El 27 y 28 de julio se celebrará una ronda ministerial de cierre del Acuerdo de Libre Comercio entre el Mercosur y la Unión Europea en Bruselas. Existen altas probabilidades de que las autoridades de ambos bloques sellen su firma en un documento final en un contexto donde este Acuerdo brilla por su total ausencia en la agenda política local.
Las negociaciones entre la Unión Europea y el Mercosur se llevan adelante desde 1995. Desde la presentación de las ofertas en 2004 hasta el 2008 únicamente se realizaron reuniones a nivel político para reafirmar el interés de las partes en continuar la negociación. Durante este período tuvieron lugar distintos acontecimientos en el ámbito global que impactarían sobre el posicionamiento de los actores: el fracaso de las tratativas de Doha en el marco de la OMC, la crisis económica internacional y la consolidación de China como potencia global. Estos factores repercutieron en la dinámica negociadora dando lugar en el 2010 a una nueva fase de la negociación, basada en un esquema de dos velocidades: la elaboración de marcos normativos, por un lado; y la preparación de ofertas por el otro.
En esta etapa, uno de los principales puntos de consenso entre los países del Mercosur se fundaba en sostener que las concesiones no debían ser recíprocas, debido a las diferencias de desarrollo relativo entre ambas regiones. La UE, por otro lado, ratificaba su interés por el acceso de bienes industriales al mercado de los países del Mercosur y también concedía prioridad a la búsqueda de una apertura para las empresas europeas prestadoras de servicios, a la participación en igualdad de condiciones en el mercado de las compras gubernamentales, al establecimiento de mejores condiciones para las inversiones de origen europea y a la puesta en vigencia de disposiciones más estrictas para el respeto de los Derechos de Propiedad Intelectual (DPI) y, especialmente, la obtención del reconocimiento de una serie de indicaciones geográficas (IG) asociadas a bienes originarios de la UE.
La falta de acuerdo entre ambas partes, dada la decisión de los gobiernos de Argentina y Brasil de no ceder ante los intereses ofensivos de Bruselas, llevó la negociación a un punto de virtual estancamiento. Así fue al menos, hasta diciembre de 2015.
Una combinación de entrega de soberanía y apagón informativo
El cambio de signo político que se produjo en las dos principales economías del Mercosur dio lugar a una nueva etapa en el proceso negociador. Bajo discursos que manifestaban la “demora proposital de los gobiernos populistas” para sellar el acuerdo, la necesaria “reinserción en el mundo” y que la retirada de Venezuela del bloque tuvo un “efecto dinamizador”, se trata de obviar el verdadero objetivo de estos gobiernos en su política exterior: anclar con compromisos internacionales las reformas estructurales que se pretenden implementar en la región.
Justamente, parte de la opacidad existente en torno al proceso negociador entre el Mercosur y la Unión Europea es atribuible a un equívoco fundamental: que las negociaciones en marcha serían sobre todo de tipo comercial. Lejos de ser así, la mayor parte de los temas en discusión son de carácter estructural y comprometen ámbitos críticos para el desarrollo nacional.
El Acuerdo que se negocia actualmente tiene dos “pilares”: el político (y de cooperación) y el comercial. La redacción de los capítulos correspondientes al primer pilar está prácticamente acordada, quedando por resolver el capítulo comercial en el que se negocian la ampliación del acceso a los respectivos mercados de bienes, servicios, compras públicas y los temas de propiedad intelectual y defensa de la competencia.
El 11 de mayo de 2016, la UE presentó su oferta de bienes incompleta, faltando el volumen y las condiciones de las cuotas de carne bovina y de etanol. Es decir, el MERCOSUR prosiguió el ejercicio negociador sin tener una mínima noción de cuánto estaría dispuesta a ofrecer la UE en materia de bienes sensibles. Verdadero “acto de fe” que instituyó una asimetría de origen altamente favorable para la UE que no dudó en aprovecharla. Según un informe preparado por la Comisión Europea en 2016, la eliminación de aranceles y barreras no arancelarias podrían convertir al Mercosur en uno de los principales mercados de la UE para los productos lácteos, vinos, licores, alimentos procesados, chocolates, todo tipo de productos de cerdo y frutas enlatadas.
También vale la pena considerar para el análisis de este Acuerdo un estudio reciente del Centro de Economía Internacional (CEI) de la Cancillería argentina, que lleva como título “Localizador de Mercados Prioritarios”. De este estudio se desprende que las mayores oportunidades para la producción nacional se encuentran en países con los cuales la Argentina ya tiene acuerdos –como Brasil y México–, con los que inició negociaciones –por ejemplo, Canadá–, y con otros mercados atractivos ya sea por su alto poder de compra –Estados Unidos– como por el dinamismo de su economía –China–. La Unión Europea, por su parte, aparece prácticamente en el límite trazado entre los mercados de “potencial medio” y “potencial bajo.
A continuación, presentamos una reconstrucción del contenido de los capítulos realizada a partir de diversas filtraciones dadas a conocer por ONG ́s y organizaciones sindicales latinoamericanas y europeas.