Sel o no Sel

Binner ratificó su condición de gran elector e impuso a su delfín, Antonio Bonfatti, para pelear por su sucesión. Agustín Rossi demostró que es posible invertir en quimeras y, sin apartarse un ápice de sus convicciones, demostró que puede aspirar al sillón principal de la Casa Gris. De la mano de Miguel del Sel, la derecha vive y no es chiste. El resurgir del radicalismo y el ocaso del reutemanismo.

Entre los blogs kirchneristas que también proliferan por Santa Fe, esos que para el monopolio Clarín son bancados por Aníbal Fernández, hay uno (www.payasobarricada.blogspot.com) que se detiene en un detalle interesante e inadvertido. En el sur, donde el taco de la bota se apoya en la silueta de la provincia de Buenos Aires, hay un pueblo de unos pocos habitantes que se llama Juan B. Molina y que apenas supera los mil electores. Mil trescientos cuarenta y uno para ser más precisos. Es un lugar, como tantos otros del sur santafesino, en donde la soja domina el paisaje y los piquetes estuvieron a la orden del día cuando los pequeños campesinos se rebelaron en favor de los intereses de los grandes campesinos. Allí, donde hace dos años lo querían linchar, el ganador de las elecciones en la interna del Frente Santa Fe para Todos fue Agustín Rossi. Allí, donde hace cincuenta y pico de años nació Eduardo Buzzi, el amigo pobre de Miguens y Biolcatti que quiere pertenecer.

Acaso Juan B. Molina, que por poco no figura en los padrones, sea lo más emblemático de la recuperación de Agustín Rossi, el que eligió ser ultra kirchnerista cuando la letra K había sido borrada de los diccionarios santafesinos.

Con un cuadro de Néstor en las manos transpiradas, cerca de las dos de la mañana del lunes, El Chivo festejó un triunfo que más que un triunfo es un guiño a las convicciones. Se enfrentó con Reutemann cuando Lole era una vaca sagrada, se hizo Pingüino cuando los más acomodaticios le recordaban que ese pájaro del sur no se adapta al calor de estas tierras y se alió a Jorge Hoffmann, el secretario general de ATE, cuando los pragmáticos le recomendaban que uniera filas con Alberto Maguid, el histórico y ubicuo dirigente de la UPCN.

Por todo esto, y porque el peronismo sumó en la general 25 mil votos más que el Frente Progresista Cívico y Social, el más kirchnerista de los kirchneristas santafesinos fue uno de los grandes vencedores del fin de semana.

Pero hubo otros, en su partido y en los demás espacios. La elección del domingo, además de estrenar el nuevo sistema de boleta única, dejó la particularidad de mostrar varios vencedores y pocos vencidos, aunque éstos últimos hayan sido de peso.

Entre los que ganaron, también se puede anotar -paradójicamente- uno de los rivales de Rossi en la interna. Omar Perotti, el intedente de Rafaela, al que nadie daba chances, hizo una elección interesante y desplazó a Rafael Bielsa de su casi segura condición de escolta. Perotti, que ha sido ambiguo ante la Rosada, festejó íntimamente y declaró que “nace un nuevo espacio”, como para que el rossismo entienda que deberá negociar si es que pretender tener chances de ganar la provincia, cuando el 24 de julio se resuelva la suerte del sucesor de Binner.

En el Frente Progresista, también se puede decir que hubo más de un ganador. Ganó Binner, porque impuso a Antonio Bonfatti y se catapultó a la liga nacional aunque no dirimió en que equipo jugará, pero tampoco le fue mal a Mario Barletta, el radical intendente de Santa Fe.

Bonfatti hizo honor a las encuestas y de ser un desconocido pasó a gozar de los beneficios de una foto con Hermes. Ganó y se dio la lógica. Fue el más votado aunque el peronismo sacó más votos que el frente en el global. Pero Barletta, al que todos daban como tercero cómodo, se impuso con holgura en su pago chico (la capital santafesina), ganó 14 de los 19 departamentos y sumó un caudal de votos más que interesante como para recordarle a Binner que, si decide apostar a jugar en la nación con Solanas y Juez, el radicalismo no lo acompañará para que Bonfatti gane la general.

Igualmente, como donde hay ganadores debe haber perdedores, en este equipo se enroló el senador Rubén Giustiniani, que entendió a fuerza de votos que su capital está ligado a Binner y que, para jugar solo, todavía le falta.

En tanto, como tercer gran elector, para dolor de cabeza de los encuestadores y los que aman la política, Miguel del Sel, el nuevo Reutemann inventado por Macri (o por Durán Barba, vaya uno a saber) asombró a propios y a extraños y se anotó con un histórico 14% del padrón, anotándonse tercero en la gneral por detás de Bonfatti y Rossi y manteniendo a los analistas en discusiones tales como si su cosecha se debió a la anti política, a la derecha o a una humorada de Midachi.

Con el camino allanado, Agustín Rossi, Antonio Bonfatti y Miguel del Sel ya delinean estrategias para suceder a Binner. Llegaron de la mano del estreno del sistema de votación que se hizo más rápido a la hora de emitir el sufragio pero más lento a la hora del escrutinio, casi al estilo binnerista.

Entre los heridos fuera de contienda quedó Rafael Bielsa, mas no su hermana María Eugenia, que arrasó en la pelea por bancas en la legislatura. El Dandy, que lució acompañado de referentes nacionales del gabinete (en los días previos al escrutinio (Giorgi, Boudou, Mariotto), se insinuó como un rival serio y se arrogó la chapa de candidato de la presidenta, pero pagó caro precio a su escasa inserción territorial.

Otro de los derrotados fue el ex ministro de la dictadura y mano derecha de Carlos Reutemann, Juan Carlos Mercier. Juanchi, actor protagónico de la política local en los últimos 30 años, mordió el polvo de la derrota sin haber podido sumar siquiera el apoyo del corredor de fórmula Uno, que siempre que no compite, es bien esquivo en bendecir alguien por su eterna costumbre de no arriesgar el pellejo.

Mientras, develada la incógnita de los aspirantes definitivos, la elección alcanza cariz nacional. Por un lado, porque todos se preguntan que tan fuerte jugará Cristina de Kirchner con el leal Agustín Rossi, ya que durante la campaña los hombres más cercanos a Olivos apoyaron a Bielsa. Y por el otro, porque de la decisión de Binner de participar en la elección nacional, depende su relación con un radicalismo provincial a todas luces fortalecido.

De modo que, de cómo se relacionen los adversarios hacia adentro, para con sus vencidos en las internas, y de como capitalicen la imagen de sus padrinos (Cristina, Binner) se podrá empezar a saber para que lado se tuerce la suerte de el tercer distrito electoral del país. En ese sentido, todos se han mostrado orgánicos en las primeras declaraciones y el propio Reutemann sorprendió con una de sus frases lacónicas: “si el peronismo me llama, voy a colaborar”, dejando en claro que está dispuesto pero también, como si se hubiera tratado de un lapsus, que no es peronista, o que como mínimo habla desde afuera.

En julio, en Santa Fe se jugarán dos modelos. Habrá que ver si la imagen de Rossi crece hasta límites insospechados, como la de Cristina, o como en Juan B. Molina, o si Binner es capaz de hacer transfusión de sangre (esa que a veces parece no tener) hacia Antonio Bonfatti para garantizar la continuidad de una transformación que hasta ahora, se ha visto mucho más en maquetas que en realidad efectiva. El árbitro será Miguel del Sel. Y no es chiste.

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