Mientras espera ser restituido por el Jefe de Gobierno como Director del Hospital Argerich, por orden del juez Gallardo, Spaccavento analizó en charla con ZOOM la crisis de la salud pública porteña, detalló el negocio de los resonadores magnéticos que involucra a Franco Macri y denunció que en el Argerich «hubo que rechazar ocho hígados para trasplantes por falta de insumos.»
Donato Spaccavento es médico, especializado en obstetricia, y uno de los principales sanitaristas del país. Es un militante kirchnerista a sol y a sombra, aunque reconoce que el sistema de salud argentino deja mucho que desear. Su posición respecto a la despenalización del aborto y la promoción de los Derechos Humanos en su área como en la educación, no le ahorró enemigos. Pero conoce el paño: su madre fue una de las fundadoras de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, su hermana permanece desaparecida. En octubre del 2005 fue nombrado por el entonces jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires, Aníbal Ibarra, secretario de Salud, puesto que mantuvo durante la gestión de Jorge Telerman hasta su renuncia, a causa de diferencias insalvables con el entonces secretario de Finanzas, Guillermo Nielsen. A principios de este mes, fue obligado a renunciar a la dirección del Hospital Cosme Argerich, en el límite entre Barracas y La Boca, por difundir la falta de insumos en los establecimientos comunales. El pretexto para echarlo que usaron tanto el empresario Mauricio Macri, actual jefe de gobierno, como su ministro de Salud, Jorge Lemus, era el de un llamado a concurso que nunca se hizo y que nunca se hará como se prometió en la campaña que llevó al PRO, un partido neopopulista de derecha, votado -en segunda vuelta- por más del sesenta por ciento del electorado porteño. Ahora, Spaccavento, que apeló la decisión de Macri y de Lemus, acusados de discriminación ideológica, espera que el jefe de gobierno lo restituya en su puesto: eso indica (y ordena) la cédula emitida por el juez Angel Gallardo, que hizo lugar a la presentación judicial de los abogados del médico. Esta es la conversación que Spaccavento mantuvo con ZOOM.
—Macri y Lemus te echaron con excusas burocráticas, la necesidad de concursar el cargo, todo eso.
—Efectivamente. Nunca hubo concurso. Todo resultó un sainete, una fantochada, un arreglo previsto, sin veedores y con un jurado elegido a dedo. No armaron todo eso para echarme. Sin embargo, aprovecharon para sacarme del medio. Entre los que decidieron bajarme el pulgar, además de Lemus, que había dicho que jamás echaría a un tipo de mi experiencia, existen funcionarios que siempre aprecié pero que por mantener un cargo público, se venden al mejor postor. Igualmente, hice las cosas que pedían: mandé mi currículum, pero sabía que no tenía chances. La aceptación definitiva de mi renuncia ocurre días después de que yo denunciara el estado desastroso, en términos de insumos, del Argerich y del resto de los hospitales porteños. Después de criticar la decisión de centralizar en la jefatura de gobierno la compra de esos insumos, que además todavía no llegaron a ninguna institución. Por supuesto, la situación de los recursos humanos no es la misma; son profesionales solidarios y de primera línea, que acompañaron mis dichos y una vez fuera del hospital, organizaron un abrazo simbólico al mismo, que implicó un aval a mi gestión y una defensa de la salud pública, gratuita y de excelencia. Es un debate que hay que seguir dando. El PRO, como todo partido de derecha, es autoritario y centralista. Al contrario de lo que piensa mucha gente, mucha más de la que creemos, en los hospitales públicos más avanzados del mundo, entre los que incluyo a los hospitales cubanos, la administración del presupuesto es autónoma del poder central. En mi lugar quedó el que era subdirector. Al único de los directores que le aceptaron la renuncia, fue a mí. El Argerich, repito, atraviesa una crisis terminal: la semana previa a mi expulsión, hubo que rechazar ocho hígados que habían llegado para trasplantes por falta de insumos.
—Esto es política pura y dura, no política sanitaria.
—Eso está clarísimo. Si hubiera existido un concurso, y eso fue lo que pensé que iba a suceder, en el caso de ganar y regenerar institucionalmente mi puesto, lo primero que pensaba hacer era hablar con Lemus: si me confirmaba la continuidad de esta política sanitaria, entonces hubiera presentado mi renuncia indeclinable a la dirección del Argerich, por incompatibilidad profesional e ideológica.
—¿No sospechaste nada, nunca?
—En general, tiendo a la buena fe, pero tampoco soy un ingenuo o un recién llegado. Nunca me constó, pero desde siempre sospeché que todo estaba arreglado, no contra mí, sino que todo el sistema (la falta de insumos, la centralización de las compras, la inexistencia de una política de salud y de una política de salud mental en particular), todo arreglado. Y de paso, expulsión. Pero no todo es economía en la vida: tampoco calcularon que yo fuera a apelar y que un juez hiciera lugar a ese recurso. En este momento, el PRO, está anoticiado del deber de restituirme en el cargo. La excusa de que todavía no recibieron la comunicación judicial puede durar un par de días más. Para el gobierno de Macri, la situación ya bordea la irregularidad.
Salud pública, negocios privados
—¿Qué diagnóstico hacés del estado de la salud, en la ciudad y en el país?
—Aclaramos por si hace falta: mi espacio natural, digamos, es el del Frente para la Victoria (FpV), pero en Buenos Aires, por ignorancia muchas veces y otras no lo sé, el FpV, junto con el PRO, votó (y legitimó) leyes repugnantes. Hay dos casos emblemáticos: las leyes 2780 y la 2808.
—¿Qué es lo que dicen?
—La primera, la 2780, logró la legitimidad para privatizar, sin consultar a ningún especialista, la gestión administrativa, la facturación y la cobranza de las obras sociales, que es el inicio de la privatización de cualquier hospital público. Los diputados deberían preguntar más, asesorarse mejor. Esa ley, por ejemplo, nunca pasó por la Comisión de Salud sino directamente por la Comisión de Hacienda: un disparate. Si hay legisladores que cierran acuerdos políticos bajo cuerda, es un asunto. Pero nosotros, ideológicamente, desde ningún punto de vista podemos votar una ley que atente -como hace esta ley- contra la gratuidad, la accesibilidad y la equidad de la salud pública.
—¿Podrías ampliar el concepto?
—Digo que de esta manera, el hospital público se transforma en un dispositivo discriminatorio, como también pasa en otras partes del mundo o acá mismo, por ejemplo en el hospital de Esteban Echeverría, donde está privatizada la facturación; o en el hospital de Ezeiza, donde la empresa estimula con dinero a los directores y a los jefes de servicio para que internen pacientes con obra social o prepagas para poder cobrar, y a la gente que no tiene cobertura, se le dice que no hay camas: se transforman en hospitales semiprivados. Eso es lo que quieren hacer acá Macri y Lemus, y lo que están haciendo en Desarrollo Social con el cuento de la tercerización de los servicios. Por la ley 2780 discutí y tuve problemas con algunos legisladores de mi espacio, porque en su momento salí a denunciar qué permitiría la ley y qué no permitiría.
—¿Por ejemplo?
—Permite, entre otras cosas, que por contratación directa, la Agrupación Salud Integral (ASI), antes llamada UPI5, se encargue de la cápita del PAMI en la ciudad de Buenos Aires. Siempre guardando las formas: contratación directa, un consejo mixto pero un director privado, y una excelente relación con FEMECA, la Federación de Médicos de la Capital Federal, que sólo tenía, con la UPI5, una relación administrativa y ahora, en pocos días más, queda en poder de los médicos municipales.
—¿Ese cambio qué habilita?
—Que eso que antes era FEMECA, hoy por hoy tenga una relación privilegiada con la ASI. Esto es, con la facturación privada de los hospitales públicos. Fijate que mucha gente se pregunta por qué los médicos municipales no hicieron nada durante todo este tiempo, cuando se atentó contra los hospitales públicos, cuando en otros momentos, por mucho menos de lo que te estoy diciendo, se hicieron paros, marchas, asambleas. Yo no lo sé, no me consta, pero es probable que se trate de un intercambio de favores.
—¿Y la otra ley?
—La 2808 autorizó un traspaso de 250 millones de pesos de la Legislatura al Ejecutivo para una licitación supuestamente destinada a la adquisición de equipamiento hospitalario. La licitación era para cincuenta equipos de alta complejidad, donde figuraban resonadores magnéticos dedicados, así se llaman, de casi nula aplicación práctica y escasa difusión en el universo sanitario. Esos resonadores son producidos por una fábrica italiana, ESAOTE, una fábrica del estado italiano, de capitales mixtos, tanto que compone un consorcio con otra empresa vinculada a Franco Macri.
—¿Franco Macri?
—Franco Macri, el mismo. Esa licitación está redactada a renglón único. ¿Qué quiere decir esto? Que si vos no podés ofertar ese resonador, no podés ofertar ninguno. Es decir, se fue arreglando todo como para que haya un único oferente: ESAOTE, es decir, el propio Macri. ESAOTE tiene su sede en Italia, en un predio cedido por la Orden de Malta…
—De quien su titular en la Argentina supo ser Esteban Caselli, el ex embajador de Menem en el Vaticano, cuyo jefe de prensa era Ceferino Reato, el autor del libro sobre el asesinato de José Ignacio Rucci que desató la polémica sobre los delitos de lesa humanidad . Al frente de la Orden de Malta en la Argentina, ahora, está el hijo de Caselli.
—Bueno: eso no lo sabía.
—Pero volvamos.
—Se dijo que para la adquisición de esos equipos, los directores de los hospitales no fuimos consultados. Yo, al menos, fui consultado. Hacía más de tres años que estaba pidiendo el arreglo o compra de un resonador magnético total. A esta compra, que nunca detallaron, le hubiera dicho no.
Noventismo idiota
—¿Qué creés que pretende Macri?
—No lo sé. Sin dudas, tiene una política. Es un error pensar que no tiene una política. Pero lo que no tiene es gente, equipos, intelectuales, especialistas. Tiene los votos, es cierto. Pero democracia es algo más complejo que una suma de votos. Eso es noventismo idiota. Macri es improvisación, negocio, oportunismo: bajar la edad de imputabilidad: oportunismo. Pero está a contramano de la historia. Casi se podría hacer una chicana y decir que está a la derecha de Bush: Bush estatiza la banca y Macri privatiza los hospitales. En Estados Unidos y en Europa se dieron cuenta que el mercado sólo no alcanza, no sirve, que un mercado sin un estado que regule, que estimule, que promueva, no sirve, que estructuralmente tiende a la concentración y a la injusticia, y en Buenos Aires están pasando todo lo que pueden a grupos concentrados. Incluso la salud, para retornar a lo que nos convoca.
—¿Y nada más?
—Y la señalética, los carteles. Un día vino a verme al hospital el jefe de gabinete, Horacio Rodríguez Larreta. Al tipo lo único que le interesaba eran los carteles, los carteles, los carteles. En el país, los carteles los pone, sin costo para el estado, un laboratorio. Forma parte del marketing de ese laboratorio, pero no es vinculante para otros negocios. Pero no, a Rodríguez Larreta le parecía que había que instalar otro sistema, con luces, colores, más colores. Yo decía qué rara la obsesión de este hombre por la señalética, habiendo problemas mucho más serios. A los tres días recibo un mail de la jefatura de gabinete de gobierno donde decía que había que darle todo el apoyo a la consultora Lonelycrossgroup, que era la que se iba a encargar de hacer la señalética de todos los hospitales (y colegios, N. del R.). Y de inmediato, otro mail, de Lonelycrossgroup, confirmando su labor. Es decir, una empresa privada se hacía cargo de la señalética de los hospitales y centros de salud cuando históricamente se hizo gratis.
Salud y política
—Contanos algo sobre tu concepción de la salud pública.
—La salud tiene que ver con el desarrollo social cualitativo, no sólo con el cuantitativo, no sólo con el dinero. Es más, si una sociedad mejora su ingreso per cápita pero no modifica su sistema de valores, la experiencia indica que esa sociedad se derechiza. El nivel de lectura, de cultura del pater familias (cualquiera sea), esto lo probamos con un equipo de trabajo en Santiago del Estero, y acá, en Villa Cartón, el nivel educativo determina el grado de desnutrición de los más chicos. A menor cultura, mayor desnutrición. En Santiago del Estero se daba la paradoja de que el grado de mayor desnutrición era en el conurbano de la capital provincial y no en el campo, porque en el campo todavía quedan patrones culturales ancestrales vinculados a cierta tradición de esa zona. El cambio de la chacarera por la cumbia villera, los mató. Porque no todo es economía, también existe la antropología. En todas las provincias pasan cosas parecidas.
—La salud, ¿está en la agenda pública?
—Yo creo que no, que la salud no está en la agenda pública, que es la agenda política. Y en esta ciudad, menos que menos. Hay que instalar el tema salud en la agenda política de esta ciudad. La gente ya sabe que en los hospitales públicos no hay insumos. El reemplazo de las funciones del Estado, a través de organizaciones no gubernamentales, iglesias, iglesias evangélicas, etcétera, atenta, siempre, contra el que no tiene nada o tiene menos. Hay cuestiones que el estado no puede delegar (y el estado, a su vez, debe estar monitoreado por los organismos oficiales de control). Pero una de las cuestiones que el estado no puede delegar es la salud. A pesar de todos los problemas que tenemos, estoy orgulloso del sistema de salud argentino, gratuito y universal. Los europeos, los estadounidenses, no pueden creer que exista lo que estos tipos quieren destruir (por el PRO). La excelencia de un sistema de salud estatal, y gratuito, es un derecho humano que hay que defender a muerte. La educación pública y gratuita también es un derecho humano inalienable. Y no es casualidad que el gobierno de Macri haya elegido atacar esas dos áreas. Insisto: salud y educación van pegados. No puede haber un pueblo sano si no hay un pueblo educado.