Victoria histórica en Colombia: nuevos desafíos para el movimiento popular

El triunfo del Pacto Histórico es resultado de un fuerte apoyo del pueblo en general, y de la militancia en particular. Nuevos desafíos para un movimiento social que nunca tuvo al Estado de su lado.

Finalmente sucedió: el pueblo festejó su victoria como nunca antes había podido hacerlo. Hubo multitudes en las calles, verdaderas fiestas populares en cada rincón del país.

Por primera vez en la historia de Colombia llegó a la presidencia un candidato que no representa los intereses de las oligarquías y el gran capital. También por primera vez, una mujer lideresa del movimiento social en resistencia, desde la vicepresidencia, compartirá con él la responsabilidad.

Todo resultó épico, hasta el caudal electoral: Gustavo Petro y Francia Márquez lograron más de 11 millones de votos, la cifra más alta jamás obtenida en Colombia por una fórmula presidencial.

Otra curiosidad: las clases dominantes, las élites del país, como se acostumbra a llamarlas aquí, reconocieron su derrota sin mayor escándalo. Hubo violencia en la semana previa, sí, pero en dosis que no alteraron la posibilidad electoral: la detención de jóvenes activistas de las protestas sociales, que eran cerca de 20 cuando Revista Zoom publicó este artículo, ascendió a más de 40 al terminar la semana. La intimidación se completó con el diseño del Plan Democracia 2022, que implicó el despliegue de 321.000 efectivos de la policía y el ejército para “garantizar el orden” durante la jornada electoral. Hubo alertas de fraude, fundadas, porque los funcionarios del Estado responsables de garantizar imparcialidad habían tomado partido en contra de la fórmula de Petro y Márquez. Pero, finalizada la jornada, casi ninguno de esos fantasmas quedó en pie. Hasta el expresidente Álvaro Uribe, jefe político del paramilitarismo y expresión de la ultraderecha responsable de los últimos 20 años de violencia política en el país, reconoció el triunfo del Pacto Histórico.

Empujar para que sea un verdadero gobierno popular”

Aun en medio de la euforia que inundaba las calles, al caer la noche la atención se desplazó al estadio Movistar Arena, en Bogotá, donde Francia y Petro darían su discurso triunfal.

Allí, la primera ovación fue para la Guardia Indígena. Portando bastones, en algunos casos de mando y en otros como elemento de autodefensa, decenas de miembros del Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC) desfilaron ante la multitud hasta colocarse al pie del escenario, para custodiar el acto.

“Guardia, guardia, ¡fuerza, fuerza!”, fue el grito que colmó el estadio. En los cuellos o en los extremos de los bastones se lucían las pañoletas verdes y rojas, identificatorias de la organización indígena. En CRIC ya tenía su buena relación con Gustavo Petro, pero el vínculo con el Pacto Histórico se reforzó por la presencia de Francia Márquez. La mujer, originaria del Cauca donde el CRIC tiene su base, fue compañera de lucha de los indígenas en defensa del territorio y en los paros agrarios, étnicos y campesinos de la última década.

Si mucho de lo que sucedió el domingo tuvo un carácter histórico, también en el plano discursivo hubo gestos inéditos, nunca antes vistos en Colombia. Por primera vez un jefe de Estado (electo, por ahora, hasta que asuma el 7 de agosto) reivindicó el dolor de las víctimas de la violencia estatal. En un país donde los dueños de todo se apropiaron desde siempre del aparato del Estado y lo usaron para librar una guerra contra el pueblo, Petro dijo a la multitud: “Gritemos libertad para que nunca más un gobierno asesine a nuestros jóvenes. Cuánta gente que murió, cuánta gente que está presa en estos momentos, encadenados, esposados, tratados como vandoleros, simplemente porque tenían esperanza y amor”.

Acompañó esas palabras con otro gesto de fuerte peso simbólico. Interrumpió su discurso para dar el micrófono a Jenny Alejandra Medina, madre de Dylan Cruz, un estudiante de 18 años asesinado por el Escuadrón Móvil Antidisturbios, el Esmad, durante las movilizaciones de 2019 en Bogotá. La mujer, que todo el tiempo sostuvo un cuadro con la foto de su hijo, expresó: “En nombre de Dylan, en nombre de los falsos positivos, y de todas las víctimas de todos los gobiernos, alzo la voz por mi hijo porque exijo justicia. Le doy la bienvenida, señor presidente, porque en usted está la esperanza de todos nosotros, los pobres, los necesitados”. El abrazo de Petro con la mujer fue el momento más aplaudido. Las lágrimas, que hasta ahora venían siendo de celebración, se mezclaron con otras de dolor provocado por el recuerdo de tantos que ya no están.

El presidente electo fue más allá: “Yo le solicito al fiscal general de la Nación que libere a nuestra juventud”, reclamó. Afuera del estadio, desde temprano, unos muchachos con los rostros cubiertos blandían un cartel que exigía “No más presos políticos”. Se estima en más de un millar la cantidad de personas apresadas o perseguidas judicialmente por motivos políticos en el país.

El compromiso público a favor de la protesta social no pasó desapercibido para el fiscal general Francisco Barbosa, a quien Petro invocó en su pedido de libertad. El jurista, excompañero de estudios del presidente uribista Iván Duque, respondió que si Petro “quiere buscar la liberación de jóvenes que cometieron delitos” deberá pedir “ese favor” al congreso nacional. Barbosa, un hombre del viejo régimen en retirada, no se demoró ni dos horas en plantearle al nuevo presidente el primer desafío a su autoridad.

“Haga lo que haga el fiscal, siempre estará la posibilidad de la amnistía presidencial”, comentó Alexis, un militante político que celebró el discurso en las afueras del estadio. “Es muy importante que Petro haya elegido hacer esa mención en su primera alocución como presidente. Desactivar la persecución, y desmontar el Esmad que mató a Dylan y a tantos pelados más, son dos banderas urgentes del movimiento social”, completó.

Ese vínculo de lealtad ya había quedado de manifiesto cuando Francia agradeció “a las mujeres de Colombia, mis hermanas, mis comadres; al pueblo indígena; a los maestros y maestras; y a mi pueblo, la comunidad afrodescendiente, raizal y palenquera”. También recordó “a los líderes sociales que tristemente fueron asesinados, y a las mujeres que fueron violentadas y desaparecidas”.

Uno de los primeros anuncios de la fórmula presidencial fue la creación del Ministerio de la Igualdad. “El objetivo es generar condiciones para las mujeres, somos el 52% y hemos tenido muchas dificultades. Hoy todavía la mayoría de las colombianas no tienen condiciones de dignidad”, declaró Francia, quien, aun siendo vicepresidenta, podrá encabezar ese ministerio de manera personal.

–Este fue un triunfo del pueblo, así que tendrá que ser un gobierno del pueblo, no de un puñado de políticos– reflexionó Ana María, una militante feminista que escuchó el discurso desde las afueras del estadio.

–¿Qué significa eso?

–Significa que el gobierno tendrá que responder al movimiento social. Tendrá que cumplir el mandato popular.

–¿Y ustedes creen que va a ser así?

–Apoyamos a Francia Márquez, ella es una de las nuestras. Y Petro… hay que reconocer que en el discurso de hoy estuvo muy bien, allí con la mamá de Dylan, pidiendo la libertad de los presos por luchar –la joven hizo una pausa, como esperando una nueva repregunta que no llegó. – –finalmente retomó–, tenemos esperanza, además no hay posibilidad de volver atrás… Vamos a empujar para que éste sea un verdadero gobierno popular.

Las trayectorias de Gustavo Petro y de Francia Márquez se complementan, y de conjunto reúnen condiciones favorables para responder con sensibilidad a la demanda popular. Pero no solo sus trayectorias: las palabras que eligieron pronunciar una vez electos para conducir el país, ya sin la presión de la campaña electoral, también resultaron un buen augurio para la relación entre el nuevo gobierno y el movimiento social.

Pablo Solana, desde Bogotá para Revista Zoom. El autor es editor de la Revista Lanzas y Letras y La Fogata Editorial (Colombia).

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