perón el principio central que guía la evolución es que el ser humano, al ser un animal gregario, irá evolucionando en la integración social desde la familia, tribu, nación, continente, hasta un sistema mundo. Siempre sostuvo que el proceso de integración culminaría en un “universalismo”. Para Perón el Continentalismo y el Universalismo son el sentido y la razón última de la historia.

 

En 1974, meses antes de morir, cuando la actual globalización no existía Perón escribió: “el mundo, y sobre todo los grandes países, están pensando en que esta evolución que nosotros hemos presenciado va a desembocar, quizás antes de que comience el siglo XXI, en una organización universalista que reemplace al continentalismo actual.”

 

“Y en esa organización se llegará a establecer un sistema en que cada país tendrá sus obligaciones, vigiladas por los demás, y será obligado a cumplirlas, aunque no quiera, porque es la única manera en que la humanidad puede salvar su destino frente a la amenaza de la superpoblación y la destrucción ecológica del mundo”. Y agregó: “Debemos comenzar a pensar que ese universalismo ha de ser organizado por alguien y que si nosotros no nos disponemos a intervenir en la organización de ese internacionalismo, todos nuestros años de lucha por liberarnos serán inútiles, porque si los imperialismos actuales imponen el ritmo de esa universalización, lo harán en su provecho, no en el nuestro”.

 

Esta definición estratégica es hoy la clave central del proceso de globalización que vivimos. Estamos ante la encrucijada que Perón previo, como insertarnos en esa lógica global, universalista, sin ser devorados por los intereses imperiales de los países centrales.

 

Un poco de historia

El excedente de petro dólares producido por el aumento del precio del petróleo en 1973, volcado en el sistema financiero internacional, más la revolución científico tecnológico que se produce en las décadas posteriores promueven un nuevo fenómeno: la globalización.

 

Al mismo tiempo el capitalismo basado en la producción de bienes y servicios masivos, ve decaer su tasa de ganancias en detrimento de las actividades financieras, con el final predecible es la primacía del sistema financiero globalizado sobre el viejo modelo productivista.

 

Las instituciones creadas en la post guerra, FMI, BM y la OMC que en su origen fueron diseñadas para una economía de desarrollo y la prevención de crisis monetarias y pánico financiero se transformaron en entidades monetaristas/fiscalistas, y degeneraron en organismos ejecutores de las políticas ultra monetaristas, de desregulación de los mercados bajo el modelo económico que impuso el Consenso de Washington.

 

Con la caída del muro de Berlín y el derrumbe de la Unión Soviética el proceso se acelera, con la predica del fin de la historia y el capitalismo como único camino, el libre mercado, la globalización y la economía se impusieron como matriz definitiva del orden mundial.

 

Ese nuevo orden globalizador muestra hoy sus pústulas y como una gangrena lenta va destruyendo todo lo que toca con su lógica de saqueo, destrucción del medio ambiente, ganancias a toda costa y de un individualismo extremo que rompe todo el tejido social.

 

Sin embargo las crisis del modelo hacen que vuelvan a brotar viejas ideas que nos hicieron creer que habían muerto, “la política” y “lo político”, los pueblos como sujeto histórico y el estado y su rol.

 

La crisis del estado

El mundo constituido por el Estado-nación tal como lo conocemos desde el “Tratado de Westfalia” (1) de mediados del siglo XVI, se ha ido derrumbando; y sobre sus escombros comenzó a surgir un sistema global.

 

La consolidación del modelo monetarista, neo liberal, globalizador, o sea la supremacía del sistema financiero sobre el viejo capitalismo productor de bienes y servicios ha ido generando un supra poder internacional que supera y somete a muchos gobiernos.

 

Hoy, los Estados – nación parecen prisioneros de las decisiones de un poder supra nacional conformado por otros estados y por organismos internacionales, como el FMI o la OMC, etc. que han ido acumulado poder desde la posguerra.

 

Ese supra poder puede y lo hace imponer una mirada única sobre las políticas económicas de cada país, imponer políticas recesivas, de ajuste permanente, de liberación de los mercados de bienes y servicios financieros, etc.

 

Esas políticas de ajuste apuntan a desmantelar el estado de bienestar, que funcionó con éxito durante décadas de la mano de políticas económicas keynesianas, Tiene también como finalidad desmembrar al Estado de la mayoría de las funciones de control y todo poder de policía. El sueño del liberalismo es un estado, pequeño, un estado bobo, incapaz de cumplir ninguna de sus funciones esenciales.

 

Nada es casual. Esta lógica de ajuste del estado tiene además como finalidad reducir el pago de impuestos sobre los sectores más ricos de la sociedad, atacando sobre todo los impuestos sobre las ganancias y el patrimonio, y cargando aquellos indirectos sobre el consumo, que afectan a los sectores populares.

 

Está claro que además es una transferencia de recursos desde los sectores populares hacia los sectores más ricos. Los sectores populares sufren así una doble agresión, cargan sobre sus ingresos mayores impuestos pero además la crisis fiscal del estado hace que reciba menos servicios y de menor calidad que antes; ya que los primeros sectores ajustados son los de uso popular, salud, educación, servicios públicos, salarios y jubilaciones.

 

A mediados de los ochenta y principio de los noventa se generaron reformas denominada de “primera generación” que se orientaron a transferir funciones del estado hacia el sector privado o hacia el tercer sector. De más está decir que encubrieron una transferencia de recursos del estado hacia los privados, con, en la mayoría de los casos, una pérdida de calidad de los mismos. Estas privatizaciones también acentuaron la pérdida de ingresos por parte del estado, generando un mayor déficit fiscal.

 

Crisis de legitimidad

La crisis del Estado es resultado de la crisis económica y fiscal que sufren los estados, pero es una crisis inducida y generada por ese poder financiero global y sus políticas de depredación y saqueo de las naciones.

 

A su vez la incapacidad del estado de dar respuesta a las necesidades de la población genera una sensación de abandono, bronca, hacia lo público y lo político, cuestionando la misma democracia y generando un caldo de cultivo para experiencias autoritarias y antidemocráticas. Sumado en este proceso el manejo perverso de los medios de comunicación que acentúan una campaña permanente de ataque a lo político.

 

Esta incapacidad del estado moderno para dar respuesta a las demandas de la sociedad genera una crisis política demarcada en una profunda crisis de legitimidad, de lo político y los políticos, y en muchos casos quite de legitimidad a la democracia como sistema.

 

Como decíamos las reformas implantadas al Estado para superar esta crisis fiscal auto inducida generan a su vez y profundizan los niveles de pobreza y marginación social, sectores ya golpeados por las crisis periódica provocadas por el modelo neoliberal capitalista.

 

Las instituciones del Estado pasan por severas crisis políticas de tal forma que provocan disfunciones y terminan en fallas en las que el Estado no puede garantizar el orden político.

 

De más esta decir que estas crisis políticas llevan a crisis de confianza en las instituciones democráticas.

 

El Estado-nación entra en crisis al no poder controlar la nueva economía, la cual genera constantes cimbronazos y no resuelve, sino más bien agudiza las crisis sistémicas. Estas crisis económicas, pero también políticas, ponen en crisis permanente a los estados, y contribuyen a acelerar el proceso de descomposición social, la destrucción de las culturas nacionales, la destrucción del trabajo y la industria, la pobreza y la indigencia de amplios sectores populares, la caída en la anomia y la delincuencia, que sirve a su vez como dispositivo de opresión y criminalización.

 

La crisis del Estado nación lleva inherente a una crisis de identidad y cultural, así comienza a primar la ideología del mercado, el ciudadano se convierte en consumidor. Y aquellos sectores que quedan al margen del trabajo, no pueden consumir, por lo quedan realmente fuera del sistema. Por un lado los estados pierden soberanía, pero los pueblos también, pasan a ser sujetos pasivos, sin derechos sociales ni políticos.

 

El conflicto y las tensiones son inherentes a toda sociedad humana. Con la aplicación de políticas neo liberales estos conflictos se agudizan.

 

El elemento común de la crisis de gobernabilidad democrática, es la incapacidad de las instituciones democráticas para asumir y procesar democráticamente el conflicto. Las instituciones muestran su incapacidad de dar respuesta a los problemas por ende el ciudadano comienza a perder confianza en las instituciones. Iniciándose así un proceso que se retroalimenta, poniendo en jaque a todo el proceso democrático. Es notoria la pérdida de calidad democrática en todos los países occidentales, si bien se conserva la fachada, es mucha la perdida y la crisis de las instituciones que avasallan derechos y garantías democráticas.

 

Hay otro modelo

El modelo económico neoliberal esta demostrando su inviabilidad porque se ha ido agotando en si mismo. Urge cambiar el rumbo económico.

 

Los procesos de globalización se encuentra en crisis de legitimidad y credibilidad porque ha profundizado todos los problemas, sumergiendo al mundo en una gran depresión económica y nos encamina a una crisis ambiental, dada su lógica extrativista de los recursos naturales, a una crisis alimentaria global, dada la concentración excesiva de los recursos, se profundizan así procesos de alta incertidumbre, caos e inestabilidad global.

 

Como predecía Perón el proceso globalizador es liderado por los centros políticos y financieros centrales, en especial por EEUU, en detrimento de los países periféricos. Sin embargo ante la crisis este liderazgo es hoy cuestionado y disputado por otros países como China, Rusia e India.

 

Esta crisis de las ideas neoliberales y la aparición de otros actores que luchan por la hegemonía, genera también oportunidades para los países periféricos de lograr políticas propias de desarrollo y autonomía.

 

El desafío de nuestros países es diseñar una estrategia de integración a ese mundo globalizado desde nuestros intereses y posibilidades.

 

Cono elementos esenciales nos parece que es necesario reconstruir lo que la lógica neoliberal ha ido destruyendo, el estado, la política y el pueblo como sujeto histórico.

 

“La globalización que se presenta como el proyecto más importante de todos los tiempos en materia de reforma económica, necesita del Estado. Estamos muy lejos de poder prescindir del Estado en ese punto. Todavía estamos y creo que lo seguiremos estando por mucho tiempo en la condición, planteada por los clásicos, de que la economía no puede ser más que economía política, vale decir, un organismo en que el Estado tiene siempre que ser una parte esencial del funcionamiento de la vida social, sin alternativa posible que pueda plantearse en otros términos” (James Petras).

 

En principio hay que fortalecer el Estado, y para ello es necesario abrirlo a la participación popular en todos los ámbitos. El control ciudadano es básico para transparentar y hacer eficiente y evitar el copamiento por grupos económicos o mafias corporativas, como sucede ahora.

 

Es necesario recobrar el poder de policía del estado, pero además el rol de árbitro de los conflictos sociales, protegiendo a los sectores mas débiles de los abusos y excesos de los sectores dominantes. Este nuevo estado debe ser un articulador de los recursos económicos y humanos en una lógica de desarrollo humano y productivo equitativo para toda la comunidad.

 

Seguramente para estas funciones será necesario refundar el estado, dotarlo de nueva herramientas y sobre todo desmantelar toda la legislación “liberal” que da sustento a todas las restauraciones liberales – conservadoras -imperialistas que han asolado nuestros países, antes con golpes militares y ahora mas sofisticados con golpes “blandos”, dentro del amparo de esas leyes. Por supuesto que hay que empezar por una nueva constitución, que termine con el engendro de la constitución del 53/60, pero sobre todo sobre la funesta reforma de 1994.

 

Recuperar la justicia, con democracia y trasparencia, con jueces que den cuenta de su accionar ante la comunidad. Hay que terminar con la lógica de un poder judicial, con fundamentos y prerrogativas de la edad media. Es fundamental democratizar toda la sociedad, empoderando al pueblo. Todo poder surge del pueblo debe ser la premisa clara.

 

Un factor que debemos considerar es el creciente y necesario protagonismo de la sociedad civil. Perón las llamaba las “Organizaciones libres del pueblo”. Son aquellas organizaciones que el mismo pueblo se da naturalmente en búsqueda de satisfacer necesidades o como defensa a sus derechos. La organización puede tomar diversas formas y los objetivos son tan amplios como las necesidades de ese mismo pueblo. Es fundamental reconstruir el tejido social destruido por el neo liberalismo y fomentar estos espacios donde el pueblo se une y crea lazos de solidaridad. Desde el estado de debe fomentar su creación, alentar y auxiliar a su funcionamiento y sobre todo empoderar estas asociaciones como verdadera expresiones de la voluntad popular. Por supuesto que estos conceptos son superiores a la lógica liberal progresista de “ong”, “tercer sector” o “sociedad civil”.

 

En síntesis construir una democracia social.

 

En lo económico, como resultado de ese empoderamiento del pueblo y del estado es necesario tener un rígido control de flujos de capital, evitando la salida o fuga de capitales, tan propensa nuestra burguesía vernácula, control de los monopolios, democratizar todo el proceso económico, cooperativisar amplios sectores de la producción, la distribución y el consumo, en especial alimentos y artículos de primera necesidad, volver al rol del estado como empresario, sobre todo en los servicios públicos, pero también en aquellas áreas estratégicas donde el sector privado ha mostrado sus limitaciones.

 

La ciudadanía tiene que participar en la gestión de las empresas estatales y de los servicios públicos para legitimar las acciones de un Estado ágil.

 

Un Estado que vuelva a ser una herramienta de integración y equilibrio social y que atienda y de respuesta a las demandas sociales.

 

Al respecto Stiglitz (3) considera que el Estado debe tener un mayor papel para lograr que la globalización sea más justa, a través del cumplimiento de varias responsabilidades:

 

• Regular y establecer reglas del juego para las empresas.

 

• Promover la ciencia, la investigación tecnológica, la educación y la formación.

 

• Crear redes de seguridad, redistribuir la riqueza y ser garante en sentido amplio de la solidaridad social.

 

La globalización existe y es un fenómeno que perdurara en el tiempo, es más, es probable tal cual lo sostenía Perón que se profundice, lo que es cuestionable es que la única ideología para el mundo del futuro sea el neo liberalismo monetarista. Por eso es necesario insertase en ese mundo globalizado, pero desde nosotros, desde nuestras necesidades, nuestros recursos y nuestra propia estrategia.

 

Debemos apostar a un mundo multipolar, que ponga fin a la hegemonía norteamericana, comerciar con el mundo, no para que nos llenen de basura como ocurre ahora que destruye nuestra industria y el trabajo de los argentinos, sino para exportar nuestros productos, con valor agregado, trabajo argentino con ciencia y tecnología agregada.

 

Por último es necesario poner fin a la lógica financiera monetarista que destruye nuestros pueblos y volver a la lógica natural del trabajo. Solo el trabajo genera riqueza.

 

Cristina Fernández de Kirchner manifestó repetidas veces en sus discursos ante la Naciones Unidas sobre la necesidad de mayores controles sobre los flujos de capital, los paraísos fiscales, nuevos roles para los organismo económico globales, como el FMI o la OMC, como agentes del desarrollo de los pueblos y las naciones y no como meros guardianes de los intereses de la banca usurera mundial. En síntesis construir un nuevo orden mundial más justo y equitativo.

 

 

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