Tras la movilización del 7 de marzo pasado, la cúpula de la CGT quedó, de alguna manera, comprometida a fijar la fecha del anunciado (y varias veces aplazado) primer paro general contra el gobierno de Mauricio Macri. Las imágenes de ese día fueron elocuentes: muchedumbres de laburantes de a pie, seguramente “atravesados” también por alguna “interna sindical”, exigiéndole al triunvirato un reclamo concreto: “pone la fecha la puta que te parió”.
En su discurso, Juan Carlos Schmid había prometido convocar a la medida de fuerza “antes de fin de mes” (al menos así se entendió, por más que haya tenido un lapsus de segundos en el que afirmó que habría paro “antes de fin de año”). Finalmente el triunvirato de la CGT confirmó el paro para el 6 de abril, luego de que una de sus líneas internas -la Corriente Federal de los Trabajadores- y las dos fracciones de la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA) promovieran el 30 de marzo, fecha emblemática en la que se cumplen 35 años del paro realizado por la CGT a la última dictadura cívico-militar.
Por su parte, desde el otro triunvirato, el de los movimientos sociales, se había anunciado su participación en las medidas a realizarse por parte del sindicalismo asalariado, tanto en la del 6 de abril, convocada por la CGT, como la del 30 de marzo, llamada conjuntamente por la CTA “Autónoma” y la CTA “De los trabajadores” (ahora en proceso de reunificación).
“En el “Plenario de Constitución” los movimientos sociales confirmaron algo que comenzó a vislumbrarse el año pasado: la apuesta por la unidad concreta con la CGT”
Tras las jornadas del 6, 7 y 8 de marzo (Primer Paro Nacional Docente, movilización convocada por la CGT y Paro Mundial de Mujeres), a las que se sumaron luego la protesta de los movimientos sociales del 15 de marzo en reclamo por la plena implementación de la Ley de Emergencia Social y la Marcha Federal Educativa de la semana pasada, algunas organizaciones populares comenzaron a trabajar el slogan “Marzo Arde”.
Como sea, todo parece indicar que durante los próximos diez días dos importantes protestas volverán a expresarse en las calles del país.
Si bien la convocatoria a dos jornadas de protesta en una semana debilita más de lo que fortalece la pulseada entre los sectores populares en lucha y el gobierno de Cambiemos, lo cierto es que se vienen produciendo confluencias de distintos sectores sociales y políticos en las calles, y que como decían los “autonomistas italianos” a fines de la década del 70, todo indica que también en la Argentina contemporánea se avecina un “otoño caliente”.
La hoja de ruta hacia el paro del 6
El sábado pasado, a menos de 24 horas de que multitudes expresaran en las calles de prácticamente todas las ciudades del país el repudio al terrorismo de Estado, y mientras en numerosos sitios se conmemoraba el 40 aniversario de la muerte de Rodolfo Walsh, el triunvirato de los movimientos sociales -compuesto por la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), la Corriente Clasista y Combativa (CCC) y el Movimiento Barrios de Pie- se reunieron en el barrio de Constitución para definir los pasos a seguir durante los próximos días. También participó del encuentro el Frente Popular Darío Santillán (FPDS), quien el pasado 15 de marzo compartió las calles con las organizaciones del triunvirato.
El domingo las organizaciones populares presentes en aquella reunión se declararon en “estado de alerta y movilización” ante el “modelo de exclusión y miseria”, según calificaron al gobierno presidido por el ingeniero Macri. Para las organizaciones, no solo los trabajadores de la economía popular sino el país entero se encuentra hoy en un “verdadero estado de Emergencia Social”, porque se rige por una política que pone “al dinero por encima del ser humano y la naturaleza”.
“Tras las jornadas del 6, 7 y 8 de marzo, la protesta de los movimientos sociales del 15 y la Marcha Federal Educativa de la semana pasada, algunas organizaciones populares comenzaron a trabajar el slogan ‘Marzo Arde’”
“La resistencia de las organizaciones populares y sindicales ante este estado de cosas es hostigada mediante distintas maniobras persecutorias como la judicialización de la lucha social, las operaciones de prensa, la difamación contra nuestros dirigentes, la demonización mediática de nuestras organizaciones, la represión policial, las amenazas anónimas y el accionar de bandas parapoliciales”, denunciaron las organizaciones sociales, y pusieron como ejemplos los casos de Emilio Pérsico y Lito Borello, de la CTEP, “perseguidos por ejercer su libertad de expresión o el derecho a la protesta”, o el de Juan Carlos Alderete, de la CCC, amenazado por desarrollar la campaña “Ni un pibe menos”, o los más trágicos aún de Darío “Iki” Julián y César Méndez, “asesinados por bandas narco-policiales” en la provincia de Buenos Aires. La detención ilegal de Milagro Sala y la violencia constante padecida por los jóvenes militantes de La Garganta Poderosa también aparecen enumerados en la lista de casos a los que se suman “la persecución cotidiana”, la intimidación y la represión a distintos sectores de trabajadores.
Los movimientos sociales junto a los sindicatos
En el “Plenario de Constitución” los movimientos sociales discutieron las formas de intervención en las próximas jornadas de protestas pero también confirmaron algo que comenzó a vislumbrarse el año pasado pero que ahora, de cara a lo que viene, parece cobrar solidez: la apuesta por la unidad concreta entre las organizaciones de la economía popular y la CGT.
Juan Grabois, de la CTEP, confirmó, en diálogo con Zoom, que la posición de su organización es “adherir y participar” del paro del 6 de abril, realizando ollas populares en los barrios a partir de las cuales puedan encontrarse con los vecinos para conversar sobre “la situación que atraviesa el país, el plan de lucha que hemos emprendido y cómo marcha la implementación de la Ley de Emergencia Social, que para ese momento ya debería al menos tener abiertas las inscripciones”. El referente del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) también se refirió al vínculo entre las trabajadoras y trabajadores de la economía popular y la CGT, explicando que, más allá de los momentos coyunturales que puedan atravesar, desde la fundación de la CTEP en 2011 han planteado que la unidad de la clase trabajadora no tienen que ser sólo de acción sino orgánica. “Pensamos que tiene que haber una sola central que agrupe a los trabajadores del sector público, privado y de la economía popular, más allá de las tendencias internas que puedan haber, porque lo contrario debilita a la clase y es funcional a los intereses del capital”, remarcó. Por último, Grabois -que también es asesor del Consejo Justicia y Paz del Vaticano- destacó que “seguimos sosteniendo, insistiendo y esperando que la CGT haga las reformas estatutarias pertinentes para que la CTEP pueda ser un gremio confederado más y participar de todos los órganos de la CGT, que es la única central con personaría gremial que hay en la Argentina, en la cual también pensamos que deberían participar los docentes y estatales enrolados en las dos CTAs, para poder avanzar así en la unidad y cambiar la correlación de fuerzas entre las clases sociales en el país y construir un modelo vinculado a la justicia social”.
Cristóbal Cervera, del Frente Popular Darío Santillán, comentó por su parte que son las trabajadoras y trabajadores de la economía popular los más afectados por la política económica del gobierno de Cambiemos. “Si la media del país en general está mal, en las barriadas populares se está mucho peor, porque los tarifazos en los servicios y la inflación golpea más a todos aquellos que con los ingresos que percibimos quedamos por debajo de la línea de pobreza”, subrayó. También destacó la importancia de la unidad que se está produciendo entre los movimientos sociales, por un lado, y entre éstos y las entidades sindicales, por el otro. “Hasta que el gobierno no cumpla con la real implementación y la efectiva asignación del presupuesto destinado para la Ley de Emergencia Social, seguiremos en estado de alerta y movilización”, enfatizó. Para el referente de la organización que lleva el nombre de uno de los dos jóvenes militantes asesinados el 26 de junio de 2002, lo acontecido en la movilización del pasado 7 de marzo, “evidencia el creciente malestar que puede verse entre muchos trabajadores que ven reducidos sus derechos ante el rumbo económico de este gobierno”, y consideró que ante esa situación el triunvirato de la CGT no pudo mirar para otro lado. “Por eso creemos que es importante la confluencia de los sindicatos y los movimientos populares, tanto para la jornada convocada este 30 de marzo por las dos CTAs como para el paro del 6 de abril (que entendemos que debería haber sido convocado con movilización), así como se produjo la unidad en la calle el 7 de marzo y el 18 de noviembre del año pasado. Pero de todos modos no dejamos de advertir que estos dirigentes de la CGT hace rato se han divorciado de las bases que dicen representar”, concluyó.
“‘Pensamos que tiene que haber una sola central que agrupe a los trabajadores del sector público, privado y de la economía popular, más allá de las tendencias internas que puedan haber, porque lo contrario debilita a la clase y es funcional a los intereses del capital’, remarcó Grabois”
Algo similar planteó Sergio Fernando Job, del Encuentro de Organizaciones de Córdoba (también integrante de CTEP), quien considera que hoy por hoy la CGT está “conducida por empresarios” que dicen representar a los trabajadores. De todos modos, el referente de la organización cordobesa no dejó de resaltar la importancia “estratégica” de la posible confluencia entre distintos sectores de trabajadores, en un proceso de unidad que implique “no callarse las diferencias” y que pueda avanzar no sólo en la confrontación con un gobierno como el de Cambiemos, sino también en la propuesta de otro modelo de país. “Creemos que en este proceso no tenemos que dejar de mostrar que, desde hace décadas, las organizaciones sociales venimos mostrando modos organizativos diferentes, que intentan no ser burocráticos y priorizan la democracia de base, con una participación popular más dinámica. Por eso pensamos que así debe ser también en el conjunto de organizaciones sindicales donde los trabajadores tengan la voz en las decisiones y los pasos a seguir”, reflexionó. Respecto del paro del 6 de abril insistió en que debía ser enmarcado en un proceso de “creciente protagonismo popular”, en el cual los trabajadores vienen diciendo “basta a las recetas neoliberales que vienen golpeando su calidad de vida”. “En ese marco hemos decidido recuperar las calles como lugar de disputa para denunciar la situación de empobrecimiento y malestar social, pero por otro lado mostrar una alternativa. No podemos sino recordar que el paro del 6 de abril fue arrancado a la burocracia sindical por medio de la presión que exigía a gritos a sus conducciones que convocaran a un paro general contra Macri. En ese sentido entendemos que CTEP viene siendo un sector de avanzada en esta lucha, y como tal, el 6 de abril deberá tomar un papel activo para hacer de ese día un día de lucha en el cual puedan sumarse los más diversos sectores de trabajadores y sectores populares afectados por las políticas de este gobierno”, remató.
Daniel Menéndez, del Movimiento Barrios de Pie, por su parte, puso el énfasis en la importancia de poder ir construyendo con la CGT “puentes de acuerdos que sean lo más sólidos posibles” y reconoció que los movimientos populares articulan hoy por hoy una realidad de mucha heterogeneidad, pero sostenida sobre dos o tres indicativos claros, como lo son “la plena vigencia de la Ley de Emergencia Social, que no se avance en el crecimiento de la pobreza y que el Estado atienda los reclamos del sector, para desde ahí fortalecer ese polo que permite que el reclamo de los más humildes tenga mayor volumen”. También destacó la importancia de que la CGT haya realizado una autocrítica de su incapacidad en años anteriores de haber tenido una “política totalizadora” respecto de la realidad de la clase trabajadora y no solo de los que están bajo convenio sino también de quienes están por fuera del mercado laboral formal. “Nos parece que ese es el camino estratégico central, más allá de que hay diferencias puntuales en cada momento, si hay paro o no y qué modalidad toma, por ejemplo. Nosotros priorizamos la unidad, por supuesto, siempre y cuando sea para enfrentar a este gobierno, para ponerle frenos a las políticas de ajuste”. El dirigente también aclaró que se movilizarán el 30 de marzo junto a las dos CTAs y que luego de algunas reuniones que tendrán con los dirigentes de la CGT en los próximos días definirán su modalidad de intervención el próximo 6 de abril.
Lo viejo que no muere, lo nuevo que no nace
Hace ya una década atrás el sociólogo portugués Boaventura Sousa Santos reparó en que los denominados Nuevos Movimientos Sociales (o Nuevos Movimientos Populares en Latinoamérica) no sólo demandaban reivindicaciones específicas al Estado, sino que en su desarrollo sus intereses se tornaban frecuentemente “incompatibles con el orden político y social existente”, entre otras cuestiones, porque sus demandas eran expresadas generalmente por vías no institucionalizadas.
No está de más recordar que en los años ’90 los movimientos sociales emergentes pusieron en cuestión la idea de la política entendida como el arte de lo posible, siendo la punta de lanza de un cuestionamiento más de fondo de la “década cínica”. Entonces las nacientes organizaciones, pobladas de desempleados, no podían recurrir a la huelga como modo de expresión de la bronca y el reclamo, pero recuperaron un arma sabia del movimiento obrero, y la resignificaron. El piquete se trasladó entonces de sus lugares habituales (las fábricas y establecimientos laborales) para interrumpir el lugar mismo de circulación de las mercancías. Aunque también operaron como un piquete simbólico, otorgándole al espacio público otros sentidos a los que cobraban en la Argentina neoliberal. Los neumáticos encendidos en las rutas, símbolo por excelencia de las puebladas, se entremezclaron con otros como los rostros cubiertos, que desde enero de 1994 identificaban con claridad a los indígenas mexicanos alzados en armas bajo el nombre de zapatismo. Las asambleas como forma de ejercer la democracia directa recorrieron las barriadas más pobres del país mucho antes del estallido de diciembre de 2001, recuperando desde el fondo de la historia nacional experiencias que habían sido constitutivas de los primeros sindicatos.
Hoy en día el sindicalismo, atravesado desde hace años por una crisis profunda, tal vez pueda repensarse en alianza con y no contra o diferenciado de los nuevos movimientos sociales, que en muchos casos adoptan dinámicas propias de sus nuevas realidades, y otras, mixturan esas prácticas y concepciones de nuevo tipo con otras clásicas del sindicalismo.
El paro del 6 de abril y los meses que siguen pondrán en tensión concepciones, prácticas e intereses diversos presentes en el heterogéneo mundo popular de la Argentina actual.
La unidad se presentará como un desafío, y la dispersión, como un permanente mal a conjurar.