Las cartas sobre la mesa para llamar a las cosas por su nombre

Como en toda etapa preelectoral, muchas de las discusiones de fondo que requiere la Argentina, se tiñen caprichosamente por la coyuntura que imponen las urnas. Un proceso que el saber popular lo identifica como “con el cuchillo bajo el poncho”. Es que nadie quiere ceder, no vaya a ser cosa que lo tilden de oficialista u opositor. Entonces, ¿cuándo se van a debatir los temas centrales que el país necesita? Anverso y reverso de un proceso que reclama definiciones internas, vocaciones definidas y acumulaciones progresistas.

Vale la pena preguntarse, ¿porque cuando la candidata del oficialismo plantea los ejes de su propuesta, nadie las sale a cuestionar seriamente? Tampoco se escuchan críticas con profundidad política y mientras tanto los días pasan, no hay debate político y las noticias suceden debatiendo cómo se viste, si se hizo tal o cual cirugía o si el matrimonio Kirchner es autoritario, blando o “fascista”, como han llegado a decirle. ¿El beneficio? Ninguno.

Aún no aparece ningún candidato opositor que plantee abiertamente el debate político acerca del nuevo Pacto Social entre la Producción y el Trabajo que propone el Frente para la Victoria. Nadie pregunta sobre qué base se va generar o en qué marco de la distribución de la riqueza. No hay preguntas sobre qué reforma tributaria va a sostener semejante pacto social, o cuales serían los fundamentos de las políticas de estado donde todos los partidos políticos deberían comprometerse en acuerdos comunes. Como por ejemplo:

– La distribución de la riqueza
– La reforma tributaria
– La reforma política
– La reforma judicial
– La administración de las empresas publicas
– La educación

Si estos temas parecen tan evidentes. Si es tan obvio que estos puntos deben formar parte de una agenda política que pretenda debatir un esbozo de modelo que no viva en una coyuntura marcada por una crisis latente que siempre amenaza con recrudecer, ¿como puede ser que este debate no ocurra?

No basta con que se pregone que el oficialismo es poco propenso para el debate. Y si bien eso es falso e inconsistente; aún suponiendo que fuera cierto: ¿Cómo es posible que no haya acuerdos en el arco opositor en torno a estos ejes u otros para construir la potencia necesaria y ser escuchados?

Una familia muy normal

La triste realidad es que ésta es la clase política que tenemos, y no se puede hacer magia con esto.

¿Qué se puede esperar de Elisa Carrio, que desde el 2003 hasta la fecha ya la vimos cambiar de fisonomía, amuleto, lámpara solar, socios, electorado? Sin embargo de política aporta poco y nada y cuando lo hace revela una pasión conservadora que en nombre de “la República” ha estado al borde de apoyar a Mauricio Macri gracias a los buenos oficios del cardenal primado Jorge Bergoglio.

Pero eso no es nada. Semejante desvarío podría explicarse como un reflejo político de sus orígenes radicales que sustentan una necedad antiperonista que entrega atributos al kirchnerismo que en muchos casos no posee.

Pero no hay límites. Para ejemplo basta un botón. Es justamente Elisa Carrió quien plantea que las FF.AA. «No pueden seguir hostigadas por lo que hicieron mil tipos que ya están en retiro. Hay que profesionalizarlas y dejar de humillarlas» Semejante parrafada revela una visión poco seria y hasta de temer de nuestro pasado reciente

¿Y el economista Lavagna? De este hombre se esperaban propuestas de profundidad, pero mientras tanto está esperando esperando que al Gobierno del que fue ministro le vaya mal y sobre la leche derramada montarse para ver como acumular algunos puntos más.

Lúcido funcionario del alfonsinismo, comprendió la máxima que indica que es preferible parapetarse como un oscuro funcionario de tercera línea, hacer pasillo, esperar que le tocara alguna embajada en Europa. Así fue que desde su consultora Ecolatina pudo profundizar su perfil, y luego saltar a la cartera económica. Pero después de su partida la política le ha sido esquiva y otra vez: de política nada.

Hay otro caso, donde la construcción política navega en la nada. El actual candidato Ricardo López Murphy. Sólo basta recordar lo que decían los medios allá por marzo del 2001, cuando el “bulldog” fue el ministro de economía de la Alianza por 15 días: “El bisturí que prepara el flamante ministro de Economía apunta al gasto público de los distintos ministerios y organismos descentralizados. Para eso piensan acelerar la reforma del Estado y profundizar la reestructuración del PAMI y la Anses…”.

Sin ir más lejos, en la actualidad su disco rígido todavía esta en la era neoliberal, de la que no quiere desprenderse de ninguna manera. Aunque a decir de su amiga Carrió, su mayor blasón es ser una buena persona y honesto. Triste realidad la de nuestro país que estos sean los únicos prerequisitos por los que un ciudadano aspire a ser nuestro representante! Y encima, en el caso de López Murphy, como también lo intenta Macri y lo aspira la derecha argentina y latinoamericana, es ser buena persona para aplicar los peores ajustes.

La condena de vivir en el horno

Los nombres ya bastan para concluir que, como dicen los chicos: “estamos en el horno”. Pero eso no es todo: hay una lista más aspirantes más pero hasta el momento son caciques provinciales de origen conservador que poseen una caja en efectivo lo suficientemente poderosa como para inventar una estructura que, en el caso del neuquino Jorge Sobish, le permite aglutinar a los sectores más rancios, regresivos y conservadores que por ahora no apoyan a Macri, pero que también estarían con él si fuera candidato a presidente.

Al patetismo de este escenario, se suma la imposición de diario Clarín, que cotidianamente sale sobreactuar tratando de marcar la cancha, sobre cual es la verdadera crisis que “atraviesa a los argentinos”. No le resulta imposible porque los errores están tan a mano que es imposible que no quede en evidencia. Así es que la falta de representatividad y legitimidad queda reflejada por un pequeño recuadrito nos recuerda que todos los candidatos a presidente fueron elegidos a dedo. Y ni hablar del resto de los cargos, salvo la honrosa excepción que representó el Frente Para la Victoria en Santa Fe, el país entero fue un gran dedazo.

En el medio de semejante escenario, Carrió y López Murphy hicieron gala de su afecto por la democracia, convirtiendo sus candidaturas en un culebrón de las tardes compitiendo con los lacrimosas novelas mexicanas o colombianas.

En vísperas de elecciones, una vez más ha quedado al descubierto la madre permanente de todas las crisis, que aún persiste y sobrevive subterránea desde 2001.

La pregunta es: ¿cuándo volverá como el Tsunami? Evitar que después de su paso no deje nada, dependerá de las organizaciones del pueblo. La obligación es ayudar para encausarla, traducirla y organizarla. Y aunque sea difícil, es la tarea fundamental que nos corresponde asumir como desafío colectivo.

Introspecciones necesarias. ¿Y por casa como andamos?

¿Qué hay del lado que se considera y autodefine progresista? ¿Por qué los espacios que pueden confluir en el Frente para la Victoria no son ajenos al dramático escenario que estamos relatando? Porque en esos espacios también se “cuecen habas”. Es bueno aclarar que puede ser en la mayoría de esos espacios, para no involucrar al 100 por ciento de los espacios que finalmente fueron definidos por unos pocos dedos.

Uno de esos ejemplos es el de Jorge “Huevo” Cevallos, que siendo un importante funcionario del Ministerio de Desarrollo Social se fue enojado porque no le dieron la lista colectora de candidatos del “Frente para la Victoria” en La Matanza. Así las cosas, vale la pena preguntarse ¿con una trayectoria militante de envergadura y 4 años en un Ministerio de Desarrollo Social no fue capaz de construir una alternativa para ese municipio? Así fue que todo terminó en una medición de encuesta que le arrojó entre un 5 y 9 por ciento de aceptación. Algo que en el mejor de los casos no es una gran alternativa.

Pero lo cierto, es que nadie le prohibió presentarse como candidato a Intendente. ¿Por qué no se presento con un partido local como lo hizo en otro momento Sabatella, el intendente reelecto de Moron? Haberlo hecho hubiera marcado otro camino y un punto de referencia para el 2011 y de ese modo esperar hasta ese año para pensar nueva alternativa que pueda disputar electoralmente una construcción política genuina. ¿Pero qué pasó?

Se privilegió el discurso fácil de ir a lo seguro, una realidad con la que nunca se van a lograr consolidar alternativas, salvo que al poder de turno se le antoje, pero es muy probable que para ese entonces muchos ya sean parte de aquellos a los que ellos mismos cuando jóvenes, repudiaron con todas sus fuerzas.

Otro ejemplo es el Municipio de Presidente Perón en la Provincia de Buenos Aires. Tierra de Oscar Rodríguez, la mano derecha de Eduardo Duhalde. Allí, los espacios que confluyeron en el Frente para la Victoria no contaron con 4 años de gestión en ninguna parte y tampoco figuraron en la famosa lista colectora, pero así y todo nunca perdieron de vista que su pelea contra lo más rancio del Duhaldismo es una cuestión de principios acerca de los valores de la construcción política.

A pesar de que el dedazo oficial terminó ungiendo a los sectores más conservadores, la convicción de esos militantes sigue dando la pelea, son conscientes de las dificultades y también saben que el camino marcado en esta oportunidad podrá dar resultados genuinos en el futuro y encolumnados detrás de un proyecto que se opone claramente a las políticas prebendarias del duhaldismo en ese distrito. Es posible que en el 2011 los resultados sean otros.

Vale la pena recorrer estos datos en medio de una etapa de definiciones electorales en el distrito más importante de la Argentina, ese país que hace 6 años estaba cruzado por una crisis que no ha terminado y que cotidianamente muestra sus costados más sórdidos. Los ejemplos citados sirven para señalar que en el espacio K no todas las cosas son de maravilla, más teniendo en cuenta que muchos de los elementos citados serán parte de esa construcción que Néstor Kirchner comenzará a caminar después del 11 de diciembre.

Nadie está seguro de lo que pueda llegar a suceder en esa dinámica política, de lo que sí podemos estar seguros es que sin partidos fuertes con una clara ideología, sin una organización democrática, amplia y progresista en cada uno de los distritos del país, sin un espacio que debata proponiendo con un sistema de representación genuina, la crisis del 2001/2002 volverá y se llevarán con ellas las ultimas aspiraciones colectivas que encierra el vasto espacio del campo nacional y popular.

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