El anécdotico Emilio Federico van Peborgh, ministro de defensa del gobierno del general Juan Carlos Onganía, ilustra de una forma singular las inmigraciones a nuestro país.
Hijos de inmigrantes eran los de antes. En su libro Contra la ocupación extranjera, publicado en 1968, el periodista Rogelio García Lupo enumera funcionarios y consejeros del círculo íntimo del general Juan Carlos Onganía, quien dos años antes había derrocado al presidente radical Arturo Umberto Illia, y comenta un detalle curioso: “Son hombres que casi nadie conocía, salvo en los círculos financieros, y han teñido las nóminas gubernamentales con la dificultosa pronunciación de sus nombres”.
Entre los apellidos de la lista –que no son criollos ni de origen hispano o itálico– figuran Bauer (Bienestar Social), Frischknecht (Difusión y Turismo), Krieger (Economía), Hirsch (de la empresa Bunge & Born), Helbling (representante de la banca Baring Brothers en Argentina) y Van Peborgh (Defensa).
A diferencia de los actuales inmigrantes bolivianos, peruanos y paraguayos, ninguno de ellos ocupaba espacios públicos –salvo los del gobierno y la administración– ni solicitaba facilidades para conseguir vivienda, porque ya las poseían amplias, cómodas y bien ubicadas. Además de la piel blanca, los ojos claros y los apellidos impronunciables, la característica común de los civiles cercanos a Onganía era su concepción liberal de la economía. A esto se agrega otra, también común: todos estaban vinculados directamente a empresas de capital británico y estadounidense.
Esta circunstancia, en honor a la verdad, incluía a otros altos funcionarios con apellidos menos exóticos. El canciller Costa Méndez, por ejemplo, había sido vicepresidente de Texas Instruments Argentina, subsidiaria de Texas Instruments Inc. de Dallas (Texas), y director de Field Argentina, una firma constructora de viviendas en gran escala, propiedad del magnate Granville Elliot Conway, de Nueva Jersey, que también era dueño de una flota naviera para transporte de petróleo.
Al servicio de su majestad
De todos, quien se destaca es Emilio Federico van Peborgh, el ministro de Defensa. Conocido por el apodo de “Mito”, entre sus antecedentes personales exhibía orígenes holandeses, vacaciones infantiles en Suiza y estudios de Economía en Harvard. Era, además, presidente de la fábrica de cristales Rigolleau y director de la Sociedad Minera Argentina (Sominar), que en realidad era norteamericana.
Lo singular de Van Peborgh es una particularidad menos empresarial: durante la Segunda Guerra Mundial se había enrolado como voluntario en el ejército del Reino Unido, donde alcanzó el grado de capitán en la Royal Air Force (RAF).
Aquel servicio a Su Graciosa Majestad británica, sin embargo, no fue suficiente para descollar en su propio país y en su nueva especialidad. La revista Primera Plana lo definió el 18 de junio de 1968 como “el funcionario oficial menos enterado de la intimidad militar”, evaluación que no debe interpretarse como un brote de racismo o xenofobia del semanario fundado por el periodista Jacobo Timermann.
“En condiciones normales, pocos gobernantes habrían tenido la ocurrencia de adjudicar el Ministerio de Defensa a alguien que, por poseer grado militar en un ejército extranjero también ha debido prestar juramento de lealtad a otra bandera y a otro gobierno”, escribe García Lupo, igualmente sin intenciones racistas o xenófobas. “Pero en el caso de Van Peborgh, uno no puede menos que preguntarse sobre los problemas éticos que el nuevo ministro deberá enfrentar para litigar con la reina de Inglaterra sobre las Islas Malvinas o con los importadores británicos de carnes argentinas”.
Doble lealtad
El periódico CGT de los Argentinos, orientado por el dirigente del sindicato gráfico Raimundo Ongaro y dirigido por Rodolfo Walsh, en el que también colaboraba García Lupo, publicó en agosto de 1969 un artículo titulado “Los monopolios en acción”, donde nuevamente se menciona al ex oficial de la RAF:
“La historia argentina de los últimos años deberá cambiarse para que el ministro de Defensa, Emilio van Peborgh, pueda dormir con la conciencia tranquila. Después de la denuncia formulada por un coronel a sus superiores, en el sentido de que Van Peborgh era oficial del ejército inglés, y por lo tanto estaba moralmente inhabilitado para mandar sobre los militares argentinos, se divulgaron algunas actividades del ministro relacionadas con el asunto. Se publicó su entusiasmo por pasearse con el uniforme de la Reina por las calles de Buenos Aires, su placer por retratarse con las insignias de capitán británico, su predilección por hablar solamente en inglés con su familia. Por si fuera poco, apareció otro Van Peborgh, primo hermano del ministro, residente en el balneario de Punta del Este, Uruguay, que explicó cómo había acompañado a su primo en la guerra, él también como oficial inglés. Una manía de la familia, como puede verse”.
La publicación, de la cual sólo salieron 55 números que se distribuyeron entre mayo de 1968 y febrero de 1970, cita declaraciones de Van Peborgh a reporteros que le preguntaron sobre sus servicios al gobierno británico: “Yo fui como voluntario a la Segunda Guerra Mundial, pero como argentino”, se justifica.
“De la respuesta, debe deducirse que existió en la guerra mundial un batallón argentino, o que el ejército argentino participó de dicha guerra, en algún modo”, agrega el periódico. “Hasta el momento, sabíamos que la Argentina había mantenido una celosa neutralidad, siguiendo el histórico antecedente del presidente Hipólito Yrigoyen, igualmente neutral en la primera guerra. Pero no teníamos ninguna noticia de que el ejército argentino se hubiera hecho representar en la guerra por el ciudadano Van Peborgh, de manera que éste, al incorporarse a otro ejército y alcanzar en él grados de oficial, mal podía continuar conservando su condición de ciudadano argentino. En el mejor de los casos estaríamos en presencia de un episodio de doble lealtad nacional”.
Y también sin ánimo de racismo o xenofobia, el periódico propone una adivinanza. “Si la banca Morgan Guaranty Trust de Nueva York compra el Banco Francés del Río de la Plata y el ministro Van Peborgh es director de dicho Banco, su presencia en el mismo, ¿es como ciudadano argentino, como ciudadano inglés, como ciudadano norteamericano o como capitalista internacional sin nacionalidad fija?”.
Nacionalismo equivocado, populismo envidioso
Hace poco, una publicación muy diferente al periódico CGT de los Argentinos entrevistó a Emilio Federico van Peborgh. Se trata de la revista Empresa, de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE), que en su número correspondiente a octubre-noviembre 2008 reproduce declaraciones del ex ministro: “Tuve una formación universitaria ‘norteamericana’ que me ayudó a entender las implicancias de la modernidad en el trabajo y la economía”.
El entrevistado se queja porque al término de la Segunda Guerra Mundial, “al regresar al país, ya asumiendo responsabilidades empresarias, conviví con el peronismo y con todo el sacudón económico y social de entonces. Se percibía a partir de 1950 una fuerte orientación económica cerrada, con una gran influencia estatista y mucha presión sindical”. Por suerte, aclara, después del derrocamiento del presidente Juan Perón “surge entre el empresariado serio la necesidad de reorientar la política hacia una economía de mercado que ahora llamamos neoliberal”.
Pero esta suerte, al parecer, duró poco. Y Van Peborgh vuelve a quejarse, ahora de los tiempos actuales: “Lamentablemente, reaparecieron los fantasmas con ideas de encerrarnos en una mentalidad estatista: un nacionalismo equivocado que siguió acompañándonos casi siempre”.
El ex empresario rememora: “Hace muchos años, inversores extranjeros emprendedores abrieron el camino. Pensemos en los años cercanos a 1890, a los que se sumaron más argentinos y extranjeros con visión de futuro. Sin embargo, con el correr de los años, a la política primero, y al populismo después, se agregaron la inflación, la inseguridad de las reglas y cierta envidia o resentimiento a partir del peronismo del 45”.
Es lo que se dijo al comienzo: hijos de inmigrantes eran los de antes.