Noticias, informes, crónicas, opiniones y la diversidad de voces que aparecen en Internet y que los medios hegemónicos eluden, inquietan al pasquín. Los blogueros y las nuevas tecnologías, cuyo fenómeno el Grupo alentaba, ahora se le han salido de control.
«En tanto, las patotas kirchneristas en la Web se mostraron y (se) muestran más activas que nunca, como si respondieran al instante las señales que bajan desde la Casa Rosada. Así es que hemos detectado, gracias al alerta de nuestros lectores, que ahora no sólo atacan a los periodistas criticones. También presionan a aquellos ciudadanos que publican sus Cartas al País, con el claro propósito de silenciar cualquier desacuerdo. Un grupo ‘todoterreno’ entrenado para acallar disidencias». Así se manifiesta con la impunidad de ser el Secretario de Redacción de Clarín, Osvaldo Pepe en su editorial del 16 de agosto.
Claro, hay que entender que él sí puede decir lo que quiere, cuando quiere y como quiere. Eso se llama ejercicio de la libertad de expresión; cuando un ignoto bloguero, que de su bolsillo paga su conexión a Internet y la luz de su casa que alimenta su computadora, le contesta, es un patotero digital…
Este es un año realmente importante para Pepe; el 7 de junio recibió de manos de Mauricio Macri la Medalla del Bicentenario, junto a otros prestigiosos y democráticos periodistas como Nelson Castro, Magdalena Ruiz Guiñazú, Esteban Peicovich y Hugo Gambini por su “labor, profesionalismo, trayectoria, honestidad, decencia, esfuerzo sostenido, y la contribución social”; todos profesionales probos que a la hora de recibir un premio no se preocupan si quien se los entrega estaba denunciado por un tema menor como andar espiando por ahí.
Cómo no van a premiar a quien supiera escribir que: «El periodismo debe iniciar un debate sobre el ejercicio de sus tareas cotidianas. Se trata de asumir el grado de responsabilidad que tiene en el declive argentino» (Caso Echarri: medios y fines; 08/072002).
“Por eso no es del todo justo descargar las críticas sobre ese grupo de periodistas en celo, cebados en un reñidero informativo poblado por gallos con espolones siempre en posición de ataque. Acaso no estaban allí porque quisieran. Les habían asignado ‘una misión’ desde las redacciones y los pisos televisivos. En algunos casos, seguramente, los habían transformado en barrabravas de la noticia , los habían urgido a defender ‘los trapos’ y ‘los colores de la camiseta’ de cada medio”, continúa.
«En general las polémicas giraron en torno de la actitud a asumir en caso de tomas de rehenes y en las valoraciones ideológicas y conductas profesionales que las mismas conllevan. Debajo de ese barniz estalló una guerra santa entre periodistas y medios , una interna tan real y feroz como la de los políticos a quienes tanto censuramos cuando caen en esa disputa de espacios y se olvidan de la gente. ¿Estaremos los periodistas empezando a transitar ese camino sin retorno? «, pregunta.
Es evidente que alguien que viene del periodismo deportivo recurra frecuentemente al tema de los barras y los códigos del fútbol con el ánimo de graficar situaciones. Por eso usa el término barrabravas tanto para calificar a sus ¿colegas? trabajadores del periodismo televisivo como patoteros para descalificar a quienes usamos las nuevas herramientas tecnológicas como nos enseñara Rodolfo Walsh, es decir con rigor respecto de lo que se informa, fomentando la participación popular, entendiendo la comunicación como un instrumento de contra información e incluso promoviéndola en la acción.
Periodismo y servicio o Periodismo al servicio
En su sitio web el Grupo Clarín S.A. define a manera de un manual de buenas prácticas, cuales son las políticas periodísticas y editoriales de los medios de comunicación que constituyen el monopolio.
«Los medios del Grupo Clarín introdujeron un nuevo concepto en periodismo: el centrado en la gente, que está a su servicio y funciona como portavoz de sus demandas y necesidades», dice.
Estos son los eufemismos que eligen a la hora de disimular que nos hacen creer que su opinión publicada es un sinónimo de Opinión Pública, y por lo tanto que sus informantes asalariados son una suerte de sujetos con una pureza moral digna de la estirpe de Gandhi o la Madre Teresa de Calcuta.
«No necesariamente te mimetizas con la línea editorial. Yo reacciono y fuerte cuando los Kirchner me hieren como periodista y veo que no entienden la lógica de los medios de comunicación en la sociedad”, fue su respuesta en diciembre del año pasado a una pregunta que hacía referencia a la relación que se puede generar entre el periodista y la empresa para la cual trabaja.
Y a continuación cierra el reportaje con una frase de antología para la esquizofenia: «Si no se entiende el concepto de prensa en la sociedad o no se entiende el concepto de prensa libre aunque tengan intereses, como cualquier sector político, social o empresario pero el concepto de prensa independiente es en relación al poder ¡Cómo no los va a tener una empresa que tiene 16 mil empleados! De qué los mantiene sino tiene intereses que defender. Es un tabú mal alimentado».
Y mucho más cerca en el tiempo, hace un poco más de dos meses y en ocasión de recordar la celebración del día del Periodista, con el título de «Ese viejo oficio de informar que incomoda tanto al poder» vuelve Pepe a sentar doctrina: «Nuestro trabajo sigue siendo el de siempre. Darle visibilidad y permanencia a las cuestiones centrales del debate colectivo; asumirnos como contrapeso del poder en la escena pública; conseguir testimonios y evidencias sobre los desmanejos de las gestiones oficiales, hábitos que tanto irritan al poder. Y también alumbrar aquellos relatos de historias del vivir cotidiano que sin los medios portarían la condena ingrata del olvido.«
Entonces cabe la pregunta, ¿cuál fue la “visibilidad” que Osvaldo Pepe le dio a las denuncias de Lidia Papaleo, viuda de David Graiver, en referencia a cómo fue presionada para “vender” sus acciones y títulos de la empresa Papel Prensa heredados después de la muerte de su esposo mientras ella estaba detenida? ¿Cómo se “asume ser el contrapeso” del poder económico concentrado en Magnetto, Aranda, Pagliaro y Herrera de Noble? ¿No es también cotidiano “apretar” a una presa política para apropiarse del monopolio de la producción del papel para imprimir diarios y fijar de forma arbitraria e ilegal el precio de venta?
Tal vez después de repasar estas definiciones del democrático Osvaldo y las lecturas que hacemos los patoteros blogueros, es más sencillo entender el remate de la columna que mencionábamos, donde el Secretario de Redacción de Clarín le entregó a “la gente” cumpliendo con el trabajo periodístico de testimoniar sobre los desmanejos de las gestiones oficiales. Entonces, llegamos a la independiente afirmación: «Finalmente, el exabrupto fascista de Moreno en Papel Prensa cerró el círculo: las patotas kirchneristas se defienden bramando ‘acá no se vota’. El año que viene habrá en el país una ‘asamblea’, pero no de accionistas de una empresa, sino de ciudadanos y ante las urnas. ¿Creerá el Gobierno que así aumenta sus chances electorales? ¿O será esa su única forma de entender el poder?».
El próximo año definirán los ciudadanos, votando, por más ayuda que el monopolio le de a su candidato de turno llámese éste Solanas, Carrió, Duhalde o Alfonsín. En el 2011 votan los padres y las madres de los pibes que recibieron la Asignación Universal por Hijo (AUH), los jubilados que reciben dos aumentos anuales y recuperaron la ANSES, los laburantes que recuperaron las paritarias como herramienta de negociación, los que ahora pueden casarse, los desocupados, los chacareros, los Biolcatti, los Bergoglios, los que compran Clarín, los que ni regalado lo leemos, en síntesis… todos.
Este Pepe gusta de decirse peronista; de reivindicar cuantas veces incluyó la palabra Perón en las hojas del diario, pero nunca dijo ni una palabra de cuán manchada de sangre está la historia de Clarín ni de cómo la viuda se apropió de dos niños nacidos en cautiverio. Será tan peronista como Menem, Duhalde, Rodríguez Saá, Redrado, Macri o De Narváez.
Citando por última vez a tan prestigioso secretario de redacción creo entender adónde se orienta tanta malicia. Al finalizar su editorial se le ocurre recurrir a Gelman diciendo: «…que sabremos honrar la bella consigna del poeta mayor de la Argentina de hoy: ‘Hay que aprender a resistir. Ni a irse ni a quedarse, a resistir…’ Y en eso estamos”.
Evidentemente, Pepe se confundió. El verdadero autor de esa consigna se llama Héctor Horacio Magnetto. Su jefe, su patrón.