Hoy compartimos con ustedes —y queremos que se abra paso aun en el espesor ineludible de nuestras incertidumbres— el deseo de recuperar un tesoro en vías de extinción: la conversación. Es decir, una forma del compañerismo y de la controversia, el propósito de reunirnos para dar vuelta algo.
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Tal vez estemos en el interior mismo de un pliegue epocal. Los modos, las formas, incluso los contenidos, la práctica y el discurso político en el que se ha formado nuestra conciencia ciudadana parecen haber llegado a su fin. Algo se rompió entre las palabras y las cosas.
Mientras en la sociedad profunda crecen el hartazgo y el desasosiego, balbuceamos una lengua ensimismada, incapaz de penetrar la prepotencia totalitaria de la “clausura algorítmica”. Este tiempo propone nuevos lenguajes, una forma inédita de existencia digital, la prisa que se hace vértigo de la desinformación, la ruptura de la dimensión colectiva, que da paso a una mutación perceptiva y sensorial, característica sobresaliente de los fenómenos cibernéticos de eso que persistimos en llamar “las derechas del siglo XXI”.
Nos han expropiado las dimensiones temporales, puesto que este capitalismo ilimitado pretende un presente infinito, genera —de acuerdo con datos oficiales— más de siete mil pobres por día (esto es a razón de cinco pobres por segundo), mientras se arrodilla frente a los tecnócratas del poder mundial concentrado que prometen la superación de las limitaciones actuales del ser humano, tanto en sus capacidades físicas como psíquicas, mediante el desarrollo de la ciencia y la aplicación de los avances tecnológicos.
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Emilia tiene veintiséis años. Vive en la zona oeste de la ciudad de San Miguel de Tucumán, con sus padres. Trabaja nueve horas por día, de lunes a sábado, en horario cortado. Toma cuatro colectivos por día, veinticuatro por semana. Sale de su casa a las siete de la mañana. Al mediodía tarda más de dos horas entre ir y volver del trabajo a su casa y, por las noches, apenas tiene tiempo de un baño con el que se ilusiona que repara algo para recomenzar al día siguiente. Emilia gana 240 mil pesos por mes: ¿qué otra cosa puede tener que no sea un puro presente, sin mañana, sin ilusiones, sin esperanza?
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Si nos detenemos en estas coordenadas, es porque la conversación que venimos a proponer(les) necesitará fundar una lengua que esté entre nosotros, que ocurra en este espacio y se multiplique para hacerse palabra política y, entonces, pueda construir comunidad. Porque es ahí donde han venido a dar un golpe que sueñan definitivo: en el espinazo mismo de la patria, que es su tradición nacional-popular. En esa conversación de lo común, con la que hicimos un país.
Se trata, entonces, de reparar una lengua rota. Fundar talleres —como dice la canción— donde reparar alas de colibríes. Y, también, como en la canción, declaramos desde ya que se admiten proscritos, rabiosos, pueblos sin hogar/ desaparecidos deudores del banco mundial.
Reparar la lengua y construir un puente hacia atrás y hacia adelante. Un puente que recupere las conversaciones fundamentales de nuestra cultura, de nuestra historia, de nuestras mujeres y de nuestros hombres. De Tucumán arde, a los tucumanazos del 69 y del 72. De la marcha blanca a las lluvias fértiles de abril. Un puente que vuelva a pronunciar los nombres entrañables: Chivo Valladares, Pancho Galíndez, Pepe Núñez, Oscar Quiroga, Ernesto Dumit, Lola Mora, Timoteo Navarro, Juan José Hernández, Rosa Ávila, Gerardo Vallejo, Mercedes Sosa… nombres que esperan por nosotros en el futuro para preguntarnos qué hicimos con la historia común.
En esta búsqueda que es, sobre todo, una propuesta, nos encontraremos semanalmente (y ya es una cita) para trazar conjeturas, indagar en los dolores y en las renacidas esperanzas de asuntos relacionados con la cultura, la política, la salud mental, las semblanzas o perfiles sobre personalidades indispensables, y aun la mirada de tucumanos que nos piensan desde lejos y están, inseparablemente, en las entrañas mismas de este suelo en el que somos.
Para que, entre todos los nombres, Tucumán encuentre, de una vez y para siempre, el significado del suyo.
Zoom Tucumán quiere proponerles ese sueño. Nos gustaría mucho que quieran soñarlo con nosotros.
Equipo de Zoom Tucumán
Soy Yeyé Soria, pero mi nombre es Jessica. Licenciada en Ciencias de la Comunicación (UNT), Community Manager, Growth Manager, Copywriter. Creadora de contenidos.
Trabajo en comunicación digital orientada a la política desde hace varios años con marcas personales e instituciones.
Tucumana e hincha del Santo. Una apasionada por la conversación, mis temas preferidos de charla son la política, el fútbol y la religión. Team verano full.
Me gusta mi nombre completo: María José Bovi. Soy jujeña de nacimiento, tucumana de crecimiento. Madre. Editora. Correctora. Redactora. Gestora Cultural. Profesora en Letras (UNT) e Investigadora. Todo gira en torno a la edición y el mundo editorial. Fundé Monoambiente Editorial y Marea Emocional. Integro: Dúplex Casa Editora y Editorial de la Facultad de Derecho (UNT). Adicta a los proyectos culturales y colectivos, y a dictar talleres de escritura, lectura y edición. Vivo siempre en un cumple.
Rossana Nofal. Investigadora del CONICET con lugar de trabajo en el INVELEC. Profesora titular en la cátedra Literatura Latinoamericana (FFyL, UNT). Directora de la carrera de Doctorado en Letras. Coordinadora de proyectos de investigación sobre memoria y dictadura (IIELA).
Me gusta contar el cuento según yo misma y cambiar nombres para sumar los personajes. No pude elegir mi propia aventura, que después vino Gilda y a los cincuenta se me ha perdido un corazón. Pero lo tengo valiente. Hago muchas cosas, menos cocinar. Planchar nunca. Del fútbol ni idea. Me gusta tomar café, entrar a los bares, a las catedrales o a los cines por la derecha y escapar por la izquierda. Vivo y pienso en Tucumán haciendo zoom en los detalles que esconden los enseres cotidianos.
Soy Carlos Alberto Díaz. Psicólogo en consultorio propio y en consultorio externo en el Si.Pro.Sa. Profesor de la materia Arte y Psicología (Facultad de Artes, DAVA, UNT). Curso el Doctorado de Humanidades e investigo sobre juventudes, consumos problemáticos y, muchas veces, indago sobre el concepto “cuerpo”. Padre. Tucumano de nacimiento. Fanático de San Martín y de Lacan. Consumidor de Coca Cola y caramelos de menta. De risa fuerte y canciones de cancha para todos los momentos de la vida.
Carlos Zeta es filósofo y editor. Director Editorial de la Universidad Nacional de Avellaneda. Docente regular de las asignaturas Semiología y Teorías de la Comunicación. Ha publicado numerosos artículos y capítulos de libro sobre cultura y comunicación. Dirige la revista cultural Orillera, editada por la Secretaría de Cultura y Comunicación de la Universidad Nacional de Avellaneda y UNDAV Ediciones.
Crédito de foto de portada: Lucía Astudillo