Cien líneas, todos los viernes. Cien líneas para cambiar la vida. Cien líneas, como un sortilegio, como el haiku de ese otro libro imposible que quiso ser el libro de su vida, y, en cambio, devino el libro de las nuestras. Cien líneas para (re)crear un espacio que era un clima, un encuentro —al mismo tiempo público e íntimo—. Una cita: Juan, un café, la contratapa, y todo el cielo.