Nostalgias de la mayoría

La reciente polémica mediática entre Galasso y Brunati contrasta con una realidad áspera donde la voluntad de cambio brilla por su ausencia. Los grandes enunciados que podríamos reivindicar todos en nuestras fantasías parecen el delirio de una pequeña minoría que niega a la sociedad real.

Como sucedió anteriormente con Pino Solanas y Alcira Argumedo, recientemente Luis Brunati se empeñó en explicar cómo la derrota del kirchnerismo en octubre podría significar un giro a la izquierda de la Argentina y eventualmente, un acercamiento con Venezuela y Bolivia.

No lo expresa así, parece decir lo contrario, pero las palabras no solo sirven para nombrar sino para ocultar lo que se quiere nombrar.

Brunati confunde su propia utopía (“voz griega que significa no hay tal lugar”) con la realidad, pero la cuestión surge cuando uno debe pensar cuál es esa realidad que se debe cambiar y cómo cambiarla, que es la razón de la política.

Ya con anterioridad, Solanas y Lozano habían acusado a este gobierno de “ser la derecha”. Confieso nuevamente que la opinión de Solanas me suena mucho a la traición imprevista de un amigo, algo que uno sólo puede anticipar en el enemigo.
Si esto último es esperado, la traición del amigo solo puede provocar furor y tristeza infinita.

Es mucho lo que Solanas ha hecho para la constitución del “ser argentino” como para que ahora esté donde está. Y es más, creo que lo dice sólo porque hay algo denominado marketing político, y porque un número indeterminado de argentinos (progresistas o de izquierda o peronistas) lo sigue escuchando con la melancolía de haberse quedado en La Hora de Los Hornos o incluso en su última película (también melancólica) sobre los trenes. Quizás quienes critican su propia estética cinematográfica puedan dar otras pistas para aclarar, pero eso ahora no viene al caso.

Preguntas contrafácticas

Los errores de apreciación se producen cuando uno confunde las abstracciones con la realidad. La postura de Brunati y Argumedo (extraño sobre todo en ella, una prestigiosa intelectual, participante de las Cátedras Nacionales en los ‘60 y militante del campo popular) lleva a recordar equivocaciones anteriores que tuvieron un altísimo costo. Si Fidel había sido exitoso con la Revolución Cubana, ¿por qué no reproducirla entre nosotros? Al fin y al cabo, la consigna de crear “uno, dos… Vietnam” era de fácil comprensión, sumaba voluntades y fantasías de cambio.

Se comprendió tarde y a alto costo que Argentina no era Cuba.

Ellos podrían también preguntarse por qué no es Brasil, donde gobierna el PT, quien lidere el cambio sudamericano hacia la izquierda que nos marca Venezuela y Bolivia. Al fin al cabo, un viraje de Brasil nos arrastraría a todos.

Incluso podríamos reflotar la sepultada discusión sobre por qué triunfó (contra casi todas las predicciones filosóficas) el comunismo en Rusia, un país agrícola y atrasado, en lugar de hacerlo allí donde el proletariado existía. Y por qué fracasó en Alemania (donde se había producido la Segunda Revolución Industrial y había un proletariado muy politizado) abriendo las puertas al nazismo (apoyado por esos mismos proletarios), o por qué no se produjo en Estados Unidos. Y ni hablar del socialismo asumido autónomamente por los obreros industriales de Europa del Este… gracias a las bayonetas del Ejército Rojo.

Claro que con el tiempo se vendría a entender que esos proletariados de los países centrales se apropiaban de parte del saqueo que se producía aquí, en los países dependientes, muchos de cuyos propios proletarios seguían siendo ideológicamente dependientes de los proletarios centrales.

El sujeto de cambio

Se le puede endilgar a Kirchner que no haya comprendido lo importante que es la construcción política del sujeto de cambio, cuyo resultado se vio palmariamente durante el enfrentamiento con los campesinos empobrecidos de la Sociedad Rural.

Se le pueden endilgar muchas otras cosas, incluso la de estar maniobrando de manera tal de hacer naufragar su propio proyecto como en una especie de suicidio. Es cierto lo del petróleo, y lo de la minería, y también es cierto que su política de control de precios y subsidios está en el límite del fracaso.

Pero con ser cierto que con este Estado desarbolado no son pocos los (amigos del gobierno, caso Taselli o Cirigliano) que lo usan en su provecho personal, ¿quien puede estar en contra de un subsidio al consumo que durante un tiempo significó un sustancial aporte a la redistribución de la riqueza? ¿No es cierto que el subsidio a TBA significó un boleto de tren barato, muy barato, para todos? ¿Son las clases pudientes las que viajan en el ferrocarril suburbano?

Kirchner no tocó lo sustancial del complejo concentrado del poder económico-político-mediático, pero introdujo tímidamente al Estado (o lo que quedaba de él) como interlocutor y administrador de los flujos que producía la economía, redirigiéndolos. Y parte de ello fue a parar al bolsillo de los sectores populares.

Y nuevamente, para tocar a ese complejo concentrado hay que contar con un sujeto de cambio que no existe. No es mediante movilizaciones en Plaza de Mayo, con bombos, ni con declaraciones aparatosas como se lo derrota.

Fue muy fácil decir patria socialista; la cosa era hacerla. Fue muy fácil decir “viva Perón”: la cosa fue defenderlo.

La discusión sobre si esto es o no una marcha hacia el socialismo, también es insustancial. Haber pagado al FMI implica que, por primera vez en 60 años, los programas económicos no son previamente auditados por el FMI, ni ellos imponen ningún plan económico, y que hoy, por primera vez, la Argentina tiene una política monetaria propia. ¿Qué es lo que se critica entonces? ¿El alto precio que hubo que pagar? ¿Qué dirían de nosotros los emancipadores de 1810? ¿Que pretendemos construir un país sin costo alguno?

Imaginemos incluso que este elenco de gobierno no tiene ni la decisión ni la voluntad ni la inteligencia para transformar este Estado calamitoso. Será la realidad la que se lo imponga: se lo impondrá la propia crisis global, o pasarán al olvido siempre que uno no tenga en cuenta eso que se llama “voluntad de poder”.

La sociedad real

Brunati olvida enfocarse en el país que vive. Este país es el que no soportaría ni un segundo algo que marchara hacia lo que él propone. Es esta sociedad argentina, la del shopping (incluso el shopping de La Salada, el mismo paradigma entre los excluidos), esa que, hace un lustro apenas, demostró que votaría nuevamente al innombrable por todos los vidrios de colores y porque no aprendió nada del corralito.

Esa que salió en el 2001, pero no había salido antes, cuando la desocupación llegó al 16% y cuando el país era desguazado por la maldad a consciencia pura de esos hijos de puta. Es esa sociedad que salió a cacerolear porque le habían cortado el chorro de la fantasía del dólar por peso y le cerraron los bancos. Y que (aguijoneado por Duhalde con la multiplicación de los saqueos, como si se viniera el hambre y el caos) puso 30 muertos para que el gobierno se viera obligado a desvalorizar el peso un 300 o 400% de un plumazo, con lo que luego del saqueo al patrimonio físico se consumó el saqueo al ingreso.

Claro que con ese plan, perfectamente establecido y para nada contingencia del destino, luego se venía la redolarización administrada por el FMI, pero esa es otra historia.

Aquella sociedad es esta misma, no ha cambiado. Es la que salió a defender a Biolcati y De Ángeli sin entender ni importarle que la tierra es el único bien económico que no se reproduce, o como si estuviera protagonizando (nuevamente) una gesta “emanicipadora” como la de setiembre de 1955, o como si volviera a protagonizar, ahora en vivo y en directo por TN, aquellos días negros de 2001/2002.

Sin desmerecer a Brunati, ni a su historia, él no entiende ahora que lo que él reivindica (con ser, en el fondo, lo que podríamos reivindicar todos en nuestras fantasías) es el delirio de una pequeña minoría insignificante, que no dejará de serlo ni aún si por efecto de la dispersión y el olvido y la mediocridad reinante, él y Solanas sacan algunos votos en octubre. Porque, erradamente, Brunati cree formar parte de una mayoría. Y eso se llama nostalgia.

La épica perdida

La cuestión, nuevamente, es el sujeto de cambio y quién y cómo se construye.

Como escribió Boot en la edición anterior, este gobierno, con lo que es y también con lo que no es, está a la izquierda de la sociedad real que Brunati no ve, y a quien parecer adjudicarle una voluntad de cambio que no se ve por ningún lado excepto en las tonterías de los paradigmas posmodernos.

Kirchner, y lo que él representa, es el único sujeto esquelético, reumático y parkinsoniano que puede sostener este giro de la Argentina hacia una dirección distinta a la que lleva invariablemente el poder tradicional en todas sus formas, las viejas, las nuevas y las posmodernas.

Fuera de él, esta sociedad se apresta a reimponer lo de siempre, legitimarse, poner las cosas en claro, volver a los vidrios de colores que tanto la subyugan, tener un gobierno “que se nos parezca”. Ya aparecerá alguna tablita cambiaria, algún otro energúmeno como Cavallo que les excite esa víscera, el bolsillo.

En una nota reciente, Horacio González en Página 12 alerta sobre la necesidad de “retomar las grandes consignas que poseyó la Argentina en sus fuerzas populares”, habla de “lenguaje de gesta, de entusiasmo y crítica”.

Estamos hablando de una épica inexistente.

Uno debe preguntarse si es una apelación al conjunto del pueblo (prendido las 24 horas a Cablevisión, a los Pells, a Susana Giménez, a TVR, a C5N y a Crónica); a los intendentes del conurbano que casi no movilizaron el 1 de marzo al Congreso; al sindicato de la construcción que será el mayor beneficiario del plan de obra pública y tampoco movilizó.

O a nosotros mismos.

Nosotros podemos escuchar: ¿pero cómo se inyecta una épica en los conectados al circuito retroalimentado de los medios? No tengo respuesta. Releyendo Conducción Política de Perón, advierto que él habla de un pueblo a quien es posible persuadir con un solo mensaje.

Si la derecha gana mayoría en el Congreso, ya nada será posible. No hablo de nueva ley de radiodifusión, de intervención en el comercio de granos, de reforma de la ley de entidades financieras, ni de ninguna de las otras leyes que se deberían reformar.

Veámoslo simplemente así: si no es aprobada la próxima Ley de Presupuesto, la que se vote con los nuevos diputados y senadores, este gobierno se cae y vuelven los horribles.

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