Por Mariano Pacheco
Claudio Lozano, economista y militante, actual Director del Banco Nación, dió el puntapié a uno de los temas que trepó a la cima de la coyuntura nacional: Vicentin.
Su investigación fue el origen de la secuencia que derivó en el anuncio de expropiación, la reacción del establishment y una «opción superadora» que se debate en tribunales. ¿Cómo imagina el futuro de esta saga?
Tendríamos que poder lograr articular un bloque social con capacidad de intervenir políticamente desde la gestión gubernamental y con los actores que, de alguna manera, se han visto movilizados por esta discusión, para transformar la estafa de Vicentín en la oportunidad de construir una herramienta para intervenir sobre el comercio exterior de granos y sobre la oferta de divisas que genera nuestro país. Vicentín es un coloso del agronegocio, con una participación monumental en el comercio de granos, con una facturación de alrededor de 4 mil millones de dólares anuales, que estafó a miles de trabajadores y a la banca pública. Así que si lográramos conformar una sociedad mixta pero con dominio estatal y participación de las cooperativas agropecuarias y los pequeños y medianos productores, podríamos tener un jugador dentro del comercio de granos que estuviese casi en paridad con el primer exportador que hoy en día es Cargill.
Porque cuando uno mira los datos y ve lo que exporta Vicentín, sumado a lo que exporta ACA (Asociación de Cooperativas Agropecuarias), que es también uno de los principales acreedores que hoy tiene Vicentín, de quienes fueron defraudados en este proceso, ambos sumados, te decía, tienen una participación en el comercio de granos superior a Cargill. Por eso en este contexto, en que Vicentín se ha transformado en un símbolo del saqueo nacional, una estrategia política bien diseñada podría movilizar voluntades para avanzar en la construcción de una empresa pública y social que se transforme en una pieza clave del control del comercio exterior y la oferta de divisas.
¿Y qué obstáculos visualizás en ese camino de avanzar en una salida popular para resolver el conflicto con Vicentin?
Te diría que varios. En primer lugar, el modo en que se presentó el planteo. Entiendo que no se preparó adecuadamente en términos políticos, porque creo que se debería haber explicitado con mayor claridad todo el proceso vivido respecto del trámite irregular de los créditos que la banca pública (puntualmente el Banco Nación) le hiciera a Vicentín, sobre todo en el último tramo de 2019. Por otra parte, debiera haberse explicitado, conversado, discutido con las cooperativas y los productores agropecuarios que fueron defraudados por la empresa, para encontrar actores que contribuyeran a gestar los consensos necesarios dentro del sector agropecuario, así como con los distintos sectores que dentro del Frente de Todos mantienen una sintonía política para avanzar con este tema, puesto que hay otros sectores internos a esta coalición electoral tan amplia que ganó las elecciones que le ponen un límite a un avance de esta naturaleza. Así que ahí hay un problema: no se han construido las condiciones para avanzar con claridad desde un primer momento, y eso explica en gran medida por qué apareció una segunda variante, que fue la que planteó la provincia de Santa Fe, y que desde mi punto de vista esa otra variante a la de la expropiación (propuesta originalmente por el Ejecutivo Nacional), es más complicada, porque implica transitar todo el procedimiento del concurso, en el que hay 2.638 acreedores, y para construir una mayoría es menos sencillo, porque hay un bloque de bancos extranjeros, grandes productores y las principales cerealeras, que también son acreedoras de Vicentín y pueden construir una mayoría alternativa en el concurso. Y por otro lado, no se cuestionó esto desde el vamos, porque es un tema que viene desde hace rato, está planteado desde inicios de año, ya que la cesación de pagos tiene fecha el 5 de diciembre de 2019. Así que hubiese sido más razonable hacer los planteos antes y no durante el concurso. Otro tema es que no se cuestionó hacer el concurso en Reconquista, que es una ciudad prácticamente controlada por Vicentín, en donde el juez que opera ha sido apoderado del banco Nación en el zonal de Reconquista casualmente, así que el nivel de vínculos con la empresa es muy importante. Nada ocurre en Reconquista sin el control de Vicentín, pero el grueso del negocio no está asentado allí sino en Rosario, así que habría que haber sacado la competencia de esa ciudad. Así que estamos haciendo al revés: comenzamos la tarea cuando el problema ya estaba en marcha. Pero bueno, así fue, y hay que entenderlo en el contexto de la coalición electoral que ganó las elecciones, que tuvo la virtud de haber sido lo suficientemente amplia como para poder ganar y limitar el avance del macrismo, pero que a la hora de tomar definiciones políticas más profundas, obviamente tiene dificultades, porque debe procesar primero contradicciones internas importantes.
Hubo muchos planteos en estos días en los que aparecieron de la mano los nombres Vicentin y soberanía alimentaria. ¿Qué reflexión podrías compartir al respecto?
Hoy Vicentin está en las antípodas de la soberanía alimentaria, pero si se logra avanzar en el control sobre este grupo empresario, seguramente, se podrán derivar recursos que provienen de las rentas de la exportación, al desarrollo de herramientas más potentes, como es el caso de la soberanía alimentaria, que implica abordar debates más profundos, ya que no solamente implica intervenir sobre el control de las divisas y el comercio de granos, sino también discutir la propia matriz productiva en lo agropecuario: qué se produce, para quien y elementos que con el funcionamiento de Vicentín hasta acá no se cuestionaron.
Por otro lado, creo que es importante remarcar que buena parte de las discusiones que se presentaron en torno a este tema tienen que ver con prejuicios que se agitan, como es el caso de la seguridad jurídica respecto de la propiedad privada, porque descontextualizan el caso. Y si permitimos que se siga sacando al caso de contexto, tendremos mayores dificultades para avanzar. Porque lo que acá ha sucedido, en concreto, es que un grupo empresario que tuvo un crecimiento exponencial durante la última década y media (y fundamentalmente en los últimos cuatro años), que lo coloca en el lote de los grandes ganadores de la Argentina, ha hecho un uso irregular de los créditos de la banca pública, y produjo maniobras cuasi delictivas para llevar adelante una estafa hacia el país, con maniobras de sus sociedades instaladas en Paraguay, en Brasil, en Panamá, entre otros países. Incluso la empresa madre del holding Vicentín Family Group no está en el país sino en Uruguay, desde donde se controla a Vicentín Sociedad Anónima de la Argentina, que es la que está concursada, y desde allí se maneja al conjunto de la corporación empresarial. Han llevado adelante todo un rediseño societal vinculado a derivar recursos al exterior. De allí que no haya que tener empacho en decir que lo que se produjo en este caso es una estafa a más de 5.000 trabajadores, a más de 1.800 productores, a la banca pública. Y que hoy, con la empresa en crisis y paralizada como fuente laboral. Y ese deterioro de la situación es la que habilitó que aparezcan ofertas de grupos extranjeros para quedarse con lo mejor que tiene Vicentin, y agravar el cuadro de extranjerización y de concentración del comercio de granos y de la oferta de divisas. En ese contexto de crisis de las fuentes laborales, de fraude a la banca pública y estafa a los productores la discusión no es sobre la propiedad privada, porque de hecho también hay propiedad privada en los productores defraudados y en algunos bancos que prestaron dinero y no se los ha devuelto. En ese contexto lo que hay que destacar es que la crisis de Vicentín pone en cuestión la economía del norte de Santa Fe y un área estratégica de la economía nacional en vísperas de un proceso de extranjerización que podrían producirse, y allí se juega la decisión de un gobierno que debe expropiar, y para expropiar debe intervenir. En ese contexto hay que dar el debate: es un caso concreto, que por todo lo que representa como símbolo del saqueo que los sectores dominantes vienen llevando adelante en la Argentina, necesita del desarrollo de un bloque social que permita avanzar en la creación de una empresa en manos de las cooperativas y productores agropecuarios y del Estado argentino.
Da la sensación de que después del macrismo en Argentina, y con un contexto mundial desfavorable (sobre todo a nivel Latinoamericano) para el avance de los pueblos, hoy se estaría en peores condiciones respecto de lo que fue el denominado “ciclo de gobiernos progresistas” (o populares, según el caso) en el continente para profundizar transformaciones sociales, como puede ser avanzar con la soberanía alimentaria, porque eso implicaría cambiar la matriz, el modelo de país, que entonces no se hizo y hoy habría aún menos condiciones. Sin embargo, también hoy se podría decir que es mayor la fuerza popular organizada que acompaña a este gobierno (si lo comparamos con los apoyos de fuerza social organizada que acompañó al kirchnerismo, por ejemplo. Así que me gustaría preguntarte, en primer lugar, si estás de acuerdo con la caracterización. Y en segundo lugar, qué perspectivas abre al proceso político el hecho de que haya tal cantidad y variedad de movimientos sociales (del precariado, campesinos, sindicales, feministas) siendo parte de este proceso.
Coincido con lo que planteas. Creo que efectivamente la fuerza popular organizada hoy es muy superior a la que existía en 2003, e incluso superior a la que existía en 2015. Porque si bien el macrismo implicó un intento, por parte de los sectores dominantes, de frenar el proceso, ese intento no logró desarticular a las organizaciones populares. Al contrario, hubo una profundización de la organización popular que se desarrolló en los últimos cuatro años. De allí el error de no haber articulado antes ese bloque social de apoyo a la iniciativa de expropiación de Vicentín, sobre todo teniendo en cuenta que, en un 90%, esas organizaciones son parte del Frente de Todos. Ahora, naturalmente, ese proceso se va dando, y puede verse en un conjunto de declaraciones públicas que se manifestaron en estos días. Así que creo que hay condiciones para avanzar. Vicentín ha actuado como una especie de símbolo que muestra el saqueo sobre la Argentina, y por otro lado, habilita un conjunto de discusiones, que probablemente no se hubieran producido en otro contexto. En este sentido, es importante subrayar que la pandemia y la cuarentena colocaron un conjunto de debates que hoy están planteados y que difícilmente se hubieran producido sin esta situación. Por eso insisto en que es importante no tener una mirada lineal de los procesos históricos, porque a veces hay coyunturas en las que se puede suponer –por ejemplo durante el período de gobiernos progresistas– que existía una mayor homogeneidad para avanzar en algunos sentidos en los que no se avanzó y que entonces hoy se podría menos y sin embargo, como la situación es distinta, se pueden abrir fisuras y posibilidades que no imaginábamos. Por eso desde la política hay que cuestionar esa mirada mecánica que ve relaciones de fuerzas siempre acumulativas, que no tiene rupturas o momentos imprevisibles en los que se abren caminos que muchas veces no se esperan.