Conclusiones a un año de lo que algunos se animaron a llamar -profetizar- “la era post-kirchnerista”. ¿Por qué se impuso Francisco De Narváez en la Provincia de Buenos Aires? Los actores que intervinieron y el debate oculto que el oficialismo no logró expresar: Proyecto Neoliberal vs. Proyecto Nacional Popular y Latinoamericano.
A pesar de los principales pronósticos, Francisco De Narváez el 28 de junio de 2009 ganó las elecciones legislativas en la Provincia de Buenos Aires. Al mismo tiempo hubo avances en lo político institucional a nivel nacional de distintas expresiones del proyecto financiero-agroexportador neoliberal que triunfó y se desarrolló a partir de la dictadura militar de 1976, pero que desde el 2001 venía perdiendo fuerza progresivamente. De esto surge un dato: se subestimó su fuerza político-institucional, y una pregunta, ¿por qué se dieron estos resultados que sorprendieron a todos?
Se dieron porque el partido de comercialización de candidatos, articulado a través de los Medios Masivos de Formación de Opinión, logró imponerse como instrumento principal de la batalla político-electoral en detrimento de la organización política partidaria y la organización político-social. Esto quiere decir, además, que el terreno principal de la lucha se libró dominantemente en el territorio mediático (territorio principal del partido de comercialización de candidatos).
Quien define el terreno de la batalla, asegura en gran medida su victoria.
Se logró instalar la polarización electoral, construyendo la posibilidad de victoria de De Narváez. Para ello, la operación principal se dio mediante la guerra de encuestas y las operaciones mediáticas, instalando a través de algunas consultoras orgánicas las encuestas que daban la victoria a De Narváez. No es que la consultora Poliarquía tuviera razón cuando divulgó esas cifras, que se mueven dentro de los márgenes de error y los diferentes procedimientos metodológicos, sino que era parte de la jugada que se desencadena al fracasar el escenario ideal que era el de los tres tercios. Si no fue posible instalar el triple empate, primer gran apuesta, era necesario polarizar para que ganara el representante del proyecto financiero agroexportador con llegada al peronismo, es decir, con posibilidad de disputar en el Conurbano Bonaerense. Esta operación fue central, ya que al instituir esa realidad y que todos discutan sobre dicha polarización, se logró instalar la disputa electoral.
De hecho, una vez que se instaló el eje de la polarización fue posible que De Narváez acumulase el voto Anti-K y el llamado “voto útil” (útil según los Medios Masivos de Formadores de Opinión), fue posible quitar el arrastre del kirchnerismo por ser la fórmula ganadora, se logró resquebrajar el PJ y se generaron las condiciones para los corrimientos y los dobles juegos de algunos intendentes de la provincia de Buenos Aires, disponibles para administrar cualquier proyecto estratégico. El duhaldismo garantizó, en términos prácticos, este doble juego de algunos intendentes y la estructura propia para jugar fuerte en distritos en donde las mediciones de intención de votos eran favorables al kirchnerismo. Para ello se jugó al corte de boletas, garantizando la victoria electoral de los jefes locales y, de esta manera, desarticulando la jugada del kirchnerismo para evitar que esto suceda: las llamadas “candidaturas testimoniales”, según bautismo mediático.
Quien logra dividir al enemigo, asegura en gran medida su victoria.
Pero esta polarización se dio sobre la base fundamental de la profundización de la antinomia kirchnerismo-antikirchnerismo, trampa ideológica que oculta la contradicción entre proyectos estratégicos y exalta las “formas” en el debate electoral. La polarización no es efectiva para el triunfo de los candidatos de los Medios Masivos de Formación de Opinión, inherentes al proyecto financiero-agroexportador neoliberal, si no instalan el eje de discusión electoral.
La trampa ideológica antinómica obliga a discutir sólo sobre las mediaciones políticas, sus errores y contradicciones. Encierra en el debate de “los políticos” y la “política” escondiendo que estos expresan intereses, actores económicos-sociales y proyectos. Encasilla el debate en cuestiones de forma tales como las abstracciones sobre el “diálogo” y el “consenso”, que en realidad esconden la voluntad de los poderes concentrados de obligar a negociar y a ceder al Gobierno, pasando por encima de la voluntad popular. El debate Kirchnerismo vs. Antikirchnerismo esconde que en realidad lo que está en juego son proyectos estratégicos: la contradicción principal en la Argentina hoy es entre el Proyecto financiero agroexportador o agroindustrial (según la fracción de la que hablemos) y el proyecto estratégico Estado-Producción-Trabajo (que se expresa de diferentes maneras y con falencias y contradicciones). Y esta contradicción principal en el plano de las ideas se expresa como Proyecto Neoliberal vs. Proyecto Nacional Popular y Latinoamericano, como proyecto excluyente comandado por las redes financieras transnacionales y proyecto inclusivo de las grandes mayorías populares; lo cual excede y rebasa a las fuerzas principales de la contienda político-electoral, a la antinomia K-AntiK y nos permite observar realmente lo que está en juego.
El eje que se impuso fue la antinomia K vs. Anti-K, es decir, que se logró partir a la sociedad y conducirla ideológicamente a un debate formal.
Quien define el eje de la batalla, asegura en gran medida su victoria.
Y esta antinomia se impone como eje de discusión ya que en el espacio de la ficción democrática televisiva los pueblos son los derrotados. En este territorio se discute la “inseguridad” escondiendo que en 1974 la diferencia entre el 10 por ciento más rico y el 10 por ciento más pobre era de siete veces mientras que en 2001 la diferencia pasó a ser de 39 veces; encubriendo que mediante la imposición del proyecto financiero neoliberal a partir de la dictadura militar la pobreza pasó del 7 por ciento (1974) al 60 por ciento (2001); haciendo invisible que mientras se genera esta exclusión social se impone el consumismo compulsivo como matriz ideológica, es decir, que se impone el consumo como vehículo hacia la felicidad, como momento de realización personal, pero el 60 por ciento de la población quedó excluida del consumo en el 2001 y con las políticas neoliberales a partir de la dictadura militar se generó un núcleo de pobreza estructural del 20-30 por ciento.
En el espacio televisivo de la ficción democrática, con las encuestas para montar la ficción de la canalización de las demandas sociales y la construcción de la “opinión pública”, el pueblo es el gran desaparecido ya que sólo existe allí el televidente atomizado, individualizado, como mero espectador y no como actor, como objeto sobre el cual formar una opinión y no como sujeto que debate un proyecto y una visión. Este es el máximo momento de desmovilización, despolitización y desorganización, en este momento el individuo se encuentra aislado, imposibilitado de debatir y criticar las visiones dominantes, impotente, solo.
El espacio mediático, con las armas de la encuesta, del debate ficcional organizado por las fracciones de capital financiero dueños de los Medios Masivos de Formación de Opinión, de la venta de ilusiones y falsas soluciones, fue el dominante en la batalla electoral ante la falta de organización, de militancia, de cuadros y de articulación.
Quien define el terreno y, además, las armas de la batalla, asegura en gran medida su victoria.
Luego del importante avance estratégico del proyecto Estado-Producción-Trabajo, que se dio con el cambio de correlación de fuerzas luego del voto No-Positivo sobre el proyecto de retenciones agropecuarias y de la profundización crisis global (avance que se observa en la estatización de Aerolíneas Argentinas, la estatización del Sistema Previsional, la estatización de la Fábrica de Aviones de Córdoba -ex Área Material de Córdoba- y la sanción de la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual) esta elección constituyó una derrota táctica sobre las mediaciones políticas que expresaban dominantemente dicho proyecto pero no una derrota estratégica.
Y no constituyó una derrota estratégica por varias razones:
– Porque todavía no ha conformado un nueva síntesis histórica, aunque se vienen desarrollando cada vez con mayor fuerza y profundidad los distintos frentes del movimiento nacional. Esta no es una derrota electoral del nuevo sujeto histórico a través de su brazo político electoral, sino de una parte de los que vienen conduciendo esa transición, en una elección legislativa.
– Porque se agudiza la crisis internacional, es decir, la puja entre los grandes polos de poder mundial que luchan por el establecimiento de un nuevo orden global, con lo cual como sucedió históricamente los pueblos tienen condiciones cada vez más favorables para avanzar con su propio proyecto.
– Porque se profundiza la salida a la crisis a través de la industrialización por sustitución de importaciones, y por lo tanto pueden fortalecerse las fracciones que componen el movimiento nacional (movimiento obrero, pequeños y medianos empresarios nacionales, empresas estratégicas estatales, etc.) con respecto a los pulpos financieros transnacionales y sus multinacionales debilitados por la crisis, especialmente cuando se de lugar a un rebote del ciclo económico internacional con profundización de la agudización de las contradicciones entre los polos de poder mundial.
– Porque la crisis de los partidos políticos se ha agudizado y el mapa político electoral es una muestra de ello, por lo cual las grandes mayorías expulsadas de los partidos a partir de fines de los años ’80 con la cooptación de sus cúpulas por parte de los pulpos financieros (industriales, agrarios, bancarios, comerciales) y con la construcción del partido de comercialización de candidatos, se encuentran cada vez con menos ataduras (con las mediaciones políticas e ideológicas en crisis) para transitar hacia la construcción de una nueva síntesis histórica.
– Porque en el plano de las ideas, en la batalla cultural, se introdujeron importantes debates que legitimaron muchas ideas de profundización del proyecto del Trabajo, la Producción y el Estado, como los referidos a la cuestión de las estatizaciones y a la recuperación de las empresas estratégicas, al avance de lo público sobre los privado, a la profundización de la intervención estatal, a la distribución de la riqueza. Todo lo cual otorga legitimidad y fuerza moral al proyecto nacional, popular y latinoamericano, más allá de las expresiones políticas particulares y a la utilización táctica de dichos discursos. De hecho, en muchos casos, estos discursos fueron levantados por los Medios Masivos de Formación de Opinión para utilizarlos tácticamente en la contienda electoral contra su enemigo principal. Sin embargo, esta es un arma de doble filo ya que el beneficio táctico puede redundar en un costo estratégico.
Sin embargo, estas tendencias hablan de una oportunidad histórica que para volverse concreta debe fortalecerse un actor central: la militancia. Como quedó demostrado en la elección del 28 de junio pasado, el partido de comercialización de candidatos puede ser desarticulado solamente mediante el compromiso, la participación, el debate y la organización. Lo que no está organizado -teórica y prácticamente- por las fuerzas populares, lo organizan las distintas fracciones de la restauración conservadora neoliberal. En donde no existe una relación directa (no mediada) con las mayorías es imposible desarticular a los Medios Masivos de Formación de Opinión.
Un ejemplo claro es el del INDEC. Cuando se debate que la puja por el índice de inflación tiene que ver con el enfrentamiento entre el Gobierno Nacional y los acreedores financieros, en donde están en juego aproximadamente 6.000 millones de dólares, todo se vuelve claro y se observan las contradicciones existentes. Cuando se explica que aproximadamente la mitad de la deuda está indexada por el número de inflación, que por cada punto que el INDEC dice que hay de inflación, la deuda pública aumenta 500 millones de dólares y que las mismas redes financieras que tienen la deuda poseen y concentran las principales empresas en Argentina, que son las que suben los precios de los productos, se observan los enfrentamientos existentes.
Se visibiliza que nuestro problema como pueblo no es el número del INDEC sino la inflación, que no es más que una puja distributiva: cuando se redistribuye la riqueza a través de los aumentos de salario conseguidos por las organizaciones gremiales, o indirectamente mediante el aumento del presupuesto estatal en determinadas áreas producto del avance y las luchas de los sectores populares, el capital concentrado como respuesta a esta distribución aumenta los precios asegurando que no disminuya su ganancia e incluso que aumente.
Por lo tanto es un problema de correlación de fuerzas, no es una dificultad formal del INDEC, sino un problema de desarrollo de la organización para dar las batallas por la distribución de la riqueza; entonces, es una cuestión de militancia, de desarrollo de los cuadros políticos, sociales, sindicales y estudiantiles que articulen el movimiento nacional y de la fuerza que permita presionar sobre las mediaciones políticas (Gobierno) para lograr medidas favorables y sostener las batallas.
En el espacio televisivo de la ficción democrática se discute acerca del INDEC y sobre las encuestas que dicen cuál es el número “real” de inflación, conducidos por las redes financieras que quieren un índice de inflación del 20 por ciento para embolsar miles de millones de dólares, en lugar de debatir lo central desde una perspectiva propia que es distribución de la riqueza y de la inflación.
La conducción ideológica antinómica guarda relación con un tema complejo de todo proceso de transformación: las clases medias. Como su propio nombre lo señala, oscilan. Dominantemente, los sectores medios poseen una matriz ideológica en donde pesan las formas sobre los contenidos. Y en este sentido, son particularmente sensibles a la conducción ideológica mediante las trampas ideológicas antinómicas que, tanto con formato de izquierda como de derecha, tienden las fuerzas neoliberales para fracturar y conducir a parte del pueblo.
Una vez que logran partir al pueblo, conduciendo a la clase media a posiciones reaccionarias o infantiles, se generan las condiciones para iniciar el golpe de timón hacia la restauración conservadora dentro del proceso de transición en curso. En la pugna entre proyectos estratégicos, en el empate hegemónico existente, en otras circunstancias, este golpe habría sido letal para dar por tierra toda posibilidad de construcción y avance de una alternativa popular. Cuando logran partir el campo del pueblo, especialmente cuando consiguen obstaculizar la conformación de la alianza estratégica del proceso de liberación nacional y social, el movimiento obrero organizado y los sectores medios -especialmente a través del movimiento estudiantil como factor más dinámico de dicha fracción-, se obstruye el proceso de transformación y se generan las condiciones para retroceder en términos de soberanía y grados de libertad, distribución de la riqueza, desarrollo de las fuerzas productivas y justicia social.
En este sentido, en el actual momento histórico, se debe avanzar fuertemente en el desarrollo de la alianza estratégica y de la síntesis histórica, compuesta por los sectores que conforman el campo del pueblo. Y esta nueva síntesis histórica se compone de las distintas identidades del movimiento nacional, que contiene y excede al peronismo como identidad principal (especialmente en los sectores medios), la cual se construye desde el debate de proyecto estratégico y no desde las propias trampas ideológicas tendidas por el enemigo. Y este debate y esta construcción nunca se desarrollan en el espacio mediático y publicitario, ni se garantiza mediante los recursos económicos, ya que justamente esas son las principales armas del proyecto financiero agro-industrial exportador neoliberal.
La militancia, el compromiso, el debate real y la organización, es el camino de los pueblos para triunfar. Profundizar esto en cada uno de los frentes sociales es central porque es allí donde están las mayorías; no en la rosca de partidos vacíos o sellos que no organizan a nadie, por más que puedan servir como herramienta electoral. No se puede confundir a las herramientas político-electorales con el movimiento nacional, sus identidades y su desarrollo y construcciones. De lo contrario no entenderíamos cómo y dónde los pueblos construyen principalmente poder, y por lo tanto se corre el riesgo de caer en errores instucionalistas de creer que es el “cargo” lo que da el poder, en vez de entender que el “cargo” es la mediación que administra la correlación de fuerzas dominante, es decir, no es el poder sino que es su momento administrativo. Es en los frentes sociales que contienen a las mayorías donde se desarrolla el movimiento nacional y se construye la fuerza político-social del Proyecto Nacional, Popular y Latinoamericano.
Ningún individuo que se considere dentro del campo del pueblo está exento de la responsabilidad histórica de entender esto, de hacer el esfuerzo, de dejar la comodidad de lado y de militar en serio sin mezquindades. De lo contrario nos traicionaríamos a nosotros mismos.
Los Medios Masivos de Formación de Opinión intentaron convertir esta victoria táctica en una victoria estratégica para el proyecto financiero tanto en su versión agroexportadora o agroindustrial exportadora. Está en nosotros hacer de esta derrota táctica la profundización del avance estratégico, superando la mayor debilidad de las fuerzas transformadoras en sus distintas expresiones: la organización en todos sus aspectos.
*Integra el Encuentro Nacional Popular Latinoamericano. Sociólogo. Docente de la Universidad Nacional de La Plata. Investigador del Centro de Investigación en Política y Economía (CIEPE) y del CISH-UNLP-CONICET.