Una solución argentina para sus propios problemas

Diarios, TV, revistas, radio, exposiciones agrarias, cable, productoras, internet son solo algunos de los negocios del Grupo Clarín. Esta nota detalla las cifras y datos concretos del multimedio que está metido todo el día en la vida de los argentinos.

Roberto Noble (socialista, militante de la Unión Democrática) fundó Clarín en 1945, a pocos días de la destrucción de Hiroshima, y con una tirada modesta. Eso, y una línea editorial sinuosa, le permitieron al padre de la criatura esquivar definiciones sobre el cambio social y político que procuraba convertir a la Argentina en un país socialmente integrado, independiente, justo, libre y soberano.

Colocado tardíamente junto a la “Libertadora”, cuando todo ya estaba dicho, incorporó a fines de los ‘50 fondos y plumas ligadas a Rogelio Frigerio, a quien la UCRI de Frondizi nunca había considerado militante propio.

Las batallas de Clarín

Educado en el estructuralismo de izquierda (Godelier) que suele confundirse con marxismo, Frigerio aportaría el sustento ideológico del supuesto giro en 180º de Frondizi, que había virado del modelo de desarrollo autónomo a la apertura hacia las corporaciones de Estados Unidos para el desarrollo de la industria pesada y extractiva (las denominadas batallas del subtítulo).

Con los Frigerio se repetirá la metáfora de los Di Tella. Si esta derrapó de la industria semipesada a la gimnasia localizada, Frigerio hijo participó activamente en las privatizaciones de los ‘90 (YPF) y el nieto asesora a multinacionales. El diario se vería obligado a hacer malabares semánticos para seguir respaldando el nuevo giro del presidente hacia los sectores más liberales del poder tradicional representados por Alsogaray y Alemann.

El período de Frondizi instaló al Gran Diario Argentino, y desde allí, insistiendo en la línea ondulante de su fundador, eludió con éxito los años de “democracia restringida” (proscriptiva) desde 1955 y las dictaduras militares de 1966 y 1976. La muerte de Noble en 1969 catapultó a Ernestina Herrera, su ex-enfermera, acompañante y luego esposa, a la dirección de un diario donde se mantiene desde entonces, y le abrió las puertas de una fortuna calculada hoy en unos 1.400 millones de dólares. Con la nueva conducción, quedaron en el camino otras batallas, como la de la soda solvay, hasta que ese estratégico insumo industrial quedó en manos de un consorcio extranjero.

Clarín, que había apoyado el rodrigazo neoliberal de 1975, fue complaciente con Martínez de Hoz, criticó el corto período de Grinspun durante el alfonsinismo, apoyó el retorno de la patria financiera con Sourrouille (el Banco Macro del ministro, socio de Brodersohn y Dagnino Pastore, era un buen sustento publicitario), aplaudió la convertibilidad de Cavallo y apoyó el Consenso de Washington desde una mirada supuestamente progresista.

Pero por un error de cálculo, no entendió que el menemismo necesitaba prensa propia, no solo ciega a la política de devastación de lo público como a la corrupción que permitiría que esa mafia se convirtiera en parte de la nueva oligarquía. Para ello estaba el multiprocesado banquero Raúl Moneta. El error le costó a Clarín endeudarse en el exterior por más de 1.000 millones de dólares.

De aquel desarrollismo inaugural solo queda hoy una mirada frívola: la última campaña mediática muestra a Frondizi como “creador” de la industria nacional mientras, desde su suplemento Rural, impulsa la sojización de la pampa húmeda, el uso generalizado de glifosato, transgénicos patentados en Estados Unidos y fertilizantes químicos, los biocombustibles, la superexplotación del recurso natural y el consumo interno de feedlot, un sistema muy rentable de cría a corral que si prolifera, puede causar graves consecuencias medioambientales y a la salud humana. Es que Feriagro y Expoagro son excelentes negocios.

Clarín es hoy mucho más que un diario: es un grupo financiero, un holding que se presenta como multimedios.

Sus inversiones abarcan canales de televisión abierta, de cable, editoriales e imprentas, distribución de correspondencia, educación privada, radios AM y FM, otros diarios, productoras de contenidos y espectáculos, telefonía, organización de eventos, internet y transmisión de datos y también participa, indirectamente, en la tenencia accionaria de concesionarias de servicios públicos privatizados.

Con el cambio de los paradigmas mundiales, pasó de “tribuna de opinión” al mucho más confuso rol de “industria cultural”, en una época en que las luchas por el dominio mundial de los recursos demandan un férreo disciplinamiento de una voluble opinión pública adormecida en la que reina el pensamiento liviano, sumario, y la falta de posturas críticas. Todo ello, imposible sin las omnipresentes industrias culturales, que en lugar de salamines, transportan mensajes del poder; o comunican por ondas hertzianas en lugar de hacerlo por rutas pavimentadas.

Los mil oficios de Clarín

Con la fortuna que la vida le deparó a Ernestina Herrera, es lógico que solo se conozcan algunos de los negocios donde participa. Quien esto escribe fue entrevistado en 2008 por TN acerca de la privatización fraudulenta de la Compañía Ítalo de Electricidad (CIAE), en la que estuvieron implicados Martínez de Hoz, los Alemann, los Klein y los .Soldati. La entrevista fue editada, cortando la mención de estos últimos. La explicación oficiosa fue que los Soldati tenían o iban a tener negocios con el Grupo, como por ejemplo la adquisición de una empresa que presta servicios de WiFi. Sea como fuere, los negocios dudosos de los Soldati no figuran en la grilla de las investigaciones periodísticas de Clarín.

El multimedio es propiedad de AGEA (Arte Gráfico Editorial Argentino); el 18% de su paquete accionario pertenece al grupo financiero multinacional Goldman Sachs como mandatario de Prysmian Corp. (ex – Pirelli Cable & Telecom). El 82% de AGEA está en manos de la sociedad G.C. Dominio, formada por Ernestina Herrera de Noble, Héctor H. Magnetto, José A. Aranda y Lucio R. Pagliaro.

AGEA posee el 100% de: diario Clarín, Artes Gráficas Rioplatense (impresiones), Tinta Fresca (editorial escolar), Elle, Olé, Genios, Pymes, Diario La Razón. El 100% de Radio Mitre. El 100% de Teledeportes. El 100% de GC Gestión Compartida. El 50% de TRISA Y TSC, integrantes de Torneos y Competencias para la televisación de partidos de fútbol. El 100% de Clarín Global (Ubbi, deautos.com, masoportunidades.com, Clarín.com). El 100% de Inversora de Eventos. El 100% de Ferias y Exposiciones, que a su vez conforma con La Nación la empresa Feriagro, organizadora de Expo-agro. El 50% de Tele Red Imagen. El 100% de Galaxy Entertainment Argentina (DirecTV). El 25,6% de DyN (Agencia Diarios y Noticias. Y una participación no declarada en la organización de la Feria del Libro.

Clarín posee el 50% de Cimeco, controlante de La Voz del Interior (Córdoba) y Los Andes (Mendoza). El 50% de Impripost (procesamiento e impresión de datos, distribución domiciliaria de documentos) asociado con Techint y Siemens. El 2,8% de CTI (Claro). El 36,99% de Papel Prensa (apoyo de Gelbard mediante), y otro 12% a través de la ya citada Cimeco.

Clarín es dueño del 60% de Cablevisión. El 40% restante pertenece a Fintech, un grupo buitre de inversionistas anónimos dirigido por el mexicano David Martínez. Fintech compró deuda barata de privatizadas en default, y asociado con el grupo financiero británico Ashmore controla a través de CIESA, empresas como TGS (Transportadora de Gas del Sur) y Metrogas.

A través de Cablevisión es dueño del 100% de Fibertel (con acceso a Internet vía Telefónica), el 100% de Teledigital (tevé por cable en Río Negro) y el 98.5% de Multicanal. Hasta 1995, compartió la propiedad de Multicanal con Telefónica y Citicorp (CEI). Multicanal controla el 97% de Prima (Datamarkets, Ciudad Internet, Fullzero, Flash, Vontel, y dueña de decenas de pequeñas prestadoras de internet y televisión por cable en el interior). La justicia debe decidir si autoriza la fusión de Cablevisión y Multicanal.

En la compra de Supercanal (concursada, operadora del satélite Nahuel 1) está asociado con el Grupo Uno, propiedad de Vila-Manzano-Mas Canosa, a su vez asociado con el Grupo De Narváez y con Eurnekian (AA2000).

Es dueño del 99,2% de Artear. A través de ella, Clarín posee el 30% de Pol-ka, el 30% de Ideas del Sur, y el 33% de Patagonik Film Group, esta última asociado con Walt Disney Corp.

Artear es dueña absoluta de Canal 13, TN, Magazine, Volver, Canal Rural, Multideporte, Canal 6 (Bariloche), Canal 7 (Bahía Blanca), Canal 10 (Río Negro), y Canal 12 (Córdoba).

Tribuna de doctrina

El reinado del Grupo Clarín entre las industrias culturales del país sería hoy algo improbable de no haber mediado la ley 25.750 que, motorizada por los hoy ultrakirchneristas Jorge Capitanich y Miguel Angel Pichetto durante los años del “infierno”, permitió que el grupo sorteara la voracidad de los acreedores cuando se excluyó de los riesgos del cram-down a las empresas relacionadas con la «preservación del patrimonio antropológico, histórico, artístico y cultural, de empresas dedicadas a la ciencia, tecnología e investigación avanzada, de industrias destinadas a la defensa nacional y del espectro radioeléctrico y los medios de comunicación», como se tituló al proyecto de ley.

Es cierto, era el “infierno”.

En esos años, el FMI había obligado a Duhalde a derogar la ley 20.840 de subversión económica con el argumento de que suscitaba inseguridad jurídica, aunque en realidad lo hacía para salvar de la cárcel a un puñado de banqueros y al propio Cavallo, que había recibido la última ovación del poder financiero multinacional con el megacanje.

Pero el Fondo quería más: agotado el ciclo de apropiación del capital público, quedaba otro nicho jugoso, el de las empresas locales que, con fuertes deudas en el exterior, estaban listas para ser desnacionalizadas por la aplicación de la ley 24.522 de quiebras que permitía (mediante el cram-down) que los acreedores extranjeros, capitalizando el pasivo, se apropiaran del paquete accionario del concursado.

La ley mereció dos reformas consecutivas porque no conformaba a los mandantes, aunque senadores y diputados rivalizaban en velocidad para complacerlos.

“Sensibilizar” a la clase política para convertir en un problema nacional una crisis empresaria no era suficiente. El 14 de abril de 2003 Clarín había fusilado al equipo económico en la portada del Suplemento Económico: una gran foto del ministro con el título “Una devaluación sin plan”. Remes Lenicov caería una semana después, a pesar de haber hecho el trabajo sucio que el propio diario exigía para licuar su deuda interna. Pero había que seguir operando sobre la opinión pública luego de instalar la conveniencia de la devaluación asimétrica ideada por el grupo de De Mendiguren.

Así como Moneta había recurrido a Horacio Guaraní para nacionalizarse, Clarín se descubrió como defensor inclaudicable de la cultura nacional: editó literatura gauchesca, organizó campeonatos de truco, promovió recorridos por las “rutas argentinas” (concesionadas) y regaló paquetes de yerba con la edición del domingo.

La insólita inversión del “deterioro de los términos del intercambio” (hoy, los productos primarios tienen mayor valor que los industriales) ha puesto a países como Argentina en el centro de una nueva etapa de saqueo de los recursos naturales combinada con un salto en los precios de los alimentos al que no sería ajeno el reemplazo del petróleo por biocombustibles que, por su alta rentabilidad, pueden desalojar a los cereales para consumo humano provocando en el futuro una hambruna universal combinada con muchos galones de gasolina barata.

Más allá de que el gobierno nacional aproveche la renta excedente del campo para sustentar su modelo económico, la sobre-explotación de la tierra productiva es estratégica en el nuevo esquema de dominación. La línea editorial de Clarín, con su apoyo escandaloso del lock out patronal, y machacando contra un Estado que se apropia legítimamente de esa súper-renta, parece mostrar que la industria cultural, incluso de capitales locales, puede ser funcional al interés antinacional aunque, como en este caso, le deba al mismo Estado su propia supervivencia.

Confundida libertad de prensa con libertad de comerciar, Clarín no es tan puntilloso con la información como parece: ha llegado a la Corte Suprema el caso de los dos hijos adoptivos de la señora de Noble, probables hijos de desaparecidos. Entre tantas noticias que se comunican a diario a través de las mil vidrieras del Grupo, esa no existe, no está, es una entelequia.

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