En el peronismo de la provincia de Buenos Aires, el 2010 seguramente será recordado como el año no electoral más agitado desde el regreso de la democracia. Un año raro, surcado y condicionado por situaciones ajenas a la política, como lo fueron el fallecimiento de Néstor Kirchner y el estado de salud de Alberto Balestrini.
En seis meses, el PJ bonaerense se quedó sin su líder natural (Balestrini) y sin su conductor político (Kirchner).
Hace unos meses, Daniel Castro, presidente del Concejo Deliberante de La Matanza, definió de manera impecable a Revista ZOOM, cuál era el rol de Balestrini en todo ese complejo entramado político que es el pejota matancero: “Balestrini era el paraguas de todos nosotros. No es que con su ausencia temporaria el peronismo de La Matanza vaya a sufrir algún daño. Pero algunos compañeros se van a mojar, y parece que el agua mucho no les gusta”.
Estos hechos produjeron al interior de la estructura del Partido algunos movimientos que no estaban en los cálculos de nadie: el ejemplo más ostensible de esta nueva realidad fue la asunción de Hugo Moyano en la presidencia de una organización política que paradójicamente lo tenía como socio minoritario, hasta no hace mucho tiempo atrás.
Los Intendentes del Gran Buenos Aires, vectores reales del poder político que tiene la estructura, no vieron debilitada su influencia política con todos estos cambios, aunque tal vez como nunca antes, sus posturas quedaron visiblemente expuestas, y hoy ya nadie puede sostener seriamente a ese significante vacío conocido como “los Barones del conurbano”, sino que existen varios grupos que, con sus diferencias, conviven adentro de la organización.
Hay conurbano, pero no hay Barones, sino dirigentes políticos que funcionan como brazos ejecutores locales de las políticas públicas que desarrolla el Gobierno Nacional. Quienes mejor entienden este concepto son aquellos que gobiernan los Municipios en dónde mejor están saliendo las cosas (Berazategui, Almirante Brown, Avellaneda, Malvinas Argentinas, Lomas de Zamora, Morón, San Fernando); otros tratan de hacer lo que pueden, merced al desastre que les dejaron otros y la falta de colaboración de sus opositores (Quilmes, Esteban Echeverría, Lanús, etc.); y un último grupo, que todavía no entendió muy bien cómo es esto de administrar y gestionar con pocos recursos.
Las discusiones en torno de cómo pararse frente a Moyano, y las diferentes posturas de qué hacer respecto de la relación con la Casa Rosada, han producido una serie de divisiones entre los Jefes Comunales, como nunca antes se había visto.
Hasta hace algunos años, los Intendentes se dividían de acuerdo a los intereses que tenían en cada una de las dos secciones electorales que contienen al Gran Buenos Aires (Primera y Tercera). Estaban los dos grandes grupos, y a lo sumo, después había discusiones entre los más viejos y los nuevos.
La renovación política que impulsó el kirchnerismo (siete Intendentes nuevos en 2007) y las rencillas internas que mencionábamos anteriormente, terminaron definiendo un curioso panorama de acuerdos y liderazgos que reúne en diferentes grupos a Jefes políticos de la Primera mezclados con los de la Tercera, a jóvenes con viejos, y a peronistas duros (léase ex–Barones) con otros que apuntan hacia la transversalidad. Vale la pena repasar cuáles son estos grupos:
Grupo de los 8 Intendentes críticos: mitad realidad, mitad invento mediático, se trata de un grupo bastante heterogéneo en el cual conviven Jefes Comunales con proyectos políticos propios y definidos a mediano plazo (como Massa o Bruera); con algunos que no tienen cabida en otro lugar y por eso vinieron a parar acá (como De La Torre). También está Luis Acuña, un hombre con cierto peso dentro del PJ, aunque con algunos líos en la interna del peronismo de Hurlingham.
Jesús Cariglino (Malvinas Argentinas) es otro de los que tienen peso propio en la interna bonaerense, mientras que Sandro Guzmán (Intendente de Escobar) está con un pie afuera del grupo. Ninguno de ellos ponía en duda el liderazgo de Néstor Kirchner, pero sí reclamaban mayores discusiones en el interior del peronismo.
Nótese que salvo Bruera, los otros cinco son Intendentes de la Primera Sección Electoral. También forman parte del grupo José Eseverri (Olavarría) y Gilberto Alegre (Gral. Villegas).
Ortodoxos: el núcleo duro, más conocidos como «Los Barones del Conurbano». Este grupo podría llamarse también el de los «kirchneristas» a secas, pero no dándole a la palabra «kirchnerismo» el significado idealizado que se le otorga desde el progresismo, o desde algunos medios de la Capital Federal, sino diciendo lo que realmente es: peronismo puro y duro.
Se trata de Intendentes que históricamente han necesitado de una Jefatura Política detrás de la cual encolumnarse, y reconocían en la figura de Néstor Kirchner a su conductor indiscutido (algunos, como el caso de Fernando Espinoza, sentían hasta una devoción personal por el ex Presidente. La misma que podían tener los miles y miles de pibes que se acercaron a la Plaza de Mayo durante los días del velorio).
Hoy día les gustaría acercarse más a Cristina, pero no saben muy bien cómo hacerlo. Los medios insisten en colocarles ya mismo el cartel de «sciolistas», algo bastante alejado de lo que realmente es. Tienen una alianza «táctica» con Scioli, pero los candidatos a conducirlos son (o al menos a servir como «enlaces») Florencio Randazzo, Aníbal Fernández y Julio De Vido.
Cristinistas: son un grupo de seis Intendentes que provienen de distintas tradiciones políticas, pero que se siempre se sintieron muy identificados con el modo de gobernar que tiene la Presidenta de la Nación y, por supuesto, con sus medidas de gobierno. Por diferentes motivos, desde hace bastante tiempo preferían una candidatura de Cristina a la reelección, antes que la vuelta de Néstor.
Desconfían de Daniel Scioli, y se llevan muy mal con algunos de los miembros del entorno del gobernador (léase Alberto Pérez, Javier Mouriño, etc.). En líneas generales, se llevan bien con los kirchneristas ortodoxos y, a través de Juan José Mussi, planean «convertirlos» al cristinismo (sobre todo a los más jóvenes). No tienen posiciones unánimes respecto de qué hacer con el Grupo de los 8 (dos ejemplos: Mussi los quiere, el Barba Gutiérrez los odia).
Algunos de ellos (Gutiérrez, Secco, Rosso y Arrieta) ya están trabajando de manera conjunta en un espacio «transversal» (PJ + aliados no PJ).
En todos estos grupos también hay legisladores provinciales de mucho peso, que trabajan a la par de los Intendentes para mover los hilos del partido en la Provincia. Tampoco hay que descartar a esos nombres, a la hora de intentar dilucidar quién puede ser el hombre (o la mujer) que acompañe a Daniel Scioli en una fórmula para el 2011.
Volviendo a la relación con Hugo Moyano, los puntos en disputa durante este 2010 fueron (y seguirán siendo) dos:
-las cuestiones municipales (la recolección de residuos por un lado, y la relación con los empleados municipales por otro).
-la aspiración de Moyano de recuperar el histórico “tercio sindical” que el peronismo ofrecía en sus listas al Movimiento Obrero Organizado.
En vísperas de un año en el que en la Provincia de Buenos Aires se eligen todos los cargos electivos que se pueden elegir, estaremos atentos para ver cómo continúa esta historia.
Hasta entonces, felices fiestas, y viva Perón.