Las políticas públicas que implementa el Jefe de Gobierno son el resultado de una ideología marcadamente contraria al desarrollo nacional, o de un significativo desconocimiento de las políticas, niveles de intervención e inversión públicas que el desarrollo exige.
Desde los orígenes del capitalismo, la lucha por el desarrollo es la lucha por dónde se agrega el valor. Los países de nuestro planeta pujan por avanzar en sus procesos de industrialización promoviendo la obtención de mayores niveles de desarrollo para sus economías, lo que es sinónimo de más empleo, mejores salarios y, por lo tanto, el único camino para consolidar un mercado interno poderoso como principal condición para fortalecer un destino de prosperidad.
Sin embargo, transitar las vías hacia el desarrollo implica luchar no sólo contra los obstáculos que significan las posiciones de los países ya desarrollados. Lamentablemente, debemos pelear también contra los molinos de viento que se encuentran al interior de las fronteras de nuestro país, que ya sea por ignorancia o ideología, atentan contra el desarrollo argentino.
Las declaraciones twitteras realizadas por Mauricio Macri luego del discurso de Hugo Biolcati en el acto de inauguración de la muestra de la Sociedad Rural, no dejan dudas (si es que cabía alguna) que en la figura del actual Jefe de Gobierno de la Ciudad se encuentra un molino de viento que se opone al desarrollo nacional.
Cuatro fueron las afirmaciones de Macri:
– “No podemos concebir una Argentina sin el campo, es nuestra mayor fuente de ingresos por exportaciones.”
– “A mayores exportaciones, más puestos de trabajo.”
– “El mundo pide alimentos y Argentina es capaz de alimentar a más de 300 millones de personas.”
– “Por eso tenemos que cambiar la política productiva y poner al país entre los principales del mundo.”
Nobleza obliga, vamos a responder con los mismos límites que impone Twitter, es decir, en ciento cuarenta caracteres:
– Gracias a los precios internacionales, el campo goza de rentabilidad extraordinaria. Debemos usar ese excedente para desarrollar el país.
– Las exportaciones primarias del campo carecen de valor agregado y generan puestos de trabajo con bajos salarios y alta informalidad.
– El mundo pide alimentos, pero tenemos que ofrecerle productos industrializados sustituyendo exportaciones primarias por manufacturadas.
– Debemos profundizar la política productiva, pero no para consolidar un modelo agroexportador, sino industrial.
Lejos de ser un debate teórico, las diferencias que aquí se revelan en materia de modelos económicos son estricta y exclusivamente políticas. Esto significa que los sectores de la sociedad beneficiados, los niveles de equidad, distribución del ingreso, salarios y empleo, entre otros, no serán los mismos si elegimos implementar políticas destinadas a retrotraer la Argentina un siglo atrás a partir de cristalizar un modelo agroexportador, en lugar de promover e impulsar el desarrollo nacional a partir de la consolidación de un entramado productivo industrial.
Para que no queden dudas sobre las consecuencias de una u otra política, alcanza con observar el informe estadístico que publicó en mayo pasado el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
El trabajo realizado por la Dirección de Estadísticas y Censos porteña afirma que, luego de haber descendido durante cinco años consecutivos, la mortalidad infantil en el distrito más rico del país subió al 8.3‰ en 2009, cuando en 2008 había sido del 7.3‰.
Este dato, preocupante de por sí, impacta con mayor intensidad al observar las diferencias barriales. Mientras que en los barrios de mayor poder adquisitivo como la Recoleta y Palermo la mortalidad es del 5,1‰ y 5,2‰ respectivamente, en los barrios más postergados como Villa Lugano, Villa Riachuelo y Villa Soldati, este indicador más que se duplica hasta alcanzar el 12,8‰
Estos datos dan sustento a una verdad evidente: a pesar del reducido territorio que ocupa, la Ciudad de Buenos Aires exhibe fuertes disparidades regionales, particularmente entre el norte y el sur. En este sentido, existe una porción minoritaria de su población que vive con un nivel de ingreso y acceso al consumo similares al de los países desarrollados, y una porción importante de sus habitantes con ingresos y consumos análogos a las regiones más pobres del planeta.
Está claro que estas desigualdades son una de las tantas consecuencias del modelo económico que primó en la Argentina durante el último cuarto del siglo XX, que derivó en el deterioro general del sistema productivo argentino. Gracias a estas políticas de des-desarrollo, uno de los principales problemas que reviste la desigualdad regional en la Ciudad es su carácter estructural. Es decir, estas disparidades no son una consecuencia de variables coyunturales de sencilla modificación.
Por lo tanto, la responsabilidad de esta desigualdad, no le cabe en forma exclusiva al actual Jefe de Gobierno. Sin embargo, no podemos decir lo mismo de las políticas públicas en materia de desarrollo económico que su Administración implementa para afrontar y revertir tamaña situación.
Mauricio Macri ha creado, en primer lugar, el Ministerio de Desarrollo Económico. Sin embargo, el hecho de que sea la cartera del ejecutivo porteño con menor dotación presupuestaria (apenas un 2%) convierte a este gesto de índole política en un área con escaso poder de intervención y prácticamente nula capacidad de implementar políticas activas.
En segundo lugar, con el objetivo de promover la instalación de un cluster de tecnologías de la información y la comunicación (TIC’s), el Jefe de Gobierno ha impulsado la creación del Distrito Tecnológico en el barrio de Parque Patricios. Ubicando correctamente el eje de las acciones públicas en la zona sur de la Ciudad, tras un año y medio son muy pocas las empresas que se han instalado allí y menos aún las que, según fuentes representativas de este sector industrial, planean hacerlo. En pocas palabras, los empresarios TIC’s plantean que el principal problema para el desarrollo del sector no son los impuestos, sino la falta de recursos humanos calificados. En consecuencia, lo que necesitan es que actúe el Ministerio de Educación para ampliar la dotación de técnicos en esta materia.
Por último, Mauricio Macri presentó recientemente un proyecto en la Legislatura de la Ciudad para crear un Polo Audiovisual. Como capitán de barco con brújula rota, el Jefe de Gobierno está promoviendo una política con fuertes exenciones impositivas en la zona equivocada. Lejos de concentrar los esfuerzos públicos en la postergada zona sur, lo hace en Palermo Hollywood, Colegiales y Chacarita. En definitiva, Macri está premiando inversiones realizadas para incentivar la localización de una industria en el lugar en el que se encuentra radicada y, como si esto fuera poco, en una zona que el mercado desarrolla por sí mismo.
Las declaraciones que Macri realizó en su Twitter y las políticas públicas que implementa como de Jefe de Gobierno son el resultado de dos posibles causas: o una ideología marcadamente contraria al desarrollo nacional, o un significativo desconocimiento de las políticas, niveles de intervención e inversión públicas que el desarrollo exige.
En caso que la causa sea la primera, aquellos que predican la necesidad de generar consensos para el desarrollo deben saber que Mauricio Macri no será de la partida. Si el problema es el desconocimiento, bastará con que el Jefe de Gobierno esté dispuesto a escuchar, comprender y realizar las acciones que el desarrollo exige.
El autor es Director Ejecutivo del capítulo Buenos Aires de la Sociedad Internacional para el Desarrollo (SID-Baires).