Pianelli: «Se avecinan pujas muy importantes»

Entrevista al líder de Metrodelegados Beto Pianelli. Definiciones sobre el rol del sindicalismo en la Argentina que viene, la unidad del movimiento obrero y los matices entre kirchnerismo y peronismo.

Beto Pianelli nos recibe en las instalaciones de la Asociación de Trabajadores del Subte y el Premetro, situada en el barrio porteño de Boedo. Tras un recorrido por el lugar, donde con orgullo va contando que por allí funcionan las secretarías, que ese otro sitio se realizan los Planarios del sindicato, que ese salón se hacen las reuniones de delegados y Comisión Directiva y que en aquella otra sala suelen realizar encuentros de formación, el Metrodelegado atiende algunos llamados, cruza algunas palabras con parte de sus compañeros y compañeras presentes en el lugar e invita a pasar a una oficina, no sin antes mostrar la radio. Por las paredes pueden verse cuadros, posters, afiches. Hay fotos de Ernesto Guevara y de León Trotsky, símbolos de la hoz y el martillo pero también rostros como el de Cristina Fernández, junto a él, en un cuadro del que cuelga un pañuelo verde con la consigna “Aborto Legal, Seguro y Gratuito”, una estatua de Simón Bolivar, un afiche de Rodolfo Walsh o un poster del Espacio Latinoamericano de Metroviarios. En Bermudas y con una riñonera colgando, la charla se extiende hasta que, pasada ya más de una hora, el grabador se enciende y comienza formalmente la entrevista.

¿Cómo ves la Argentina que se viene?

La Argentina que se viene es de una situación extremadamente difícil y en la cual se avecinan pujas muy importantes. Vamos a tener la deuda externa más grande de nuestra historia, con vencimientos imposibles de pagar. El gobierno de Alberto va a intentar negociar eso, pero hay que ver si puede, porque estamos acá, en este contexto del continente. Venimos de alzamientos muy fuertes en Ecuador y Chile, y un golpe de Estado fascista en Bolivia. Es una situación de mucha tensión, en donde un neoliberalismo que parecía quedarse para consolidarse entró en crisis y se avecinan posibilidades de nuevos gobiernos populares, pero la situación está abierta. Pensar que las potencias imperiales no van a querer arrodillar al gobierno argentino sería un poco ingenuo.

¿Y qué rol puede jugar en ese contexto el sindicalismo?

Creo que el sindicalismo, en primer lugar, debería lograr un programa común que establezca que esta crisis, este festival que se dieron los neoliberales en estos cuatro años no lo paguemos los trabajadores. Esto es: tensionar para que, de ahora en más, no seamos los trabajadores los patos de la boda. Es decir, que sabiendo las limitaciones, se pueda renegociar con el FMI y tomar medidas económicas a favor de las mayorías populares. Eso debe ser el sindicalismo: un polo de tensión en esta puja, que no es sólo argentina sino internacional. Por eso, más allá de las buenas intensiones, lo que se pueda hacer dependerá de las relaciones de fuerzas que existan a la hora de avanzar. Creo que el sindicalismo tiene que tener una posición independiente. ¿Vamos al pacto social? Vamos, pero con un programa propio. Por ejemplo, además de la recomposición salarial tenemos que avanzar en una legislación que, por lo menos, reduzca la jornada laboral de 48 a 40 horas semanales, para generar más empleo; que el Estado genere plan para gestar nuevos puestos de trabajo. Y eso implica sentar en una mesa al sindicalismo, pero también a las Pymes y a las organizaciones sociales. Eso, más el rol histórico que tiene que jugar el sindicalismo, que uno a veces en Argentina duda que lo juegue, que es la defensa –individual y colectiva– de los trabajadores. Y esto no se reduce a las conquistas típicas de salario y condiciones laborales, que por supuesto no se pueden abandonar, sino también un plan de obras para viviendas, por ejemplo. Hoy el sindicalismo tiene que tener una posición mucho más política; está llamado a no quedarse solamente en los marcos de la actividad sindical cotidiana sino también intervenir en los debates políticos, porque está demostrado que lo que ganás hoy lo podes perder mañana, si no tenés voz para pelear y definir que se apliquen políticas de fondo, estructurales, estás en un problema.

¿Qué pasa con la democracia sindical? Vos venís de toda la experiencia de los metrodelegados, que tuvieron fuertes peleas al interior de la Unión Tranviaria Automotor y luego armaron un nuevo sindicato, que hoy está en la CTA de los Trabajadores. Y sin bien en Latinoamérica la cuestión indígena y de los movimiento sociales suele estar en primera plana, aquí el peso del sindicalismo sigue siendo muy fuerte, aún después de todos los golpes recibidos por las políticas neoliberales, de la dictadura a Cambiemos, pasando por Menem. ¿Qué análisis podés hacer hoy del sindicalismo argentino, puertas adentro?

Nosotros no inventamos nada tampoco, pero surgimos haciendo un sindicalismo que, en el país, había quedado bastante desactualizado. El tema de la democracia es importantísimo, pero sobre todo nosotros surgimos peleando y defendiendo los intereses de los compañeros y, fundamentalmente, apostamos a correr los horizontes de lo posible. Fuimos a contramano y tuvimos la suerte de lograrlo, pudimos lograr la conquista de la reducción de la jornada laboral, por ejemplo, pasar a trabajar seis horas diarias cuando había gente dispuesta a trabajar 14 horas porque no había laburo. Tuvimos momentos políticos, suerte, una capacidad y también una visibilidad que otros gremios capaz no tienen. En ese sentido, yo diría que –como casi siempre en nuestra historia– hubo por lo menos dos grandes tipos de sindicalismo: el de unos que peleaban y el de los que no peleaban y pensaban que, pactando con sus enemigos, iban a sufrir menos. En los noventa fue así: se gestó un polo en la calle entre la CTA, la Corriente Clasista y Combativa, el MTA que dirigía Moyano. Después viene De La Rúa y, en 2003, Kirchner, que nadie se lo esperaba. Y el sindicalismo no se preparó para ese proceso, y le constó entenderlo. Entonces la CGT se parte, la CTA se parte y el sindicalismo jugó un rol secundario en los doce años kirchneristas. El macrismo nos encontró a determinados sectores –fundamentalmente las CTAs encabezadas por Yasky y por Michelli y la Corriente Federal. Luego se sumaron otros: Moyano, el SMATA. Obviamente, estamos ante siglas, nombres, estructuras de otras épocas. Mi novia, cuando le digo que voy a la CTA me dice: “¿vas al parripollo? ¿Vas a alquilar un VHS? Y tiene razón, son estructuras que responden a fenómenos de otra época. De ahí viene esta postura de querer salir a discutir la necesidad de la unidad del movimiento sindical, y de todo el movimiento obrero, con las cooperativas de los movimiento sociales, pero empecemos con la unidad del movimiento sindical.

 

Fotos | Georgina García
¿En el caso de ustedes sería ir a una unidad con los sectores con los que históricamente se enfrentaron, como la UTA?

Si vos haces unidad es con los distintos, sino no es unidad. Cristina lo dijo claro: “unidad hasta que duela”. Y a veces duele mucho. En la CTA somos todos amigos, el tema es cómo construir con el diferente. Y obviamente, la unidad en la CGT es con la UTA. Nosotros pensamos que la UTA no tiene nada que hacer en el subte, y ellos opinarán lo contrario. Esa disputa seguirá, o no, la dejarán. No sé: nosotros no la vamos a dejar. Hay una unidad que se fue expresando en la calle, en las peleas contra el neoliberalismo; hay una unidad que se expresó en Lanús, en el Congreso de la CTA, donde no sólo estaba Alberto Fernández y Verónica Magario, sino también hugo y Pablo Moyano de Camioneros, Mario Manrique del Smata, Amichetti de Gráficos, Palazzo de La Bancaria, pero bueno, después hay sectores que no quieren la unidad. Nosotros no la vamos a dejar de buscarla, pero eso sí te digo, así como están las siglas hoy en día, son más una traba que otra cosa.

Más allá de las siglas uno podría pensar que hay diferencias programáticas. Digo: más allá de los ejemplos que mencionás, durante el macrismo se cuestionó muy fuerte, por lo menos, a sectores hegemónicos del sindicalismo, por su inacción, o su acción retardataria, mientras los feminismos y la economía popular contribuyeron a todo un dinamismo en estos años, junto con los derechos humanos.

Yo creo que son los cuatros fenómenos, incluido el sindicalismo.
Y los movimientos sociales también tuvieron momentos en que no quisieron movilizar, como cuando hicimos la Marcha Federal, porque tenían un acuerdo con Carolina Stanley. Y no lo digo criticando, uno hace acuerdos, y a veces, esos acuerdos te sacan de la calle. Yo también voy al ministerio de Trabajo y hago acuerdos. Cuando fue la Marcha Federal Docente no sólo los “Gordos” no se movilizaron, sino tampoco esos movimientos sociales. Después en diciembre de 2017 nos encontramos todos en las calles enfrentando a la policía. Estaba Daer, el de alimentación, por ejemplo. Ahora, si los tenes que analizar en términos políticos, generales, y me preguntás: ¿por que Macri duró cuatro años? ¿Por qué la dictadura más cruenta de nuestra historia duró siete años?, bueno, diría que, como vos dijiste hace un rato, Argentina tiene un movimiento sindical poderoso, hay movimientos sociales que son los herederos de los sindicatos cuando los trabajadores se quedaron sin trabajo y tenemos organizaciones de derechos humanos gigantescas, que intervienen sobre los paradigmas sociales de la gente, pero sobre todo, tenemos el movimiento sindical. Nosotros tuvimos cuatro meses de conflicto en el subte, camioneros casi seis meses, a los docentes y a los bancarios los estuvieron jaqueando. A esos cuatro el gobierno los buscó liquidar. A los otros no, con los demás negoció. Con los movimientos sociales negoció, un tiempo, claro, después los atacó, cuando ya no cumplían las expectativas que se habían generado. Ahora, entre estos actores heterogéneos que han estado en la resistencia hay que buscar puntos de acuerdo para ir para adelante.

Fotos | Georgina García
¿Y este planteo de conformar un Sindicato único de la Economía Popular por parte de los diversos sectores del precariado como lo ves?

Yo sostengo la posición histórica de la CTA de que los trabajadores que no están bajo una relación salarial se tienen que organizar igual al interior de una central sindical. Lo que hay que discutir después es con qué política. Lo que hay que discutir, que es una cuestión teórica y no sólo de acá sino internacional, por el avance tecnológico y la robótica, la informática, y que en una época se hizo una discusión famosa bajo el nombre del título de un libro, El fin del trabajo, y en ese marco hay todo un porcentaje de la población que sobra. Dicen fin del trabajo mientras toda otra gente trabaja 14 horas por día. Está bien, todo avance tecnológico implica que se requiera menos fuerza de trabajo. Pero la discusión no es esa, sino cómo se enfrenta esa situación. Hay sectores del imperialismo incluso que dicen: “donemos el 2% de nuestras ganancias y otorgamos un subsidio por existencia para todos aquellos que no van a entrar nunca al mercado laboral”. Estarían dispuestos, grandes conglomerados internacionales lo harían, no porque les importa que la gente coma y tenga más o menos un lugar digno donde vivir sino porque temen que algún día los vayan a buscar a donde viven ellos. Y hay sectores de las izquierdas que dicen lo mismo. Y eso rompe con una mirada histórica que tienen que tener los trabajadores, que es que el trabajo es un ordenador social, en principio. Entonces hay que hacer eso: el trabajo necesario que exista hay que dividirlo por la cantidad de personas que pueden realizar ese trabajo. El tema central no es el subsidio por existencia, como dicen en Europa, pero eso puede ser una táctica, la estrategia tiene que ser repartir las horas de trabajo, y la reducción de la jornada de trabajo es una discusión cultural, además de política, de creérsela. En algunos lugares del mundo les parece una locura que no tengas que pagar para atenderte en salud, o para estudiar. Acá, desde el peronismo a esta parte, nos resulta incomprensible que haya que pagar para estudiar, no nos pudieron convencer. Son luchas culturales centralmente.

Para finalizar, y teniendo en cuenta que sos un dirigente sindical que proviene del campo de las izquierdas, ¿qué quiere decir para vos el peronismo?

Bueno, en primer lugar te diría que el peronismo tiene que ver con mi historia familiar. En casa, durante la dictadura, se brindaba con un “Viva Perón, Abajo la dictadura” y que después supo entender cómo el peronismo salió de la dictadura y no se lo votó ni en los ochenta, con ese peronismo de Luder o de Herminio Iglesias, o de la socialdemócrata de la renovación y mucho menos con Menem. Yo ingresé a la política en ese contexto, en el que era muy difícil hacerse peronista. Entonces mi búsqueda fue por la izquierda, durante todos los ochenta y también los noventa. En mi vida, la significación del peronismo es para olvidar. NO veo nada progresivo en el peronismo desde finales de la dictadura hasta 2003. Yo viví al peronismo como partido del régimen, no el hecho maldito que vivió mi viejo. Yo me hice kirchnerista, pero no por el peronismo. Al principio Néstor apostó a la transversalidad. Después por el PJ, sí, pero al inicio apostó por la transversalidad. Si me preguntás mi mirada más ideológica, más paradigmática, coincido con el libro de Alejandro Grimson. No por casualidad militamos muchos años juntos. Lo veo como un fenómeno contradictorio, que precisamente da nacimiento a un fenómeno que es quizás el más importante de la historia argentina, que no es el peronismo sino el anti-peronismo. A mí me ordenó la discusión política el antiperonismo, del que supe que tenía que estar en contra, siempre. Yo no me hice kirchnerista por Néstor, sino por la Sociedad Rural, por las cacerolas que vimos marchar por la avenida Santa Fe. Te lo digo porque nosotros teníamos un plan de lucha y cuando vimos eso lo levantamos, y fuimos al acto de un gobierno al que hasta ese momento habíamos criticado y con el cual estábamos enojado porque no nos había dejado cortar el Puente Pueyrredón, no nos había dejado llegar a la Plaza de Mayo. Pero cuando vi a la Sociedad Rural con la 125 me definí, y ahí me reencontré con muchos compañeros. Yo peronista no soy. Si hubiera vivido en el 45 seguramente hubiese sido peronista, pero hoy me identifico como kirchnerista.

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