ROCA. El municipio de Gobernador Roca es uno de los centros de producción hortícola más importantes de Misiones. Aquello que se produce en las chacras de las colonias —hablamos de lechuga, acelga, tomate, verdeo y mandioca— termina en las estanterías de las verdulerías de Posadas u Oberá. Sin embargo, la laboriosidad no se traduce en bienestar: la crisis ha pegado fuerte y la misma se nota en la baja del consumo en los comercios del pueblo. No hay plata es la frase más común escuchada apenas se entabla una conversación cualquiera. La música navideña irradiada desde un parlante instalado en la puerta de un comercio no logra contagiar del espíritu festivo que invita a la gente a gastar un poco más de la cuenta, porque más allá de cualquier deseo, lo real es: ¡No hay plata!
El año pasado, Chen, el chino del súper, había organizado un gran sorteo con unos treinta premios, que incluían un televisor y diversos electrodomésticos. Cuando el día del sorteo esperado llegó, una multitud se agolpó en la puerta, con la esperanza —claro está— de ligar algo. Más allá de la suerte, se notaba en la muchedumbre una cierta algarabía navideña, que animó incluso a algunos al estruendo de la pirotecnia cuando concluyó el ansiado encuentro. Este año, las cosas han cambiado: los premios han menguado notoriamente en cantidad y también en valor. Nada de televisores o ventiladores; todo ha quedado reducido a tres módicos premios, siendo el primero una tira de asado de vaca, el segundo una tira de asado de cerdo y el tercero un kilo de chorizos caseros. Cuando le pregunto al gentil Chen por la reducción tan drástica de los premios, en su trabajoso castellano me responde: ¡No hay plata!
Tan solo por curiosidad voy a la panadería. La chica que atiende, después de darme la bolsa con los pancitos, me obsequia un almanaque y aprovecho para preguntarle si van a sortear una canasta navideña como el año anterior y, con cierto tono apesadumbrado, ella me dice: ¡Ay! Este año apenas alcanzó para los almanaques, no dio para la canasta. Es todo un tema. ¡No hay plata! Continúo mi camino hasta la verdulería. Mi intención no es tanto comprar, sino preguntarle a la muchacha que atiende si hay sorteo de mercadería para fin de año, pero ella está concentrada enviando audios por WhatsApp a deudores y deudoras, a quienes les solicita amablemente el pago. Cuando termina de enviar los mensajes, levanta la vista y, con un dejo de desazón en su mirada, me dice: ¡Está todo mal! ¡No hay plata!
PRODUCTORES. El aciago día que Javier Milei ganó las elecciones, los productores yerbateros de Misiones salieron con sus tractores a dar la vuelta al perro en las plazas de los pueblos y, a bocinazo limpio, festejaron el futuro infortunio que hoy nos toca vivir. Motivados por una incierta superioridad racial, que les brinda a la vez la excusa contradictoria de votar en contra de sus propios intereses, hoy viven una crisis nunca vista anteriormente en el sector. En estos días, la Cooperativa Andresito, con más de cuarenta años de actividad en el norte misionero y presidida por el ultralibertario y adalid de la desregulación Juan Carlos Amann, sufre las consecuencias de alentar y votar de modo tan prejuicioso. En un escueto comunicado, donde apenas se menciona que la cesación de pagos hasta nuevo aviso de la cooperativa —integrada por 130 familias productoras de hoja verde— se debe a la destrucción del Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM), el ente que regulaba la actividad y fijaba precios en salarios y comercialización, y que hoy se encuentra virtualmente inactivo.
No solo la inactividad del INYM es causante de esta crisis; también la desregulación trajo aparejada la entrada de yerba a menor precio tanto de Brasil como de Paraguay, sumándose a estos factores la inflación sostenida en el precio de los insumos productivos y también en el de los tractores, vehículos y combustibles. A todo esto, el orwelliano Ministerio de la Desregulación celebra la caída de un 44,3 % del precio de la hoja verde y, como si se tratara de una realidad inconexa, los chacareros advierten que producir yerba mate dejó de ser una actividad rentable.
Pero el malestar no alcanza para cuestionar, asumir la contradicción y dejarla de lado. Basta ver las cifras de las últimas elecciones en aquellos lugares donde el eje de la economía está sustentado en la producción yerbatera. En Oberá, La Libertad Avanza triunfó de manera contundente con el 45,9 % de los votos; 39,2 % en Andresito, 39,2 % en Jardín América y 35,3 % en Apóstoles. Como se ve, los perjudicados apoyan decididamente a sus perjudicadores.
Como vemos, la situación tiende a empeorar y, ante la falta de trabajo y de changas, no son pocos los tareferos y peones rurales que abandonan sus pueblos y chacras en busca de mejores perspectivas laborales, dada la crisis yerbatera. Aunque esto tampoco se da de manera fácil. En días recientes, la Policía Rodoviaria Federal de Brasil detuvo a dos micros que evadieron los controles migratorios y trasladaban a 125 misioneros provenientes de colonias del norte de la provincia, los cuales, acuciados por las necesidades, se largaron a una aventura laboral de índole esclavista. Los trabajadores eran transportados de modo ilegal hacia la región de Ituporanga, en el estado de Santa Catarina, para trabajar en las cosechas de tabaco y cebollas; ya sabemos bajo qué condiciones oscuras.
POSADAS. Es una hora cercana al mediodía y la temperatura va en aumento. En el centro de Posadas, el calor y la humedad se hacen sentir. Camino rumbo a la plaza San Martín; en las pantallas gigantes instaladas en las paredes del edificio de Canal 12 se ven las imágenes del secretario del Centro de Empleados de Comercio, que denuncia la pérdida de mil puestos de trabajo en los últimos meses, una cifra que va en aumento con el cierre de locales comerciales, achique de personal en supermercados, mueblerías y todo tipo de comercio. A pesar del calor, puedo pensar y otras cifras asoman en ráfagas a mi mente. Desde la asunción de Milei a la fecha, Misiones ha venido perdiendo mil empleos mensuales a lo largo de estos años. Ese aumento de la desocupación ha hecho crecer la informalidad y la precarización. La baja del consumo también se acrecienta, ya que es imposible competir con los precios de los comercios de Encarnación, en Paraguay, donde los mismos productos se consiguen a un 50 % menos e incluso, a veces, un poco más también.

Al llegar a la esquina de Rioja y Junín, me detengo en una feria de ropa usada instalada en una vieja casona; el producto de las ventas sirve para mantener a perros rescatados de la calle. Así lo expresa la leyenda escrita en un pizarrón. Las ropas son buenas, de calidad, y los precios accesibles. Miro hacia adentro y el local está vacío; otras veces suele estar Liliana, pero esta vez solo se encuentra Raúl, quien me atiende con mucha amabilidad. Le pregunto cómo van las ventas, dada la cercanía de las Navidades y la posibilidad de encontrar algo bueno y a buen precio. Raúl me responde: “No se está vendiendo como en años anteriores, está muy mal la situación en todos los rubros; la gente que entra mira, revuelve un poco, pregunta precios y después se va. Esperemos que mejore para el bien de todos”, dice con un esperanzador un tanto forzado.
Continúo mi periplo en dirección hacia la cercana plaza 9 de Julio. Camino por la calle Bolívar y, a las pocas cuadras de emprendido el trayecto, me detengo en un puesto callejero donde se ofrecen gorros, lentes, encendedores, espejos, mates y artesanías, entre otros artículos variados. El puesto es atendido por Víctor, un posadeño de 65 años, el cual hace cuarenta se dedica a la venta callejera. Le pregunto cómo vienen las ventas y me dice: “Las ventas vienen muy mal, el año pasado estaban mejor, pero este año está todo mal, creo que ni en el 2001 estábamos tan mal. ¿En qué momento estuvimos bien? Con Menem a mí la plata me rendía; con lo que vendía el viernes, comía asado el sábado y el domingo”. La respuesta no deja de ser sorprendente y uno también se pregunta por qué algunas personas no asocian la debacle del 2001 con el menemismo como uno de los factores desencadenantes de la misma.
Me cruzo de vereda al divisar a otro vendedor a pocos metros de distancia. Allí hay más productos ofertados, entre ellos alicates, pilas, radios, tijeras, relojes, maquillajes y un sinfín de artículos más. El lugar es atendido por Miguel, un veterano experto en la venta callejera, quien me responde: “La venta está regular, gracias a Dios y a la municipalidad, yo acá vendo. Pero sé que hay gente que la está pasando mal. Esperemos que cambie”. Como no parece muy locuaz, me despido de él amablemente y sigo mi camino en busca de otro puestero, al cual encuentro a la vuelta de la esquina. Se trata de Usman, un senegalés de unos treinta años. Está sentado cómodamente en una silla plegable y bebe agua fresca de una botella. Usman también está bien provisto de mercadería y de lentes de todo tipo. Después de presentarme, le pregunto lo mismo que a sus colegas y sonríe al decirme:

—Se vende poco y cada vez cuesta más ahorrar para reponer la mercadería.
—¿No repunta con la Navidad?
Sonríe y dice: —Yo ya perdí la fe hasta en la Navidad.
—¿Viniste de Senegal a Buenos Aires y de ahí para Posadas?
—No conozco Buenos Aires, yo entré desde Brasil, vine por Río Grande. Hace bastante que estoy, todo cambió mucho. Con Cristina ahorraba y con Alberto un poco también; ahora no se puede ahorrar. Muy malo Milei.
Nos despedimos con Usman y emprendo la retirada. Entro en una cafetería en busca de aire fresco; el lugar está casi vacío. En una mesa vecina, el mozo les explica a dos señoras que, a partir de las 19 horas, tienen una oferta de 2 × 1 en tragos y cervezas. Ellas lo miran y sonríen; tal vez piensen si tendrán el dinero suficiente como para aceptar el convite y la tolerancia alcohólica para beber y beber, hasta olvidarse de la magra jubilación que cobran y de lo mal que se vive hoy en Misiones.
