Ungido superministro, señalado como la última bala de un gobierno asediado por las presiones devaluatorias y las corridas cambiarias, Sergio Massa desembarcó en el gabinete nacional casi al ritmo del grotesco que escribió Jacobo Langsner en 1962 y que Alejandro Doria llevó al cine en la década del 80’ como un retrato de la tragedia argentina. La diferencia con Esperando la Carroza es que ahora todo un país siguió en vivo y en directo el sainete de nombramientos y renuncias que se sucedieron en las 48 horas más vertiginosas que protagonizó el gobierno en, al menos, los últimos quince días.
Dicen que el objetivo de Massa será implementar un plan de estabilización que ponga fin a la crisis de alta gama que atraviesa el país como resultado de la guerra, la pos pandemia, la herencia macrista y los errores propios que se expresaron en la derrota de las elecciones parlamentarias del 2021. La gran pregunta es cómo lo hará, visto que las turbulencias internas se profundizaron tras el acuerdo con el FMI con una sangría de críticas que llegan hasta el presente por las restricciones que impone el programa firmado por Martín Guzmán.
Algunos analistas políticos sugieren que el carácter plenipotenciario de la nueva cartera que incluye economía, desarrollo productivo y agricultura lo entronizan como una suerte de primer ministro de facto en un país con una cultura política poco habituada a esta figura propia de los sistemas democráticos parlamentarios. Sin embargo, por encima del juego retórico, el ex intendente de Tigre concentrará en su poder áreas claves que pueden definir la continuidad del peronismo más allá del 2023, y abre un sinfín de preguntas sobre la nueva configuración del gobierno en esta nueva etapa.
¿Alcanza el respaldo político de todos los socios de la coalición gobernante – y especialmente de la vicepresidenta Cristina Kirchner– para mostrar resultados satisfactorios en el corto y mediano plazo? ¿En qué lugar queda el presidente Alberto Fernández? ¿Qué significa que en las primeras horas de realizado el anuncio ‘los mercados’ hayan reaccionado positivamente? ¿Pueden convivir en un mismo plan económico las demandas de los sectores concentrados de la economía con el reclamo de los movimientos sociales que piden por un salario básico universal?
Con la manos (y la lapicera) de Massa
A la espera de los anuncios que revelarán los planes del flamante súper (primer) ministro, la mayoría de los economistas no alineados con el establishment coinciden en señalar que Sergio Massa tendrá entre sus principales desafíos frenar la corrida cambiaria, trabajar en la generación de divisas para fortalecer las reservas del Banco Central, y contener la brutal escalada de precios que se agravó en las últimas semanas y siguió deteriorando sensiblemente el poder adquisitivo de los sectores populares.
“El relanzamiento que implica la unificación de diferentes expresiones de la gestión económica en una sola figura da el plafón y la solidez para poder armar este programa”, señaló a Revista Zoom Sergio Chouza, director de la consultora Sarandí. El economista considera que están dadas las condiciones para generar un plan que escape a la formulación de políticas aisladas: “Eso hasta el momento no se pudo hacer por cuestiones de contexto, no por una cuestión de dilación y displicencia, sino que planificar en el medio de una pandemia era muy difícil y este año también tuvimos un evento anómalo muy extraordinario como es la guerra”, aclaró.
Nicolás Gutman, del Centro de Estudios Políticos y Sociales Scalabrini Ortiz, explicó que el nuevo ministro tendrá que “implementar medidas efectivas en el control de precios” y sancionar a los oligopolios responsables de las alzas injustificadas. También remarcó la urgencia de intervenir en el mercado de cambios para frenar la corrida en una economía que, tal como señaló Cristina Kirchner, se encuentra semidolarizada: “Eso genera una situación de inequidad donde algunos tienen acceso a un dólar para hacer negocios y tener ganancias que otra parte de la población no lo tiene”.
En cuanto al beneplácito de los mercados en las primeras horas del anuncio, Chouza sostiene que se trata de una “normalización lógica después de una sobrerreacción”, y considera que hay un suerte de efecto Massa: “A priori tendría una cercanía o un buen diálogo con algunos factores de poder del empresariado nacional, no tiene una impugnación política interna con lo cual es posible que esto aplaque las tensiones del gobierno. Y después es una figura con peso específico como para liderar un programa de normalización”, destacó.
Por su parte, Gutman expresó que Sergio Massa pertenece al establishment y que ese mismo sector entendió que “vamos a poner la bala de plata, porque después no hay muchas más opciones”. En esta línea sentenció: “Mejor que hayan respondido bien porque si no vamos a estar en un escenario bastante complejo, de todas maneras tampoco es una situación fácil lo que tiene Massa hacia adelante”.
Con una mirada más crítica, el economista Horacio Rovelli sostuvo en diálogo con Zoom que Sergio Massa “va a devaluar nuestra moneda y va a tratar de acordar con los grandes empresarios exportadores y con los acreedores”. Para el docente de la UBA y ex funcionario del Ministerio de Economía, el objetivo será “venir por nuestros recursos naturales”. En este sentido, indicó que el gobierno tuvo 31 mil millones de superávit comercial que el Banco Central terminó por dilapidar: “Le compraron un avión a Pampa Energía que fue uno de los grandes fugadores durante la época de Macri, le compraron un yate de lujo a Niki Caputo”, recordó.
Por caso, el propio Rovelli sostiene desde hace algún tiempo la necesidad de decretar la emergencia cambiaria en el país con el fin de preservar las reservas internacionales y “programar su utilización para el pago de deuda pública y de financiamiento de obras y servicios públicos”. En esta línea, explicó que tanto Néstor como Cristina Kirchner gobernaron en el marco de la emergencia, y que fue el gobierno de Cambiemos el que derogó el decreto hasta que “se le descontroló el sistema cambiario y financiero” y lo restablecieron hasta el 31 de diciembre del 2019.
Volver a empezar por los últimos
A estos pronósticos e interrogantes (todavía sin respuesta) se antepone la necesidad de un acuerdo político transversal que desactive los intentos de la oposición por generar un escenario de caos y zozobra que alteren el orden democrático y corte en seco los sueños de una entrega anticipada del poder. En estos meses donde el ‘debate de ideas’ en el Ejecutivo nacional ocurrió a cielo abierto, Juntos por el Cambio no ocultó sus deseos de volver al gobierno para terminar de implementar un plan de reformas estructurales en la economía sin el presunto gradualismo que profesó el ex presidente Macri, y que dejó a la economía del país malherida y con deudas centenarias.
En esta compleja trama, también urge una redefinición del rumbo político con el objetivo de preservar la identidad de una alianza cuyo lema fue empezar por los últimos para llegar a todos. En esa tónica se inscriben los desafíos de un frente nacional y popular si quiere volver a representar a esa nueva mayoría que se construyó en el 2019 como respuesta a los cuatro años de gobierno neoliberal, y que llegó con un voto de confianza de los sectores populares y de la clase media, pero no con un cheque en blanco.