Murió «Manuel Marulanda», jefe histórico de las FARC-EP

IPS, especial para ZOOM. Murió «Manuel Marulanda», símbolo principal de la guerra que azota a Colombia desde 1946. Era la noticia más esperada para tres generaciones de «ricos», como diría el propio fallecido comandante fundador de las insurgentes FARC.

Fechada en mayo, la proclama luctuosa difundida el domingo por la cadena de televisión sudamericana Telesur, con sede en Caracas, informa que Marulanda murió el 26 de marzo «de un infarto cardíaco«, y que en su inhumación ya le han «rendido los honores que merece un conductor de su dimensión».

La guerrilla sabe que, para bien y para mal, están hablando de una leyenda. Muchos lo odian pero, como expresan las [FARC- EP>http://www.resistencianacional.net/] (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), otros, en este país y en el exterior, «lo valoran, admiran y aman«.

Vueltas en redondo

Para mostrar su vida, las FARC-EP resumieron la historia de más de 60 años de guerra, que contó en sus comienzos con paramilitares de ultraderecha aliados de las fuerzas de seguridad del Estado que luego se disolvieron, para reaparecer en 1983 de la mano de narcotraficantes.

Los campesinos de su generación que sobrevivieron a todos los avatares ya están muriendo, también de viejos. IPS los ha escuchado relatar sus vidas en voz baja, en la noche, porque en el campo las palabras se oyen desde lejos y el peligro aún acecha.

Siempre dicen: «Igual a como pasa ahora«. Sólo cambian algunos actores, se modernizan los instrumentos de guerra, varía la fuente de financiación.

La crueldad no cambia. Colombia sigue encallada en su guerra. «Da vueltas en redondo», clamaba Úrsula Iguarán, la matrona de «Cien Años de Soledad«, la novela que le dio el premio Nóbel de Literatura en 1982 al colombiano Gabriel García Márquez.

Antes, unos pocos concentraban la propiedad de la tierra y desplazaban a los campesinos para apoderarse de ella. Bandas paramilitares sembraban el terror y hacían que la población abandonara sus fincas. Como ahora.

Una reforma agraria que nunca se hizo mantiene vigente el manifiesto fundacional de las FARC-EP, que la exigía.

Los gobernantes de este país andino les achacan a otros la culpa de que exista guerrilla. Ahora son Venezuela y Ecuador. Antes fueron la hoy disuelta Unión Soviética, China o Cuba.

Entonces, como ahora, los gobernantes siembran el viento del odio entre la población. En los años 40 y 50, etapa conocida como La Violencia, la tempestad resultante dejó 300.000 muertos.

La cuenta de las víctimas de ahora aún no acaba, y entre tanto la guerrilla también colecciona una larga lista de deudas humanitarias.

– Una coincidencia: el parto a sangre y fuego de las FARC-EP, en 1964, fue asistido por un programa militar estadounidense, la Latin American Security Operation (Plan Laso). Marulanda muere en medio del contrainsurgente Plan Colombia, también asistido y financiado por Washington.

Por eso, dicen las FARC, tres estadounidenses «contratistas» que trabajaban en el Plan Colombia figuran desde febrero de 2003 en el grupo de unos 45 combatientes y políticos rehenes que la insurgencia aspira a intercambiar por guerrilleros presos, una táctica cada vez más enredada y que dirigió personalmente Marulanda o «Tirofijo«, como lo apodaron sus malquerientes.

San José del Guaviare, capital del sureño y selvático departamento del Guaviare, es una base del Plan Colombia, cuyos helicópteros de combate estadounidenses «arrullan» en vuelo rasante la ciudad, de día y de noche.

En estos días el movimiento de helicópteros aumentó. «Es por renovación de tropas, que hacen cada dos meses«, dicen a IPS algunos habitantes.

Para otros, es por la «Caravana Blanca por el Acuerdo Humanitario y la Paz de Colombia», convocada por la alcaldía de San José y que recorrió el tramo entre Bogotá, en el centro del país, y Guaviare, por vías fuertemente militarizadas.

Marzo devastador

La muerte de «Raúl Reyes«, jefe negociador y miembro del secretariado del estado mayor central, inauguró el marzo más luctuoso en la historia de las FARC. El ataque militar colombiano a su campamento en Ecuador mantiene aún rotas las relaciones diplomáticas entre ambos países.

El 7 de ese mismo mes ocurrió lo que para algunos analistas puede marcar el comienzo del fin de esa guerrilla comunista: la guardia de otro integrante del secretariado, «Iván Ríos», le dio muerte para cobrar recompensa.

Las FARC-EP se ven a sí mismas como una familia. A Marulanda o Pedro Antonio Marín, su verdadero nombre, debió golpearlo la pérdida de «Reyes», pero quizá acusó peor la traición.

«Ríos», economista, fue muerto junto con su esposa mientras dormían, según cuenta el propio asesino, que llevaba varios meses en contacto con el ejército y fue premiado por el gobierno con 2,6 millones de dólares. Como prueba para cobrar la recompensa, entregó una mano del jefe guerrillero.

El testamento de Marulanda

A sus 19 años, Marulanda no sabía leer ni escribir, según un primo suyo. Aprendió a hacerlo en la guerra. «Escribe todo el tiempo«, dijo en 2000 a esta periodista quien ahora ocupa su puesto como comandante en jefe de las FARC-EP, de nombre de combate «Alfonso Cano».

¿Qué escribía Marulanda? Análisis de estrategia y táctica militar, concepción y técnica operacionales, conducción de tropas y despliegue estratégico, estrategia política y otros documentos internos. O memorias de vida que fueron publicadas por el historiador Arturo Alape, ya fallecido, bajo el título «Tirofijo: Los Sueños y las Montañas 1964-1984″ (Editorial Planeta, Bogotá, 1994).

Algunos escritos de Marulanda quizá estén en manos del gobierno, pues éste dice que incautó en el campamento de «Reyes» tres computadores portátiles y otras piezas informáticas.

Su último mensaje público fue un saludo de Navidad, fechado el 24 de diciembre de 2007 y dado a conocer 10 días después.

Resulta revelador ese texto, que hace un balance de las «acciones político-militares de 2007″, traza líneas para este año y por ahora se convierte en testamento.

En su inconfundible estilo campesino, desea a sus camaradas y al «pueblo colombiano organizado en defensa de los intereses de Colombia muchos éxitos en la lucha por el poder».

Advierte que «los ricos» están trazando una «nueva estrategia política y militar para seguir gobernando«, apoyados en instrumentos «de terror y violencia» para impedir «un nuevo gobierno elegido legalmente por el pueblo, sin fraude electoral y sin paramilitarismo».

Si «no hay plata sino para sostener la guerra y el parlamento, vinculados a la para-política, menos para resolver las necesidades de los colombianos«, agrega en referencia a los procesos judiciales contra políticos que se beneficiaron de la violencia.

Las cifras oficiales que aseguran «haber dado de baja ocho mil guerrilleros y haber desmantelado 20 frentes«, para Marulanda son una «patraña», «sin querer decir que la confrontación no tiene un alto costo en heridos y muertos«, aclara.

«Habrá que indagar de dónde el generalato, el Presidente y el Comisionado (el Alto Comisionado para la Paz, Luis Carlos Restrepo) tomaron la estadística tan precisa», agrega con sorna.

Se trataría de «datos adulterados» para «seguir pidiendo apoyo económico y militar a los Estados Unidos con el pretexto de combatir el terrorismo y el narcotráfico«, asegura.

«La escuela de cinco años enfrentando el Plan Patriota«, operación contrainsurgente que considera fallida, «ha sido suficiente para (…) aprender del enemigo cómo y de qué manera actúan en los desplazamientos y operativos con sus aviones de reconocimiento, bombarderos, helicópteros, globos, satélites, día y noche».

Asimismo, afirma que las FARC-EP ya saben cómo operan los «agentes de inteligencia, infiltrados, cooperantes (redes civiles de informantes promovidas por el presidente Álvaro Uribe), bloqueos económicos a la población civil», en los que la contrainsurgencia establece un fuerte racionamiento a alimentos y medicinas en zonas guerrilleras.

Eso «nos permite planear grandes acciones a tropas en movimiento internadas en la selva, carreteras o veredas (vecindarios rurales) sin mucha protección inmediata«, prosigue Marulanda.

«Es conveniente aprovechar la crisis general por la que atraviesa el gobierno y el cansancio reflejado en algunas unidades militares para comenzar a preparar las condiciones para organizar una ofensiva general«, es su principal orientación a mediano plazo.

Todo ello, agrega el comandante campesino ahora fallecido, «para ver los mandos militares cómo le van a responder al Presidente Uribe, cuando afirma tener derrotada la guerrilla sin recursos, enfermos y alimentándose de raíces«.

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