La operación “Odisea del amanecer” comenzó el 19 de marzo pasado, exactamente 8 años después de que George W. Bush comenzara la guerra contra Irak. El interés por el petróleo libio de los europeos y del presidente Obama, el Premio Nobel de la Paz que declaró la guerra.
Cuando lo único que uno tiene son bombas, todo comienza a semejarse a un objetivo de ataque. Luego de proveer al líder de Libia con armas para reprimir a su pueblo, lo que los aliados de la operación “Odisea del amanecer” —la campaña militar aprobada por Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas encabezada por Estados Unidos con el objetivo de establecer una zona de exclusión aérea sobre Libia— tienen para ofrecerle a los libaneses es más bombas, esta vez arrojadas desde el cielo en lugar de ser enviadas por encomienda al palacio de Muammar Khadafi.
Libia es la nación petrolera más importante de África: se calcula que sus reservas de petróleo corresponden al 3,5 por ciento de las reservas mundiales. Esta guerra en el norte de África es, sin lugar a dudas, mucho más que una preocupación humanitaria, ya que el poderío sobre el norte africano ayudará a los Estados Unidos a acercarse a su objetivo de dominar la mayor parte de los países ricos en oro negro del planeta.
Como una sombría coincidencia de la historia, la operación “Odisea del amanecer” comenzó el 19 de marzo pasado, exactamente 8 años después de que George W. Bush comenzara la guerra contra Irak.
Quedan muchas cosas para aprender de la debacle en Irak, pero una de las más importantes es que fue una descarada violación a la ley internacional, fue un ataque injustificado y sin provocación. Los iraquíes pagaron un precio muy alto porque al gobierno de Bush le importó muy poco la opinión del resto del mundo y la reputación de los Estados Unidos quedó muy dañada.
Obama fue, en parte, electo para restaurar esa imagen. Pero el mandatario estadounidense defraudó a muchos de sus votantes y de sus admiradores en el resto del planeta. No ha hecho honor al Premio Nobel de la Paz con el que fue condecorado, declaró guerra inconstitucionalmente, sigue aumentando el presupuesto militar y armamentista mientras miles de estadounidenses pierden sus trabajos diaramente, no terminó con las guerras de Irak y Afganistán, pero lo hace todo en nombre del “compromiso” de ayudar a los pueblos del mundo a ser “democráticos y libres”.
Así, entonces, se pretende legitimar la injerencia militar contra países soberanos en nombre de la democracia y de los derechos del hombre, tal como lo explicó en una entrevista con la revista Sin Permiso el físico de la Universidad de Lovaina y activista belga Jean Bricmont.
Los verdaderos motivos del ataque
A pesar de la horripilante respuesta militar de Khadafi a su pueblo, reprimiendo a movimientos de resistencia armados y movimientos pacíficos, que se levantaron contra su autocracia, sería ingenuo decir que la intervención extranjera se debe a que quieren proteger la vida de los libaneses insurrectos.
En plena crisis económica, tanto los Estados Unidos como Gran Bretaña, Francia y España iniciaron una invasión militar a Libia que ya despierta un creciente rechazo a nivel mundial.
“Aun si uno pudiera justificar la guerra en Libia usando argumentos humanitarios, esta no es la verdadera razón de la intervención”, sostuvo el profesor de política y director de la carrera de estudios del Medio Oriente de la Universidad San Francisco, Stephen Zunes. “Los Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, se han aliado a gobiernos como los de Guatemala, Indonesia, Colombia y Zaire, que en décadas recientes han asesinado a muchos inocentes de forma igual o peor que el actual Gobierno de Libia”, amplió.
Por su parte, el mandatario Venezolano, Hugo Chávez Frías, consideró los argumentos para la intervención militar en Libia como el colmo del cinismo. “En nombre de la libertad, en nombre de la democracia bombardean, invaden, acaban, destrozan”, dijo Chávez. “Éstos llegan a bombardear a masacrar en nombre de la democracia. Es el colmo del cinismo”, criticó.
Asimismo, Chávez sostuvo que la intervención extranjera en Libia apuntaba al petróleo que posee ese país africano. “El petróleo libio que es el que alimenta a Europa sobre todo, porque Europa no tiene una gota de petróleo. Ese es el objetivo”, acusó.
El politólogo y sociólogo Atilio BorÓn, director del Programa Latinoamericano de Educación a Distancia en Ciencias Sociales, coincide con Chávez. “Es muy difícil que pueda prosperar una solución pacífica porque los Estados Unidos y los países europeos tienen un enorme interés en el petróleo libio, reservas que se encuentran en los territorios rebeldes”, expresó.
Para Boron, el objetivo de la intervención militar en Libia es matar a Khadafi. “Una vez que se dieron cuenta de que el régimen de Khadafi ya no les servía, régimen al cual alimentaron, resguardaron y nutrieron durante los últimos 13 años, procedieron a ejecutar un plan para eliminarlo”, destacó.
“La motivación siempre es la misma: una población es víctima de un dictador y por lo tanto hay que actuar. Se trata de hacer aceptable la intervención. Es lo que pasó en Kosovo, Irak o Afganistán”, dijo Bricmont.
Para el intelectual, esta campaña establece el reino de la arbitrariedad y explica que hay muchos otros en el mundo, ya sea en Gaza, Bahrein o en el Congo. “La aplicación del derecho internacional habría permitido salvar millones de vidas pero no se hizo. ¿Por qué? Además, si se aplican los principios de injerencia que subyacen en el ataque contra Libia, esto significa que todo e mundo puede intervenir en todas partes. Imaginemos que los rusos intervinieran en Bahrein o los chinos en Yemen: sería la guerra generalizada y permanente”, añadió.
Millones para la guerra
A pesar de que sus economías estén en plena crisis y en las potencias occidentales se multipliquen los desocupados, los Estados Unidos y sus aliados desataron la invasión sobre Libia.
El primer ataque, como parte de un esfuerzo internacional para crear una zona de exclusión aérea, costó más de 100 millones de dólares, según publicó la revista estadounidense National Journal. Las tropas lideradas por los Estados Unidos lanzaron, desde buques en la costa, un total de 112 misiles de largo alcance Tomahawk, cuyo costo por unidad oscila entre un millón y 1,5 millones de dólares.
Según esta revista, la decisión de Obama de participar de los ataques contra las defensas antimisiles del gobierno de Khadafi ya habría costado a los contribuyentes de los Estados Unidos “mucho más de 100 millones de dólares”, tan solo con el uso de misiles. En lo que constituye prácticamente la primera guerra de Obama en un país musulmán —las de Irak y Afganistán fueron iniciadas por su antecesor, George W. Bush—, los Estados Unidos han inyectado millones de dólares más en ataques lanzados por mar y aire, y en el despliegue de recursos militares a lo largo de la costa libia.
Todd Harrison, del Centro para Evaluaciones Estratégicas y Presupuestarias, dijo que el costo para los Estados Unidos superará los 1.000 millones de dólares “sin importar cuán bien salgan las cosas”. De acuerdo con la National Journal, el costo de la vigilancia de la zona de exclusión aérea podría alcanzar entre 30 y 100 millones de dólares semanales. En todo caso, el Pentágono tendría que solicitar al Congreso fondos suplementarios —más allá de su presupuesto anual— si sus costos en Libia superaran los 1.000 millones de dólares.
Estos costos no anticipados se producen en momentos en que todas las agencias federales, incluyendo el Pentágono, afrontan presiones políticas para reducir sus gastos y el Congreso se encuentra enfrascado en pugnas partidistas para reducir el déficit fiscal.
El senador Richard Lugar, republicano de mayor rango en el Comité de Relaciones Exteriores del Senado, manifestó en un programa de la cadena televisiva CBS que el Congreso debía ser consultado sobre esta nueva guerra “que será una operación muy costosa, aún si es de forma limitada”.
Una gran parte de los estadounidenses quieren que el Congreso y el Ejecutivo terminen las guerras en las que ya están metidos y no que empiecen nuevas, afirmó Robert Greenwald, director y productor de cine y miembro del Independent Media Institute de los Estados Unidos.
“Ya no podíamos solventar las otras dos guerras que estábamos peleando antes de empezar a lanzar misiles sobre Libia. Esta nueva guerra nos hace más inseguros y gasta recursos en una guerra con un alarmante final imposible de programar”, sostuvo Greenwald. “Pero recuerden que cada vez que un misil de largo alcance Tomahawk vuela un edificio en Libia y a todos los que estuvieran en su interior, la compañía productora de misiles Raytheon gana un millón y medio de dólares”, remarcó.
Tanto el presupuesto fiscal 2012 presentado por el presidente Obama, como el anunciado por el ministro británico de Economía, George Osborne, para el mismo período, incluyen reducciones en sectores como la educación y la salud, y el aumento de impuestos.
En el caso del gobierno estadounidense, uno de los pocos puntos del presupuesto que aumentó drásticamente es el relacionado a la Defensa, que alcanza a 671.000 millones de dólares, aunque el Pentágono todavía exige 708.300 millones de dólares, donde 160 millones son destinados para las invasiones a Irak y Afganistán.
En el caso británico, los salarios sufrirán un descenso durante dos años, se congelarán los beneficios sociales destinados a la infancia y se esperan reducciones de puestos laborales en el sector público. “Pero siempre hay millones extra para solventar las guerras”, indicó Mark Weisbrot, economista y co-director del Center for Economic and Policy Research.
Si las declaraciones del secretario estadounidense de Defensa, Robert Gates, son ciertas acerca de que la agresión militar a Libia no tiene una fecha límite, el gasto comenzará a erosionar los ya reducidos presupuestos, pero será un nuevo espaldarazo para el complejo militar-industrial que todavía sigue facturando por sus “buenos servicios” en Afganistán e Irak.
Una guerra inconstitucional
Uno de los debates más fuertes en suelo estadounidense estos días se relaciona con la constitucionalidad de la decisión de Obama de liderar los ataques a Libia.
Jim Webb, senador demócrata por el estado de Virginia y ex secretario de la Marina de los Estados Unidos, manifestó ante la cadena MSNBC su preocupación por las acciones de Obama. “Hemos estado en una suerte de piloto automático durante los últimos 10 años en lo que se refiere a la autoridad presidencial de conducir este tipo de operaciones militares, con la ausencia total de la importante participación del Congreso. No hemos tenido un debate y sé que había una justificación por la preocupación de la muerte de civiles, pero ésta no es la forma en que nuestro sistema debe funcionar”, expuso Webb.
Por su parte, el diputado demócrata por Ohio, Dennis Kucinich, dijo que Obama podría haber incurrido en un acto que lo expondría al juicio político por no consultar al Congreso antes del bombardeo. Kucinich sostuvo que las acciones de Obama fueron inconstitucionales, de acuerdo con la propia interpretación del Presidente cuando era Senador en 2007.
“La Constitución no delega en el presidente el poder para autorizar unilateralmente un ataque militar en una situación que no involucra frenar un ataque inminente a la Nación”, planteó Obama el 20 de diciembre de 2007 cuando se oponía a la idea de Bush de bombardear Irán sin apoyo del Congreso. Sin embargo, hoy hace exactamente lo que él mismo reprochaba.
“Los fundadores de este país [Estados Unidos] no estaban interesados en dominar al mundo y es por eso que escribieron una Constitución en la que se otorgaba a los representantes del pueblo en el Congreso la autoridad para declarar la guerra”, indicó Weisbrot.
Acompañando este sentimiento de preocupación, el editor de la revista The Progressive, Matthew Rothsch, opinó que la justificación de Obama para la guerra con Libia está en un terreno muy resbaloso.
De todos modos, Obama se justificó en una carta enviada al Congreso, expresando que dirigió “estas acciones, que son de interés para la seguridad nacional de los Estados Unidos, utilizando su autoridad constitucional para conducir relaciones internacionales como jefe del Ejecutivo”. Sin embargo —sostuvo Rothsch— su autoridad no se extiende a comprometerse en una guerra como lo dice claramente el artículo 1º de la sección 8 de la Constitución. “Ese artículo le da al Congreso el poder exclusivo para declarar la guerra”, sostuvo el periodista.
Rothsch también recordó el discurso de Obama de 2007, en el que remarcaba que el presidente no tenía el poder constitucional para autorizar unilateralmente el ataque militar en una situación en la que no hubiera una amenaza inminente para el país.
“Libia no representa una amenaza inminente para la Nación, pero ahora Obama está en el salón Obal y la tentación se llevó lo mejor de su persona”, remarcó Rothsch.
El Nobel de la Paz que declaró la guerra
Mientras unos debaten acerca de la constitucionalidad de la decisión del mandatario estadounidense, Barack Obama, de declarar la guerra a Libia y sobre los verdaderos motivos de la intervención en este país del norte de África, otros debaten si debería devolver el Premio Nobel de la Paz que le fue entregado en 2009, cuando recién había asumido como presidente. A esto podría agregarse una tercera discusión, aquella que podría configurar la inédita posibilidad de que los noruegos reclamaran la devolución del honor erróneamente conferido.
Uno de los que hizo propia esta última opción es el presidente boliviano, Evo Morales, quien pidió al Comité Nobel del Parlamento noruego retirar el Premio Nobel de La Paz a su par estadounidense por ordenar el bombardeo en Libia.
“Cómo es posible que un Premio Nobel de la Paz encabece un grupo de pandillas para asaltar e invadir. Esa ya no es una parte de la defensa de los derechos humanos ni [respeto] a la autodeterminación de los pueblos”, manifestó Morales en una conferencia de prensa. “Si no le retiran el premio Nobel de la Paz hay que cambiarle el nombre por el de Premio Nobel de la Guerra, de intervención, de invasión. Al Comité del premio Nobel de la Paz debería darle vergüenza que sus premiados encabecen intervenciones de matanzas”, añadió.
Pero Obama ya había justificado este tipo de actuaciones cuando recibió el distinguido galardón, que se produjo tan solo días después de ordenar el envío de 30.000 soldados a Afganistán. “Estamos en guerra y soy el responsable del despliegue de miles de jóvenes estadounidenses para luchar en una tierra lejana. Unos matarán; otros morirán. Así que vengo aquí con un sentido muy concreto de lo que significa un conflicto armado”, expuso en su discurso de aceptación del premio.
También reflexionó sobre la perversa relación entre la paz y la guerra, la necesidad del uso justo de la fuerza e incluso de la bondad y la maldad innatas en el ser humano. “Los instrumentos de la guerra tienen un papel a jugar para mantener la paz”, dijo Obama.
Es evidente que se refiere a una paz selectiva para un segmento de población, también selectivo. Allí no están incluidos ni los pobres de los Estados Unidos, carne de cañón de esas guerras —entre los que se encuentran hispanos indocumentados que se enrolan ante la promesa de alcanzar la legalidad al regreso de la guerra— ni los inocentes acribillados por las balas salvadoras en los países que él propone invadir para alcanzar esa “paz”.
Aquel discurso de Obama pronunciado en junio de 2008 en Egipto quedó borrado en la memoria de muchos. Disertación que parecía —antes de ser electo presidente— tender puentes entre su país y el mundo musulmán, tras años de tensión después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington, y de la guerra contra el “terrorismo” que su país había desencadenado.