PESADILLA DE UNA NOCHE DE INVIERNO

Jorge Dorio recorre la semana post-elecciones y con sus versos nos revela que, aunque la derrota aun no haya sucedido, el Frente de Todos debe no solo aliarse, sino empezar a actuar en vez de hablar.
frente de todos cierre de campaña

El mejor perfil de la brutal derrota del domingo es que nunca ocurrió.

Se trata, por ahora, de una profecía casi palpable y la posibilidad de

exorcizarla exige una victoria mítica.

Pero la derrota aún no sucedió. Y este tiempo ralentado, en política,

está preñado de sorpresas. La peor es la de una crisis oficialista cuyo origen parece estar en la sombría advertencia del resultado electoral

y una veloz escalada que revela, a su vez, varias aristas en la génesis de la derrota. La derrota que, insistimos, aún no ha nacido, pero que, como amenaza, tal vez encierre algunas claves para esquivar sus consecuencias.

Lo primero que debe decirse es que aun postergando hasta el límite, los cierres periodísticos y la veloz sucesión de las peripecias de la crisis, hace de cualquier afirmación una audacia oscilante entre la paranoia y el ridículo.

El hermetismo de los protagonistas involucrados impide cotejar las versiones y multiplica la prudencia de las fuentes confiables.

En ese sentido, el jueves alrededor de las 22 hs. hubo rumores que partían de La Plata pero ofrecían ecos en el Vaticano. En unas horas, cuando esta columna esté al alcance de los lectores, toda esa data puede sonar a “vieja” o ser calificada de disparate. En este caso, lo contrario ya podría pensarse como un milagro.

Mientras tanto, los perfiles de las cifras arrojadas por el comicio parece haber sido dejado a un lado y sumarse a esa indiferencia es el primer 

error de los análisis circulantes.

Cuando aún no circulaban reconocimientos casi optimistas de la paliza electoral, ni exabruptos ofensivos cuya filtración recuerda los hallazgos de un vocero macrista disfrazado de runner (o de periodista), el mayor esfuerzo de muchos dirigentes y analistas era ocultar una sorpresa que, en cambio, no aparecía en la gente de a pie para quienes la única encuesta confiable es su día a día.

Para empezar, a la manera de los viejos folletines, el último en enterarse del abandono de su electorado fue (hasta la carta de CFK) el partido oficial, engalanado como para ir de boda. Lo curioso es que en uno de los 

cuasi consensos logrados en estos días, el contubernio macrista radical recibió su

“triunfo” como una grata pero indisimulable sorpresa.

Esto revela una primera condición: las cúpulas dirigentes parecen 

haber estado más concentradas en sus reyertas internas que atentas

al humor popular y los posibles resultados del comicio.

Esta condición se revela en el extraño mapa de áreas de influencia

surgido tras el recuento de los votos.

Estas singularidades, expuestas aquí para acolchonar el cachetazo de las cifras, no alcanza para ignorarlas.

El Frente de Todos, expresión del peronismo unificado, sufrió severas

caídas con derrotas que van desde lo insospechable hasta lo humillante.


A los tradicionales bastiones gorilas , como la Ciudad de Buenos Aires

y Córdoba, se sumaron territorios donde una derrota peronista se vive como un fenómeno paranormal: Chaco, Entre Ríos, La Pampa y Santa Cruz sirven como una muestra de la catástrofe.

En la provincia de Buenos Aires, el 33% del oficialismo vio subir con asombro los 22 puntos de Santilli reflotados por la colectora de Facundo

Manes como un providencial globo de rescate.

En CABA, que es el territorio donde concentramos nuestra atención, el candidato Javier MILEI (como su nombre lo indica) impuso su singular estilo bíblico liberal austríaco para alzarse con sorprendentes catorce puntos del electorado. Las cifras están al

alcance de todos y son irrefutables. Pero a la hora de encontrar su causalidad , aparece lo frágil de muchas lecturas históricas.

En el círculo de las explicaciones optimistas esgrimidas desde el uniforme oficialismo mediático, uno de los primeros argumentos fue el del elevado abstencionismo: un 66% que marca el piso de asistencia en

lo que lleva la democracia. 

 No es un dato desdeñable. La dinámica social implicada no sería de las

más habituales. A saber: votantes del Frente de Todos en 2019, decepcionados por el rumbo del Gobierno prefirieron manifestar su

descontento con la ausencia antes que entregar su voto al que aún

perciben – con claridad inobjetable- como el verdadero antagonista, es decir la derecha aliada al radicalismo (que si no baja sus banderas es porque se le mezclaron con los estandartes de remate que los llevaron 

a ser peoncitos del macrismo y ahora no las encuentran.)

Otra inquietud surgida desde el seno de la coalición oficial, se centró en la negativa a conceder la realización de unas PASO propias. Tratándose de una iniciativa nacida en el peronismo, estas voces sostienen que esa medida hubiera permitido expresar los eventuales descontentos de algunos sectores del Frente pero sin sacar los pies del plato. La propuesta no resulta desdeñable pero tampoco tiene sentido su reclamo ex post facto.

En el universo opositor sedujo —dicen — a numerosos jardines de infantes el fervor oftalmológico espiritual del doctor Manes al repetir en cuanta entrevista le hicieran que su optimismo crecía al mirar a quienes asistían a sus actos directo a los ojos que son (sic) la ventana del alma.

Ya nadie recuerda a Poldy Bird, pero declaraciones así nos invitan a desconfiar de las neurociencias. Manes es prolijo, educado, afable y no

habla de política, lo cual lo convierte en el invitado perfecto para cualquier living mediático. Cada vez que puede declara su no pertenencia al PRO. Es difícil imaginar cómo se las va a arreglar para sostener los postulados ideológicos responsable del catastrófico estado de la Nación tras el huracán Mauricio,

En cualquier caso, ningún dirigente de la oposición dejó caer media idea durante la campaña y muchos de ellos negaron la profusa cantidad de apoyos aportados al gobierno anterior. Con rostro de póker, el candidato independiente Martín Tetaz le puso el pecho a las acusaciones de haber sostenido desembozadamente las malsanas medidas económicas de Cambiemos.

Fuera de la frivolidad de estas viñetas, la lectura de la prensa hegemónica volvió a demostrar su vocación por el delirio. Ya han comprobado en más de una ocasión, que el delirio repetido siempre garpa.

Va de suyo que ningún peronista en sus cabales propiciaría daños intencionales en la figura presidencial. El propio jefe de Estado ha sido el

responsable de su autoflagelamiento sin mayor ayuda de eventuales conspiradores.

En el mismo sentido sorprende la preocupación de algunos propios y muchos ajenos por una eventual “radicalización” en las próximas medidas de gobierno, como si en el kirchnerismo alentara un oculto gen

trotskysta capaz de amenazar las instituciones.

Toda lógica indica que la única radicalización posible sería una profundización del rumbo peronista de la gestión, medida que ha sido mencionada una y otra vez recordando la decisión del Presidente Néstor Kirchner tras la derrota en los comicios de término medio en el año 2009.

En cualquier caso, tampoco se reproducen las mismas condiciones de aquella crisis que le permitió ver brevemente la luz a la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual.

En cuanto a los cambios de gabinete reclamados desde distintos ángulos, no parece ser en sí misma una solución para los problemas que afrenta la coalición gobernante. Es decir: los nombres no encierran las claves que sí radican  en las acciones a ejecutar.

Son políticas concretas y no actores de esas políticas las que pueden producir el cambio sustancial que vuelva a seducir a los argentinos.

En ese sentido, el núcleo de cualquier discusión está en una lectura cabal del presupuesto en vigencia y lo que terminen por revelar las estimaciones del próximo ejercicio.

Las lecturas ideológicas de algunos resultados son demasiado cómodas o inverosímiles para darles alguna entidad.

En la Ciudad Excesivamente Autónoma de Buenos Aires, por ejemplo, se han alzado voces de temor por el riesgo de una adhesión masiva al

liberalismo austríaco predicado por el candidato Milei siempre al borde de una apoplejía y celebrado por eminentes teóricos como Alex Caniggia.

La triste verdad del porcentaje obtenido por una campaña cuya médula pueril fue insistir en asociar la idea de libertad con la de liberalismo, es que muchos de sus votos salieron de los núcleos más carentes y abandonados de la capital mundial del gorilismo. 

Debe aceptarse que para muchos de esos jóvenes , el riesgo de que desaparezcan las indemnizaciones es un fantasma inconsistente porque nunca han tenido (y nadie les garantiza que vayan a tener) una pertenencia laboral concreta y estable. Lo que  sí los convoca (y con justicia) es cualquier expresión que cuestione de cuajo al sistema. Y en ese sentido, los gritos, las puteadas y la actitud barrabravesca es suficiente para estimular cualquier entusiasmo.

La cúpula del macrismo, en cambio, no vacila en adherir a cualquier expresión que les garantice un voto que, inexorablemente, la historia descontará de su patrimonio político.

En cuanto a las otras mochilas ideológicas que caen en las polémicas, vale la pena recordar las palabras del general Perón cuando establecía que la unidad de concepción está en la teoría y en la doctrina; y la unidad de acción está en la buena conducción del conjunto de esta doctrina y esta teoría.

Perón sostenía que no hay recetas para conducir pueblos, ni hay libros que aconsejen cuáles son los procedimientos para conducirlos. Los pueblos se conducen vívidamente y los movimientos políticos se manejan conforme al momento, al lugar y a la capacidad de quienes ponen la acción para manejarlos.  

Alberto Fernández, apenas asumida la presidencia, tuvo que improvisarse como piloto de tormentas frente a la tragedia del coronavirus.

Sostuvo, como pudo, su promesa de apostar al consenso y evitar las confrontaciones. Recibió de sus adversarios una respuesta brutal.

Resulta molesto que no se tenga presente en cada discusión la acción destructiva del macrismo sobre la Nación y su vinculo innegable con las precedentes experiencias neoliberales y entreguistas iniciadas con el golpe cívico militar de 1976.

Resulta igualmente injusto que los logros de la campaña de vacunación llevada adelante hayan sido opacadas por episodios triviales y gaffes frívolas perfectamente evitables.

Como decíamos al principio, la única buena nueva es que la derrota no sucedió. Pero su sombra avanza amenazante y exige recordar la necesidad de perfilar una alianza electoral en una coalición de gobierno. Ojalá en las próximas semanas, veamos concretarse aquella otra instrucción de base del General:

“Nuestra doctrina peronista es, sobe todo, eficaz. Por qué?

Porque la gente sabe que nosotros no hablamos. Nosotros hacemos

y después presentamos el hecho y decimos: esto es lo que hay que hacer. Predicamos con el ejemplo, que es la mejor de todas las prédicas”.

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