El conmovedor relato del hijo del legendario dirigente farmacéutico y de la CGT de los Argentinos Jorge Di Pascuale, rescata la ética de su padre, la historia de su desaparición en 1976 y el reciente hallazgo de sus restos, que serán velados 33 años después el 28 de diciembre.
El pasado lunes 14 de diciembre el Secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luís Duhalde, anunciaba el hallazgo de los restos del mítico Secretario General del Sindicato de Farmacia Jorge Di Pascuale. Desaparecido por la dictadura genocida, fue un icono del gremialismo combativo de las décadas del ‘50, ‘60 y ‘70 e integrante de la CGT de los Argentinos. En charla con ZOOM, su hijo mayor Fernando rescata su figura y describe la incertidumbre que rodea a un familiar de un desaparecido.
—Después del hallazgo, ¿cuáles son los pasos que se van a dar?
—Va a ser velado el 28 de diciembre a partir de las 15 en el Sindicato de Farmacia, Rincón 1044. Y el 29 se lo llevará a Chacarita cerca del mediodía.
—¿Como fue el camino hasta encontrar sus restos?
—Antropología está hace 20 años, pero en esa época lo que te pedían era una radiografía, una ficha dental, esas cosas. Estábamos lejísimos del ADN, no existía esa posibilidad. Después, cuando salió, lo del ADN era inaccesible y ellos nunca tuvieron subvención del Estado. Si les daban algo eran organizaciones del exterior. Solo este gobierno le acercó plata para que pudieran trabajar de mejor manera. A partir de ahí empezaron a cruzar la información. Antes se podía hacer el ADN mitocondrial, solo a las mujeres, pero después empezaron a hacerse con todo el mundo. Cuando fui a averiguar por primera vez, ellos ya tenían los cuerpos que habían levantado en Avellaneda, me sacaron muestras y me dijeron que en algún momento iban a ver todo lo que tenían, que eran 336 cuerpos, para cruzar los datos y ver si podían identificar algunos de los cuerpos. Bueno, todo quedó ahí.
—¿Y esto cuándo fue?
—Hace tres años más o menos. Después me llaman y me dicen que necesitan más muestras de algún hermano mío o de mis abuelos. Mi hermano menor todavía no había ido nunca a antropología y estaba indeciso. A mi hermana le dije y fue enseguida. Pero en antropología me explicaron que me tomara mi tiempo, que la cosas se manejaban de manera tranquila. Al final, mi hermano me dijo que sí y me ofrecí a acompañarlo.
—¿Iniciaste por tu cuenta alguna búsqueda?
—Yo sabía, según un testimonio de una nota que Duhalde había escrito en el ‘85, que un liberado de un centro clandestino había visto a mi viejo con Juan Carlos “El Negro” Arroyo. Después me encuentro con otros testimonios de gente de 2006 que estaban en la Conadep (en donde no me los quisieron dar, pero los pude conseguir a los testimonios por otro lado). En esas declaraciones decían que tanto a Arroyo como a mi viejo lo sacaban día por medio para torturarlos y que los trasladan el mismo día, dijo un sobreviviente, a principios de febrero de 1977. A él se lo llevan el 28 de diciembre de 1976, es decir que a un mes y moneditas lo trasladan junto con Arroyo que lo secuestran un 27 de octubre, el mismo día en que este año me comunican que habían identificado el cuerpo de mi viejo. Saber que estuvo con Arroyo para mí era un dato más, pero un día me llega la información por Internet que habían encontrado sus restos y ahí dije: “le pegué en el palo”. Ahí empecé a conectarme con la gente de los testimonios. Uno estaba en España. Me moví y conseguí el mail y el teléfono, le escribí y le pregunté si los habían trasladado el mismo día a Arroyo y a mi viejo porque para mí era muy importante, ya que como lo habían encontrado era probable que los hayan matado juntos el mismo día y estuviesen en el mismo lugar. Esta persona me contestó que me entendía, pero que no se acordaba y por eso no me quería decir cualquier cosa. Pero me dijo que me comunique con Hugo Parsons y el problema después fue ¿cómo ubicamos a Parsons?
Lo ubicamos y cuando íbamos a ir a verlo el 27 de octubre me llama Maco Somigliana de Antropología. Maco estaba en Antropología los martes, miércoles y jueves por la mañana. Me llama ese martes a la mañana y me dice si nos podemos ver. A mí me parecía raro que me cite en Antropología para arreglar ir a ver a Parsons, esto se podía hacer por teléfono. Encima me dice que vaya a las 16:30, cuando él está por la mañana. La procesión iba por dentro, mientras iba en el colectivo me decía a mi mismo: “no, no, no puede ser, seguro que algo me querrá preguntar”. Me quería sacar presión, aunque estaba muy ilusionado de encontrarlo, pero no me quería dar más expectativa que la que la realidad te indicaba. Llego a Antropología y me recibe. En eso llega otro antropólogo y le deja un informe sobre el escritorio. Y Maco ni lo tocó, seguimos hablando… y yo estaba a la expectativa, no quería hacerme ilusiones. Todo se cuadraba para que fuera, y agarra el informe y me dice: “Fernando, lo que tanto estábamos buscando, lo encontramos”. Yo me quería morir y le dije: “esto debe ser un sueño, porque siempre sueño con esto y en un rato me voy a despertar”. El se reía y me decía: “vas a ver que no”. Estuve como 5 días pensando que en algún momento me iba a despertar.
—¿Y después?
—Le pregunté si estaba entero, si habían recuperado todo el cuerpo y me dijeron que sí. Después me dieron el estudio de ADN y antropológico que es un detalle de todo el estudio al cuerpo que hallaron. Una es la parte de ADN y otra es la parte ósea y anatómica del cuerpo mismo. Ahí te enterás que hubo orificios de bala, esas cosas que son bastante duras. En un momento saltás de alegría y de repente caés.
—Y caés, con toda una información que durante mucho tiempo no tuviste.
—Cuando yo me enteré que al Negro Arroyo lo habían fusilado, me dije: “entonces a mi viejo lo mataron de la misma manera”. Y fue así nomás. Volviendo a ese 27, me dijeron que debía esperar la resolución del juez y que eso iba a estar en dos meses. El 14 de noviembre, un poco antes de ese plazo, ya nos llamaron para buscar la resolución. Al tenerla empezamos a armar todo para poder velarlo en el sindicato.
—Justo el 28, que es el día de su cumpleaños.
—Es el día del cumpleaños y se cumplen 33 años de su secuestro.
—A él lo van a buscar en la madrugada del 28.
—Sí, el 28 a las 0.30. En realidad fueron a buscarlo porque era el cumpleaños, sabían que cumplía ese día. Fue una batida, porque mi viejo figura registrado el 6 de enero de 1931. Era alguien que conocía que el cumplía el 28 de diciembre.
—Es un símbolo muy fuerte velarlo en el Sindicato.
—Sí, el Sindicato de Farmacia fue su casa, su vida, su militancia y centro de todas las resistencias populares y peronistas. Y ahí fue cuando dije realmente “se lo saqué a la dictadura y se lo entregue a la democracia”, por la cual él toda la vida luchó. Cuando estaba Perón proscripto, peleaba igual. Siempre peleando por la democracia. Vivía más en el sindicato que en otro lugar.
—Algunos compañeros contaban, y seguro que lo viviste porque cuando pasó lo de tu viejo tenías 19 años, que el sindicato era un lugar en donde a nadie se le cerraba la puerta. Era el culto a la solidaridad.
—Es más, decían: “nosotros le abrimos la puerta a todo el mundo, si es peronista mejor”, como diciendo “acá viene cualquiera”. Por ahí pasaron desde Santucho hasta Leonardo Favio o Sandro, que le usaba el salón de atrás para ensayar. El mundo pasó por el sindicato, toda persona que haya militado en los ‘60 y ‘70 sino pasó por ahí se tiene que bautizar. Es más, en un momento el sindicato era formador de cuadros, la juventud que quería militar iba a Farmacia a formarse políticamente. Y eso que era un sindicato chico.
—Vos alguna vez decías que uno está preparado para todo, pero no para tener un familiar desaparecido.
—En realidad es algo totalmente novedoso, es una manera de decirlo y es muy difícil o prácticamente imposible asumir la muerte cuando no ves el cuerpo. Esto es así de claro, te lo digo porque cuando a mí me dijeron que habían encontrado el cuerpo de mi viejo me puse recontento, pero a la mañana siguiente me puse a llorar. Es más, es el día de hoy que me pasa lo mismo. De chico nos enseñaron que si cruzabas mal la calle y te agarraba un auto te podías morir o si ponías los dedos en el enchufe, pero nunca porque te torturara una persona que pensaba distinto que vos. No estaba en la cabeza de uno la muerte de esa manera, era algo completamente inimaginable que te podían matar de esa manera. Digamos que hasta el ‘75 hasta podías pensar que podían pasar por la puerta de tu casa y te ametrallaran, pero esto de secuestrarte, de llevarte a un centro clandestino, de torturarte y después matarte, era algo que por lo menos en mi cabeza no estaba. Que después haya estado sí, pero en ese momento no, era completamente novedoso por lo menos para la edad que tenía. Para mi viejo no, porque él ya estaba buscando compañeros. En el 7’6 se lo llevan en diciembre, es decir de marzo hasta su secuestro se la pasó buscando compañeros que se habían llevado, por lo que estaba más en el tema. Para mí era novedoso y por eso es tan difícil elaborar el duelo, a lo sumo decís: “pero pasaron tantos años”.
—Es algo que tenés postergado.
—Inconcientemente lo tenés postergado porque al principio hablás de tu viejo como si estuviese, porque se llama, está, es de Boca. Con el tiempo empezás porque mi viejo era. Siempre te va a parecer que le pasó a todos, menos a tu viejo. Que a todos los torturaron, menos a tu viejo, que a todos los mataron, menos a tu viejo. Eso lo vas a pensar siempre, pero bueno habían pasado 33 años y no estaba. Mi viejo no tenía ni carácter, ni perfil de “me volví loco y me fui”, ni ninguna cosa de esa, no tenía ese carácter. Cualquier persona que tenga un familiar desaparecido creo que te va a decir más o menos lo mismo. Yo hablé con chicos de hijos que eran recién nacidos cuando se los llevaron a los padres y ellos pensaban que estaban de viaje porque eran chicos para saber de qué se trataba la muerte.
—¿Cómo fue la última vez que lo viste?
—Muchos dicen, lo leí en varias notas, que mi viejo estaba clandestino. Y él nunca estuvo clandestino porque el 22 de diciembre del ‘76, Boca y River jugaban la final del Nacional, en cancha de Racing. A mitad de año también, Boca sale campeón del Metropolitano, en cancha de River, frente a Unión y yo fui con mi viejo a la cancha. Iba al sindicato y le decía: “Pá, vamos a la cancha” y él me contestaba: “Sí, andá y saca 5 entradas” porque siempre venía alguno que invitábamos y mis amigos. Y yo lo pasaba a buscar por el sindicato y de ahí todos salíamos para la cancha. Te estoy hablando de mediados del ’76. Si mi viejo hubiese estado clandestino no podría estar en el sindicato que era en el lugar donde casi vivía. Mi viejo se cuidaba, pero no estaba clandestino.
Era una persona que cuando estaba en el sindicato no quería que saliéramos juntos, me decía: “salí primero vos y esperame enfrente”, porque en esa época era habitual que a la salida de algún lugar pasaran y te rociaran de balas. Y el 22 de diciembre en el Boca-River, que encima era el día del empleado de Farmacia, fue la última vez que fuimos a la cancha juntos, ya que los 6 días, el 28, se lo llevan. Esa vuelta nos abrazamos como si fuera la última vez… Me queda como recuerdo el último abrazo fuerte que nos dimos ese día. Más allá que el mismo 28, el día del cumpleaños, yo también estaba en el sindicato y le llevé un mate de regalo. Si hubiese estado clandestino no hubiera estado allí. Se cuidaba como todo el mundo, si no tampoco hubiese ido a pedir por sus compañeros. Y teniendo posibilidades de haberse exiliado, él se quedó. Posibilidades tuvo mil. De hecho, una vez se fue tres meses y tuvo que volver porque no se la bancó.
—Eso fue cuando lo amenazó la Triple A.
—A mediados del ’75, pero a fin de año ya estaba acá. Calculo que no podía porque sentía que era una traición a sus propios compañeros, él se tenía que quedar. Lo mismo cuando ocurrió el golpe de Estado dijo que ni en pedo se iba a ir, que la iba a pelear hasta que le tocara a él y que no se iba a esconder.
—¿Tenía conciencia de lo que le podía pasar?
—A mí no me lo decía, pero calculo que tenía conciencia de lo que le podía pasar. Eran las reglas.
—Las convicciones eran más fuertes.
—Obvio, si no se hubiese ido.
—¿Creés que tu viejo fue un modelo de dirigente sindical o un ejemplo?
—Mi viejo fue un ejemplo, como también hubo otros. Hubo un Agustín Tosco, un Gustavo Rearte, un Raimundo Ongaro, un Juan Sebastián Borro, gente muy honesta también. Pero aparte de ser honesto era una persona muy capaz y esto generalmente ahora no se ve. Mi viejo es un ejemplo para los que empiezan ahora, no para los que ya están enquistados en el poder de los gremios. Lo que pasa es que en el ‘75 mueren Tosco y Rearte e hicieron desaparecer a mi viejo y se llevaron cuadros muy importantes que eran sinónimo de honestidad, porque ellos caían presos cuando eran secretarios generales, no cuando eran delegados. Entonces el afiliado al ver que la cabeza iba presa después se jugaba por ese dirigente. La gente hoy tiene una visión muy crítica del sindicalismo. No sé si es un ejemplo a seguir, pero faltan espejos. Y si vos no los revindicás a esos dirigentes, la gente no los conoce y no tiene dónde mirarse. De mi viejo todo el mundo habla, sin embargo si vos buscás quién fue Jorge Di Pascuale y lo conocen más al Che que a él y el Che ni siquiera militó en Argentina. No se ocuparon de él, ni de otros compañeros como Avelino Fernández, es decir gente de principios. Por que una cosa es ser honesto cuando no tenés para robar, y otra cosa es cuando tenés la oportunidad y no robás. Cuando no hay nada para robar somos todos honestos, la historia es cuando hay y no robás, ahí demostrás que sos honesto. A él nadie ni siquiera se animó a insinuarle que le iban a dar una coima de algo, jamás. Mi viejo era insobornable, vendía libros mientras era Secretario General para llevar un mango más a la casa. Yo aprendí a administrar la plata porque él me enseñó a ser ordenado en las cuentas. Mi vieja estando con él laburaba, si hubiese sido un corrupto ella no hubiese trabajado nunca. Eso te lo demuestra, que cuando no hay nada son todos honestos, pero cuando hay (te lo puedo asegurar porque lo he vivido) la mayoría son todos unos delincuentes y roban.
—¿Es cierto que cuando Jorge iba a Puerta de Hierro era el único que se le plantaba a Perón a discutir de política?
—Había un secretario de Perón, que cuando apareció López Rega se volvió para Argentina, que contaba: “a Puerta de Hierro van miles, pero el único que se le planta a discutir de política mano a mano a Perón es Jorge. Los demás no se animan a decirle hola General”. Encima, le decía a Perón cuando estaba mal vestido que así no podía volver. Mi viejo tenía un sentido del humor muy ingenioso e irónico.
Al Che Guevara también se le plantó y le terminó diciendo que vaya a la Argentina a hacer la revolución. El Che Guevara no era peronista y lo empezó a chicanear con Perón y el peronismo. Y mi viejo le contestó que él hizo eso en Cuba porque por la situación geográfica de la isla se podía hacer una guerrilla foquista y que en Argentina eso era imposible. De hecho, el foquismo existió en Tucumán y lo hicieron mierda. Al final, en esa conversación, para distender el Che le dijo que todo era una broma, aunque mi viejo igual ya le había dicho lo que pensaba.