La guerra de Ucrania ha entrado en una nueva fase. Ya han pasado mas de 300 días desde el inicio de la “Operación Militar Especial”, nombre dado por los rusos a la operación con la que pretendieron poner fin a las aspiraciones occidentales de incorporar a Ucrania a su espera de influencia. La “Operación Especial” que debió ser un sorpresivo golpe de mano, se transformó rápidamente en una guerra convencional de larga duración sin un fin claro en el horizonte. Esto es así porque todos los actores identificaron este conflicto como clave en el reordenamiento del mundo y el lugar que cada uno tendrá en él. Durante dos años ha habido operaciones convencionales de gran intensidad entre fuerzas armadas de gran tamaño con cientos de miles de bajas y gran destrucción. La guerra ha operado en la aceleración en la reconfiguración de las RRII, en la economía y ha profundizado los debates en torno al tipo de legitimidades y libertades, y el mismo concepto de “libertad”.
Breve raconto de los antecedentes
Es importante recordar que desde la caída del Muro de Berlín en 1989 y la disolución de la URSS en 1991, las formas de organización política económica y militar internacionales del antiguo bloque occidental avanzaron sobre el espacio de influencia soviética y sobre las antiguas repúblicas soviéticas no rusas de la URSS. El mundo liberal capitalista avanzó e incorporó a todo el mundo soviético en mayor o menor grado, la misma Rusia se volvió capitalista y una república de partidos a la occidental. Complementariamente y en forma más conflictiva se produjo paso a paso el avance de la OTAN, organización militar destinada a la confrontación con la antigua URSS y sus satélites. Sin dudas la desaparición de estos y de la URSS dejaba a la OTAN llamativamente sin objetivos, o con el objetivo más bien disciplinador de su propio campo y periferia “tercermundista”. Aunque de hecho la existencia de la misma Rusia no era vista con confianza hasta tanto aceptara la subordinación/incorporación a la geopolítica global del “mundo unipolar”. Esto que pareció en algún momento ser posible (bajo el mandato de Boris Yeltsin) finalmente no se produjo. Y la OTAN además de las “nuevas amenazas” mantuvo su vieja amenaza “comunista” reconvertida en la “capitalista” pero no “atlantista “, ni “globalista” Rusia. Porque hay que señalar a favor de las tesis de Rusia actual, que se puede ser un país capitalista con una geopolítica propia, o un país no liberal, o con valores culturales distintos, o aun liberal pero nacionalista o regulacionista, o partidario de un orden internacional distinto, etc. Y por qué no socialista, cada uno debería tener derecho a elegir su propio camino.
La llegada de Vladimir Putin al poder permitió a Rusia contar con un liderazgo capaz de aprovechar la inicial crisis de ese orden unipolar con el cambio de milenio. Era el comienzo de una era donde se vislumbraba el surgimiento de posibles espacios de autonomía e independencia estratégica en varias regiones del mundo, desde América latina, hasta el salto cualitativo de China. Y allí Rusia comenzó a reposicionarse como actor global.
En primera instancia esto llevó al gobierno ruso a la necesidad de recuperar el control de las palancas fundamentales que permitieran tomar decisiones. En términos de política internacional (y especialmente europea) implicaba establecer un modus vivendi consensuado con Europa occidental. Y esto tenia que ver con el “no avance” de las fronteras geopolíticas occidentales sobre Ucrania y Bielorrusia (y el Cáucaso), y lograr acuerdos económicos complementarios con los europeos encabezados por Alemania. Acuerdos también que directa o indirectamente implicaban a China, por un lado, y por otro, tendían a la estructuración de un mundo en múltiples bloques donde Europa se separará de la tutela de los EEUU.
Cómo fueron las fases militares. Primero, “la guerra Hibrida”
Si entendemos la guerra (y más aún en la actualidad) como una graduación de conflictos destinados a obtener un objetivo (a decir de Clausewitz: imponer al otro nuestra voluntad); cuya expresión más “tradicional” es el enfrentamiento convencional entre ejércitos de dos Estados, pero que en realidad abarca muchas formas previas y paralelas, donde el nivel de violencia es más o menos diluido, más o menos convencional, e incluye formas de operaciones al interior de las sociedades o territorios en disputa (políticas, sociales, comunicacionales, de inteligencia, paramilitares, de violencia no militar, etc.), podemos ahí entender la categoría “guerra híbrida”. Guerra híbrida, zona gris, son categorías que nos permiten entender todo el período que abarca el conflicto de Rusia con el occidente noratlántico por Ucrania desde la “revolución naranja” (fines del 2004 y principios del 2005) hasta la invasión rusa en febrero del 2022.
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Desde el mismo derrumbe del bloque soviético y la propia USRR las antiguas “Repúblicas populares” fueron siendo absorbidas por occidente. Es importante reconocer que existió un consenso mayoritario de ese tránsito en sus poblaciones. Lo cual debería mover a reflexión. Ese proceso se extendió a los países de la antigua URSS como las repúblicas bálticas. Pero más allá de este punto para Rusia una expansión de la UE y especialmente de la OTAN hacia países como Ucrania aparece como un desafío estratégico geopolítico inaceptable. La misma posición de Rusia como uno de los grandes actores internacionales se vería comprometida de tener éxito el occidente noratlántico en esta operación. Debemos señalar que una “gran potencia” solo lo es si su influencia directora se extiende mucho más allá de sus fronteras, o sea su “frontera geopolítica excede sus fronteras nacionales” de un mapa; y si dispone de un espacio estratégico que le dé garantías de seguridad (económica, militar, etc.). Para los EEUU por ejemplo lo es América latina y espacialmente el Caribe, en primera instancia y desde la segunda guerra mundial, una línea del pacifico que permite la contención (o cerco) del “heartland” eurasiático (siguiendo las teorías de Spickman. Lo mismo pasa para Inglaterra, China, como Francia o lo fue en su época para Alemania o Japón. Y hoy en un proceso de crecimiento (sino como grandes potencias, sí como potencias medias) para Turquía, Irán, India o (mucho mas complejamente) Brasil. O lo fue con una estrategia propia (o contradictoria entre épocas) para Argentina hasta los setentas/ochentas. Potencias regionales, o de segundo orden, de peso definitorio regional y poder suficiente para garantizar su autonómica en un mundo multipolar.
Sobre Ucrania
Debemos presentar muy brevemente algunas cuestiones sobre Ucrania. Primero que es un país de mas de 600 mil km2 cuya geografía se proyecta muy al interior de Rusia hacia Moscú, el Cáucaso, el mar Negro y la cuenca minera e industrial del Donetsk. Un país con una vinculación histórica y cultural muy profunda con Rusia. Y aquí entra un punto importante. Si bien para Rusia, Ucrania es “casi” Rusia, y parte de un espacio geográfico propio; para Ucrania esto no es homogéneamente así. Nadie puede dudar de la afinidad cultural, sin embargo, el signo XX tuvo una relación ruso-ucraniana compleja, con hechos que marcan grietas (y otros en sentido contrario). Por otra parte, Ucrania nunca existió como entidad política hasta 1917, tampoco como una unidad, ni con fronteras claras. Tuvo pasados distintos por región y las relaciones con Rusia en cada parte de Ucrania fueron distintas. Regiones más vinculadas a occidente otras más profundamente vinculadas a Rusia. Tampoco tuvo una homogeneidad étnico lingüística. Su mayor período de independencia y de construcción de identidad nacional fue el de la era postsoviética. Sin ahondar, creemos que es importante recordar este dato para entender el hecho de que Ucrania pueda reclutar cientos de miles de hombres dispuesto a morir en una guerra prolongada contra Rusia. Y que quizás Rusia solo vio la parte “rusa” de la historia, sin que esta complejidad pudiera ser puesta en el balance para construir los planes de la “Operación Militar Especial”.
La diversidad ucraniana estableció un régimen político de equilibrios entre elites “prorrusas” y elites “proccidentales” cuyas bases electorales estaban en regiones distintas. También es importante recordar que ese equilibrio inestable era en términos numéricos bastante parejo. Con un centro y occidente del país más inclinado a occidente y una parte oriental y sur más hacia Rusia (y más industrial no hay que olvidar este dato). En el 2005 como parte de una oleada de “revoluciones de colores” y “primaveras árabes” se produjo en Ucrania la “revolución naranja” el primer intento de acoplar Ucrania a Occidente. Una movilización masiva popular con epicentro en Kiev para lograr un cambio de orientación del gobierno. No es sorprendente que esto haya sucedido en paralelo con la recuperación de Rusia como potencia después de la oscura noche neoliberal de los 90 de la “era Yeltsin”. Esa recuperación buscaba restaurar, como señalamos, su esfera de influencia. E iba en paralelo con negociaciones con Europa para lograr un orden regional por mundo multipolar. O sea, la “revolución naranja” como primer paso de la guerra híbrida se desató en un momento en que Rusia volvió a ser percibida como una amenaza. No debemos dejar de mencionar que, a pesar de que las “guerra hibridas” tal como son definidas en Rusia implican operaciones sobre la sociedad civil y el estado de desestabilización, lo cierto es que en general se pueden desplegar en países con profundo conflictos reales y sociedades sumamente insatisfechas, o con gobierno que por su debilidad o “corrupción” tiene muchos flancos débiles. Como era el caso de Ucrania.
Sin embargo, el hecho clave fue el “Euromaidan” (fines de los 2013 principios del 2014), similar a la revolución naranja pero mucho mas violento. También sustentado en una amplia movilización popular, de ONG, de movimientos alternativos y diversos, como el nombre lo indica se orientaba hacia Europa occidental. Fue un éxito y el recambio gubernamental con su programa occidentalista generó inquietud en las zonas “prorrusas, lo que llevo a la anexión de Crimea (claramente rusa); y levantamientos más o menos apoyados desde Rusia en las provincias (Oblast) de mayoría prorrusa, (al menos hasta ese momento). Levantamientos que fueron duramente reprimidos que llevaron algunas masacres. Pero que dado la importante movilización (y debilidad del Estado ucraniano) tuvo éxito en Donetsk y Luhansk, el denominado Donbass (y gracias al apoyo ruso). Con el Euromaidan y el anuncio de la incorporación plena a occidente (político y militar, porque culturalmente Rusia también es occidente, no olvidemos), el conflicto se elevó mucho con una guerra que se cobró miles de vidas y que continuó larvada o en “zona gris” hasta el 2022.
Así ese 2014, la guerra hibrida con violencia larvada se elevo a una guerra con formaciones milicianas en el medio. Tanto ucranianas como prorrusas del Donbass, y que cobran un carácter de fuerzas proxis. En primera instancia las FFAA ucranianas colapsaron frente a los levantamientos y la ocupación de Crimea. Fueron milicias ucranianas que se lanzaron al combate, con partes del ejército, contra las milicias del Donbass y otros levantamientos populares. Esta nueva etapa se prolongó durante todo el 2014 con una guerra abierta (pero más parecida a los conflictos en los Balcanes, Siria etc. que a una guerra convencional). Se acordó entre Rusia, Ucrania con la mediación de Occidente (Alemania y Francia principalmente) una atregua después de dejar cerca de 10000 muertos y una frontera caliente en constante fricción y enfrentamientos de baja intensidad. Esta tregua se negoció en los “Acuerdos de Minsk”
Si bien la tensión militar nunca cesó en el periodo que va desde el 2015 hasta el 2022, este se caracterizó por dos elementos centrales. Uno, la consolidación del frente interno ucraniano en filiación proccidental, “depurando” al país de simpatizantes de Rusia. Y dos, por la preparación por Rusia de una estrategia de RRII que permitiera lograr un nuevo equilibrio basado en la anexión de Crimea y en la “federalización” y neutralización militar de Ucrania. Los acuerdos de Minsk (I y II) son los protagonistas de esta este periodo. Firmados hacia fines del 2014 y principios del 2015, parecían tener en cuenta las consideraciones rusas de “federalización”, y se mostraban como un camino emprendido por los europeos (acaudillados por Alemania y Francia) para negociar un statu quo para Ucrania. Sin embargo, esto no fue así. Perecieron mas bien una tregua, quizás hasta un engaño consciente de parte de los lideres europeos para reorganizar a Ucrania y dotarla de las capacidades para hacer la guerra. Aunque es de destacar que Rusia nunca dejo de mostrar y preparar su músculo militar, lo cierto es que, en términos de “engaño” ganaron los occidentales. Como se vio demostrado en la primera parte de la invasión del 2022, cuando las FFAA rusas se encontraron un enemigo más sólido y cohesionado de los que imaginaban.
La guerra convencional
En febrero del 2022 Las fuerzas rusas cruzaron la frontera de Ucrania organizadas en grupos operativos cada uno con objetivos distintos, que a su vez se abrieron hacia mas objetivos mientras avanzaban. Es de tomar nota que integraban esta ofensiva unos 200000 hombres (incluyendo las fuerzas que estaba frente al las trincheras del Donbass desde el 2015) y que cada dirección de avance era por sí misma autónoma y de importancia. Las fuerzas rusas estaban organizadas principalmente en Grupos Tácticos de Batallón (BTG), batallones mecanizados reforzados de unos 600 y 800 oficiales y soldados, de los cuales aproximadamente 200 eran soldados de infantería, equipados con vehículos que normalmente incluyen aproximadamente 10 tanques y 40 vehículos de combate de infantería. Mas de 100 de estas unidades fueron la clave del avance en la primera fase de la guerra.
Dado el tipo de despliegue pensado y las unidades involucradas, hay consenso en que Rusia consideraba que no habría gran resistencia, quizás de grupos de fanáticos aislados y algunas partes de la población en algunas ciudades. Que los avances dispersos por toda la extensa Ucrania no se verían hostigados en sus líneas de abastecimiento ni habría resistencias que necesitaran de una concentración de fuego o de infantería masiva. Pero no sucedió así. En lo que consideramos una falla grave de inteligencia, los rusos no tomaron en cuenta una resistencia organizada de unas FFAA ucranianas sólidas y con tácticas correctas que se mantuvieran cohesionadas y con un respaldo ciudadano suficiente para contar con apoyos y reemplazos rápidos. La idea de “Operación Militar Especial” describe esa creencia errónea, casi una acción policial para “pacificar y desnazificar” una zona.
Parece claro que el objetivo ruso era copar el centro de gravedad ucraniano: Kiev. Reemplazar al gobierno prooccidental surgido de “euromidan” (algo así como un golpe de estado, o una revolución liberal proccidental apoyada desde fuera) por un gobierno afín (también con apoyos locales y externos, rusos en este caso). Y así presentar al mundo hechos consumados, que solo habían concurrido a desnazificar y pacificar Ucrania a pedido de un nuevo gobierno legítimo. Con las fuerzas desplegadas claramente no podían tomar toda Ucrania ni enfrascarse en una batalla por la toma de una gran ciudad como Kiev. Después de varios intentos de lograr los diversos objetivos operacionales las FFAA rusas evacuaron todos el norte y centro de Ucrania y se concentraron en el Sur en las provincias de Luhansk y Donetsk, donde se encuentra la mayoría del apoyo a Rusia y donde habían tenido éxito en la operación capturando un amplio corredor desde Jerson hasta las cercanías de Karkov.
Aunque parezca increíble, en ese momento los ucranianos tenían más hombres. Si bien no tenían más armas, si tenían un apoyo estratégico en inteligencia y un flujo de equipos desde occidente suficiente para poner en apuros a los rusos. Recalcamos desde nuestra perspectiva “poner en apuros” no es “derrotar” (como se insisten en algunos divulgadores de occidente).
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Esta nueva situación alteró todo lo previsto por Rusia. Una guerra corta dio inicio a una guerra larga. Una guerra de movimientos pasó a una guerra de posiciones. Y el gobierno ucraniano depuró totalmente a Ucrania de simpatizantes de Rusia. Vinculándose como un ser con vida artificial a occidente. Y, si bien no es una marioneta, es sin dudas un “Proxi”, cuya única posibilidad de continuar peleando depende de decisiones, armas, dinero e inteligencia externa.
En el siguiente momento de la guerra de posiciones las FFAA rusas se empeñaron en una ofensiva frontal en el norte del Donbass, con una clara perspectiva de tomar Slaviansk y Kromatovsk (las ultimas grandes ciudades de Donetsk en manos ucras). Fueron unas duras ofensivas y desgastantes (para quien ataca de esta forma siempre es más desgastante). Conquistaron plazas importantes, especialmente Liman e Izium, que eran destacadas operacionalmente en camino de unificación del Donbass, pero se agotaron y allí quedaron.
En el siguiente momento, la iniciativa estratégica paso para el lado ucra. Y sin dudas fue el más alto momento de ese bando, que generó fuertes expectativas en occidente. Se anuncio una “gran ofensiva“, destinada a tomar Jerson. Allí concentran fuertes unidades (hasta 20000 hombres) con equipos, entrenados en occidente. Y los rusos se prepararon para resistir. La desventaja rusa era evidente en el plano operacional, Jerson estaba detrás de un gran río. Las tropas eran logísticamente muy vulnerables, aunque derrotarlas en batalla para los ucranianos se fue mostrando muy difícil y desgastante. Sin embargo, la maniobra ucraniana fue inteligente. Sin dudas con apoyo de inteligencia occidental detectaron otro frente donde los rusos habían debilitado sus posiciones para reforzar donde creían que se daría el ataque principal. Rusia no disponía aún de suficientes fuerzas para cubrir todo el frente, y la amenaza de una ofensiva siempre provoca “dilemas”: allí esta el acierto del defensor y la posibilidad de éxito del ofensor. Las FFAA de Ucrania desarrollaron otra ofensiva sorpresa desestabilizando todo el frente, esto fue en Karkov, una “pequeña” ofensiva relámpago (sin dudas la más exitosa) que les permitió recuperar un territorio importante, donde existía una administración rusa (con lo que eso implica). Pero, si bien podemos aceptar que Rusia pensaba rectificar ese frente (como veremos más adelante era la estrategia de un nuevo jefe ruso puesto a cargo para organizar la guerra), lo cierto es que los ucras lograron éxitos reales operacionales no esperados como la toma de Liman e Izium, puntos importantes para conseguir por parte de Rusia los objetivos mínimos de la guerra.
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A partir de la toma de Jerson (con una retirada organizada rusa, aclaramos) y de la zona de Karkov (esto sí, un éxito claro de Ucrania). El mando ruso comenzó a imponer su propia estrategia, sus propios tiempos, como se puede constatar hoy. La guerra pasó ya completamente a una guerra de desgaste. Mientras occidente anunciaba con bombos y platillos que una nueva y “gran ofensiva” ucraniana llegaría hasta Crimea imponiendo una derrota de carácter estratégico a Rusia, Rusia crecía en fuerzas y adaptaba sus tácticas y armamento. Realzaba ofensivas locales exitosas como Bajmut a cargo de fuerzas paraestatales como los muy eficaces Wagner: sufriendo así las FFAA de Ucrania por desgaste real en una defensa a ultranza y muy costosa (además de destinada a la derrota), impuesta por un mando político alienado (que sin dudas debilitó las fuerzas destinadas a la ofensiva ucraniana lo que debía ser también el objetivo ruso). Paralelamente Rusia reorganizaba su economía y RRII. Putin en dos discursos de características destacadas, que deberían ser estudiados, definió la guerra y el conflicto mundial vigente tanto hacia el público dentro de su país, como hacia la población y gobiernos del mundo; mientras occidente hacia lo mismo en las cumbres del G7 y OTAN: una lucha por dos modelos de organización internacional, por dos modelos de ser humano y cultura/s.
A partir de ese momento podemos indicar el inicio de la última pasada fase de la guerra: la “gran ofensiva” ucraniana sobre el “corredor terrestre”. Donde los ucras intentarían volver a la guerra de movimientos (única forma donde pueden tener alguna oportunidad) con la puesta en juego de unas 12 brigadas mecanizadas, la mayoría entrenadas por occidente y con armamiento (en sus vanguardias) occidental: unos 40 a 50000 hombres y cientos de vehículos, aunque sin apoyo aéreo, con una relativa inferioridad en artillera y hombres, y (como se fue demostrando) una notoria inferioridad en cantidad de munición. Era la acción que occidente sostenía esperanzado, daría un “toque final” a la supuestas (y fantasiosamente) debilitadas e inoperantes FFAA rusas. Era parte de las maniobras políticas para sostener y aumentar el apoyo a la guerra y para, mediante una victoria, reimponer el “sistema de reglas” vigentes.
El problema de esta ofensiva estuvo en muchos elementos, pero señalamos el principal desde el punto de vista militar: fue anunciada con mucha anticipación, y se conocían por dónde y con qué unidades se realizaría. Los rusos construyeron una poderosa línea defensiva (la línea Surovikin) moderna, compleja, muy profunda, con superioridad en hombres y medios. Y con una táctica que no se basaba en la resistencia pasiva, sino en contraataques por todo el frente. Con un nuevo y eficaz uso del apoyo aéreo. En conclusión, los ucranianos se estrellaron contra una pared durante meses y desgastaron sus fuerzas en extremo sin conseguir ningún mínimo resultado, o en todo caso un grave, y los que es peor, previsible fracaso.
Geopolítica actual de la guerra
En la actualidad las fuerzas ucranianas se encuentran en una crisis tanto en el plano militar, como en el político (tanto interno como en las RRII). Todos estos planos se encuentran obviamente interrelacionados, y lo que suceda en uno afecta los otros. Rusia en cambio ha logrado superar con éxito los desafío de verse envuelta en una guerra prolongada con la OTAN, que opera a través de una fuerza “proxi” de capacidades muy grandes, como es el ejercito ucraniano. También logró superar con éxito los desafíos que una situación como ésta representaba en el plano interno económico, político y social. Como en el plano de las RRII, tanto en lo económico como en lo diplomático. O sea que la situación actual es de ventaja estratégica para Rusia.
Urania depende en forma total de los Aliados occidentales. Por motivos que tienen mucho más de político que de militar, sus FFAA se jugaron mucho en una ofensiva de envergadura para asestar un golpe estratégico a Rusia, intentando “Cortar el corredor terrestre” o llegar a Crimea. Objetivos de máxima que sabíamos casi imposibles de concretar, menos con las fuerzas que Ucrania disponía y de la forma en que la operación fue planteada. Eso no lo podía ignorar un militar (tal como lo señaló el general Zalushnyi jefe ucraniano). Pero las razones de la ofensiva fueron políticas, sobre todo basadas en las necesidades de los sectores globalistas/guerreristas de occidente de mostrar en el corto plazo que la guerra contra Rusia se podía ganar con las fuerzas implicadas hasta ahora, y con el compromiso occidental dado hasta ese momento.
Muchos analistas, entre ellos el General Zalushnyi, han dicho o dado a entender esto. El hecho de que la cantidad de armas suministradas por occidente no es suficiente para vencer a Rusia. Sí fue suficiente para contener la ofensiva inicial, y plantear una guerra de posiciones hasta hoy. Es imposible seguir sin mucha más y masiva ayuda. Los occidentales saben, por el contrario que han llegado a sus límites de acuerdo a sus arsenales, y capacidad productiva sin alterar sus asignaciones presupuestarias. Y ellos quieren la guerra, pero sus sociedades solo la quieren ver por TV, no tener que hacer grandes esfuerzos que impliquen mayores restricciones al consumo y vida cotidiana. Rusia, al plantar una guerra de desgaste, que consume muchísimos hombres y material, coloca la cuestión en un límite, biológico para Ucrania, y de producción militar para occidente. No es que occidente no tenga una producción industrial mucho mayor que Rusia (de hecho, el PBI, alemán, francés o inglés es mucho mayor que el ruso por separado y no digamos nada del de los EEUU) sino que Rusia tiene un sistema económico y una capacidad de producción de su industria de defensa mejor organizada y mucho mayor en volumen que los europeos; y además, toda concentrada en sus necesidades inmediatas de vencer en Ucrania, a diferencia de EEUU.
En este sentido el dilema de Ucrania y los occidentales luego del fracaso de la ofensiva, sin siquiera un mínimo éxito que muestre alguna posibilidad de victoria para la propaganda, se manifiesta en fisuras internas. Negociar una salida que no sea militar o que implique una desescalada de la guerra, o que tenga como un horizonte un cambio de la estrategia de guerra que conduce Zelensky, ha llevado a un choque entre el mando político (Zelensky) y el militar (Zalushnyi) que puede inclinarse por el segundo de acuerdo a las presiones occidentales.
Lo mismo en occidente. El bloque G7 – OTAN muestra múltiples fisuras. La imagen de una guerra que requiriera un apoyo importante pero no masivo, se desvanece. A su vez, se prevén años de guerra. Esto coloca a los gobiernos occidentales en un horizonte que no esperaban. Por un lado, EEUU que fue el principal sostén de Ucrania desde el principio de la guerra, ya hoy aporta menos que la UE y pretende que sean los europeos que tomen la posta. No es que vayan a abandonar a Ucrania, pero tiene conflictos internos e internacionales que le impiden a la gestión demócrata continuar como sostén indiscutido. Por un lado, los republicanos son reticentes y quieren cambiar el rumbo del conflicto “terminando la guerra” (no sabemos como); la población internamente esta perdiendo el entusiasmo y, por otro lado, el eje de EEUU es el Pacífico y China; además de que se le ha abierto un importante frente de combate en Medio Oriente, donde no sabemos cómo ni cuánto durará la guerra entre los palestinos e Israel, ni como quedará ese escenario de conflicto.
Los europeos, por el contrario, se enfrentan desde el mismo inicio de la guerra a un hecho que se superpone en forma negativa sobre sus economías. Especialmente la alemana se encuentra en crisis, quizás en recesión, con programas de austeridad, sobre sociedades opulentas acostumbrada a la buena vida, eso ya es un dato malo. Con la necesidad de sustentar militarmente a Ucrania, esto implicará desviar el gasto a lo militar en economías que tienden a la austeridad y poblaciones contrarias a ese esfuerzo, puede significar cambios políticos. De hecho, tanto EEUU como Alemania tienen problemas que les impiden aprobar paquetes de ayuda economía a Ucrania. Y esto se extiende a la Unión Europea. Los gobiernos que han conducido desde derechas o izquierdas, progresistas o conservadores, se ven amenazados hoy por izquierdas, pero sobre todo derechas más intransigentes, que se proclaman en ambos casos anti globalistas y anti progresistas. Si bien la UE es una oligarquía financiera completamente ajena a las masas europeas, por abajo los gobiernos nacionales pueden estar en riesgo. Es que se pone en entredicho el compromiso con una guerra larga y costosa de la que Europa, y especialmente los europeos de a pie, no sacan ningún beneficio.
Podemos constatar que para el bando del occidente globalista la guerra ha entrado en una fase compleja de redefiniciones y que la posibilidad de la derrota o, de que el desgaste lleve cada vez más hacia un horizonte de derrota. Esto aparece ante los ojos de los políticos occidentales.
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Situación Rusa
Para Rusia, como hemos visto, a partir del fracaso de la “Operación Militar Especial” y el inicio de una guerra convencional y larga, se abrió un periodo de incertidumbre y redefiniciones de objetivos. En lo militar tuvo como centro las maniobras del general Surovikin quien replanteó la guerra para las nuevas condiciones y posibilidades de acuerdo a las posibilidades dadas por la conducción política. Básicamente contener a los ucranianos apoyados por los occidentales, atacar la infraestructura nacional ucra, generar defensas sólidas, aumentar el número de tropas para lograr primero el equilibrio y después una ventaja, replantear el uso de las armas necesarias al desafío occidental y la organización de las unidades de combate. Para ello decidió acortar el frente abandonando importantes territorios conquistados ante la presión ucra y paso a una estrategia de ataques, más o menos grandes, pero de alcance táctico, o de contraataques locales, una “defensa móvil” local. En conjunto la estrategia militar rusa se orientó hacia la “guerra de desgaste”.
En el plano económico y de RRII el gobierno ruso demostró mucho mayor realismo que sus pares occidentales. Si estos confiaron en forma poco realista en el sistema de “sanciones”. Lo hicieron tal como solían hacer con países de segundo o tercer orden, débiles o dependientes en grado sumo del resto del mundo. Pero Rusia tiene otra inserción internacional y otro poder de negociación. Y además estamos en “otra época”. Si Rusia es en sí misma más fuerte y con mayores capacidades que un “país del tercer mundo”, esta además en el centro de un sistema de RRII que la vincula a grandes y pequeños países que han desatendido en forma evidente las “sanciones” occidentales. Sin mencionar a Irán (otro país sancionado al que no sabemos si estas sancionen perjudican o benefician) o Corea del Norte. Los Brics, Turquía, África en general, el mundo musulmán en general y la mayoría de América latina, en diferente grado no se plegaron a las “sanciones”. Claro, las sanciones occidentales entorpecen, encarecen el intercambio, eso es claro; y de hecho perjudican de esta forma a Rusia. Pero en realidad están perjudicando al sistema mundial construido por occidente tanto en lo económico como en lo institucional. De hacho la guerra ha acelerado la reconfiguración del mundo, entre otras cosas por el desgaste de las instituciones internacionales y su “parcialización” incapaz de imponer “un orden mundial basado en reglas” reconocidas por todos. Como también por el avance en la reconfiguración del comercio y las finanzas. En esa situación es Rusia la que se “libra” de las redes vigentes y busca alternativas, potenciándolas.
Porque las “sanciones” obligaron a Rusia a lo que Samir Amin llamaba la “desconexión”. Hicieron ruido en su economía sin dudas. Y esta “desconexión” es costosa y está en desarrollo lo que no nos permite afirmar sus resultados. Pero más, mucho más, han perjudicado a los europeos occidentales, que también debe reconfigurar sus redes comerciales y de suministros; y sus empresas se ven obligados a eludir las sanciones que ellos mismo proclaman. El único beneficiado hasta hoy son los EEUU, que como en las grandes guerras anteriores desplegadas en Europa, se transforma en proveedor y acreedor. Sin embargo, la guerra en Ucrania que EEUU sostuvo, e impulsó, implica varios riesgos que el mismo “trumpismo” señala ambiguamente. Uno, que dispersa las fuerzas de EEUU en caso de que Rusia no pueda ser vencida, o al menos ”quebrada”, con cierta facilidad; segundo, que contribuye a desgastar el mismo sistema mundial que EEUU o los globalistas quieren sostener, por las misas razones; tercero, que distrae a EEUU de su enemigo sistémico principal que es China. La derrota de la ofensiva ucraniana ha hecho saltar al primer plano estos riesgos estratégicos y geopolíticos. La evidencia de que Rusia no está en crisis y que no está aislada lo reafirma. De hecho, la economía rusa se sostiene, y la ruptura de las cadenas productivas que antes se estructuraban con occidente, hoy lo hacen con potencias o países del resto del mundo. Los productos primarios rusos se siguen colocando en el mundo directamente o por terceros; tanto el petróleo como el gas o el grano ruso siguen en el mercado y le dan superávit comercial. Pareciera ir surgiendo, lenta pero firmemente, un “área de comercio y finanzas autónoma del dólar”, etc. Reafirmamos, no es que todo esto sea “producto” del fracaso duro de la ofensiva ucraniana, pero sin dudas es un factor que desnuda todos esto problemas y desafíos en forma clara y descarnada. Al mostrar que no hay a la vista una solución positiva para occidente mediante la ofensiva militar “proxi”.
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Para finalizar vemos que hoy la pelota está en el campo ruso. Putin tiene la iniciativa. Militarmente también la iniciativa ha pasado a Rusia, que recupera los pocos territorios ocupados por Ucrania en la ofensiva y avanza sobre nuevos. No sabemos como actuarán los actores, ni los occidentales ni Rusia. Podrían las FFAA rusas, si generaron fuerzas suficientes y tiene una capacidad operacional y una doctrina táctica acorde, realizar alguna ofensiva de carácter estratégico que permita imponer una paz inmediata. O podría seguir Rusia con ofensivas locales, que les vienen dando éxito, pero producen un gran desgaste (para que se entienda no hablamos solo de equipos y municiones. Desgaste: miles de seres humanos muertos para conquistar unos pocos kilómetros cuadrados). El tiempo en cuanto a lo militar y la generación de fuerzas parece estar de su lado. Sin embargo, cualquier guerra prolongada perjudica a sus participantes directos en un plano más general. Y nunca hay que olvidar la “incertidumbre” y que todo plan se altera al contacto con el enemigo que tiene los propios. Los occidentales parecieran tener grandes dificultades de poder sostener un esfuerzo de guerra mucho más elevado, al menos en forma inmediata. Lo que con los cambios políticos y de “humor social”, más un posible cambio político en EEUU, puede favorecer una tregua y el inicio de una mesa de negociaciones. Sin embargo, los rusos deben estar, suponemos, alertas ante la repetición de los engaños de los acuerdos de Minsk del 2014/15. Que sólo fueron conscientemente ganar unos años para reforzar a sus enemigos. Veremos, el mundo avanza en una dirección nueva, esta guerra es clave eso es un dato de la realidad que debemos comprender.
Fotos: Agencia Télam