Octubre es el mes que definitivamente quedará (si que se aprueba la Ley de Medios) como el mes de los grandes acontecimientos en la Argentina. De yapa, por ahí tenemos el 20 de octubre como fecha definitiva para las elecciones de Comunas en la ciudad de Buenos Aires.
Basta recordar que el 17 de octubre de 1945 cambió para siempre el modo de representación y hacer política en la Argentina. A más de sesenta años de esa fecha histórica todavía hoy esta más vigente que nunca aquella gesta y sus postulados políticos, más allá de una necesaria actualización doctrinaria.
Si como todo hace prever el Senado de la Nación –entre el 7 y el 14 de octubre– convertiría en ley el proyecto de medios que tiene media sanción en Diputados, entonces, como decíamos, octubre será el mes de los hechos trascendentes.
Alguien ha dicho que esta ley de Medios es la ley de la democracia. Más que eso, en realidad viene a cumplir con una deuda que tiene la democracia con la sociedad. Más de un cuarto siglo han pasado y nunca hemos tenido el tiempo ni la voluntad para sacarla. Sin embargo, los discursos oportunistas y serviles de una buena parte de la oposición hoy, repiten que este no es el momento.
Entonces cuándo será el momento, me pregunto. La clase política, en el Parlamento y desde 1983, ha votado leyes decididamente antipopulares: punto final, obediencia debida, privatizaciones escandalosas, convalidación del corralito, pesificación asimétrica, saqueo de los fondos de los jubilados, nombramiento de la Corte más corrupta que tenga memoria este país, la derogación de la subversión económica, la ley Banelco, etc. Sin contar el lamentable episodio de la resolución 125.
Y leyes ejemplares: de divorcio, de seguridad interior, Tratado del MERCOSUR, recuperación de Aerolíneas Argentinas, de los fondos mal llamados de pensiones, de control de la concesión de Aysa…
Es por eso que, argentinos de buena fe, nos tiene que llamar la atención que en estos más de veinticinco años de democracia, dimos prueba de ser capaces de generar las peores leyes. Y otras ejemplares, cuando hubo voluntad y claridad política.
No hay más excusas: octubre será el mes en el que el Parlamento tendrá la obligación de reivindicarse como el ámbito de la democracia y también como uno de sus arquitectos.
Porque ni una democracia plena, ni la ruptura de los lazos de dependencia, son estaciones a las que se llega sino transformaciones en un largo camino a recorrer.