En un capítulo de su clásico tratado De la Guerra, el general prusiano Karl von Clausewitz, describe la guerra como «un verdadero camaleón», que cambia permanentemente y adapta su apariencia a las variables condiciones sociopolíticas, históricas, y de la formación social en las que se desarrolla.
Clausewitz explicó esta metáfora distinguiendo tres elementos constitutivos de la guerra: la violencia intrínseca de sus componentes, que atribuye al pueblo, la «violencia intrínseca de sus componentes, el odio y la enemistad, que deben considerarse como instinto ciego». La creatividad de los estrategas es el segundo elemento que ordena la incertidumbre mediante el genio «el juego de probabilidades y el azar que hace de la guerra una actividad libre del espíritu». Y la racionalidad de quienes toman las decisiones políticas: «la naturaleza subordinada de una herramienta política, por la cual pertenece estrictamente a la razón», hace de la guerra un instrumento de gobierno. De aquí deriva la definición de Clausewitz de que «la guerra es la continuación de la política por otros medios».
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Un poco de historia reciente
El conflicto entre los judíos y los palestinos tiene su origen hace más de un siglo con las primeras colonias sionistas en la zona aún bajo control de los Otomanos. Para la época del mandato británico esa colonización aumentó y se produjeron los primeros enfrentamientos entre árabes e inmigrantes judíos. Pero lo cierto es que el conflicto y la limpieza étnica de árabes comienza con la creación del Estado de Israel en 1948. Desde ese momento, en diferentes oleadas, cientos de miles de árabes han sido expulsados después de guerras en las que Israel salió victorioso.
Pero el tema de nuestro artículo debe remitirse a un periodo más reciente para entender la actual etapa del conflicto. Y este periodo tiene su hito inicial con los acuerdos de Oslo 1 y 2 de 1993 y 1995, impulsados por iniciativa de EEUU, y firmados por el premier israelí Isaac Rabín y el líder de la OLP (Organización para la Liberación de Palestina) Yaser Arafat. En ese acuerdo se fijó una agenda que, en un tiempo razonable, debía dar por creado un Estado palestino plenamente soberano basado en los territorios ocupados por Israel en 1967: Cisjordania y Gaza.
Cisjordania y Gaza son unos muy pequeños territorios de 5860 km2 y 360 km2 respectivamente. En ambos territorios se construiría el Estado palestino. Israel se comprometía a desocupar paulatinamente y debía cesar la política de colonización judía (y expulsión de palestinos) y los palestinos se comprometían a disminuir sus aspiraciones y acordar mecanismos para que Israel tuviera fronteras seguras. Algunos temas claves quedaron en el tintero (o bajo un paraguas para poder seguir discutiendo y avanzar), como el estatus de Jerusalén y la cuestión de los palestinos expulsados.
Este acuerdo, que implicaba para los palestinos reconocer a Israel con las fronteras previas a 1967, tuvo sus resistencias. Por un lado, de parte de los sectores árabes más duros, entre ellos: el Movimiento de Resistencia Islámica (HAMAS), nacido al calor de la primera intifada en 1987. Pero también de una buena parte del espectro político Israelí (lo que llevo al asesinato de Rabín) que aspiraba (y aspira) a un gran Israel exclusivamente judío.
Lo cierto es que esos acuerdos no se cumplieron. En un año tan temprano como 1996 Benjamín Netanyahu accedió por primera vez al puesto de primer ministro, e instaló en Israel una política contraria a las concesiones, y propició la construcción de un Estado homogéneamente judío, con los territorios ocupados incorporados a él.
Uno de los puntos de los acuerdos de Oslo imponía que el futuro Estado palestino debía construirse como una república democrática. Por lo tanto, debía haber elecciones periódicas. Los palestinos cumplieron, y en 1996 las elecciones se realizaron. Llevaron al amplio triunfo de Yaser Arafat con el 88% de los votos, líder casi indiscutido desde los orígenes de la resistencia a la ocupación. Pero este líder carismático murió en el 2004. Y en elecciones que se celebraron en 2006 Hamas se alzó con el triunfo de la elección legislativa, que debía elegir el jefe de la autoridad palestina. Hamas ganó 44.45% del voto y 74 asientos, mientras Fatah obtuvo 41.43% y 45 bancas. Hamas contaba con el apoyo de las fuerzas palestinas restantes de izquierda (FPLP y FDLP) y la Yihad islámica.
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Hamas
La “Resistencia islámica” logró imponerse a raíz del deterioro grave de la situación en el territorio palestino, producto de una escalada de violencia causada por el incumplimiento israelí de los acuerdos: aumento de los asentamientos de colonos, bloqueo del acceso al agua, trabas a la movilidad de la población árabe, expropiación de tierras y casas, etc. La respuesta violenta era una dialéctica de escalada en la que Israel imponía su fuerza, aunque los palestinos resistían duramente (como en la segunda Intifada) y tenían de su lado la legalidad internacional, aunque eso de poco valiera dado que aún así esa legalidad está condicionada a quien detenta el poder internacionalmente, y que en última instancia define “buenos y malos”.
Sin embargo, la posición conciliadora de Al Fatah parecía no lograr resultados positivos. Palestina tenia cada vez menos autonomía, menos recursos y menos territorios. En cambio, Hamas sostenía una posición intransigente; que, ante la perspectiva de la guetificación y eliminación como pueblo, atrajo a la población. El triunfo democrático de Hamas no fue aceptado por Israel ni por la comunidad de países occidentales, que decidieron impedir que la organización asumiera y respaldaron que Al Fatah continuara en el poder. Ese fue el fin de la autoridad palestina. Desde allí Hamas en Gaza continuó gobernado ese enclave y Al Fatah lo hizo en Cisjordania. Sin embargo, a pesar del apoyo dado por Israel a este partido y ser reconocido como autoridad en el mundo, el avance israelí continuó, especialmente en Cisjordania. Si Gaza permaneció sitiada desde entonces, Cisjordania, fue carcomida por nuevas colonias judías, y los territorios palestinos quedaron reducidos a unos mínimos Guetos cercados en los que, para entrar, salir o circular entre ellos se deben pasar sistema de alambradas, inviables y aislados. Sorprende que la analogía con el gueto de Varsovia no sea muy extemporánea. No es muy difícil entender cómo a pesar de la difícil situación de Gaza siempre en amenaza bélica, Hamas mantiene prestigio.
¿Qué es Hamas? Nacido como señalamos en 1987, en su carta fundacional la organización era islámica, de la corriente que expresan en el mundo islámico “los hermanos musulmanes” un movimiento conservador religioso y tradicionalista, antiguamente opuesto a los nacionalismos árabes (creación de un Estado islámico y aplicación de la Sharía como ley en el Estado, etc.). Hamas tiene como principios la destrucción del sionismo y el Estado de Israel. Sin embargo, ese perfil se flexibilizó con su crecimiento de masas y su rol dirigente transformándose en un movimiento de carácter nacionalista y social. De hecho, una de las características de estos movimientos musulmanes (como Hezbollah y otros tantos de la región que surgieron después del colapso de los nacionalismos árabes ocupando su espacio como espacios de lucha o esperanza para las masas más pobres en general) es la construcción de una amplia red social que atiende tareas que el Estado no cumple en los barrios populares. También Hamas se orienta hoy más a la construcción de un Estado palestino árabe y en encontrar algún tipo de modus vivendi territorialmente razonable con Israel, en el que pueda existir una entidad palestina independiente con una base territorial. Al menos eso declaran sus líderes.
Con estas estructuras Hamas ha resistido los ataques permanentes de Israel en una ciudad sitiada, y ha atacado periódicamente con las consecuentes represalias judías. Ante la ineficacia y resignación de la autoridad palestina de Al Fatah, Hamas aparece como una fuerza de combate. Claramente esto se debe al permanente avance israelí, que parece sin la mínima disposición de negociar alguna salida política que permita la existencia de los palestinos, y les dé a los palestinos alguna idea de que puedan existir.
Ofensiva palestina, su contexto
Lo descripto previamente son sólo pinceladas de una guerra que, con intermitencia, se desarrolla desde hace casi un siglo. Tres guerras árabes israelíes, tres guerras en Líbano protagonizadas por Israel, dos intifadas, e innumerables “operaciones de castigo” israelíes y operaciones guerrilleras palestinas o libanesas.
Sin embargo, esta operación “que está en nivel de guerra” es un hecho que parece cambiar una tendencia que parecía establecida desde hacía más de una década hacia la derrota palestina, y quizás su extinción como grupo étnico/político. La tendencia de que esto sucediera sin sobresaltos, sin que al actor derrotado intentara hacer algo.
Israel siempre buscó una estabilización de sus relaciones con los Estados árabes y musulmanes (nos referimos a árabes, más los iraníes, turcos, paquistaníes, etc.). El primer hecho destacado es el de “Los Acuerdos de Camp David” (de 1978), entre el líder egipcio Sadat y el israelí Beguín, que produjo la normalización de las relaciones con Egipto, la seguridad de su frontera sur, a cambio de la devolución del Sinaí y el desmantelamiento de las colonias judías en la zona, además de una vaga promesa de solución para el tema palestino en Gaza y Cisjordania. Ambas regiones (antes bajo jurisdicción de Egipto y Jordania respectivamente) pasarían a ser autónomas (bajo ocupación israelí) y futura sede de un Estado palestino.
Este fue un primer paso que ayudó a Israel a asegurarse que no tendría una nueva guerra contra el mundo árabe unido. Pero, para lo que hace a nuestro tema: “Los Acuerdos de Abraham” fueron una clave. De estos son parte: Emiratos Árabes Unidos (EAU), Baréin y Marruecos, con los que estableció lazos diplomáticos en 2020, mediados por Estados Unidos y de los cuales también es parte Sudán, y estaba en camino similar Arabia Saudita (este mismo año una delegación de nivel ministerial israelí había sido recibida con honores). Estos acuerdos (que son política de relaciones exteriores) son la clave de la política regional de Israel y el principal éxito para dar por terminados sus más graves problemas geopolíticos regionales (o más bien pasar a otra etapa habiendo garantizado su reconocimiento y estabilización).
Si bien la posición de Qatar es más sólidamente pro palestina, al igual que Argelia muestra su firmeza tradicional a nivel declaraciones y diplomacia (aunque participó en efectivos militares en las guerras contra Israel), y Turquía con Erdogan se muestra más atenta a que Israel se modere y cese sus agresiones. Lo cierto es que la destrucción de países como Siria, Irak y Libia, ha dejado a los palestinos cada vez más aislados. Hoy la realidad indica que los países que pueden aparecer respaldándolos guían sus relaciones exteriores más por realismo que por idealismo. Aunque no debemos dejar de tener en cuenta que la Umma (concepción de unidad y solidaridad de todos los musulmanes) juega un rol en la política internacional de estos Estados o, al menos, en casos extremos ejerce presión. Sólo queda junto a la resistencia palestina el “Eje de la resistencia” constituido por Irán Hezbollah y una cantidad de partidos armados del mundo árabe musulmán, de los que podemos destacar a los Huties de Yemen y al Hezbollah iraquí.
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Actualidad
Hay que reconocer (y sobre esto se debería tener consenso) que Israel venia avanzando en la normalización de sus relaciones con el mundo árabe musulmán. Desde hace mucho, pero especialmente desde “Los acuerdos de Abraham”, mencionados más arriba. Es una estrategia lógica, ya que un bloque musulmán unido que no reconociera al Estado de Israel y respaldara activamente a la resistencia palestina, aparecía como una advertencia de la precariedad del Estado judío en la región. Por ello Israel es una sociedad militarizada, con una fuerza armada altamente profesional, pero también de masas ciudadanas, muy tecnificada, y siempre alerta. La normalización de las relaciones exteriores con los musulmanes transformaría el problema palestino en un “asunto policial” o de “terrorismo” (como erróneamente se llama en Occidente).
Esto iba de la mano de dos cuestiones. Por un lado, la neutralización de la autoridad palestina y su transformación en una especie de policía local de mínimos guetos marginales. Una suerte de Bantustanes del apartheid sudafricano: pequeños pueblos (Belén, Jenin, Ramallah, Jericó) aislados rodeados de alambres. Y el asedio a ese enorme gueto de Gaza de 2,2 millones de personas, gobernado por Hamas. Mientras, desde las autoridades del Estado israelita se avanzaba de forma muy firme en la ocupación definitiva de los territorios cisjordanos por medio de colonización y desplazamiento. O sea, venía ganando ampliamente la idea más radical respecto a la cuestión palestina, vadera central de la coalición gobernante israelí de partidos religiosos ultraortodoxos, conservadores más laicos, pero todos agresivos y radicales.
El gobierno actual de Israel, una coalición de derechas, contaba así en su haber con la «pacificación» y proyecto de eliminación de los palestinos, con la consolidación de las fronteras que incluyan a los territorios ocupados, la multiplicación de la colonización judía y expulsión de musulmanes. Parecía incontrastable. Y todo esto en el marco de una “normalización regional” (para israelí, claro, porque la región está todo menos que normalizada).
Sin embargo, el gobierno de Netanyahu se encuentra en su plano interno en una fuerte tensión con sectores judíos más democráticos o liberales, no específicamente por la cuestión palestina, sino porque estaba encarando una serie de reformas institucionales a las que se acusaba de implicar una transición hacia un régimen más autoritario, más cerrado, más confesional (aún). En los últimos tiempos han sucedidos grandes protestas en Israel que colocaron a Netanyahu y su coalición radicalizada, en problemas. Sin dudas Netanyahu intentará ahora –apelando al estado de amenaza—, legitimar su gobierno neutralizando a la oposición. Eso al menos por un tiempo, y si tiene éxito.
Contexto geopolítico actual
El contexto geopolítico internacional también es parte de la incertidumbre que presenta oportunidades a los múltiples actores que hoy se despliegan en el globo. El mundo en crisis y transición, ya no tiene hegemonías estables, aplastantes, únicas. Los Estados árabes y musulmanes, tienen mayor libertad de movimientos en la arena internacional, desarrollan políticas con un margen de autonomía ante la lectura de que deben encontrar en el nuevo orden mundial el mejor lugar posible. Así vemos a Egipto incorporarse a los BRICS, a Turquía proyectarse como potencia regional. A Arabia Saudita pactar acuerdos con Irán. De la misma forma que Israel ve su rol como potencia autónoma con sus relaciones normalizadas en la región y los palestinos eliminados como problema, ve que eso le permitiría pegar un nuevo salto de proyección internacional.
En este mundo en crisis de transición se despliegan guerras de todo tipo: convencionales, asimétricas, proxis, híbridas, etc. En África, en el Cáucaso, en Europa… Es la lucha por un lugar en el mundo, o por perderlo. Y Palestina está en esa situación, la guerra de policía, a la que parecía Israel haber logrado reducir a la cuestión palestina, ahora se eleva a una guerra convencional, aunque asimétrica (como no debemos dejar de recordar).
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Repercusiones internacionales
América latina no es un jugador a tener en cuenta en medio oriente (de hecho, Argentina está entre los más dispuestos a apoyar a Israel frente a una posición más moderada de la mayoría). Pero sí deberíamos ver cómo juegan los otros grandes actores. La Unión Europea ha destacado su apoyo irrestricto a Israel, en forma mas contundente y sin fisuras que otras veces, pero como actor internacional en la línea actual lo coloca más en la situación de comparsa o relleno que actor independiente a tener en cuenta (aunque los subsidios que Alemania paga a Israel son muy altos). El actor clave es EEUU que sin dudas respalda a Israel, como ha señalado Biden; aunque si bien el apoyo es claro y contundente, en lo diplomático respalda las acciones que Israel decida tomar (una especie de “carta blanca” que no incluye paquetes de ayuda extraordinarios). Aunque debemos tener en cuenta que la ayuda estable es muy alta (EEUU envía cerca de 4000 millones de U$s de ayuda militar en su mayoría), no creemos que Israel necesite ayuda económica ni militar extra para una guerra con Hamas. China, más allá de las declaraciones, no creemos que en esta instancia sea un frente de conflicto en el que esté dispuesta a jugar muchas fichas. Lo mismo podríamos decir de India, por ejemplo, más allá de su cercanía a Israel. Es más interesante ver el caso de Rusia, porque guardamos (erróneamente) la imagen de una URSS muy comprometida con los árabes en las guerras de los 60 y 70. Rusia (creemos) mantendrá una cierta distancia, está muy comprometida en Ucrania, e Israel no se ha manifestado en forma contundente contra Rusia. Rusia e Israel han mantenido y mantienen relaciones estables, más allá de las advertencias rusas sobre los excesos judíos y los derechos palestinos. Aquí solo juegan en primera instancia “extremo occidente”, la anglósfera, y sus satélites, por un lado; y los países musulmanes por el otro, cómo estos actores se comporten será en escenario que permitirá jugar tanto a los palestinos como a los israelíes, sus cartas y sus éxitos.
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La operación militar
En ese momento y esta situación Hamas pateó el tablero. Y lo hizo con una operación militar espectacular. De muy alta calidad, profesionalismo y planificación. Con una táctica que rompió todas las defensas, tanto técnicas como de inteligencia. Y dió un golpe de consecuencias estratégicas que veremos estas semanas. El momento parece bien elegido.
La acción fue muy inteligente, miles de cohetes y baratos (¿5000?) y drones son imposibles de detener para los sistemas actuales (aún). La «Cúpula de acero» (sistema antimisiles israelí) es muy buena pero más convencional. Un ataque de saturación no sólo la supera, sino que hace correr el riesgo de agotar sus reservas. Además de que, para voltear un barato misil de Hamas o un dron, se necesita un arma mucho más cara.
Así desorganizaron la defensa en el terreno, crearon un alerta general y caos. Rompieron las comunicaciones. Y mediante lo que debió ser un largo trabajo de inteligencia supieron los horarios de las defensas israelíes y las agarraron con la guardia baja en el aniversario de Yom Kippur, como hace 50 años, cuando los árabes sorprendieron en la ofensiva inicial a los judíos de la misma manera. Si se preguntan cómo obtener esa inteligencia: fuentes abiertas, comunicaciones de celular, fotos y informaciones de Facebook o Instagram; palestinos o árabes que viven cerca de asentamientos y guardias militares, largas observaciones con largavistas, etc. Mucha paciencia y sistematización. Cómo ocultaron sus propios movimientos: con comunicaciones personales, poco celular, movimientos ocultos, poca electrónica o la indispensable para temas que no den información crítica. Mucho hecho fuera de Gaza. Mucho túnel, sótano. Años de trabajo y una discreción lograda a costa de fracasos reiterados. A veces se aprende con sangre.
La ofensiva de Hamas, se aproximó a un ataque convencional, por tierra mar y aire. Aunque por mar las defensas judías tuvieron más éxito destruyendo a varias lanchas palestinas de ataque y emboscando a los buzos que desembarcaron. Los ataques aéreos fueron los drones y cohetes, sin embargo, es de tener en cuenta los sodados que desembarcaron desde parapentes. No sabemos aún cuantos, sin dudas unos pocos. Pero suficientes para los objetivos señalados, tipo comando. Cómo hicieron: mientras las oleadas de cientos de cohetes salían de Gaza, junto a ellos en la misma dirección eran lanzados los soldados en parapentes. Los sistemas de defensa detectaba a todos y debían elegir a cuáles volteaban, obviamente atacaron a los más rápidos, que no eran los hombres voladores sino los cohetes. También en estos años Hamas mejoró su tecnología, hoy los cohetes son más eficaces y más precisos con sistemas de dirección. Nada que no se puede hacer con no excesivo dinero y esfuerzo. Y sumamos los drones caseros modificados. O sea, como se viene señalando en los estudios militares, las nuevas herramientas de la guerra están más al alcance de organizaciones de mediana envergadura.
Por tierra algunos cientos de efectivos de Hamas (de todas las fuerzas palestinas unidas, ojo; y aún no es claro cuántos palestinos cruzaron la frontera) penetraron con éxito derrotando a las defensas de la frontera, tomando (o entrando) a más de 20 poblaciones, tomado también dos bases militares, destruyendo varios tanques Merkava (de excelente calidad) y otros vehículos pesados; destruyéndose o capturando mucho material militar, inclusive alguno de buena calidad y moderno. De hecho, ocuparon una parte importante del sur de Israel por un día completo, debiendo los judíos convocar de urgencia fuerzas para contraatacar. Se llevaron cientos de rehenes militares y civiles inclusive autoridades y oficiales de las FFAA (un general de inteligencia). Y dejaron en el camino cientos de muertos israelíes y miles de heridos. Más bajas que en la última guerra de Líbano (Israel no llegó a las 200 de las que unas 40 eran civiles). Y es de destacar que a pesar de los ataques aéreos de represalia israelí las bajas del primer día fueron equilibradas (mayores de Israel). (Hasta el domingo las bajas israelíes confirmadas eran de 600 muertos y las palestinas de 400, las judías cercanas ya a las de la guerra de los seis dias. Ya son más bajas que en Malvinas). Así vemos dos cuestiones. Por primera vez alguien consigue ocupar, aunque sea temporalmente, territorio nacional israelí (las imágenes de cientos de civiles judíos huyendo a campo traviesa impresiona). Y por primera vez las bajas estuvieron equilibradas. Hasta ahora claro. Un éxito espectacular. Una operación a estudiar.
Sobre la cuestión de la inteligencia, o de la “falsa vadera” que tanto gusta a ciertas tendencias políticas, quien escribe este artículo cree (sabe sin lugar a dudas) que Hitler murió en el bunker, nunca le pasó por la mente venir a Argentina. Que los japoneses sorprendieron a EEUU en Pearl Harbor, los portaviones no estaban por otras razones muy claras. Que secuestrar un avión y estrellarlo en un edificio no era tan difícil si tenías gente dispuesta a morir. Que Argentina recuperó Malvinas y fue una acción que los ingleses hubieran querido evitar. Que Sadam no invadió Kuwait por una trampa para poder después destruir su país, etc. O sea, si bien hay maniobras de inteligencia éstas son secundarias al tema principal. Como la conspiración suele ser indemostrable y estar sujeta a pruebas falsas (a la espiral del secreto) el que quiera creer eso lo hará, en algún caso (una minoría) la “falsa vadera” existe. Lo más importante de las maniobras es cómo se opera sobre los hechos. La inteligencia israelí es muy buena, el Mossad ha demostrado reiteradas veces su capacidad en todo el mundo y ha prevenido muchas veces las acciones de sus enemigos. Pero en otras no, como en Yom Kippur; o en otras se tiene los datos, pero no se interpretan con claridad en los niveles que corresponden. No olvidemos que la inteligencia obtiene datos “turbios” que se debe interpretar. De hecho, el nivel y tipo de bajas producidas debería desalentar esa opción de “falsa bandera”.
Hamas atacó con una acción planificada que sin dudas veían preparando hace mucho tiempo, con gente entrenada quizás en las guerras regionales, que debe entrar y salir por Egipto, que su aprendizaje de años de recibir y dar golpes le permitió hacer oscuras sus comunicaciones y movimientos. Sin dudas son fuerzas entrenadas por especialistas. Y que más allá de qué resulte de la contraofensiva israelí, era un momento propicio. Esto se ve en la misma actitud de la autoridad palestina, que si bien da muestras de impotencia patética (Abbas como reacción solo llamó a Macron a pedir si podía frenar a Israel) los cierto es que los palestinos de las autoridades de Al Fatah en todo el mundo han respaldado la acción. Lo que quizás de a pensar si no había algo charlado. Sino es que hicieron lo que todos deseaban.
Hipótesis sobre lo que viene
Ahora habrá una respuesta muy fuerte de Israel suponemos. Ya lo han dicho sus autoridades: Gaza no volverá a ser la misma. Y los judíos suelen ser más literales y cumplidores que los árabes en sus venganzas (o tener más capacidad, o apoyos). Ya hay movilizadas tres divisiones, quizás 60000 hombres (con las fuerzas que ya están) bien equipados y armados. Con superioridad aérea y naval total. Gaza depende del agua, la luz (todos los servicios en realidad) inclusive de la comida, de las comunicaciones con Israel. Salvo la frontera sur con Egipto. Israel sin dudas cortará todos los servicios. Y iniciara un sitio por hambre. Eso de mínima.
Pero sin dudas creemos que en este momento las fuerzas israelíes están preparando un asalto por tierra. No sabemos ni arriesgamos su nivel, hay muchos condicionantes. Quizás intenten en primera instancia cortar las comunicaciones con Egipto ocupando el sur de la Franja de Gaza. Pero creemos que en sus planes actuales está entrar, rescatar a los rehenes, destruir al gobierno de la ciudad y ocupar Gaza. Una apuesta muy alta. Pero la única que podría restaurar su prestigio rápido.
Allí se enfrentarían la enorme superioridad numérica y tecnológica del ejército israelí, contra unos miles de (ya podemos llamar sodados) palestinos bien entrenados. Pero una guerra urbana es muy compleja si el defensor esta bien reparado. Se necesita mucho más de parte del atacante, además de las innumerables bajas civiles (que además suelen ser difíciles de discriminar). En las últimas operaciones urbanas conocidas: Mariupol (entre fuerzas convencionales) y Mosul contra el “Estado islámico” –fuerzas muy superiores (quizás 10 a 1)— debieron empeñarse semanas o meses para vencer. Vencieron claro. Pero el sacrificio fue alto (no mencionamos Bajmut por ser una población muy pequeña y totalmente vacía de personas de la que no quedó nada). Si los palestinos son eficaces, Israel deberá pagar un alto costo en vidas, que sólo podría disminuir si arrasa Gaza con su población dentro. Pero aun así entre los escombros las fuerzas defensoras pueden resistir (como en Stalingrado, o Grozni)
Pero el problema ahora no es militar. Si fuera así, ya sabríamos el resultado, Hamas aún bien preparado no puede enfrentar a Israel y salir airoso. Primero hay que ver qué sucede en Cisjordania y la frontera libanesa, aún la Siria. La presión en estas zonas inclusive ataques moderados puede ser un problema grave para una ofensiva israelí que dura más de un par de días.
Segundo, el tema es que la respuesta israelí está limitada por la necesidad de mantener su política con los Estados árabes, o en su defecto que éstos vuelvan a romper con el Estado judío. ¿Qué pasa con los acuerdos de Abraham, con Turquía, con Egipto con los saudíes? Suponiendo que occidente respalde sin más una operación sanguinaria. Recordemos que, en el mundo musulmán, por abajo, más allá de los intereses geopolíticos de los gobiernos, la cuestión de Israel es muy presente en la población y opera el concepto de Umma.
Veremos. Occidente se mostró monolíticamente y en forma contundente del lado de Israel (quizás más que otras veces, eso a tener en cuenta). El resto del mundo veremos. Rusia y los países musulmanes plantearon un «quid de la cuestión», más allá de su llamada a la paz: la violación sistemática por parte de Israel de los derechos más básicos de los palestinos y de las resoluciones internacionales. Con diferente contundencia y lenguaje; todo eso tendrá que verse en la práctica de cada país, y el tiempo juega en contra de Israel por ahora que tiene la pelota en su campo.
El tema regional será uno de los principales diques para la reacción israelí. Cuya máxima aspiración es la ocupación definitiva y la limpieza étnica. Sin dudas Hamas eso lo sabe y debe tener un cálculo, que creo debe ser, aguantar el contragolpe y ante la imposibilidad de Israel para asumir los costos de una ofensiva total, sentar a negociar al gobierno o hacerlo caer, y frenar de esta manera el avance israelí, tanto en lo interno, como con los Estados musulmanes. O sea, retrasar el fin palestino o crear un nuevo escenario.
Para finalizar podemos señalar que, de no actuar, el destino palestino estaba escrito: la extinción. Era además de un programa público, algo que se venía efectivizando. La alternativa política estaba muerta, la autoridad palestina que la expresaba, dispuesta a hacer todas las concesiones necearias, aún más de las legales, era burlada por la autoridad israelí dejándola fuera de juego. El escenario internacional se orientaba hacia el abandono y olvido de la cuestión, salvo por Irán y alguna fuerzas político militares (pero eso no alteraba el rumbo, y no sabemos por cuanto tiempo). La acción de Hamas pateó el tablero. Quizás altere este rumbo, quizás los retrase, quizás siente las bases de una nueva negociación, o quizás fracase y se acabe la cuestión con la limpieza étnica. Pero, desde una visión objetiva, la ofensiva de Hamas, o algo similar, era una carta que sin dudas se debía jugar.