Salvar un pueblo

La fotografía es elocuente. La foto “dice”. Víctor De Gennaro, Edgardo Depetri, mineros del Turbio, cantando y saltando sobre la explanada de la Casa Rosada. Una fiesta desmadre que comenzó dentro de la casa de gobierno, luego que el ministro de Planificación Federal, Julio De Vido, anunciara la construcción de una central termoeléctrica en boca de mina, en Río Turbio.

La fotografía es elocuente. La foto “dice”. Víctor De Gennaro, Edgardo Depetri, mineros del Turbio, cantando y saltando sobre la explanada de la Casa Rosada. Una fiesta desmadre que comenzó dentro de la casa de gobierno, luego que el ministro de Planificación Federal, Julio De Vido, anunciara la construcción de una central termoeléctrica en boca de mina, en Río Turbio.

Central que demandará una inversión de 1.500 millones de pesos y generará 240 megavatios para el Sistema de Interconexión Nacional. De Vido manifestó que la nueva termoeléctrica se construirá en un plazo de 42 meses, bajo el sistema de llave en mano, y que «será abastecida de combustible con el carbón mineral, tal cual sale de la mina» en ese yacimiento.

Y el presidente estaba ahí, escuchando como distraído, o buscando también darle un corte a la emoción. Es probable que por esa razón dejara la palabra al ministro. Hay una historia y hay gestos de la historia que hermanan, anhelos compartidos. Y delante del presidente los 151 mineros que viajaron en micro desde el Turbio, con sus cascos, las luces, la impaciencia por festejar. Y no bien terminó de hablar De Vido, los mineros se abalanzaron sobre el presidente, que hasta intentó una retirada rápida. No pudo. Quedó enredado entre los cascos y todos queriendo una foto.

Casi una salvajada estos muchachos de casco. Algunos, muchos, veteranos de todas las angustias, las incertidumbres, del no saber si existe destino para ese lugar que ellos hicieron, casa a casa piedra a piedra. El Turbio es su obra y -como dijo un viejo minero- de los que ya no están. Entonces, el presidente era como de ellos, como alguien propio. Y Kirchner, hasta con estoicismo soportó la andanada de afecto, de dos mujeres “de allá” que lo envolvieron en un abrazo. Todo con ese desborde, y más, hubo en el salón.

Víctor

Salvamos un pueblo ¿Te das cuenta? Esto es lo que sucedió hoy: esa usina proyectada en Río Turbio es la concreción de un sueño que por el que venimos bregando los trabajadores desde hace años. Por todo lo que se pasó, todas las luchas, los años de incertidumbre durante el menemato, cuando la cuenca del Turbio pasó a ser “área subvencionada” y los trabajadores empujados a ser menos que nada. Y los mineros ahí, resistiendo. Y ahora esta usina. Y es algo que nos merecíamos, algo que viene desde el corazón, uno no puede pensar la cuenca como un pueblo más. Por eso ese abrazo final con Kirchner, con Edgardo, con todos y cada uno de los mineros.

Quién habla de Víctor De Gennaro. Sobre la explanada de la Casa Rosada, ha estado cantando con los mineros, abrazados, soltando lo contenido durante años, décadas. La historia que hay detrás de un esfuerzo humano, la energía. Víctor, hace más de 20 años, pateando territorio para recuperar el sindicato: ATE para los trabajadores. Alguna vez, en un viaje iniciático, un shaman, último depositario de su cultura, contándole de las palabras del ventisquero, de cómo les hablaba a sus antepasados en ventisquero (Perito Moreno), de cómo su pueblo, ya perdido, venía por el oráculo del trueno o algo parecido al trueno que hace la montaña cuando comienza a resquebrajarse el hielo.

Patear país cuando los medios eran magros. Eso acumula, es parte de un todo: muchas veces una persona parece no tener línea definida, que la coherencia de la vida se corta, dudas que se llevan como piedras hasta que suceden estos hechos, como es casi ver el sueño de la usina en boca de mina: salva un pueblo. Es Víctor.

Y está Edgardo -y Jorge Rivolta, que también estuvo en el acto-, casi pibes, muchos, llegados desde lejos, y ganando el sindicato de Río Turbio: la dictadura, Anusate, Germán, luego Alfonsín que, siendo presidente amenazó con pagarle el sueldo durante toda la vida a los mineros del Turbio, pagarles hasta que se jubilen pero cerrar la mina. Y no pudo, le torcieron el brazo. Y Menem, que fue lo peor, la humillación, el desconcierto. Un pueblo aguerrido, se dirá. Y sí.

Y sí. Hasta a Kirchner, siendo gobernador lo hicieron entrar al fondo de la mina para negociar la levantada de una toma. De ahí viene la remada, desde ese pasado.
Por eso Víctor sintetizó en una frase -salvamos un pueblo-, lo que realmente sucedió el 6 de diciembre de 2006, en la Rosada. Y todavía queda rollo, queda para contar el significado de una lucha épica, con su connotación mítica, porque eso es y significa Río Turbio: el derecho a ser país. El sueño de país. Estar metido allá, en el talón de la bota, el territorio final, el empuje de recuperar y darle fuerza a lo que fue lo mejor de un pueblo y su líder: La mina nace bajo el primer gobierno del General Perón, nace con ese empuje casi embriagador de -lo repito- era ser país. No hacerlo, sino ser: diferencia entre retórica y corazón.

Entonces, están Víctor, Edgardo y los mineros saltando felices, casi como chicos, con ese algo incontenible, embriagador, por haber parido esta historia. Una historia que se defendió con la sangre de los compañeros, con aquella memorable huelga-toma, donde las mujeres, toda la familia minera, era una sola mano, un puño. Hay que ver caminar bajo la nieve familias. Hay que ver. Y ayer se tuvo la suerte de estar ante el resultado de 30 años de lucha. De ahí viene la alegría. De haber resistido, resistido y resistido. Y ahora, un cambio grande, un desafío de otra envergadura, hacer producir la mina.
Por eso tanta alegría.

Y si no, está la foto. Ahí se limaron diferencias, interpretaciones sobre la realidad política. Eso quedó al costado. Cuando Víctor se estrechó en un abrazo con Kirchner, estaba dando espacio a ese festejo de ser país.

Edgardo

Edgardo, no el diputado nacional, sino aquel Edgardo casi pibe, repitiendo, esto es lo que venimos buscando desde hace años, con todos los “viejos” -así se llaman entre ellos en el yacimiento, viejos, aunque tengas 20 años. Y tengo que decirlo, siempre creí y sigo creyendo en la fuerza de los trabajadores, en su capacidad de lucha. Esto es una demostración. Pero también debe decir que creo en Kirchner. Y esto, la usina en boca de mina tal como había prometido hace años, es una demostración que no me equivoqué.

Víctor dijo, “salvamos un pueblo”.
Víctor sabe de qué habla -responde Edgardo. Víctor es nuestro hermano, para mí, hermano mayor, diría. Y lo respetamos y por eso queríamos que estuviera en este día con nosotros, esto es parte de su lucha. De Víctor. Y él sabe. Sabe lo que significa para la cuenca del Turbio y sabe en lo profundo, como siente cada compañero minero. Esto es trabajo para muchos. Esto es, nuevamente, tener futuro.

¿Ser país?
Sí. Con todos los “viejos”. A darle, ahora.

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